A Mar
Roma ardía y Olot humeaba por la boca de un cañón. Ella era pelirroja. Roma era amor adolescente al revés por no sé qué puerco que escapaba el sacrificio como Nerón tranquilo con lira en su balcón o César blindado que baja la escalera sin temor al abrazo navajero de su hijo más bruto. El senado, todos los senados, se habían vuelto invisibles por el humo fiestero bunga-bunga, mudos ante las carcajadas del augusto ladrón ídolo de todos los mercaderes. El hombre vitruviano de Leonardo estaba encarcelado por estrellas euronavideñas en una moneda. En Olot nadie había querido molestar a los culpables hasta que un hombre enfadado hizo la guerra civil en solitario sin pararse a pensar como terminó la última. Nosotros también ardíamos en el más gitano lugar del sol, en el más romano Solucar, bajo la manta de Balam Balam, un jaguar de dos cabezas antes congelado beso junto al río vallado que un mirlo gordo, nieto de Ziryab, vigila. No es fácil explicar como el color de la candela se transparenta a través de una piel muy blanca, como la mar se vuelve roja en la oficina del paro cuando le recitan a una pelirroja el verso más global :-Ud. no tiene derecho a nada-. Imposible el recuento de las ruínas, y la mar de besos, o concebir a todos mis hermanos panarras del consejo supremo de la sociedad neuroguerrillera psiconautica Triptolemos cantando y celebrando que aún podemos vernos y celebrar cantando cuando una nave negra entra en la mar,y la dicha arde, en el invierno miserable y electrónico, mar, mar, mar, rizada y encandelada, pelirroja parada de sonrisa inexplicable, abrázame hasta hacerme daño con amor romaní, aráñame como si no tuviera sangre, porque amar es riqueza y crimen carmesí, marea roja, victoria.