2010/06/21

EN LA MUERTE DE SARAMAGO

¡Qué difícil te resulta decir algo de Saramago cuando lo leíste tan poco! Cuando te pones a escribir estas primeras letras, recuerdas haber escrito algo sobre el Nobel portugués en alguna ocasión. Entras en el buscador del blog, escribes SARAMAGO y salen ¡trece entradas con alusiones! Prometes no releerlas, con el riesgo de contradecirte o de repetirte. Quedas expuesto en esta plaza pública.

Saramago ocupa el último lugar en tus escritores ¿de referencia?, no, porque odias esta palabra, ¿de cabecera? tampoco, porque no lees preferentemente sobre la almohada (ahora en ninguna parte, arrepiéntete y enmiéndate). Saramago es simplemente uno de tus escritores preferidos, quizá tu escritor preferido desde que te aficionaste a él con su Ensayo sobre la ceguera, una asquerosidad según tu señora, por alguno de los pasajes escabrosos que incluye cuando aquella humanidad ciega había caído, es verdad, en asquerosas depravaciones.

Como tienes escuchado a Saramago, cuando lo lees te lo imaginas en su voz. No te pasó eso con Unamuno, otro de tus escritores preferidos durante unos años. ¿Cómo hablaba Unamuno? Saramago, tan unido a España, traducido por una española, Pilar del Río, su última mujer.

Hacías con Saramago una excepción de no leer esa literatura extranjera que tanto te cuesta entender porque no te pones en su ambiente. Saramago era de casa. Y en homenaje a él abres el Ensayo sobre la ceguera por una página cualquiera, en este caso por la 139 y lees con ese estilo que imprimió en esa obra sin signos de interrogación ni de admiración

Y cómo me ha reconocido, Sobre todo por la voz, la voz es la vista de quien no ve, Sí, la voz, también yo reconozco la suya, quién nos lo iba a decir, doctor, ahora ya no necesito que me opere, Sí hay remedio para esto, los dos lo necesitamos, Recuerdo que usted, doctor, me dijo que después de operado no iba a reconocer el mundo en que vivimos, ahora sabemos cuánta razón tenía, Cuando se quedó ciego, Ayer por la noche, Y lo han traído ya, Hay tanto miedo ahí fuera que pronto van a matar a las personas cuando descubran que se han quedado ciegas, Aquí ya liquidaron a diez, dijo una voz de hombre.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Pocos ateos pueden disfrutar, desde el más allá, siendo execrados por L´Observatore Romano.
Es lo que se dice ser despedido con honores de Estado por el Vaticano, no hay más alto honor, no señor.

Anónimo dijo...

estará en la cola del cielo pidiendo entrar.