Francia / Alemania / Chile, 2010
Director: Patricio Guzmán
Cliente: Subtitula'm / Savinen
Pudo verse en: Festival de Cine de San Sebastián 2010, Festival Punto de Vista 2011
Nostalgia de la luz es una película sobre astronomía. También sobre arqueología, y sobre cómo ambas disciplinas trabajan con un mismo concepto de memoria desde perspectivas muy diferentes. Pero, sobre todo, es una película, precisamente, sobre la memoria de los desaparecidos en la dictadura de Chile, muchos de ellos supuestamente enterrados tras su tortura y asesinato en el desierto de Atacama, el más seco del planeta, observatorio privilegiado de la bóveda celeste y baúl del tesoro de las civilizaciones precolombinas. Sobre el inmundo Pinocho y sobre la ocultación de los crímenes de las dictaduras ya escribí sendos textos en mi otro blog, aquí y aquí. Es, por tanto, un tema que me interesa mucho, y quizá por ello no sea imparcial al afirmar que Nostalgia de la Luz es una de las películas más alucinantes que he visto desde hace tiempo.
No en vano la firma Patricio Guzmán, maestro de documentalistas, autor de maravillas tanto en peso fílmico como en carga humanitaria como Salvador Allende o La batalla de Chile. Precisamente, Nostalgia de la luz me parece una obra de madurez que contiene algunas de las líneas maestras de la cinematografía de este chileno universal: la denuncia, sin dramatismos ni histerias pero con digna perseverancia, de los crímenes contra la humanidad que se cometieron en su país y que no merecen, no pueden, ser olvidados, de la que la citada La batalla de Chile sería ejemplo máximo; y su rico imaginario y fascinación por el ingenio humano, que aparece en obras ¿menores? como la deliciosa Mi Julio Verne.
Mi primer encuentro con esta joya del documental fue en el último festival de Donosti y me cogió por sorpresa, pues me tocó pasarla en el Kursaal a primera hora de una tarde entre semana, y lo que prometía ser un pase quizá soporífero por las horas y un tema a priori poco llamativo, se convirtió en una experiencia arrebatadora que nos dejó a todos con el ánimo encogido. Después, tuve la suerte de que volviera a cruzarse en mi camino, pues me encargaron la traducción de los únicos dos minutos de la película donde un personaje habla en inglés, y pude volverla a disfrutar en casa, con la intimidad y la tranquilidad que exige tan delicado documento. Para el vídeo he escogido un extracto quizá menos emocionante que otros, pero que resume perfectamente el objetivo de la película: fundir astronomía, arqueología y memoria en un ejercicio de sabiduría fílmica poco habitual en estos tiempos que corren.