se ahogan los destellos entre la paz y el miedo,
los luceros rezan al atardecer un credo
y arden con el fuego de tu caminar tan lento.
No veo mas la tierra, después del horizonte
en verdad que aquí se consumió todo resuello
algo inverosímil que me encrespa todo vello,
oyendo al mar en la cima de este extraño monte.
Perdona, pero aquí me siento insignificante
mis lágrimas dicen que no quiero despedirme,
arropada por las olas, quisiera hoy dormirme,
protegida en la tranquilidad del bello instante.
No quiero que te vayas, espérame un momento
deja que contemple una vez mas tu llamarada,
quizás ésta sea, nuestra postrera mirada.
¡Atenúa con tu resplandor, mi sufrimiento!
No veo mas la tierra, después del horizonte
en verdad que aquí se consumió todo resuello
algo inverosímil que me encrespa todo vello,
oyendo al mar en la cima de este extraño monte.
Perdona, pero aquí me siento insignificante
mis lágrimas dicen que no quiero despedirme,
arropada por las olas, quisiera hoy dormirme,
protegida en la tranquilidad del bello instante.
No quiero que te vayas, espérame un momento
deja que contemple una vez mas tu llamarada,
quizás ésta sea, nuestra postrera mirada.
¡Atenúa con tu resplandor, mi sufrimiento!