jueves, 29 de marzo de 2012

puzzle

Debería escribirte, debería decirte que hay viento afuera y que el televisor lo apagó una mujer. Hay un murmullo en el barrio, sigue siendo el mismo aun sin nuestro movimiento. No está ese descubrir de crímenes o semblantes que nunca te topaste.  Tuve más pláticas que orgasmos el último mes, me olvidé de la hora del té y a veces, sólo a veces, todo concuerda. Todo tiene sentido. Debería hacer permanecer este rostro que adoras, estático, inamovible, debería romper la fragilidad de la voz cuando le hablas a mis tobillos. Y la luz de afuera cubriéndome la noche mientras llueve, como una farola que gotea. Que todo permanezca crudo como estos rasgos étnicos dentro de tu boca. Siempre hay alguien que devora sigiloso los momentos. Son las fotografías esas de las que me hablas. Mi cara, el mal humor, la insatisfacción, el día, la noche. Las interminables listas mías donde apareces al principio y al final para cerrar todos los círculos. A veces es ceguera. Frecuentemente sólo es necedad y fascinación por el otro. Saborear con un respiro el olor de tu cabello, como escribir música, así de repente y comenzarla contigo con fingertips. Debería decirte que he salido a caminar como un fantasma, y que no te he encontrado. No sé de cierto si te he buscado bien. Hay varias esquinas rotas y mudas. Botes de basura llenos de cansancio. Ya no sé realmente si importa estar tan guapa, y vestida de rojo un jueves por la noche. Si realmente se debe ser amable con el mundo y sonreír dentro de todos los vasos, para luego estar sin nada. Sin nada completamente, como vacía de ruidos y cigarrillos. Somos a veces esas rodillas desnudas en las escaleras de un edificio, como buscando esa comezón, una irracionalidad de ser. Como buscándote a veces esa noche que llovió muy en el sur, cuando te hice la primera foto de mis piernas, hallándote en charcos y maullidos de madrugada. Debería decirte que ya esto no lo recuerdas; pero entonces respirábamos más vivos, más reales. No había estos pedazos de mi mente haciendo un puzzle para referirme a no sé quién, y no sé cuándo.   

domingo, 25 de marzo de 2012

Pequeña reseña cinematográfica para mi madre

[Puede contener Spoilers]

Hola mamá, quiero hablarte de algo. No sé, sé qué estás molesta. Es decir, hace rato me mandaste al carajo, y no aprecio que me digas “tú eres igualita”. Probablemente te enojaste con Ava ¿es así? De ser así, te entiendo. Yo si estoy mal con María es como estar a la mitad de todo, pero cuando estoy bien con ella, cuando estamos felices y tenemos muchas horas juntas (como hoy), es como reconciliarse con Jesús, ser la jefa en oficina, e ir sin falta todos los días al sanitario. Bueno, olvida todo eso. Y deja de beber, quiero hablarte de una película. Te acuerdas cuando vimos juntas “The kids are alright” y te encantó, y otras películas españolas de Almodóvar que tengo relucientes en la estantería. Pero ves, tú luego no me crees, que tengo un gusto genial, que soy muy genial (bueno, no sé, mi novia dice que soy genial y como ella es súper genial pues debe ser cierto) y debes escucharme cuando te quiero hablar de cine, música o de algún libro, aunque no…de libros no, quedamos que la literatura era cosa mía. Todo eso desde el penoso suceso de mi libro de poemas para tus cuarenta y cinco…o era treinta y cinco…bah! (sí, que te burlaste). En todo caso, ahora escucha. Mami, you’re going to love it. Para empezar alguien es gay y eso nos encanta. No quiero apresurarme, pero déjame te digo que sale una rubia preciosa de esas que te gustan mucho, de esas que turban los sentidos más por creída que por otra cosa, (qué estoy diciendo, a ver mamá espero que esto no lo lea María…) y principalmente, la película está hermosamente narrada y tiene un ritmo muy exacto. Sé que de esas cosas no entiendes mucho. Sé que no pones atención a los detalles. Pero mira, lo de la rubia es interesante, es tan bonita (no más que María)  y de inmediato se apropia del protagonista que frecuentemente tiene la cara muy triste, así como la nuestra cuando me dices “creo que a veces no me doy cuenta de los solas que estamos”. Sólo no te engañes, te advierto, la película es más grande que una historia de amor, en su levedad. Y te va encantar igual porque Arthur es un perrito adorable, tan mimado –y amado- como los nuestros.  Creo que es una buena película. Temo que te aburra porque es lenta a momentos, pero yo, tal como en las cartas que se hacen, tiendo a pensar que todo es necesario. Así que sólo tendrías que disfrutarla. La gente pasa creyendo que la brusquedad en la vida es lo que le da sentido al fin, incluso al cine. Qué patéticos son. Creo que para aniversario debería comprarle un vestido rojo a María; ya te contaré. Por ahora parece que todo se ha calmado y ya no te escucho beber ni pelear con mi padre o con Ava. La casa se ha llenado, la abuela duerme. Yo no duermo bien como desde hace una semana. Escucha, quisiera que la veamos juntas el próximo domingo, que me regales dos horas…sería lindo. Debería empezar esos relatos o aquella novela que dije solamente iba a hablar de ti; donde empezaba “Mi madre va morir tarde o temprano” o ¿cómo era? “Mi madre había decidido amar a una mujer”, no sé, Beginners  va a fascinarte.

miércoles, 21 de marzo de 2012

Cerca-Lejos

Todo me acerca a ti. El año bisiesto y su cortina azul, la fragilidad de la vida, el ruido impenetrable, y su combinación con los excesos. No sé que sentimiento nos hace definir el color blanco de la mañana, es como el olor al mar y cierta alegría y la espera por sonrisas claramente definidas por conceptos sexuales. Todo me aleja de ti. Principalmente mi voz y mi cabeza. Ya antes me habían mencionado estas banalidades, pero no sé más que acudir a ti, nombrarte a ti, hacerme grande y deambular por la habitación en las tardes. A  veces el escenario cambia. Hay largos pasillos o cortos pasillos, cocinas, cubículos de oficina. A veces hay espacio y nada más y no sabemos llenarlo más que de palabras, pláticas vacías, cordialidad o coqueteos. Y ahí me acerco a ti. Como un sigiloso atravesar del tiempo y de los días. Media tarde,  un dolor de estómago, el calor en las paredes. Ese vaho de los días que veneran los poetas. Y no sé hablarte de pretextos o canciones; como todo tiembla al ritmo de una nota increíble, que hago que todos aquí escuchen aunque no sepan reparar en el sentimiento brusco de pérdida. Y nosotras sí. Nosotras todo. Nosotras estamos allí con el tic tac o tac tic de los movimientos en la cotidianidad. Pero no saben tampoco el rumbo de los pasos; todos en línea hacia el encuentro. Y hay momentos donde se escucha un grito de un ave o un niño. Y se releen cartas y se hacen insultos para acudir a la lucidez. Para desdecirnos, o para decirnos algo. Este acordeón de extremo a extremo haciéndonos ir y venir.  Y tengo fiebre ahora. Nadie me conoce. Pero se hacen esta imagen; hay un largo camino donde estamos ambas. Y seguimos, de fondo se escuchan ruidos de restaurantes y bullicio de una ciudad fatal, una menos interesante que la otra. Hace calor, nos duelen las heridas. Pero ya no podríamos pertenecerle a alguien más y nos dormimos en el deseo y en la certeza: todo me acerca a ti, todo me acerca a ti. Todo se aleja.

martes, 20 de marzo de 2012

Yo sé del teatro




Tengo el ensayo y las repeticiones. Todos los sucesos que no recuerdas, y tal vez recuerdas, mis ojos ardiendo, tranquilidad, música de la que te hablo pero no te llega. Lo tengo todo aquí, a mis pies. He recorrido los caminos, no me lo creerías. Pero te ríes, te ríes si te lo digo. Haces ese gesto funesto, sarcástico, de maldad. De satisfacción febril. He vuelto a ensayar nuestras vidas. He vuelto a pronunciar los libros y las demencias de sábado por la noche. Lo he vuelto a hacer sin medida, sin adelantarme al tiempo de partida. Ya ves, tenemos cierta ventaja; la gente no nos entiende. Me dicen que deben releer una y otra vez para encontrarnos. Ya ves, amor mío, nadie como yo te odia a la hora de la música y te vuelve a hallar buscando motivos para nuestras muertes. Y nos repite, y nos habla de la vida otra vez. Como si esto pasara al instante de nombrarlo. Por eso me miras, así tan fijamente, buscas la soledad, cierras los ojos y te escondes tras las puertas. Por eso nos guardas entre las uñas y las esquinas donde doblan las aceras. Como algo que quiere aparecer, como ese rostro que siempre dices “me parece tan familiar y le muestras tus dientes hasta que se va, se aleja. Y te pones de píe con una mano en tu pecho y te dueles un poco, pequeño, diminuto. Luego piensas en mí, con tanta seguridad que te nublas. Y me buscas entonces atrás de las nubes cuando hay lluvia, esa lluvia fina y flagelante, o en verano, cuando la gente habla de costas y playas o lentes para sol. Y luego te vas. Te esfumas. Despintas estos teatros. Y no me crees entonces los ensayos y las repeticiones. O tal vez los crees. Porque todo se hace suave al final. Un triste remate de objetos nuestros para venderlos a cambio de sonrisas. Es tu tacto, el índice, el tacto de tu índice que hace crecer las plantas y  sus raíces. Que da color a la orbe si eres buena tú. Si te diviertes con el mundo y lo recorres a grandes pasos con tus piernas. Yo no lo sé. Tengo estos días de encierro otra vez, como hace años, tú no lo sabías. Hicimos todo nuevo. Reinventamos el amor y ahora me queda tan grande, que tengo continuo terror a perderlo. Pero no me escuches, no me mires al continuar la huída; y no te vayas aun. Anda, tú sabes como es esto; volvemos uno, dos…tres. . .

miércoles, 14 de marzo de 2012

La chambre (malade)




A través de los días y observando, encuentro que no hay nada poético en esta habitación. Quisimos que así fuese. Años y años han pasado desde los sueños, días en cama, noches en vela. La luz sigue entrando por la ventana con las mismas cortinas. ¿Qué decíamos entonces? Los cuerpos han cambiado, su lentitud, su torpeza. La luz entraría siempre por allí, el sol sería amarillo para que nos diera suficiente calor a medio día.  Los vecinos harían vigilia en nuestro sueño. Sí, a pesar de eso, su mutismo ensordece. Los cuadros están muertos, los libros, las cintas, la cámara fotográfica. Hallamos amarguras en esta pequeña juventud, pero no así, no aun, no. Y si, a pesar de esto, si yo te hablase sin detenerme en tus ojos, si yo te dijese estos recuerdos. Si yo fuese salvaje otra vez; entenderías lentamente lo que quiero decirte. Tengo el cuerpo enfermo. Hay tulipanes amarillos y el sonar de una música profunda como el océano del sur. La gente dice que cambias. Y lo sabes, nunca en tu niñez viste estas necesidades; los hospitales, los pies descalzos en el frío, el olor quemante del alcohol y sus  medidas esterilizantes. Tenía tanta náusea, mi amor. La voz era imposible esta vez, yo así, yo que no sé de callarme razones; no tenía más voz. Mi madre abría las ventanas para que se fuese el aroma a sufrimiento y quedase todo lo sano. Pero mira, esto no lo hizo antes. Hemos estado más abajo, más abajo. Las extremidades podían moverse aun más, la rapidez era igual al pensamiento; todo nos dolía. Pero no puedo parar allí, lo tengo prohibido a esta hora. No tengo sueño y esta mañana no hay visitas. Es probable que tampoco las haya por la tarde. Me consuela siempre el sonido de la maquina al escribir. Las uñas me han crecido. Me las arreglé en cinco minutos ayer. Nadie me ha preguntado por el hambre. Y hoy tengo ganas de colgar más cuadros, limpiar los libros, ordenar mis películas por país de origen. Y no puedo con esta herida. Me nubla lo antipoético de esta habitación.  A lo lejos se escucha un avión; mi madre ha abierto la puerta. Viro la mirada al cuadro de Van Gogh “La Chambre à Arles” y  me concentro un minuto en pensar en Vincent; antes de cerrar la puerta le digo: cuándo me recupere voy a pintar la recamara de azul. Ella sonríe, dice “desayuno”, y se va. Luego pienso en ti, para contarte todas estas cosas.   

domingo, 11 de marzo de 2012

Convalecencia=

Leer correspondencia
libros
películas a medias
teléfono

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espero escribir pronto.
[Saludos a todos]