El novelista Iván Thays intenta dar su respaldo al descubierto poetastro Gustavo Faverón (quien considera que la adolescencia abarca más allá de los 20 años de edad e intenta negar sus propios escritos, su poemario inédito “Alejandro Selkirk” y el cuestionario que responde con balbuceos y estupideces en la revista “Alfareros” donde él, incluso, era mayor –en años—que Jorge Frisancho) pero incurre en una suerte de errores, falacias y en una sorprendente revelación, casi de forma (in)voluntaria:
También recuerdo con nostalgia tus poemas, Gustavo, y los de Jorge Frisancho. Me hubier gustado comentarte tus poemas en esa época, pero entonces no éramos amigos. Sí pude comentárselos a Jorge (Frisancho), a quien admiré desde entonces y aún admiro mucho.
Sic. Iván Thays (en https://www.blogger.com/comment.g?blogID=17920328&postID=420004415545898408)
En buen cristiano, el señor Thays aporta a mi teoría que estos círculos viciosos de literatos (lisiados por la falta de creatividad o por la necesidad de una fama o un éxito esquivo, etc.,) sólo responden a un criterio de seudo-amistad por intereses, gustos, alianzas, pactos estratégicos, etc., (¿mafia?). Para ellos la literatura nunca vale por sí misma. Thays, en otras palabras, descaradamente, dice: “Gustavo me hubiera gustado comentar tus poemas pero entonces no éramos amigos; me hubiera gustado reventarte cuetes pero, oh lástima, no te conocía”.
O, ahora –gracias a la bendita polisemia--, tenemos que entender que le hubiera ido a invitarle un café al susodicho para comentarle lo mucho que le gustó sus poemas, sobre todo ese que habla de “la hormiguita y las mil patitas” (¿ese no habrá sido un poema para niños?). No pues, señores, hablemos claro y no tapemos el sol con una mano (Gustavo, Iván, muchachones: no hagan el ridículo más allá de lo necesario. Son verdaderamente patéticos tratando de cubrir sus cojeras literarias sobre todo ahora camino a los 45).
Arriba en la foto: Iván Thays en extraña danza (la foto original me fue entregada por un “amigo” íntimo del novelista establecido en el interés. ¿Con amigos así quién necesita enemigos?).
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