documentos de pensamiento radical

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sábado, 30 de noviembre de 2024

Canto II: El grito del humo

 






Es hora de rozar levemente

los tímidos horizontes que contienen

la voz de un árbol

y vomitar la pobre promesa

(féretro nacido para sí mismo)

de la nanotecnología



Hay que saber algo más

de las nubes que nos rodean

de aguaceros imprevistos

contenidos a su pesar

en nuestros adentros húmedos



Sigue siendo posible hoy

escribir un poema a pleno pulmón

y acompañar un fruto

sin enlatados cancerígenos



Ante la inminente subida

de los precios del pan y del aceite

es necesario hoy

avisar al vecino y a la vecina de que su casa

está ardiendo por algún punto cardinal

y llevarles entonces un cubo de agua

acercarse con levaduras

y tocar la puerta a diez manos



No queda otra

que hacerse visitable por abejas

defendiendo la perseguida hiedra invernal

y abandonar el arroyuelo

a su ser silvestre

y alargar su condena

ante la previsible turistificación masiva



Sigue siendo cotidiano

aunque no de moda

agradecer la comida que nos llega

desde una caja familiar de resistencia

frente a las alambradas que encarcelan

lo común bajo lo público

la democracia bajo algún tenderete de Wall Street



Lo sabrás conforme rías y sufras:

hay toda la luz en un sólo punto:

las revoluciones naturales son hijas

de un débil relámpago



No ansíes, nadie

nos puede exigir

que nos convirtamos en agua

(hay tanta sequedad en derredor)

pero sí huir de la voluntad

de ser torreones de arena

verdugos de lombrices

en sus trincheras inflacionistas





No hay nada nuevo

en este intento húmedo

de metamorfosis

con muchas minúsculas



Esta batalla

como todas las guerras

está llena de nuestros glóbulos rojos

vivos y enterrados a destiempo

muertos en sus propios sonrisas metálicas

féretros en su afán

de sangre hueca y fratricida



Nada que limpiar:

desangrarse (insisto)

abandonar los falsos nucleolos que tiritan de frío

descentralizar los instintos

re-evolucionar el iris



Somos aún musgo verde e ingrávido

conservamos toda la memoria de la luz

podemos aprender como futura flecha

ser copa de árbol que canta esperanzada

ser útil como polvo que embellece los caminos

y convocar así

la lluvia inabarcable



Aún es pronto para decir:

ésta es la ruta



Ya es tarde

para no saltar a otras orillas

para no madurar balsas y arcos

mujeres y hombres

venidos de todos los rincones

emigrados de todos los tiempos



Es hora

de hollar pasos impetuosos

como hiciera el hermano Australopithecus

intentar ser de nuevo

un homínido de raíces y de aguas

con la frente transparente

cual mirada de un corzo

con la mandíbula inaccesible

al suicidio de una carne in vitro



Para recuperar la revolución caminante

de un bipedismo mundano

los esqueletos deberían incordiar

la silla del oficinista

el ojo tuerto de un pantallista

el sexo hecho de agónicos cables

salir de paseo sin libros de autoayuda consumible

entregar el deseo más allá

de una tarjeta de crédito insatisfecha



Pediría a la humanidad consciente

que hablase más con las estrellas

que supiera del aullido hermano

de las ramas de un árbol



Sólo desde ahí tendría sentido

ponerse a repartir bocadillos

de mermelada casera y porciones

de animales que pastan alegres en un monte

entre los primeros asaltantes de bancos

y de plantas embotelladoras

de nuestras aguas



Posteriormente sofocaríamos

con jardines sinuosos

como para perderse entre amantes

las escasas minas que nos separasen

de un cielo más protector

mientras vamos arrancando

las esquirlas de metralla

que atronan en este viejo continente



Se demolerían fábricas de odio

reemplazándose por hospitales universales

para los glóbulos más lacerados

pero aún rojos y hermanantes

preguntando de paso entre las personas más heridas

y más antiguas en el caminar de la especie humana

cuántos organismos africanos

merece la pena mantener en pie

aquellos que aún pueden

respirar por sí mismos, continuar siendo ancestros



Aún habría quemaduras fósiles

que restañar

tras la escasez súbita de petróleo



Pero al menos lo diverso

la misma fotosíntesis convertida en sangre de mil colores

no estaría fagocitando la vida

injustamente a favor

de estas llamaradas de muerte




Somos esta tierra que hemos maldecido

y su carbonizado eco

Noé sólo podrá alquilar su historia

a principiantes desesperados

pues todos seremos gran naufragio común

y también el agua que nos desahogue



Saben la herida las ahogadas

y la tierra pasto de ignorantes llamas

pero es aún un saber durmiente

que somos pobres campanas

de barro encauzado y aún más pobre

que poco podremos tañer

sin los tintineos de las cabras

sin el ulular de los bosques

sin las madrigueras calladas

que rompen el cemento

de sus centros comerciales



Asumamos el paso dubitativo:

sólo sobrevivirá al diluvio de desiertos

quien enrede sus filamentos

con otros musgos balbuceantes



No habrá un nuevo amanecer

si no que será distinto

y cabe la posibilidad

que lo divisemos

desde un montículo de huesos

como fin de fiesta



Todo esto saben el humo

y el fondo de nuestros gritos

Pero todo es aún demasiado gris y sordo

todos los que insisten en colocar su vida

lejos de los pájaros





 

Ángel Calle. Revoluciones naturales. Ed. La Imprenta, 2024

viernes, 29 de noviembre de 2024

Canto I: Somos la herida

 




Todo arde ya

pero nada subterráneamente

pero nada fuera de ti y de mí



El corazón ya no nos nace

de la estirpe enraizante de algún olivo

y es también

un decreto universal de incendio



Somos el humo de este planeta

y la evaporación de nuestra especie



Hemos ardido ya la posibilidad de rescatar

el ojo blanco de un gamo muerto

y la semilla autóctona que hicimos

presa de nuestro olvido



Está ardiendo la cosecha de miel y el viaje

del polen a nuestros huertos

y los presupuestos se incendian

con el vuelo de helicópteros privados



Arderá el reflejo de nuestra memoria

en la hierba verde y violeta

y también el derecho a elegir

la tierra de los antepasados

como destino de nuestro presente



Tantas y tantas cosas son

las que empiezan de nuevo a arder

cuando se apaga el abrasador fuego

cuando las imágenes nos incendian

de vínculos asépticos con la muerte

cuando la noticia siguiente

es la escasez de cubitos de hielo

para nuestro penúltimo whisky



¿Qué especie puede aspirar a la vida

si se enoja con los charcos de la lluvia

si huye de la imaginación de los arroyos

si desalienta su condición de barro?



Bajo la herida tiritan incomprendidas

las bocas de los árboles

y apenas en una mano cogen

las personas sembrando hilos de savia



¡Qué incendios tan oscuros y grandes!

¡Qué cunas nacemos tan acopladas

a los carritos semióticos

tan poco simbióticos de un supermercado!

¡Qué poesía tan débil que apenas

pronuncia textos y palabras!

¡Qué fácil verter tanta sangre

en tan pocos lavabos financieros!

¡Cuánta agua ahogada

bajo escombros metálicos!

¡Qué solo el comensal exultante

que sólo abraza las nubes que nos desnutren de agua!



Pero no es el fuego el que nos atrapa

pues en él arde la muerte vital

la que nos hace libres y oxigenados

Nos atrapan los pescadores sin brazos

los que precisan carne humana

para sus remos moribundos

los que apesadumbran los océanos

con cadáveres de cristal apenas visible



El Arca que nos mencionan

es una maraña de monedas globales y oscuras

y Noé no subirá a la cubierta

hasta que se le acaben los opiáceos



¿Cómo hablarte entonces

de humanidad

o de enemigos

cuando vamos en manadas estrechando

el tiempo, sus lazos

y la biodiversidad que acusa al humo?



¿Cómo amar de nuevo vuestra voz

la dulzura y la nieve

si somos un horno cegador

un apóstol tirano y diabético?



La gran herida que nos mata

es aún la vida:

son los pájaros amazónicos

revoloteando a deshoras

en nuestra Antártida cerebral



La gran herida soy yo

y las migajas de mis miradas

y de mis pusilánimes dientes



La gran herida es nuestra

y ya no es invisible ni indolora

y ya no hay vacíos para trincheras ausentes:

somos los sacos de arena

que han preparado

para obstaculizar el avance

de sus balas ignífugas



La gran herida es la hilera

de hilanderas sin sueldo

de pobres sin dientes

de obsesos por dulces de colores amargos

de mestizos y negros ocupando portadas

y vallas de espino calculado



La gran herida son las pandemias

dispuestas a repartir

su ración de hambre

en sus platos de hipocresía



La gran herida es un campo ahogado

por los bajos precios y los embudos

de señoritos y grandes distribuidores

y los incisivos puestos a limar

en los montes circundantes



La gran herida es el faro

ensimismado

de hombres encadenados a un parte de guerra

y a una conmutación de deseos

por prostíbulos virales

de impulsos por cadenas de ordeño




Yo no soy la gran herida

y soy todas vuestras heridas posibles

porque de mis glóbulos rojos ascienden

leves disculpas

y miradas para otro lado



No soy como el árbol

que tiembla impasible y agradecido

con cada viento



Soy más bien la rama caída

mitad savia muerta

mitad vida en cercenada tierra

que ya no mira directamente

a los ojos de la fotosíntesis

y debe esperar el apoyo diario

de bacterias que se acerquen a incorporar

su débil respiración



Quiero al menos con mi presencia

anunciar los labios que faltan

que me faltan

y las vallas no saltadas ni siquiera

percibidas en la huida



Ésta es mi excusa:

hiero y me corrompo para sobrevivir

para mantener vivo un afecto

que me distancie de la muerte de mármol

y de los pilotos de bancos y petroleras

ahora reconvertidos

en Pilatos de bomberos y coches eléctricos



Éste es mi aprendizaje:

vivir sobre

sin nadie debajo

amar sin un dentro

y un afuera



No encierra un canto ni una llama

este poema casi en blanco

pues son letras planas

y todo es impulso a nuestro alrededor

pero bien podríamos reagrupar

sus fonemas y rehacer alguna mesa colectiva

de una asamblea no sospechada anteayer

o utilizarlo como manual de ilusiones

para tirar mujeres y hombres

de un pan desvestido de circos

pero pleno de verbenas repletas de azadas

y álamos enamorados de sus ríos

para desarmar y rehabilitar

el corazón mustio

de las ciudades inservibles



Contiene este canto

el hueco apacible de una flecha

y su color transparente

tan sólo

quisiera clavarse en ti





Si mi flecha quiere ser verde

es porque los árboles están llorando de noche

su cuerpo sin descanso

cada año un 2% más de agua

subiendo prematuramente a los cielos

y al amanecer la luz inicia menos partos

y certifica más hojas enterradas

en un ataúd que nos hierve



La herida tiene aquí

cual fusilamientos nocturnos

cuatro grados más de espesor

para que robles, cerezos y algún castaño

suban sus postreros

peldaños fúnebres



La evapotranspiración

son las lágrimas

del cambio climático



Y nosotros no somos pañuelo

sino tristeza seca y deshabitada

cauce infértil para el mundo:

avanzamos como desiertos

impusimos a los ríos

dejar de ser ríos

sólo mantuvimos más deprisa

la promesa de llegar raudos

a un recalentado mar



Golpeamos este jardín

con el hacinamiento animal

y la servidumbre debida

a los Zikas, los SARS, la gripes, los coronavirae

y con sus notas aún atronamos más

como trombón desnortado que envenena el aire

implantando el ojo por ojo

árbol por estantería de grandes almacenes

animales estresados y autopistas de carne

para locura de nosotros mismos

pan de humo amazónico

como vómito de miga negra

dioses pixelados

para la insurrección de los venideros muertos

y un largo etcétera para no dejar

de golpearnos nosotros mismos

en la lengua que nos dice quienes somos



La herida que arde no admite otra cosa

que nuestra re-escritura a tientas

que fonemas y cuentos se enamoren

del agua de la vida

que refranes y manteles

sean menos conservadores y autoproféticos

que las cooperativas sean circulares

y los bares se llenen de pensamientos



Y quizás algún día sí

esta flecha verde se yerga

y nos desacerque

del hambre y de aquel hombre

y nos permita reconocer

sólo un poquinino

el sagrado vínculo

entre fogones y versos



Pero hoy la herida nos escribe

con su surco negro e infinito

desdibujando paisajes del ayer

aventurando infiernos del presente

duele su punzón sustituyendo al arado

duelen las cabezas sin campos ni tierra

se nos muere la existencia

porque la vida no nos enhebra

no nos surca

no nos está hiriendo



Primero inventamos el fuego

y aprendimos de nuevo a comer

en un planeta más ancho y más poblado

luego nos atontaron con la pulsión calorífica

de un planeta negro y de intestinos fósiles

y dijeron que su reino no tendría fin

pero el PIB anda hoy despistado

parece ser

es básicamente una forma

de quemar esta humanidad que empezó

a oler a humo

en recientes e industriosos siglos

de hacer arder los vínculos entre naturaleza

y esta especie por venir de humanos:

del fuego hemos pasado

a ser destellos inútiles de nosotros mismos



Nada probará este incendio

que se alza sobre el epitafio mismo

de sus devaluantes estadísticas:

crecen los árboles plantados por Navidad

y crece la hierba en la tundra recalentada

y pierden siempre los mamíferos

de porte más alto, las aves

de vuelos más largos

los suelos negros como úteros de luz



Nada probará este incendio

excepto lo minúsculo de este ser humano

que arderá antes que la hierba

que pisa y le da de comer tres veces al día

que será carne de carbón

mientras se cierra por falta de agua

la última mina y el último proyecto de fracking

que quedará mudo bajo el chirriar postrero

de la maquinaria de acero y pixeles

grito vacío de metal que yace despoblado

de sangre y de sueños a su alrededor



Mi flecha reverdece ahora que decretan

el final de los días

como si aspirase a ser el rayo de luz del último ocaso

con el deseo de hacer temblar esta noche negra

y temblar yo en tus ojos de castaño



Por ahora sólo emancipo

versos de papeles algo repetidos

carantoñas de cerezas

y piel aún alterable



Sería necesario un tsunami

de aguas fértiles e intestinales

para que durmieran su sueño irreparable

estas llamas tuyas y mías

y de falsos empresarios de barcos

para que despertáramos de nuevo

a la espiritualidad de la humedad

que une el adentro y el afuera





Libar árboles, libar tus ramas

y así volver a mi savia





Porque mi flecha verde

no precisa un arco

si no tu cuerda

el amor tenso y lírico

de los músculos ajenos




Ángel Calle. Revoluciones naturales. Ed. La Imprenta, 2024

jueves, 28 de noviembre de 2024

UN SOLLOZO DEL FIN DEL MUNDO de MATÍAS ESCALERA CORDERO (fragmento V)



… Tu abuelo insistía mucho en ello, en nuestro final no hay, ni habrá, épica ninguna. Ni III Guerra Mundial a lo grande, ni pamplinas; las cosas dejaron de suceder así poco después de finalizar la segunda y última gran guerra mundial, primero en Corea, luego en Cuba, o en Hungría, en Vietnam, en Laos, en Camboya, en Rodesia, en Congo, en Angola, en el Canal de Suez, en Palestina, en Grecia, en Chile, en Argentina, en Nicaragua, en El Salvador, en Indonesia, en Líbano, en Yugoslavia, en Irak, en Siria, en Ucrania, en Yemen, en Irán, en Colombia, en Venezuela, en Brasil, en tantos y tantos lugares, en tantos etcéteras y etcéteras… Contadas y nombradas todas, todas juntas fueron la auténtica Tercera Guerra Mundial y seguimos en ella… La Tercera Guerra Mundial es nuestro estado natural, global y difuso, desde 1947…


Silencio.


… No, no habrá Apocalipsis Atómico, ni bacteriológico, ni visitas de alienígenas, ni espectaculares cataclismos de ningún tipo; solo realidad, una cruda, viscosa y decepcionante realidad… Esos finales apoteósicos y puntuales los seguiremos disfrutando en las pantallas, o entre la Niebla… O los disfrutarán quienes todavía sigan leyendo los clásicos del siglo veinte, muy dados a este tipo de finales… (y traza el inicio de una triste sonrisa) El de verdad, ya ves, es así, lento, prosaico, violento, desabrido, desesperanzado, cutre, cursi, sin encanto ninguno, entre la basura y el hedor de las muchedumbres acongojadas que ahogan nuestras ciudades, y entre el sudor y la sed y el hastío de medio planeta. No se nos concederá el honor siquiera de un final digno de un relato…


… ¡Ya veremos, abuela; ya veremos!…


Silencio.


…Ahora, descansa un poco y no digas nada más; respira así, despacio, profunda, lentamente. Descansa y dame la mano…




Y mientras ella descansa, él continúa hojeando sus papeles…


Lee.

Un estado especialmente afectado por esta estricta política de control y prevención fue el antiguo estado de Israel, que, a pesar de su alianza estratégica con Arabia Saudí y otros estados árabes de la zona, frente a los diversos enemigos comunes que iban presentándose, desde las viejas facciones palestinas, el Irán de los imanes chiitas, hasta las sucesivas oleadas yihadistas de la segunda y tercera década de este siglo, perdió su tradicional patente de corso en el Medio Oriente en cuanto dejó de tener el alto valor geoestratégico que, durante décadas, tuvo para América del Norte… Su profunda división interna, su larvada crisis social y de identidad, y su propia decadencia como estado, tras décadas de extenuante dominio político y cultural del extremismo religioso; la firma del Tercer Pacto Nuclear con Irán y la inclusión del estado chiita en la órbita de la Federación Euroasiática, un aliado táctico, por entonces, de Norteamérica, frente a lo que quedaba de la Unión Europea y China; junto con el final de las larguísimas guerras de Siria e Irak, con el tratado de paz firmado en 2029, aceleró el proceso de aislamiento y decadencia del estado judío… La posterior e inesperada alianza de Occidente con los antiguos enemigos, incluido el Nuevo Califato, y la definitiva neutralización de las élites saudíes, jugaron un papel decisivo en la pérdida del viejo estatus de estado protegido del que había gozado Israel desde su fundación…



Matías Escalera Cordero. Un sollozo del fin del mundo. Kaótica Ed. 2023

Obra gráfica de Amable Arias



miércoles, 27 de noviembre de 2024

UN SOLLOZO DEL FIN DEL MUNDO de MATÍAS ESCALERA CORDERO (fragmento IV)




El crecimiento de la población mundial, el consumo de bienes y de mercancías y la urbanización del planeta produjeron, durante un tiempo, el incremento más o menos regular del viejo trabajo asalariado, aunque este fuese de muy baja calidad; con el colapso del modelo de crecimiento y los efectos perversos de la globalización, el aumento exponencial del trabajo precario y esclavo –reducido a la mera subsistencia– y la arrolladora victoria del capital financiero más agresivo y depredador, las desigualdades se hicieron hirientes y abismales, incluso donde antes se habían logrado ciertas cotas de equilibrio entre las clases, especialmente en Europa… Y se produjo una paradoja irresoluble, el aumento general en la esperanza de vida y la caída de la mortalidad infantil, así como el acceso masivo a la educación, habían dado en una precariedad generalizada y estructural, y en un insufrible desempleo masivo, especialmente entre los jóvenes. Lo que inevitablemente llevó a migraciones masivas, a profundas dislocaciones sociales y culturales, y al aumento imparable del nivel de violencia en las megalópolis, cuyas primeras víctimas fueron los propios agentes de esa violencia sin meta ni objetivo, esto es, los relegados, las masas empobrecidas, los diferentes por alguna razón, por su religión, por el color de su piel, por su peso, por su edad… Como siempre, los eslabones más débiles de la cadena social fueron las víctimas y los verdugos de sí mismos.


¿Cuál era la capacidad real de maniobra de un movimiento obrero desarbolado en relación con aquellas enormes transformaciones que se estaban dando? A pesar de las experiencias de empoderamiento obrero en la periferia del mundo y dentro de algunas de las potencias emergentes, como en India, donde había zonas enormes gestionadas por el Partido Comunista y, paradójicamente, en China, donde una parte de los trabajadores se había levantado contra el Partido Comunista; o de casos particulares como el de la Argentina de principios de siglo, con la toma de centros de trabajo y de centros fabriles abandonados por el capital; la vinculación de los trabajadores a organizaciones de defensa inmediata de sus intereses era ya, por esas mismas fechas, muy irregular y solo se mantenía en niveles aceptables en aquellas zonas del globo en las que había habido una temprana industrialización; aunque la vinculación de esos mismos trabajadores a organizaciones con un programa ideológico y de acción claramente anticapitalistas era puramente testimonial.


El movimiento altermundialista, por un momento, pareció aportar algo de energía y aire fresco a esa agotada decadencia de la clase obrera occidental, pero resultó una ilusión efímera. La cuestión de la deuda ilegítima de los estados más pobres y la resistencia instintiva a las consecuencias inmediatas del proceso de globalización iniciado tras la caída del bloque soviético eran causas comunes para la movilización y permitían la confluencia de los últimos restos de las organizaciones sindicales, de los movimientos sociales autónomos y de algunas fuerzas políticas.


… La desconfianza de tu abuelo hacia ese tipo de fenómenos no era del todo descabellada; a menudo, esa arrogancia con la que exponía sus argumentos, tan propia de él, le costó muchos sinsabores y enfrentamientos con sus compañeros, igual que con el tema de los nacionalismos en Europa…


… No sé si llamarla arrogancia; yo no lo recuerdo así. Era apasionado, eso sí lo recuerdo, y terminante…


… Tú eras un niño o no habías nacido siquiera… Además de que, de mayor, esa vehemencia se le fue atemperando y él mismo se fue distanciando de todo y de todos…


Ambos guardan silencio.


… Aunque, bien mirado –dice ella, de pronto, volviendo al principio–, acaso no lo fueran del todo…


… ¿No fueran qué…? No te entiendo…


… Pues una mera ilusión…


… ¿Quiénes…?


… Los movimientos masivos de protesta de principios de siglo…


… ¡Aaah!...


…Al fin y al cabo, fueron los herederos de esos movimientos los que lograron dar carta de naturaleza a muchas de las zonas autogestionadas…




Matías Escalera Cordero. Un sollozo del fin del mundo. Kaótica Ed. 2023

Obra gráfica de Amable Arias