lunes, 4 de diciembre de 2017

Oda a "El Río de la Vida"

"En nuestra familia no había una frontera clara entre la religión y la pesca con mosca. Vivíamos en una zona de grandes ríos de truchas, en Montana occidental, y nuestro padre era un ministro presbiteriano y pescador con mosca que preparaba sus propias moscas y enseñaba a otros a hacerlo. Nos contaba que los discípulos de Cristo eran pescadores, y eso nos hizo pensar, a mi hermano y a mí, que todos los pescadores de primera del Mar de Galileo eran pescadores con mosca y que Juan, el favorito, pescaba con mosca artificial."



El texto anterior corresponde al primer párrafo del libro (que junto al poético "Mis Amigas las Truchas", de Miguel Delibes),  más me ha influenciado en lo que soy y he sido en la pesca con mosca seca.
El pasado mes de Noviembre  se cumplió el 25th aniversario de la película A River Runs Through It (El río de la vida), una adaptación del libro autobiográfico de Norman Maclean  anteriormente descrito, que evoca, con un estilo lírico, su juventud en la Montana de los años 30. Cuenta la historia de dos hermanos, interpretados por Craig Sheffer y Brad Pitt. Su infancia está marcada por los valores presbiterianos que rigen la comunidad donde se crían y por una gran pasión por la pesca con mosca, que heredan de su padre. Unidos entre sí por este río durante toda su niñez, sus personalidades completamente opuestas les empujan a tomar caminos diferentes en la vida. Norman Maclean describe este relato como la historia de una familia unida, en la que sus miembros no han aprendido a comunicarse. La película va quizás un poco más allá: muestra lo mucho que cuesta querer a alguien que camina hacia la perdición, sabiendo que es imposible ayudarle.
Más allá de los lazos fraternales y de los recuerdos de infancia que evoca la película, Robert Redford convierte este relato en una auténtica oda a la naturaleza, un tema por el que siente un gran apego, a través de planos que rinden homenaje a la belleza de los paisajes y aportan encanto, sensibilidad y autenticidad a la historia. Por no hablar de los momentos y situaciones de pesca, lance y río, que tantas y tantas veces hemos visto reproducidos en la red, y por qué no decirlo, en nuestros sueños.

Cuadro de Moscas realizado durante la Navidad de 1992, tras ver la película "El río de la Vida"

La primera vez la vi en USA durante un viaje de trabajo, y me dejó atónito...¿cómo era posible que alguien pudiera reproducir en imágenes lo que había imaginado y leído en mis horas muertas en el río? Hablaba de sensaciones y de ley de vida, y mezclaba la realidad diaria, con  sus alegrías y miserias, con la eternidad infinita a la orilla de un río. A mi vuelta llevé a mi compañero de pesca y amigo (entonces no había "spoiler") al pre-estreno en España, para que descubriera por sí mismo lo sublime y bello que puede llegar a ser la pesca con mosca seca. Me consta que lo conseguí. A él le cambió el concepto de pescar. Y os puedo asegurar que ocurrió igual a miles de personas en todas las partes del mundo. Este film supuso el inicio del boom de la pesca con mosca. Muchas generaciones de pescadores vivieron, amaron y perdieron familias por estar en el río lanzando señuelos a las esquivas pero deseadas truchas: fueron los "Trout Bum" o "vagabundos de la trucha", sin rumbo ni cordura.

Como amante de lo clásico, Winston me atrajo desde el inicio  de mi afición a la mosca seca

Todo el mundo se identificaba con Brad Pitt, y le hubiera gustado hacer un "shadow cast" (lance que hace aparece en todos los carteles de la película o portadas de los libros, y que en realidad hizo Jason Borger, el hijo de Gary Borger, como especialista en pesca a mosca), aunque sea farragoso y poco útil, o un rodado con una imitación de pérlido en un anzuelo del #8. Las ventas de cañas, carretes y líneas se cuadruplicaron, y los pesos, técnicas y variantes de la pesca con caña de mosca parecían no tener límites. Un lenguaje simple y singular de más de un siglo, sufrió una catarsis que dura hasta hoy. Y tras más de 20 años, llegó la saturación, la crisis y la vuelta al inicio. Retornó lo "vintage", la curiosidad de reutilizar lo ya existente y buscamos imperiosamente el origen de tanto cambio. Buscamos en el bambú y en la fibra de vidrio aquellas sensaciones que sintieron nuestros padres y abuelos, seleccionando en cada caso aquello que rellenaba nuestro vacío. Y después volvimos a ver la película y a releer el libro, más completo y detallado, para buscar esperanza.


Si algo me enseño la lectura y reiterada visión del "Río de la Vida", fue la conquista del miedo cuando era un inexperto mosquero, y a vivir de acuerdo a tus principios aunque te salgas de la norma. Para mí es lo que conforma la vida de alguien único y extraordinario. Quiero ser un mosquero que a pesar de las críticas, los altibajos, la incertidumbre, el dolor y en ocasiones el hastío, me levanto, sonrío, amo y...pesco. Quiero pensar en la pesca y aprender a alcanzar un pensamiento crítico propio. Lo he expresado en múltiples artículos de pesca aunque fuera políticamente incorrecto. El libro me enseñó a hablar de aquello de lo que no es "normal" sobre naturaleza y pesca , aún sabiendo que este mundo castiga a los diferentes.



Mi inmersión en el más allá de la pesca, y como una versión castellana del "Vagabundo Mosquero", me llevó a pescar truchas en Montana, Idaho y Wyoming.  Gracias a mis viajes profesionales a Centroamérica y el Caribe, pesqué el Bonefish, la Barracuda y el Tarpon (pequeños, sí, pero no dejaban de ser Tarpones). Seis veces fui al cono sur a pescar la Patagonia Chilena y Argentina, y volví a la vieja Europa a pescar en Francia, Suiza e Italia. Esta locura racional que consumía mis ahorros día sí y día no, volvía a su ser cuando ya en a mi terruño español, lanzando a las truchas del río de mi vida, me hacían sentir único, querido y deseado. En definitiva feliz.



Y todo  me lo enseñó "El río de la Vida". Y por supuesto los cientos de lecturas y  visiones  que he tenido a través de libros, revistas y vídeos. Os animo a releer, comparar y opinar sobre todo lo que se hace en el mundo de la pesca, sobre todo en el de la pesca a mosca. Y a ver y a observar. Algo que tenemos olvidado por el ansia de coger peces. Cuando estamos en el río queremos llegar a la siguiente poza o nos metemos en el río en busca de alguna cebada. Yo prefiero acercarme a los pescadores, analizarlos y hablar con ellos sin molestar, como si fueran un fotogramas tras otro fotograma, cuya sucesión formase en mi retina, la película del día. Siempre aprendo algo o transmito algo. Sin ánimo de lucro. Para mí ver  un mosquero que se divierte, me resulta entretenido. La pesca a mosca genera camaradería y amistad.



Parte de mi biblioteca de cabecera
Durante estos últimos 25 años de pesca a mosca, han pasado muchas cosas. Os animo que con la excusa de la efeméride,  y puesto que los duros días del invierno son largos y ociosos, leáis el libro de Norman Maclean o veáis la película de Robert Redford. Y así sacaréis vuestras propias conclusiones.

"Por último, todas las cosas se mezclan en una, y un río fluye a través de ella. El río quedó trazado por la gran avenida del planeta y fluye sobre las rocas desde los cimientos del tiempo. Sobre algunas rocas hay gotas de lluvia intemporales. Las rocas cubren las palabras y algunas de las palabras les pertenecen. Me obsesionan las aguas."

Párrafo final del "Río de la Vida", Norman MacLean


2 comentarios:

  1. Preciosas tus reflexiones....y tu biblioteca sobre esta loca forma de vida que nos tiene enganchados. Gracias.

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  2. Gracias, compañero. Mi abuelo decía que la pesca era el “spa” de los pobres. ¡Qué razón tenía, aunque el se refiriera a los cangrejos de río!

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