(Aquí y ahora).
-Dicho romano-
Hace tiempo que me harté de escuchar a la gente lanzar argumentos sobre qué es la madurez, qué es lo que hace a una persona madura y la separa del niño o el adolescente. Uno de los argumentos más convincentes, que no se lo escuché a nadie, sino que lo leí, es el de la gratificación inmediata. Madurar es saber postergar la recompensa ahora mismo a cambio de una recompensa posterior mayor real o proyectada. Los típicos experimentos de psicología y/o sociología con niños demuestran que obtener la recompensa aquí y ahora es la conducta instintiva, aquello que va en los genes y sobre lo que después superponemos las capas del aprendizaje y la civilización.
El problema, de la realidad, no del argumento, es que, precisamente, nunca nos deshacemos del simio que llevamos dentro y, por mucho que nos empeñamos en que podemos tomar decisiones equilibradas y cabales, nuestro cerebro nos deja vendidos a las primeras de cambio y quiere aquello que lo satisface aquí y ahora. Aunque eso no sea posible, ni deseable en muchos casos, lo que supone es una influencia negativa a la hora de sopesar la información disponible para tomar las decisiones más apropiadas: impone un sesgo que neutraliza no ya la objetividad, sino también el propio interés.
El problema de definir la madurez en torno a este criterio es que, por otra parte, el extremo opuesto, el ascetismo, si queréis, supone un desperdicio de igual intensidad pero en sentido opuesto. En sentido económico, la gratificación inmediata sería el despilfarro y lo otro sería el ahorro descabellado, ya que uno expondría sus fondos a la inflación (y acabaría perdiendo igual). La flotación inestable entre ambos extremos no se nos da tan bien como parece sino que en el fondo hay que manejarse haciendo valoraciones de riesgo/beneficio casi constantemente en las que, casi siempre, faltan información y elementos de juicio.
En todo esto no deja de haber ciertas connotaciones amargas sobre cómo vivían nuestros ancestros homínidos, en peligro constante de verse sin recursos por la presencia de otros clanes más fuertes, de depredadores, viviendo al día y con quién sabe si algo parecido a la esperanza de mejorar sus vidas. Nosotros nos movemos en los mismos términos en otro contexto, habiendo pasado de la consecución de recursos para la subsistencia física inmediata a la economía de la escasez (porque eso es lo que hay, no nos engañemos, cuando de repente todos esos números ficticios de los mercados dicen que nosecuanta gente se queda sin medios de vida y la realidad material no parece haber dicho nada al respecto).
Ciertamente, quiero creer en un futuro en el que los seres humanos dejemos de ser el simio pelón que somos por ahora pero me resulta difícil imaginar si podremos llegar a superarnos a nosotros mismos sin dejar de ser humanos tal como somos ahora.
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¿Cúantos psicoanalistas se necesitan para enroscar una bombilla?
Dos: uno para enroscar la bombilla y otro para sujetar la polla... ¡El madero! ¡La escalera!