Mirando fotos antiguas, esas en blanco y negro que se
volvieron sepias con el tiempo, en las que nuestras abuelas parecían tener
aspecto de viejas siempre a pesar de quizás no superar ni siquiera los treinta
años, en que sus vestimentas y sus modos dejan translucir una vida sencilla
tras la que se ocultaba un mundo de sacrificio y abnegación.
Vidas anónimas de mujeres que pasaban sus vidas preñadas,
amamantando y criando hijos, que levantaron un país posbélico y postrado y con sus vientres suplieron los muertos de una
sangrienta guerra.
Ellas solas, con sus manos callosas y gastadas por el
trabajo, manos que eran la supervivencia de aquellos tiempos difíciles, tiempos
de frío y hambruna, manos resistentes para el trabajo y suaves para las caricias.
Esos ojos que sólo en su secreta profundidad se permitían
una lágrima silenciosa, cuyo pecho apenas dejaba escapar de vez en cuando un
suspiro hondo de desesperanza, porque sus vidas no daban para planteárselas,
porque sus días no daban para pensarse, sólo para vivirse.
Crearon las condiciones de nuestro presente con sus pechos y
sus vientres ubérrimos.
Mujeres multíparas y galactóforas que dieron vida nueva a un
país yermo de odio y sangre, que
creyendo en el futuro crearon nuestro presente y prestaron sus vientres a la
vida, que con sus pezones secos de gastados criaron una nueva esperanza, que sólo
se permitían retorcerse sus manos calladamente entre su delantal en una mueca
sorda intentando entender por qué sobre ellas recaía toda la responsabilidad de
sacar a flote un sueño nuevo.
Que regaron con su leche los campos muertos de la vida
emergente, que saciaron el hambre de tantas bocas aún sacrificando la suya.
Pechos secos de llanto y ayuno, de entrega y ternura.
Ellas levantaron esta España, ellas, mujeres de blanco y
negro, mujeres de delantal limpio y moño bajo, de alpargatas raídas y manos
agrietadas con eterno olor a lejía. Ellas merecen todo el color, todo el
reconocimiento, todos los homenajes.
Ellas que acaban sus días como sus vidas, solas, en silencio, sin una mano
que sepa recompensar tanta entrega.
Mujeres anónimas a las que tanto debemos.
Mujeres de blanco y negro.
Susa Martín
2013
Bellísimo ensayo. Muy adecuado además en un país donde la misoginia es una actitud social (casi) obligatoria. Y todo lo que se salga del guión político establecido es ignorado sistemáticamente. La mujeres españolas son lo mejor que tenemos. Van a trabajar a Sevilla de lo que haya, y los autobuses matutinos, se llenan de féminas que van a limpiar casas ajenas mientras hablan de sus maridos e hijos en paro (que están todavía acostados).
ResponderEliminarMuy bello y muy cierto Susa. Besos de Carmen Suárez
ResponderEliminarGracias por las fotos!
ResponderEliminarMuchas gracias por escribir y compartir prosas tan evocadoras.
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