La botella de sidra y el plato con el pincho de picadillo se apoyan ahora, ya lo tienes dicho, en unas horrorosas mesas metálicas. Las sillas siguen siendo de madera, pero no tardarán en sufrir el cambio estético. Algún pantalón consiguió deshilachar la tabla en otro tiempo por no fijarte en algún clavo o alguna astilla sobresaliente, pero ya le concediste el perdón. Las mesas quedan ahora más apretadas. Hay que rentabilizar el espacio que sentencias civiles y ordenanzas administrativas fueron menguando. El obligado hermanamiento tiene la ventaja o desventaja de la expansión de las conversaciones. Desde el punto de vista del emisor, ventaja si quieres que te oigan, desventaja si prefieres la prudencia o una reserva parcial. Como oyente tiene la desventaja de que no te concentras en la lectura del periódico pero la ventaja de que las noticias te entran por la oreja sin ponerla. A veces no te atreves a mirar a quien tienes en una mesa contigua si por ejemplo oyes que dice a su interlocutor que hay que cerrar la frontera a los moros, que no son más que gandaya, que no tienen más intención que cobrar subsidios y llorar sin dar golpe. Solo te atreves a mirar a un ejemplar así disimuladamente mientras giras el cuello para pedir un culete. No te vaya a matar a ti también con la mirada. Es un tipo desabrido y enfadado con el mundo.
En cuanto marcha ocupan su sitio dos adultas de mediana edad, según oirás más tarde. Se dirige a ellas un joven marchoso en silla de ruedas que vende rifas para algún sorteo. Tienes observado el dinamismo y estilo saludadero de los vendedores de la ONCE (este no lo era, pero lo asimilas a estos efectos) que se acercan con una sonrisa, dan las gracias y desean suerte. Deben tener buenos maestros y ellos ser aprovechados alumnos. El caso es que al final una chica le compró un número y la otra le dijo: -es que yo también vendo a veces porque tengo una hermana con una discapacidad. -¿Con cual?. -Síndrome de Down y una distrofia muscular.Tiene treinta y nueve años. -Los mismos que yo. Te regalo un número para tu hermana. ¿No va a Aspaym? -Sí, pero ahora hay que pagar. -Bueno, acuérdate de que el número era para tu hermana. El vendedor siguió ruta y la pareja siguió con lo de Aspaym.
En otra mesa próxima uno de los clientes casi había perdido las uñas de tanto haberlas mordido. Mala cosa, te parece, ante una entrevista personal, salvo que se busque gente con nervio.
Otro grupo tiene mesa pero pocas sillas. No son habituales y piden alguna al camarero. No saben que aquí lo normal es buscarse la vida porque a veces pesa más la oferta y a veces la demanda.
Desde otra de las mesas susurran que aquí no ponen pincho, por contraposición a otros sitios. También es cuestión de la capitalista ley de la oferta y la demanda. Perdonas la tapa porque lo primero que haces es echar al coleto el pincho de picadillo.
Llevabas el periódico en pdf en el móvil pero no es lo mismo, o te falta costumbre, de ahí que no tuvieras más remedio que dedicarte a la observación.
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2 comentarios:
Pasé por allí y miré pero era tarde (para ti). Las mesas metálicas no quedan bien. Pero poco les importó la estética. Supongo que también les supongan un rollo porque necesitan más espacio para guardarlas.
Hace ya años está en pleno auge el teléfono sin hilos. Y se puede quedar para encontrarse y tomar una sidra, con pincho de picadillo, o no. Las conversaciones adyacentes siempre son un buen motivo de reflexión. Y si hablas también serás escuchado. Y tu conversación a favor o en contra de los moros, también puede resultar irritante al de la mesa del al lado.
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