Frida Kahlo pintora e icono de principios del siglo XX, casi más
famosa que su marido Diego Rivera, a quien amó y odió tanto como a su cuerpo. Vivió marcada por sus propias heridas físicas, sobrevivió gracias a su obra pictórica desgarradora y colorista y murió después de tres abortos naturales que la minaron.
"La pintura completa mi vida"
Fruto del
matrimonio entre un fotógrafo de origen judío-húngaro y de una indígena-católica, siempre fue una niña muy despierta y aventajada en el colegio, quizás
porque así compensaba esa pequeña cojera que le quedó de una poliomelitis.
En plena adolescencia se enamora de
Alejandro, un amigo de su grupo creativo del instituto “Los Cachuchas”. Durante
una tarde romántica tienen un accidente de autobús en el centro de México D.F.
y su columna quedaría destrozada.
Magdalena Carmen Frieda Kalho
Calderón nació y murió en la “Casa Azul”, hoy convertida en museo. Presa
de su propia cárcel corporal, nunca dejó de devorar la vida y sus cuadros son
el espejo de su indómita alma.
Como
Apollinaire señalaba en su Manifiesto cubista “hay hombres que viven en el
placer, otros en el dolor y otros sólo tienen la vida”, a Frida le dio tiempo a
vivir con intensidad, a ser la más fiel a su dolor y a crear
personalísimos óleos que la encumbraron a lo que aún es hoy.
Rota por dentro
Cuando Frida sufre el accidente de
autobús que le destroza la columna y la vida, su familia se hunde con ella,
salvo Matita, la hermana mayor, quien estuvo a su lado día y noche. Desde
ese momento el dolor sería su leal recordatorio de una fragilidad y una
sensibilidad tan amarga como fructífera para desarrollar su creatividad.
" Yo no estoy enferma, estoy rota"
Envuelta en su corsé de yeso –en el cual solía dibujar también- y anclada a largas convalecencias, fue durante una de ellas que empezó a pintar copiando su rostro de un espejo montado en el dosel de la cama.
A Kahlo le gustaba leer a Proust, Oscar Wilde, Nietzsche y mucha poesía, fue autodidacta y dibujaba retratos de amigos y
familiares, también algunas naturalezas muertas con los tubos de óleo que le
regala su padre, aunque después sólo haría lienzos con su propia imagen, obsesionada por su cuerpo.
Estuvo postrada en la cama durante mucho tiempo y todos los episodios de su vida continuarían presididos por hospitales y más de treinta operaciones. El hecho de vivir entre
la silla de ruedas y la cama le llevó a inventarse un personaje, al que cuidó
casi hasta el final de sus días. Le divertía vestirse como las mujeres
mexicanas indígenas, dejó de depilarse las cejas y el bigote, esa fue su marca
de identidad, imitada e idolatrada tras su muerte.
En 1928 nace
de nuevo al conocer a Diego Rivera, su “gran amor” (veinte años mayor que
ella), uno de los muralistas mexicanos más reconocidos de esa época. Se casan
dos veces y viven una demoledora historia de amor y desamor, llena de: celos, rupturas (estuvieron
divorciados un año, una época de gran creatividad, justo cuando pinta el cuadro
de “Las dos Fridas”), reconciliaciones y amantes por parte de ambos, tanto del elefante como de la paloma.
Se necesitaban
mutuamente y se perdonaban las infidelidades, incluso la de su hermana pequeña
Cristina con su “Diego-universo”.
A los pocos años de estar casados, ella sufre uno de sus primeros abortos, la gran herida de
su alma, y una más de la larga lista de operaciones que padeció. Entonces se rompe por dentro y su vida tomaría otro rumbo aniquilador: nunca podría tener hijos.
"Amurallar el propio
sufrimiento es arriesgarte a que te devore desde el interior"
Una artista que pintaba desde las
entrañas
Sangre, cicatrices, raíces, soledad,
medicinas, camas de hospitales, corazones, venas, bebés, clavos, dolor, flores,
frutas tropicales, animales exóticos, paisajes simbólicos; amor y odio, el
sufrimiento por no poder ser madre o ella misma duplicada con sus vestidos del
folclor precolombino, quedaban escenografiados en sus óleos de vivos
colores.
"Intenté ahogar mis dolores pero
ellos aprendieron a nadar"
Fue una mujer vanguardista, comunista
y profesora de la Escuela de Artes Plásticas de México D.F., ciudad donde
participó en la Exposición Internacional de Surrealismo. Pudo viajar a París y
a Nueva York, donde organiza su primera exposición individual en la Julien Levy
Gallery.
Diego Rivera calificó su pintura como
“[...] adorable como una bella sonrisa y profunda y cruel como la amargura de
la vida“.
Frida pintaba muchos autorretratos
porque pasaba mucho tiempo sola. Se apoyaba en el folclor tradicional mexicano,
en imágenes brutalmente realistas de su cuerpo roto. Las imágenes de árboles
genealógicos, la inmigración, las torturas de la Inquisición y las cámaras de
gas nazis también se multiplicaban en su obra artística.
Fue un icono para los surrealistas mientras ella se limitaba a decir que sus óleos sólo “habían nacido del interior de
su dolor”. Un año antes de morir, sus amigos le rindieron un homenaje, haciendo
una retrospectiva en la galería mexicana Lola Álvarez, poco después le
amputarían esa pierna que desde niña le había producido tantos problemas.
”No tengo miedo de la muerte, pero
quiero vivir. El dolor eso no, no lo soporto”
Más allá de la pintura
Excesiva a pesar de estar llena de
cicatrices, solía jugar con su sexualidad disfrazándose de chico, llegando
a ser un imán tanto con hombres como con mujeres. Amiga de grandes
personajes políticos y artistas de su tiempo, como André Breton, Marcel Duhamps
o de Tina Modotti -amante de Trostki-, también conoció a María Félix y a
Georgia O´Keefe.
Vivió apasionadamente, se aficionó a
las drogas, fue dipsómana y sufrió por fuera y por dentro, pero sobre todo amó
a Diego “el gordo".
El torrente de emociones que bullía a
borbotones en su interior fue el leitmotiv de su obra, una colección de las
escenas más trágicas de su diario personal.
“Espero que la salida sea afortunada
y espero no volver jamás”, de este modo decía adiós
a la vida en el México de 1954 una de las pintoras mexicanas más icónicas del pasado siglo XX, dejando su inmenso testimonio vital en unos cuadros
oníricos, descarnados y viscerales.
En la actualidad se pueden ver sus obras en el Museo de Arte Contemporáneo de Nueva York y en el Georges Pompidou de París.