Hace un par de días estuve oyendo en
el telediario las grabaciones de las llamadas al SAMUR que se
realizaron desde el Madrid Arena, la famosa noche de la avalancha
humana.
No voy a entrar a calificar el tono
empleado por el operador del SAMUR. Él mismo ha dicho claramente que
no está capacitado para desempeñar ese puesto. Imagino que el SAMUR
habrá tomado las medidas adecuadas al respecto, y ya no ocupa dicho
puesto. Ahora cabe preguntarse qué criterios emplean en el SAMUR
para asignar puestos a sus empleados, porque está claro que la
capacitación no es uno de ellos.
No sé si por la oleada de críticas, o
por vergüenza, el caso es que el tipo ha reconocido que no vale para
el puesto. Pero lo que ocurrió aquella noche en
el Madrid Arena tiene toda una lista de responsables, que no se
limita a un operador del SAMUR absolutamente incapaz. Desde los
directivos del SAMUR, hasta el empresario organizador, pasando por
los políticos que autorizan o deniegan dichos eventos, se podría
decir que hubo una oleada de errores que derivó en aquella tragedia.
Y hasta es posible que de haberse hecho de forma correcta hubiera
podido ocurrir aquello, porque no se puede prever todo, pero el caso
es que se hizo casi todo mal.
A mí lo que me llama la atención es
que, por lo visto, el único que parece entonar el mea culpa (y a
medias) es el susodicho operador. Porque el resto parece adjudicar la
culpabilidad a la mala suerte.
Y me llama poderosamente la atención
la facilidad con que nuestra ahora alcaldesa Ana Botella esquiva toda
responsabilidad. Y pensando en ello, he llegado a la conclusión de
que para sentirse responsable, hay que ser una persona responsable. Y
a todas luces, nuestra “querida” alcaldesa no lo es.
Creo que en Madrid, hemos aprendido una
buena lección. Y es que cuando uno vota a un alcalde, hay que mirar
también el resto de la lista del partido, porque somos mucho de
votar a personas, más que a partidos, y luego pasa lo que pasa. Y al
final no es muy diferente esto de votar a un alcalde de otro tipo de
gestiones, como firmar un contrato. Hay que leer bien la letra
pequeña, porque si no, luego no valen las reclamaciones.
En Madrid, nos han colado una
alcaldesa, en forma de letra pequeña, cuya única capacitación
política es la de cohabitar con un señor que llegó a ser
presidente del gobierno. Que sí, que es un mundillo que no le
resulta ajeno, pero que no es lo mismo estar cerca de algo, que saber
de algo.
La diferencia fundamental entre Ana
Botella y el operador, es que el operador ha reconocido que está en
un puesto para el que no está preparado, y que no le corresponde.
Pero claro, pedirle honestidad a un político es algo muy
pretencioso, y por lo visto, pedírselo a su señora, también.