Si me quejo con frecuencia de tener el corazón en un puño desde que estas niñas comenzaron a moverse, no puedo por menos que reconocer, que también me río de corazón, desde lo más profundo de mis entrañas todos los días.
En la anterior entrada os conté que habíamos pintado y decorado un poco la habitación de Julia y Patricia, y entre la cosas que pusimos una especie de medidor de pared (que por culpa del dichoso gotelé hubo que pegar en el armario) ilustrado con corazoncitos, flores, y las Princesas Disney. La Bella Durmiente, Blancanieves, Cenicienta y Bella se encargarán de decirnos que altura alcanzan estas gemelas en los próximos años.
El caso es que estábamos en la habitación, cuando Patricia se pone a señalar a la Bella Durmiente y dice "mammá, mammá", y yo que no me encuentro parecido ninguno, porque ni soy Bella, ni mucho menos durmiente (ya me gustaría ser durmiente), le pregunté: ¿no crees que mamá se parece más a esta?, refiriéndome a Blancanieves, que al menos es paliducha, tiene melena corta y oscura como yo , y ella me dijo que sí, que aquella también era mammá. Instantes después, la Cenicienta y Bella, también lo eran. Todas, todas, todas eran mamá. Y a mí aquello me llenó de satisfacción, porque yo pensaba que a estas alturas mis pequeñas Electras, ya estarían convenidas de que su madre más que princesa es una bruja de cuento, todo el día diciendo, no hagas esto, no hagas aquello, ten cuidado, eso no se coge... Pero no, a pesar de mi retahíla maternal, Patricia está convencida de que su mamá es una princesa. ¿No es encantador?.
Entonces llegó Julia, y tras observar a su hermana, convino con ella en que yo era Blancanieves, pero no la Bella Durmiente, porque la Bella Durmiente es ... su papá ¡Ja, ja, ja!. Bueno, no deja de ser un halago, al menos hasta que descubramos los príncipes Disney, o algún chavalote con el que comparar a su superpadre. Y es que su papá, es mucho papá.