Una explosión en las bodegas hundió este buque de EE.UU. Su Gobierno tomó este accidente como excusa para la guerra contra España en 1898. En la investigación posterior, se descubrió que el casco se había abierto hacia afuera.
Por ello, cuando a las diez menos veinte de la noche del 15 de
febrero, y mientras la oficialidad estadounidense recibía en tierra el
agasajo de las autoridades españolas en una cena y baile, una gran
explosión en el Maine lo echó a pique.
El casco quedó
apoyado en el fondo no demasiado profundo de la bahía, quedando parte de
las estructuras superiores fuera del agua. Como en casos así, se acudió
en socorro de los afectados, pero no pudo evitarse que murieran más de
250 hombres de la dotación.
Viñeta que muestra la imagen de los EE.UU. vistos desde España
Enseguida aparecieron rumores que señalaban, interesadamente, a
diversos grupos de españoles y cubanos como los causantes de la
explosión. Unos serían contrarios a la actitud de EE.UU. sobre Cuba
y, en concreto, a la presencia de este buque en La Habana; mientras que
otros querrían provocar así a EE.UU. para que interviniera con más
fuerza en apoyo de la insurgencia.
Las investigaciones norteamericanas concluyeron que la explosión
había sido provocada y externa, mientras que las conclusiones españolas
señalaban que la explosión tuvo origen interno.
Las claves que revelan
el verdadero origen de la explosión son dos: que el casco del Maine
quedó reventado hacia afuera –lo que indica por sí mismo el origen
interno de la explosión- y que, en ese tiempo, ya había habido
explosiones internas en otros buques con calderas de carbón porque
habrían cargado un tipo de este combustible de menor calidad y que
generaba más polvo en suspensión y gases inflamables.
La saturación de las carboneras con estas sustancias y una chispa
accidental bastarían para causar su explosión que provocaría la de la
inmediata santabárbara, repleta de granadas explosivas para sus cañones.
El aprovechamiento de este hecho por parte de la manipuladora y
belicista prensa sensacionalista norteamericana y las posteriores
decisiones del gobierno de EE.UU. recuerdan a otros hechos tomados como
desencadenantes de su entrada en otras guerras: el hundimiento ¡dos años
antes! del trasatlántico
Lusitania por submarinos alemanes durante la Primera Guerra Mundial
–que había causado la muerte a más de 230 ciudadanos estadounidenses-, y
el esperado, por conocido, ataque japonés a la base de Pearl Harbor (Hawaii)
durante la Segunda.
Así, en La Habana, empezó una guerra querida por
una parte de la opinión pública española, aunque ignorante de que la
distancia y la escasa dimensión y potencia de la Armada no auguraban un
final exitoso en el mar. Así empezó el principio del fin de la América
española.
Antonio Manzano
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