Safecreative © Laura Garrido

Esta ilustración es un regalo de Laura Garrido, podéis disfrutar de sus dibujos en su Blog "De mis bocetos y los vuestros". (Sólo tenéis que hacer clic en la imagen).

lunes, 7 de mayo de 2012

7. La última función


Disimula sus lágrimas, se maquilla una sonrisa  e irrumpe en escena. Los focos deslumbran su decrépita figura. Sitiado por insultos  y  vejaciones repite idéntico final cada tarde: saca un revólver, encaja una bala en el tambor y lo hace girar de forma caprichosa. Una detonación fría enmudece la carpa. Mientras su cuerpo menudo finge la muerte, los niños aplauden enfervorecidos. El domador, escondiendo el rastro sanguinolento garabateado en la pista, retira apresurado el cuerpo del payaso.  Llueven palomitas y pompas de jabón. Un redoble nervioso de tambores brilla en la oscuridad: “…ahora…”, titubea el presentador... Nada, sólo grita el silencio.


(*) Publicado en Químicamente Impuro.

Circo

6. Aromas de Circo


Donde viven los pobres nunca llega el Circo. Ahí, en el arrabal, no hay magia, ni  siquiera llueven golosinas.  Hoy todo está agitado, la desmesura se huele en el ambiente: los niños descalzos, huérfanos de alegrías, corren hacia la quebrada; los  mayores acarrean sus sillas de tijera, desvencijadas. Hay nervios. La muchedumbre se sienta solícita  y espera -donde viven los pobres siempre esperan-. Otean el horizonte, todos están pendientes del viento: sopla, ruge, brama. A lomos de la ventisca llega el Circo, nadie lo ha visto, pero todos perciben sus fragancias. El suburbio se impregna de nuevos olores. Cierran sus ojos y olfatean.  Sobrevuelan vahos  de júbilo. Emanan fantasías. Se perciben los efluvios de la carpa, construida con aromas de mantequilla, bálsamos de menta y esencias de caramelo. Sienten husmear las trompas de los elefantes y el silbido de los cuchillos que lanza el oso hormiguero. Los niños huelen las risas de los payasos. Dicen que este año actúa Pinocho, la mofeta malabarista y el topo de nariz estrellada. Dicen tantas cosas.  


Cuando se aquieta el viento se disipan los  vapores, huyen las fragancias, desertan los aromas. Se acabó el espectáculo, pero nadie aplaude. Regresan. Adultos y pequeños, hombres y mujeres, en una fila ordenada, infinita, arrastran sus sillas, tornan a sus quehaceres: zanqueros de esperanzas, contorsionistas  de utopías, domadores de problemas, sólo saltimbanquis de la vida. Se esfuman los aromas del Circo, pero permanece el olor fétido de la miseria, el tufo del hambre  y el hedor de la muerte, también llamada  “la Chata”. Algunas veces, cuando ya no queda nada, sopla el viento. La fila avanza desde la lejanía, se huele en el ambiente. Donde viven los pobres nunca llega el Circo. 

(*) Finalista Concurso relatos "Con un par de narices". Organizado por La Esfera Cultural.

(*) Publicado en Breves no tan breves




5. El Circo Newton


La última función del Circo Newton se representó  el 20 de octubre del año 1687, coincidiendo en idéntico horario con un violento terremoto que destruyó la ciudad de Lima. La compañía, regentada por Isaac Newton, visitaba cada otoño los pueblos y ciudades de condado inglés de Lincolnshire, para delicia de pequeños y mayores.  Ese día, mientras el público aplaudía enfervorecido ajeno a la tragedia, se produjo la primera fusión nuclear no reconocida  de la historia de la ciencia.


El hecho desencadenante fue  la colisión, en plena función, de dos trapecistas  hercúleos; ese choque generó una especie de cataclismo atómico a escala microscópica. En la reacción en cadena posterior, el león traspasó el aro del domador, desapareciendo en una sucesión infinita de círculos concéntricos. La mujer bala se desvió  de la trayectoria elíptica marcada en los ensayos, iniciando un recorrido asintótico al horizonte. Peor suerte sufrió la pareja de equilibristas, que  ejecutando un triple mortal recorrieron una trayectoria idéntica a la de dos líneas paralelas y no llegaron a converger en ningún punto del plano. Escasa información existe sobre la amazona, que proyectado por la fuerza centrífuga generada por el movimiento inverso del caballo, se alejó progresivamente del animal hasta evaporarse en la derivada del tiempo. Así consta en el atestado. 


La policía, aconsejada por Newton - único superviviente -, cerró el caso sin investigar la causa de los fallecimientos. Tal vez sabían que la cinemática es la parte de la física que estudia el movimiento de los cuerpos al margen de sus causas, y en el circo casi todo es movimiento. Newton, que ya era un hombre inquieto, decidió liquidar el negocio y teorizó que lo acaecido ese día era un claro ejemplo de suceso nulo que tiende a infinito.  Algunos pueden pensar que la historia no es cierta, sólo puro artificio –usted mismo podría hacerlo-, pero antes  debería saber que el circo no es mas que eso: el conjuro de lo eterno, cercar lo ilimitado, quizás el adiestramiento de la lejanía. 

Lo de la manzana vino después, pero no busquen concordancias. ¿El público?...mejor no pregunte… ¿A quién le importa el público?.

4. Nada es Circo


Dicen que llegó el Circo. Todos esperan  ansiosos sentados al borde del acantilado: nadie sabe cuándo lo hizo, nadie sabe cómo.    No hay carteles, ni fanfarria, ni siquiera estridente megafonía. No avisaron, no lo publicitaron. En la lejanía deambulan las risas de los payasos, huyen los látigos perseguidos por el espectro  de los leones, se  percibe el chirriar de los trapecios.  Sobrevuelan las jaulas buscando a sus moradores. La sombra de la carpa, suspendida en el vacío, permanece inmóvil, hermética, sin puertas ni ventanas  por donde penetre el aire.  No se escuchan los gritos de asombro, ni las risas, ni siquiera el aplauso enfervorecido del público. Todo es nada, sólo etéreas evidencias.


Nadie escuchó la música. Nunca se encendieron las bombillas. Permanecen desocupadas las jaulas. Huyeron las sombras. Los conejos corren detrás de las chisteras. Planean los trapecios. Aletean solícitos los látigos. Ruge el viento y llueven cuchillos de soledades.  ¿Dónde está el Circo? Nunca llegó, no permaneció, se ha ido.  No queda nada, sólo el cero de los matemáticos, el vacío de los filósofos, el infinito oscuro de los astrónomos. No hay respuestas. La nada es una ficción; nadie puede pensar lo que no es, lo que no existe. Tal vez  esto es una entelequia, quizás una invención, puede que sólo sea apariencia.


Por si alguien me pregunta, yo quiero dejar constancia escrita de mi respuesta -son diez palabras insignificantes, muy poco para un mundo saturado de complejidades-: yo sólo deseo que haya algo en vez de nada Los demás siguen pensando que ahí, en el vacío, hay un Circo. ¿La verdad? Nadie sabe nada de nadie.


(*) Publicado en Breves no tan Breves.




3. Quizás sea un Circo


Estás solo. La carpa es cóncava, tejida con crines amarillas sobre la piel de animales muertos. Observas la pista tapizada de espejos rotos. Cantan las lechuzas, los leones vomitan sangre y se avistan chacales aullando en la lejanía. Diluvian lágrimas de sal. Tiemblas. Tranquilo, es normal que te preguntes si es un Circo. Una fogata de congojas arde en la pista. La grada oscurece. La única luz que retienen tus pupilas es la producida por el reflejo de tus ojos en esa pira. Silencio. No auscultas más sonido que el aleteo descompasado de miles de mariposas negras cercando la sospecha. Los sueños se balancean en el trapecio y las pesadillas oscilan por el alambre. ¿Es un Circo? Mientras  te interrogas, los caballos rugen, los osos reptan, los tigres braman. Una jauría de gatos brunos cruza la noche. Intentas huir pero tus pies trémulos caminan lastrados pisando grillos. El miedo te araña. El espacio se inunda, flotan peces globo y precipitan relojes de arena. Miras a tu alrededor. No sabes donde estás, lo presientes pero te cuesta creer que el infierno sea así. No llores, intenta serenarte. Algunas veces la realidad es voluble: puede que sea un Circo. 


(*) Publicado en Químicamente Impuro.



2. El Circo del bosque

Brota disimulado en un recodo del sendero. Llega con el crepúsculo, cuando el sol bosteza rendido  y las sombras de la tarde se diluyen en la lejanía. Levantan su carpa majestuosa,  tejida a base de hojas secas, madreselvas y pétalos de amapola. Un enjambre de luciérnagas ilumina la función.

Pasen y vean: abedules con chistera, conejos que son leones,  el ciervo contorsionista, el ciempiés acróbata, el erizo tragasables.  El cuervo ventrílocuo y su muñeco el espantapájaros. Arañas en monociclo que hilan incansables sus telas. Ciervos malabaristas serpenteando por el alambre. Ardillas elefante y la garza barbuda. Cierra la función el oso lanzador de cuchillos.  Todos exhiben alegremente sus habilidades: el abedul se saca palomas de la manga, el erizo embelesa con su destreza, gimotea el muñeco en manos del grajo, salta el ciempiés más allá de lo imposible.  


Al finalizar la función resuena un coro de abejas, el croar de las ranas, el arcoíris de los camaleones. El viento silabea. Los árboles del bosque aplauden ensimismados.  Algunos comentan que esto no es en puridad un circo. Otros creen que lo hacen sólo por dinero. Todos se equivocan.


1. El Circo de los recuerdos


El circo emergía cuando el verano angostaba. Aparecía sin música ni elefantes. No había magia, tampoco equilibristas. El público acarreaba sus propias sillas hasta la plaza y, como no tenía carpa ni pista que montar, la función se representaba en la calle. Los vecinos participaban facilitando los animales: una cabra, un conejo y un par de gallinas. Tío Anselmo, el gaitero, se soltaba con alguna salmodia, y Marcial, el alguacilillo, relataba historias tristes de otros tiempos. Nadie oficiaba de maestro de ceremonias y nunca se escucharon risas ni ovaciones. Decían que el mejor número era uno protagonizado por fantasmas, pero ningún ser humano pudo verlo. Las campanas tañían a muerto y, finalizada la función, la compañía se evaporaba. Sin música, sin aplausos, sin nada, y marchaban por el mismo camino por el que nunca vinieron.


(*) Publicado en Químicamente Impuro.
(*) Incluido en "Grandes Microrrelatos del 2011". 
     (Selección realizada por los lectores de la Internacional Microcuentista).