martes, septiembre 21, 2004

Dolor y nostalgia

En estos días escucho hablar de una vuelta a los años 80, esa década en que uno era joven, los tiempos del instituto, las primeras fiestas y la música pop de calidad. Se habla de un casting para un musical llamado Hoy no me puedo levantar, con canciones de Mecano de fondo; también se ha publicado un libro sobre este grupo que era el favorito de mucha gente durante esa década, pero que a mí nunca me gustó. Y, ya lo que faltaba, se hizo una serie de TV sobre esa época, protagonizada por José Coronado y Aitana Sánchez-Gijón, que emiten ahora, creo que en T5 --he leído que no es muy buena, y que nace al amparo del éxito de Cuéntame --.

Cuando pienso en los ochenta, pienso en la juventud ya ida irremisiblemente; como ha escrito Juan Bonilla en un artículo periodístico, ni la música era gran cosa, ni la televisión y demás medios nos encandilaban como recordamos después, con esos recuerdos encubiertos que tan bien nos engañan. Para mí, sólo Radio Futura, el primer Último de la Fila y The Smiths, fuera de nuestras fronteras, merecían la pena. Ellos lograron canalizar un poco la rebeldía, el clima extraño de libertad vigilada y ansias de fiesta que nos embargaba. El resto es ruido.

Ayer escuchaba de nuevo un poco de la verdadera música, pasada esa juventud, quedando en el aire sólo restos de esencia primitiva, de latido del mundo: el Trío para cuerdas de Alfred Schnittke, en versión de Gidon Kremer, Yuri Bashmet (al que a punto estuve de escuchar en directo en Florencia) y M. Rostropovich, tres grandes de sus respectivos intrumentos. Música doliente, que compuso en momentos críticos de su vida, 1985 es el año, entonces cuando uno estaba loco por melodías y ritmos poperos banales... Escuchar a S. es adentrarse por el lado sombrío de la existencia, es sentir el desgarro en lejanía, como una coloratura del cielo cuando el sol empieza el descenso...

Y ahora, en el foro El Bosque, hablamos de esto, de este tiempo ido, y cada uno saca sus propios recuerdos, y es bello leer lo que otros también vivieron, compartir recuerdos, vanas experiencias que entonces eran un temblor y ahora sólo la pálida película de un mundo que no nos pertenece.