Aparece Asturias como el escenario ante el que UPyD, el partido de Rosa Díez, tiene la oportunidad de decantarse y mostrar su cara a la hora de la verdad.
El retrato de Ignacio Prendes, el parlamentario que decidirá el color del gobierno asturiano durante los próximos tres años, revela el escenario ante el que tiene que actuar, si no como protagonista sobre las tablas, al menos desde la concha reservada al apuntador.
En la pared distinguimos un cuadro cubista y lo que parece una mujer desnuda. En tus años mozos, D. Raul Arias, tu inolvidable profesor de historia del arte (más tarde archivero de la catedral) decía que, descubierta la fotografía a finales del siglo XIX, que retrataba la realidad con más fidelidad que un pincel, el cubismo intentó encontrar un nuevo hueco para la pintura, y era reflejar la esencia tridimensional de la materia, la captación de un objeto o de una persona a través de todas las miradas posibles. De ahí esos seres imposibles y distorsionados, que miran y son mirados desde diferentes puntos de vista. Así está ahora UPyD, intentando superar la visión unidireccional y reduccionista de la izquierda y la derecha, del centralismo y del autonomismo, de la renovación y la continuidad.
También la mujer desnuda, sin historia, sin equipaje, sin las cargas del pasado ni cargos que manener, sin compromisos ni ataduras, es un reflejo de la presentación en sociedad de este nuevo partido que se anuncia como un baluarte de la regeneración democrática. Bienvenido sea.
Únicamente barruntas un inconveniente, el mismo que veías en Álvarez Cascos, resentido éste con la derecha, y temes que Rosa Díez con la izquierda, por lo que, comprendiendo la debilidad humana, entenderías que no quisiera volver a compartir cama y mantel con su antigua pareja, con la que vivió un proceso de divorcio nada pacífico.
El retrato de Ignacio Prendes, el parlamentario que decidirá el color del gobierno asturiano durante los próximos tres años, revela el escenario ante el que tiene que actuar, si no como protagonista sobre las tablas, al menos desde la concha reservada al apuntador.
En la pared distinguimos un cuadro cubista y lo que parece una mujer desnuda. En tus años mozos, D. Raul Arias, tu inolvidable profesor de historia del arte (más tarde archivero de la catedral) decía que, descubierta la fotografía a finales del siglo XIX, que retrataba la realidad con más fidelidad que un pincel, el cubismo intentó encontrar un nuevo hueco para la pintura, y era reflejar la esencia tridimensional de la materia, la captación de un objeto o de una persona a través de todas las miradas posibles. De ahí esos seres imposibles y distorsionados, que miran y son mirados desde diferentes puntos de vista. Así está ahora UPyD, intentando superar la visión unidireccional y reduccionista de la izquierda y la derecha, del centralismo y del autonomismo, de la renovación y la continuidad.
También la mujer desnuda, sin historia, sin equipaje, sin las cargas del pasado ni cargos que manener, sin compromisos ni ataduras, es un reflejo de la presentación en sociedad de este nuevo partido que se anuncia como un baluarte de la regeneración democrática. Bienvenido sea.
Únicamente barruntas un inconveniente, el mismo que veías en Álvarez Cascos, resentido éste con la derecha, y temes que Rosa Díez con la izquierda, por lo que, comprendiendo la debilidad humana, entenderías que no quisiera volver a compartir cama y mantel con su antigua pareja, con la que vivió un proceso de divorcio nada pacífico.