Un viejo amor
I
Uno está en ocasiones
atroz como una puerta
y es —si acaso es algo—
mano, bisagra y llanto
Y ya nunca llorar
Cuando uno está entrenado
—dar vuelta de campana, ladrar
fingirse muerto—
las cosas no caminan como deben
El tiempo pasa lento
los taxis huyen lentos
el sueño se desvela y uno se cree santo
y triste
y en realidad sólo piensa en otra cosa
Cuando se acaba el día
si es que se acaba
duelen los pies en serio
la pomada no ayuda, los suspiros
no ayudan ni para estar insomne
Cuando acaba la noche
si es que se acaba
se recuerdan los sueños de tres noches atrás
saludan de lejos con manecitas tristes
y eso, amor, es irse al diablo
(Es oscuro el cementerio de los sueños)
En fin, que arden los ojos
al despertar y cuando el dormir falta
y cuando se está lejos de uno mismo
cerca de nadie en especial
rozando el limbo.
Arden los ojos de agua
arden de tanto ver y de estar ciego
Todo color es vano y no existe memoria
más que de este ardor que ya desangra
Uno camina de nuevo
y duelen más los pies de tantos pasos
de estarse quieto y rayos:
mañana es domingo
nada más que domingo
Quizá sea otro día si lo suplico a rastras
Quizá si fuera lunes sólo tendría la náusea
que da cuando se pierden los calendarios patrios
y las fechas profanas
En fin, amor, que está la casa en calma
y que no tengo casa
Nadie tiene una casa
Fotografía de Mélanie Morand