Me gustaría poder callarme, no decir nada que no me saliera directamente del corazón, porque aquello que sale del corazón es limpio y aseado, es claro y delicado. Todo aquello que sale del corazón o no tiene maldad ni mal sentido, o por su terquedad brota y sale sin necesidad de ser empujado, sale a borbotones, como la propia sangre cuando se abre una vía de salida y por ella se desangra. Y es bueno que el corazón se desangre de vez en cuando, se sincere y descargue todas las tensiones que acumula, quedándose vacío de sangre y vacío de tensiones.
Está bien desangrarse de vez en cuando, dejar caer la sangre mala, dejar salir la mala sangre, la sangre envenenada, aquella sangre desengañada de vivir y de morir.
No es lo mismo, sin embargo, aquella sangre que sale cuando no tiene que salir, aquella sangre que es empujada hacía afuera con saña, obligada a salir porque se ha abierto un camino donde no debía estar, y ese camino sangra y sangra hasta que no queda ni gota y entonces el camino se cierra porque ya ha cumplido su misión, su mortífera misión. A veces se abren más de un camino donde debería haber carne y piel y por ahí es por donde la sangre gotea más rápido, surgen caminos que no damos abasto a cerrar, faltan manos, porque el acero muerde y no suelta a su presa hasta que esta no se ha desangrado.
Maldito acero, mal parido y mal criado que para el fin utilizado más vale no haber nacido. Mal utilizado, tal vez, por manos muertas guiadas por la locura y que una vez muertas son mal usadas blandiendo el frío acero mal parido y mal criado y aún peor utilizado. Malditas lenguas afiladas que sin buscar tu mirada hacen daño al corazón, perturban la razón y vuelven a abrir las heridas, volviendo a hincar en la piel el malvado y frío acero.
A veces se hace más daño con la lengua que con el puñal, los dos hacen desangrarse el corazón, hacen que llore desconsolado, pero mientras que uno te apuñala mientras te mira a los ojos, el otro te hiere poco a poco poniendo en marcha un mecanismo que una vez lanzado al aire se expande rápidamente de boca en boca y se vuelve contra ti como lanzas afiladas que se te clavan directas en el corazón por la espalda.
Esas lenguas lanzadas como bala letal van derechas al corazón y van cargadas de un veneno mortal que se esconde tras el engaño y la trampa de hacerse pasar por aliada aunque por la espalda atacan de forma astuta pero cobarde, con sutileza pero con la bajeza de aquel que no entiende de sentimientos, de amistad, de amor.