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El Rambo nuestro de cada día
Hay cosas que tienen los hombres que no tienen las mujeres. Y estas cualidades son las que nos enamoran y nos hacen extrañarlos horrores cuando ellos no están. La que más nos fascina de ellos es su fuerza física. Hasta el más flaquito de los hombres tiene más masa muscular que la más robusta de las mujeres. Así que siempre los admiramos cuando pueden hacer cosas que las mujeres no podemos ni soñar hacer, como levantar objetos pesados como si fueras plumas y empujar el auto que se nos quedó parado en medio de una transitada avenida. Ellos cargar maletas y bultos, alzan niños de 40 kilos y corren muebles sin perder el resuello. No en vano subsiste la tradición en la que el novio carga a la novia al entrar recién casados a una habitación: es para enamorarlas un poquito más. Hay miles de cosas que las mujeres quisiéramos hacer y nos resignamos con tristeza a no poder hacer jamás. Por ejemplo, subir y bajar cosas de la buhardilla, cargar en el auto cualquier mueble recién comprado, o subir al tejado a cambiar una antena. Dicen que lo importante no es saber hacer estas cosas, sino tener el teléfono de quien las hace. Pero aún teniendo el teléfono, precisas un hombre para que controle que la antena sea colocada como corresponde. Si no, el primer amigo varón que llega te dice “¿pero cómo has dejado que te dejen esto así?...”Tampoco podemos mudarnos de casa sin ayuda de un hombre. Si fuera por las mujeres, las casas se venderían amuebladas, porque no habría manera de llevarte tus cosas a otro sitio. Si no existieran los hombres, las mujeres viviríamos en carpas, durmiendo en bolsas de dormir. O en habitaciones despojadas como las casas japonesas, durmiendo en un tatami o en una alfombra de mimbre. O sea que gracias a ellos podemos levantarnos por la mañana sin espantosos dolores de espalda. Los hombres son imprescindibles para que podamos comer mermelada y pepinos encurtidos y beber champaña. Sin un hombre en la casa, abrir frascos se convierte en una tarea durísima, Y abrir botellas de champaña es una misión imposible si no tienes esos descorchadores metálicos, que son sumamente antipáticos porque te recuerdan la falta de hombre en tu vida.
¿Que abrir frascos sin hombre es una pavada? No lo es. Si quieres desayunar con mermelada y estás sola, debes seguir todos estos pasos:
1) Debes quitar el frasco del refrigerador
2) Debes sumergirlo en agua hirviendo durante por lo menos quince minutos
3) Debes recalentar el agua cuando se enfría, o poner el frasco entero en Baño María, permaneciendo cerca para vigilar que el agua no se evapore ni se caliente el contenido del frasco.
4) Debes quitar el frasco del agua con un trapo grueso para evitar quemarte.
5) Debes esperar que el frasco se enfríe, porque precisas abrirlo con las manos para que no se te resbale la tapa. 6) Debes conseguir un cuchillo de punta roma, como los que usas para untar, que sea de una sola pieza metálica entera (si usas uno con mango, se partirá).
7) Debes hacer palanca con este cuchillo(o en su defecto, un destornillador ancho), entre la tapa del frasco y el borde del frasco, para que entre aire.
8) Repite el proceso unas diez veces todo alrededor de la tapa.
9) Como no se abrirá, debes tomar el frasco por la base y golpearlo invertido contra un suelo duro – preferiblemente de cemento o mosaico -de manera firme y paralela al piso boca abajo, unas cuatro o cinco veces.
10) Debes levantar el frasco e intentar abrirlo con todas tus fuerzas. Respira hondo. Inténtalo otra vez.
11) Pídele a un hombre que lo intente. Lo abrirá en un segundo, del mismo modo que lo habría hecho si no hubieras pasado por esos diez pasos previos. Prémialo diciéndole “¡Cariño, eres mi héroe!”
En todo el tiempo que las mujeres perdemos en la vida tratando de luchar con cosas que demandan fuerza física, podríamos haber estudiado neurocirugía y obtener un doctorado. ¿No es mejor contar con un hombre cerca, que te ahorre cada uno de esos pasos? De paso, lo haces sentir importante… ¡y comes pepinos y mermelada!
Maravillosamente concretos
Los hombres nos enseñan cosas del mundo que a las mujeres se nos escapan.
Nosotras vivimos atentas a los detalles y a los procesos.
Ellos, en cambio, tienen una visión global de las cosas, y están más atentos a los resultados que a los procesos. Aunque los psicoanalistas digan que las mujeres se llevan mejor con el mundo y sus cosas cotidianas, los hombres tienen un panorama más claro de cómo funciona todo a largo plazo.
Te doy un ejemplo: vuelves del trabajo furiosa con un jefe que no hace nada bien, pero que te critica por cómo haces las cosas. Se lo cuentas a tu marido, y él, en vez de decirte “Oh, pobrecita, imagino lo mal que debes sentirte “(que es lo que tú querrías escuchar), te dice “¿Pero por qué no les has dicho que te diga él cómo se hace eso, lo obedeces y lo haces tan mal como él quiera?” Tú te quedas dolida, porque te trata como si fueras tan tonta que no sabes hacer nada bien. Pero en el fondo, reconoces que su idea es brillante. La aplicas, y… ¡santo remedio, tu jefe no te molesta más! Los hombres son buenos para ayudarnos a pensar estrategias inteligentes que a nosotras no se nos ocurren porque nos quedamos pegadas a sensaciones y emociones acerca de “ lo que me dijo” , “cómo me miró”, “que me habrá querido decir” y “no sé por qué esa persona no me gusta”. La intuición femenina es muy útil para saber dónde te metes. Pero una vez que estás metida, hay que concretar. Dado que el hemisferio cerebral izquierdo es más activo, los hombres son formidables con los cálculos y las cuentas. La mayoría de ellos sacan porcentajes con más velocidad que una calculadora, te dicen en el acto cuál es el aumento de sueldo que deberías pedir, y cuánto dinero de tus ahorros debes darles en pago por el favor. Por eso es imprescindible que si vas a hablar con él de dinero, antes le tengas total confianza…o aplicará su know how financiero contigo. Ellos te ayudan a saber qué es lo que realmente quieres, qué movimiento es mejor para avanzar profesionalmente y cómo darle el lugar adecuado a cada cosa. Nosotras, por observar el árbol nos perdemos el bosque. Este es un mundo de hombres. Precisas un hombre que te enseñe las reglas masculinas que ellos inventaron y comprenden mejor.
Alguien que lleve los pantalones
Además, siempre es bueno que todos sepan que hay un hombre en tu vida… lo haya o no. ¿Por qué? Porque por su propia fuerza física, los hombres inspiran más respeto que nosotras. Un hombre enojado puede realmente romperle el auto a otro hombre. Si tú tratas de romperle el auto a otro, es más probable que te rompas el pie y el auto queda sin un rasguño. Por esto, siempre tienes más poder de negociación si anuncias “lo tengo que consultar con mi marido”, sea real éste un marido real o imaginario. La gente calcula que está negociando con una sociedad de a dos, no con una mujer sola. Y que tu marido puede ser un karateca de dos metros de alto al que no conviene hacer enojar. O un enanito de un metro que conoce buenos abogados. Así que diciendo “lo hablaré con mi marido” mantienes a raya a estafadores y chapuceros, y además tienes la oportunidad de cambiar de opinión diciendo “disculpe que nos echemos atrás ahora…pero es que mi marido está loco”. Claro que si estás hablando de un marido real, él no tiene por qué enterarse de que has dicho esto. Si tienes hijos, un marido en casa hace un mundo de diferencia en tu nivel de tranquilidad. Teniendo un hombre cerca - sea el padre o el padrastro- la consabida frase “ya verás cuando se entere tu padre (o Jorge)”, son palabras que obran milagros. No es lo mismo enfrentarse con una madre agobiada por los quehaceres del día, que además no es capaz de correr un mueble sin quedar sin aliento, a tener que enfrentar a un señor que llega a casa queriendo relajarse, y con poca paciencia para las tonterías que han hecho los menores. Así que los hombres en casa imponen la ley paterna y encarrilan a los rebeldes con mucha más presteza y menos cháchara que el que te lleva a ti lograr que te hagan caso.Margaret Thatcher, la ex primera ministra del Reino Unido, decía “si quieren algo dicho, pídanselo a un hombre; si quieren algo hecho, pídanselo a una mujer”. Con esto se refería a que se necesitan mujeres para saber qué hacer, y qué trato conviene cerrar. Los hombres son demasiado confiados y no captan señales de peligro. Pero son excelentes para sellar un trato con una última palabra. Es allí cuando precisas un hombre que hable con contundencia viril. Aunque las mujeres cada vez tengan una voz más respetada, hay códigos sociales tácitos que aceptan que donde habla un hombre se acabó el tanteo, la negociación y la especulación: se está hablando en serio y de manera firme, y es el hombre quien anuncia como cosa suya “Esto es lo que se hará”… aunque postularse como candidato a presidente, comprar una empresa o construir un viaducto no haya sido idea suya, sino de su mujer.
Hay cosas que tienen los hombres que no tienen las mujeres. Y estas cualidades son las que nos enamoran y nos hacen extrañarlos horrores cuando ellos no están. La que más nos fascina de ellos es su fuerza física. Hasta el más flaquito de los hombres tiene más masa muscular que la más robusta de las mujeres. Así que siempre los admiramos cuando pueden hacer cosas que las mujeres no podemos ni soñar hacer, como levantar objetos pesados como si fueras plumas y empujar el auto que se nos quedó parado en medio de una transitada avenida. Ellos cargar maletas y bultos, alzan niños de 40 kilos y corren muebles sin perder el resuello. No en vano subsiste la tradición en la que el novio carga a la novia al entrar recién casados a una habitación: es para enamorarlas un poquito más. Hay miles de cosas que las mujeres quisiéramos hacer y nos resignamos con tristeza a no poder hacer jamás. Por ejemplo, subir y bajar cosas de la buhardilla, cargar en el auto cualquier mueble recién comprado, o subir al tejado a cambiar una antena. Dicen que lo importante no es saber hacer estas cosas, sino tener el teléfono de quien las hace. Pero aún teniendo el teléfono, precisas un hombre para que controle que la antena sea colocada como corresponde. Si no, el primer amigo varón que llega te dice “¿pero cómo has dejado que te dejen esto así?...”Tampoco podemos mudarnos de casa sin ayuda de un hombre. Si fuera por las mujeres, las casas se venderían amuebladas, porque no habría manera de llevarte tus cosas a otro sitio. Si no existieran los hombres, las mujeres viviríamos en carpas, durmiendo en bolsas de dormir. O en habitaciones despojadas como las casas japonesas, durmiendo en un tatami o en una alfombra de mimbre. O sea que gracias a ellos podemos levantarnos por la mañana sin espantosos dolores de espalda. Los hombres son imprescindibles para que podamos comer mermelada y pepinos encurtidos y beber champaña. Sin un hombre en la casa, abrir frascos se convierte en una tarea durísima, Y abrir botellas de champaña es una misión imposible si no tienes esos descorchadores metálicos, que son sumamente antipáticos porque te recuerdan la falta de hombre en tu vida.
¿Que abrir frascos sin hombre es una pavada? No lo es. Si quieres desayunar con mermelada y estás sola, debes seguir todos estos pasos:
1) Debes quitar el frasco del refrigerador
2) Debes sumergirlo en agua hirviendo durante por lo menos quince minutos
3) Debes recalentar el agua cuando se enfría, o poner el frasco entero en Baño María, permaneciendo cerca para vigilar que el agua no se evapore ni se caliente el contenido del frasco.
4) Debes quitar el frasco del agua con un trapo grueso para evitar quemarte.
5) Debes esperar que el frasco se enfríe, porque precisas abrirlo con las manos para que no se te resbale la tapa. 6) Debes conseguir un cuchillo de punta roma, como los que usas para untar, que sea de una sola pieza metálica entera (si usas uno con mango, se partirá).
7) Debes hacer palanca con este cuchillo(o en su defecto, un destornillador ancho), entre la tapa del frasco y el borde del frasco, para que entre aire.
8) Repite el proceso unas diez veces todo alrededor de la tapa.
9) Como no se abrirá, debes tomar el frasco por la base y golpearlo invertido contra un suelo duro – preferiblemente de cemento o mosaico -de manera firme y paralela al piso boca abajo, unas cuatro o cinco veces.
10) Debes levantar el frasco e intentar abrirlo con todas tus fuerzas. Respira hondo. Inténtalo otra vez.
11) Pídele a un hombre que lo intente. Lo abrirá en un segundo, del mismo modo que lo habría hecho si no hubieras pasado por esos diez pasos previos. Prémialo diciéndole “¡Cariño, eres mi héroe!”
En todo el tiempo que las mujeres perdemos en la vida tratando de luchar con cosas que demandan fuerza física, podríamos haber estudiado neurocirugía y obtener un doctorado. ¿No es mejor contar con un hombre cerca, que te ahorre cada uno de esos pasos? De paso, lo haces sentir importante… ¡y comes pepinos y mermelada!
Maravillosamente concretos
Los hombres nos enseñan cosas del mundo que a las mujeres se nos escapan.
Nosotras vivimos atentas a los detalles y a los procesos.
Ellos, en cambio, tienen una visión global de las cosas, y están más atentos a los resultados que a los procesos. Aunque los psicoanalistas digan que las mujeres se llevan mejor con el mundo y sus cosas cotidianas, los hombres tienen un panorama más claro de cómo funciona todo a largo plazo.
Te doy un ejemplo: vuelves del trabajo furiosa con un jefe que no hace nada bien, pero que te critica por cómo haces las cosas. Se lo cuentas a tu marido, y él, en vez de decirte “Oh, pobrecita, imagino lo mal que debes sentirte “(que es lo que tú querrías escuchar), te dice “¿Pero por qué no les has dicho que te diga él cómo se hace eso, lo obedeces y lo haces tan mal como él quiera?” Tú te quedas dolida, porque te trata como si fueras tan tonta que no sabes hacer nada bien. Pero en el fondo, reconoces que su idea es brillante. La aplicas, y… ¡santo remedio, tu jefe no te molesta más! Los hombres son buenos para ayudarnos a pensar estrategias inteligentes que a nosotras no se nos ocurren porque nos quedamos pegadas a sensaciones y emociones acerca de “ lo que me dijo” , “cómo me miró”, “que me habrá querido decir” y “no sé por qué esa persona no me gusta”. La intuición femenina es muy útil para saber dónde te metes. Pero una vez que estás metida, hay que concretar. Dado que el hemisferio cerebral izquierdo es más activo, los hombres son formidables con los cálculos y las cuentas. La mayoría de ellos sacan porcentajes con más velocidad que una calculadora, te dicen en el acto cuál es el aumento de sueldo que deberías pedir, y cuánto dinero de tus ahorros debes darles en pago por el favor. Por eso es imprescindible que si vas a hablar con él de dinero, antes le tengas total confianza…o aplicará su know how financiero contigo. Ellos te ayudan a saber qué es lo que realmente quieres, qué movimiento es mejor para avanzar profesionalmente y cómo darle el lugar adecuado a cada cosa. Nosotras, por observar el árbol nos perdemos el bosque. Este es un mundo de hombres. Precisas un hombre que te enseñe las reglas masculinas que ellos inventaron y comprenden mejor.
Alguien que lleve los pantalones
Además, siempre es bueno que todos sepan que hay un hombre en tu vida… lo haya o no. ¿Por qué? Porque por su propia fuerza física, los hombres inspiran más respeto que nosotras. Un hombre enojado puede realmente romperle el auto a otro hombre. Si tú tratas de romperle el auto a otro, es más probable que te rompas el pie y el auto queda sin un rasguño. Por esto, siempre tienes más poder de negociación si anuncias “lo tengo que consultar con mi marido”, sea real éste un marido real o imaginario. La gente calcula que está negociando con una sociedad de a dos, no con una mujer sola. Y que tu marido puede ser un karateca de dos metros de alto al que no conviene hacer enojar. O un enanito de un metro que conoce buenos abogados. Así que diciendo “lo hablaré con mi marido” mantienes a raya a estafadores y chapuceros, y además tienes la oportunidad de cambiar de opinión diciendo “disculpe que nos echemos atrás ahora…pero es que mi marido está loco”. Claro que si estás hablando de un marido real, él no tiene por qué enterarse de que has dicho esto. Si tienes hijos, un marido en casa hace un mundo de diferencia en tu nivel de tranquilidad. Teniendo un hombre cerca - sea el padre o el padrastro- la consabida frase “ya verás cuando se entere tu padre (o Jorge)”, son palabras que obran milagros. No es lo mismo enfrentarse con una madre agobiada por los quehaceres del día, que además no es capaz de correr un mueble sin quedar sin aliento, a tener que enfrentar a un señor que llega a casa queriendo relajarse, y con poca paciencia para las tonterías que han hecho los menores. Así que los hombres en casa imponen la ley paterna y encarrilan a los rebeldes con mucha más presteza y menos cháchara que el que te lleva a ti lograr que te hagan caso.Margaret Thatcher, la ex primera ministra del Reino Unido, decía “si quieren algo dicho, pídanselo a un hombre; si quieren algo hecho, pídanselo a una mujer”. Con esto se refería a que se necesitan mujeres para saber qué hacer, y qué trato conviene cerrar. Los hombres son demasiado confiados y no captan señales de peligro. Pero son excelentes para sellar un trato con una última palabra. Es allí cuando precisas un hombre que hable con contundencia viril. Aunque las mujeres cada vez tengan una voz más respetada, hay códigos sociales tácitos que aceptan que donde habla un hombre se acabó el tanteo, la negociación y la especulación: se está hablando en serio y de manera firme, y es el hombre quien anuncia como cosa suya “Esto es lo que se hará”… aunque postularse como candidato a presidente, comprar una empresa o construir un viaducto no haya sido idea suya, sino de su mujer.