El presidente nos enseña sus manos

Fue en 2005 cuando Javier Cercas escribió un relamido artículo titulado ‘Las manos de Hitler’. Se refiere a lo que dijo Heidegger a un Jaspers indignado al enterarse de la admiración que sentía el primero por Hitler, y le inquiría por la misma.

«La cultura no importa, Karl. Mira sus maravillosas manos», respondió el aludido. Cercas acaba el artículo con la afirmación: «Y entonces lo comprendí todo». ¡Qué va a comprender! A falta de una respuesta racional, Heidegger dijo la primera chorrada que se le ocurrió. Para ser admirador de Hitler hay que estar muy podrido, lo mismo que hoy en día vemos a otros admiradores de otros fantoches. La estirpe de éstos no se acaba nunca; unos logran hacer más daño que otros, pero eso también se debe bastante a las circunstancias, al momento, al azar...

Mi peluquero sí que tiene unas manos privilegiadas. Tiene tanto tino con cualquiera de ellas que alguna vez le he dicho que tiene manos de cirujano. No vacila ni con la navaja ni con las tijeras ni con ninguno de los artilugios que puede utilizar y nunca falla.

Hace muchos, quizá quince, en un foro de la internet surgió una cuestión recurrente en los medios. ¿Qué parte de la anatomía de los hombres atrae más a las mujeres? Las manos, respondió una sudamericana joven, que según manifestó acababa de ennoviarse recientemente. Con ellas te han de tocar y acariciar, añadió.

Pedro Sánchez, es el presidente del gobierno porque lo ha logrado a traición. Por tanto, todos sus ministros son cómplices. Con tal de conseguir el cargo se ha aliado con todos los titiriteros que pasaban por allí, sin que a ninguno le caiga la cara de vergüenza. Sólo se ha quedado fuera el tontorrón de Riverita, que en una ocasión anterior sí que firmó, con lo cual se ha demostrado que para Sánchez no era más que un tonto útil.

El presidente ha querido mostrarnos sus manos, https://twitter.com/desdelamoncloa/status/1011675733863862272, con las cuales sería capaz de estrangularnos, si fuera necesario para lograr sus propósitos. O llevarnos a la ruina. 

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