LECTURA DE LA PRENSA. BATIBURRILLO
Uno echa una ojeada a los titulares de La Nueva España por la mañana. Puede que alguno le llame mucho la atención, a veces tanto que se anima a leer la noticia entera si hay tiempo. Por la tarde o por la noche, vuelve a él con más atención. En ocasiones se pregunta por qué se fijó en algo por la mañana que horas después ve insustancial. Algunos días llega la hora reflejar algo especial y no encuentra absolutamente nada. En esos casos echa mano de cualquier cosa interesante del día anterior que haya quedado en el borrador (un mero recorte informático) sin pasar a limpio. Con esos recortes ocurre lo mismo que con las lecturas mañaneras. ¿Qué habrá visto uno el día anterior, que al día siguiente queda en nada? Otras veces encuentra algo a base de rascar.
Por ejemplo el titular que ofrece un periodista sudamericano, Jorge Fernández Díaz, “Los intelectuales izquierdistas, y también los de derechas, mienten con mucha facilidad”. Cabría otras alternativas: 1/ Los intelectuales de derechas, y también los izquierdistas, mienten con mucha facilidad. 2/ Todos los intelectuales mienten con mucha facilidad. Sin embargo, parece que el hincapié descansa en los de izquierdas.
Polémico San Mateo que acaba de finalizar. El Presidente de los hosteleros, José L. Álvarez Almeida mandó un artículo con este titular: “Este San Mateo es bonito y es el bueno”. Hombre, decir que una fiesta asturiana es bonita, resulta, cuando menos, cursi y de foriatos. Puede mentir en algunas de sus aseveraciones, pero no en esta: “Es cierto que los hosteleros nunca nos conformamos con lo que tenemos. Siempre buscamos mejorar, obtener la máxima rentabilidad. Y siempre hay espacio para la mejora”. Su afán de acaparar no es óbice para que tradicionalmente un grupo de amigos cenen, y muy a gusto, en su restaurante de El Fontán la noche de los fuegos.
Estos días leyó uno una entrevista a Trillo, que fuera Ministro de Defensa cuando el Yak. Deja este insólito titular: “La tragedia del Yak no supone gestionarla adecuadamente; siempre será para mí una herida abierta”. Rara avis.
También estos días de atrás LNE incluyó una amplia entrevista a Floro, uno de los candidatos socialistas a las primarias para la alcaldía de Gijón. Cuando le preguntaron, una a una, por todas las cuestiones polémicas de la villa, prácticamente no respondió con claridad a ninguna alegando que tenía que documentarse, y que tiene que escuchar a todos. Entendible pero chirriante.
Uno no acaba de ver la viabilidad del polémico impuesto a las grandes fortunas, en particular por la dificultad de redactarlo para evitar la doble imposición. El País plantea el problema bastante adecuadamente. Más que un nuevo impuesto, uno no ve por qué no se elevan el tipo impositivo en otros impuestos ya existentes que graven la posesión de bienes o de determinados bienes y/o la generación de rentas altas.
Estos días decía Víctor Manuel que cantaba mejor que hace veinticinco años porque domina mejor la técnica y compensa la pérdida de voz. No lo dice así, pero uno lo entiende y es de dominio público. Su exitoso concierto de Gijón lo comenta así Mar Norlander, Musicóloga: “El precioso arreglo de jazz en "Dime paxarín parleru", que a veces contrastaba con la difusa afinación de la voz, dio paso al impresionante arreglo sinfónico de "Yeren dos guajes". La difusa afinación de la voz. Elegante forma de decir.
Certera la viñeta del grupo Correo.
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LA ULTRADERECHA Y LOS REGALOS QUE LE HACE LA IZQUIERDA
(Del facebook de Ramón d'Andrés)
Preguntarse por el avance de la ultraderecha en Europa equivale a preguntarse por el retroceso y fracaso de la izquierda. Seguramente hay infinidad de factores que explican este escenario, muchos de los cuales soy incapaz de analizar con solvencia. Pero, en mi opinión, hay un aspecto que, por poco que sea, está influyendo: son los regalos que una parte de la izquierda le hace a la ultraderecha.
Hay una serie de asuntos sociopolíticos en los que una parte de la izquierda se empeña en reducirlo todo a fórmulas simplistas, sustentadas más en consignas ideológicas que en análisis realistas de la complejidad de la sociedad, y con ello hace un paquete en el que es imposible introducir ningún elemento de crítica. Sencillamente, esa izquierda suprime debates necesarios, que regala alegremente a quien sabe reelaborarlos para su provecho ideológico de la manera bruta y populista que le es propia a la ultraderecha.
Si es la inmigración, el mensaje de esa izquierda consiste solo en la entrada irrestricta de inmigrantes. Es imposible que un país soporte una inmigración indiscriminada, pero esa izquierda jamás plantea qué límites hay que poner. Y como no lo hace, otros se ocupan de ello a su manera y estilo, haciéndolo comprensible para buena parte de la población.
Si es ecologismo, ¿está tan segura esa izquierda de que la energía nuclear admite solamente un planteamiento desde posiciones progresistas? Para esa izquierda el debate está cerrado; pero como el debate existe, se lo regala a otros.
Por todo lo que conocemos del islam, cabe la posibilidad de que este sea, además de una religión, también un sistema ideológico que, detentando el poder en muchos países, es incompatible con los derechos humanos, con los principios democráticos y, especialmente, enemigo de los derechos de la mujer. Lo sabemos de sobra: en todas la sociedades islámicas, por ley la mujer está subordinada al varón y es tratada como una menor de edad. El velo es una manifestación clara de sometimiento al macho. Sin embargo, ese machismo estructural es negado por esa izquierda, que muestra hacia el islam un embobamiento digno de estudio. Por supuesto, convierte el velo en una prenda «chachi» (¡qué guay queda tener una diputada con velo!). Mientras tanto, en Irán las mujeres, hartas de esta imposición machista, encabezan una rebelión contra los teócratas que las someten. Y como esa izquierda es incapaz de concebir crítica alguna al islam (lo llaman «islamofobia» para censurar todo debate), les regalan el debate a otros, que muy gustosamente lo metabolizan a su bruta manera y lo hacen digerible para los votantes.
¿Está segura esa izquierda de que la legislación contra la violencia machista ―por otra parte absolutamente necesaria― no tiene algunos aspectos delicados, discutibles o perfeccionables? Para esa izquierda no existe ni puede existir debate. Y así, les regala este asunto a otros, que ya se ocupan de hacer con ello un discurso todo lo mentiroso que se quiera, pero entendible para muchos votantes.
¿Está segura esa izquierda de que la nueva legislación inspirada en la ideología transgénero se basa en principios filosóficos indiscutibles, y que significa, en todos sus aspectos, un progreso en justicia y derechos democráticos?
¿Está segura esa izquierda de que en Palestina no hay cosas criticables, como movimientos absolutamente teocráticos y contrarios a la democracia? ¿Es necesario, para ser progresista, admitir todo lo que bulle en la sociedad palestina como si fuera todo loable desde el punto de vista del laicismo, de los derechos de la mujer y de los principios democráticos?
¿Está segura esa izquierda de que el «lenguaje políticamente correcto» que han conseguido imponer en las instituciones ―con su fárrago de desdoblamientos, femenino genérico, sustantivos colectivos y otros artificios grotescos― es algo útil para los derechos de la mujer y que todas las mujeres acogen esta moda con entusiasmo?
Etcétera.
Así es: esa izquierda se niega a debates racionales sobre realidades complejas. Los posibles debates los convierte en un catecismo que el perfecto progresista tiene que asumir en bloque, sin posibilidad de una mínima desviación, duda o crítica. Se instala un «pensamiento políticamente correcto» adobado con «compañeros, compañeras, compañeres», «empoderar», «participativo», «sostenible» y otras expresiones propias de una jerga tribal, y aquel o aquella que introduzca alguna duda o crítica corre el riesgo de ser señalado como «reaccionario» y ―lo peor para la vivencia personal de muchos― de no ser tratado como un miembro «aceptable» de la tribu.
Los gurús de este pensamiento han conseguido que las personas de izquierda que, desde su honestidad intelectual, tienen dudas o críticas, se abstengan de plantear nada abiertamente; solo en la confianza de una terraza o de una barra de chigre, se atreven esas personas a musitar clandestinamente algunas críticas al «pensamiento correcto» de la tribu.
Mientras tanto, la ultraderecha recibe alborozada todos esos regalos que le llegan de esa izquierda desnortada, y los aprovechan al máximo, convirtiéndolos en materia fácil de entender por parte de sus votantes, que en general son los antiguos votantes de esa izquierda. Porque la conclusión que muchos sacan, lamentablemente, es que esa izquierda transmite mensajes muy confusos, pero la ultraderecha habla, a su bruta manera, con una claridad pasmosa.
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