domingo
Marseille
martes
Tu cabello de oro Margaret/ tu cabello de ceniza Sulamita
Negra leche del alba la bebemos al atardecer
la bebemos a mediodía y en la mañana y en la noche
bebemos y bebemos
cavamos una tumba en el aire no se yace estrechamente en él
Un hombre habita en la casa juega con las serpientes escribe
escribe al oscurecer en Alemania tus cabellos de oro Margarete
lo escribe y sale de la casa y brillan las estrellas silba a sus
mastines
silba a sus judíos hace cavar una tumba en la tierra
ordena tocad para la danza
Negra leche del alba te bebemos de noche
te bebemos en la mañana y al mediodía te bebemos al atardecer
bebemos y bebemos
Un hombre habita en la casa juega con las serpientes escribe
escribe al oscurecer en Alemania tus cabellos de oro Margarete
tus cabellos de ceniza Sulamita cavamos una tumba en el aire no
se yace estrechamente en él
Grita cavad unos la tierra más profunda y los otros cantad sonad
empuña el hierro en la cintura lo blande sus ojos son azules
cavad unos más hondo con las palas y los otros tocad para la
danza
Negra leche del alba te bebemos de noche
te bebemos al mediodía y la mañana y al atardecer
bebemos y bebemos
un hombre habita en la casa tus cabellos de oro Margarete
tus cabellos de ceniza Sulamita él juega con las serpientes
Grita sonad más dulcemente la muerte la muerte es un maestro
venido de Alemania
grita sonad con más tristeza sombríos violines y subiréis como
humo en el aire
y tendréis una tumba en las nubes no se yace estrechamente allí
Negra leche del alba te bebemos de noche
te bebemos a mediodía la muerte es un maestro venido de
Alemania
te bebemos en la tarde y la mañana bebemos y bebemos
la muerte es un maestro venido de Alemania sus ojos son azules
te hiere con una bala de plomo con precisión te hiere
un hombre habita en la casa tus cabellos de oro Margarete
azuza contra nosotros sus mastines nos sepulta en el aire
juega con las serpientes y sueña la muerte es un maestro venido
de Alemania
tus cabellos de oro Margarete
tus cabellos de ceniza Sulamita
De Amapola y memoria
viernes
Se iba la luz con el traspuesto Apolo
obligaba al reposo, yo tan solo
me disponía a sostener la guerra,
ya de la compasión, ya del camino
que se trazó mi mente que no yerra.
lunes
Memento vivere
miércoles
Qué lengua lamiendo la proa.
La muerte siempre al lado.
Escucho su decir.
Solo me oigo.
martes
Sei il ventre di tutti / e nessuno.
Desde que te conozco tengo en cuenta la muerte.
Pero lo que presiento no se parece en nada
a la común tristeza. Más bien es certidumbre
de la totalidad de mis días en este
mundo donde he podido encontrarme contigo.
De pronto tengo toda la impaciencia de todos
los que amaron y aman, la urgencia incompartible
de los enamorados. No quiero geografía
sino amor, es lo único que mi corazón sabe.
En mi vida no cabe este exceso de vida.
Mejor, si te dijera que medito las cosas
(fronteras y distancias) en los términos propios
de la resurrección, cuando nos alzaremos
sobre las coordenadas del tiempo y el espacio,
independientemente del mar que nos separa.
Sueño con el momento perfecto del abrazo
sin prisa, de los besos que quedaron sin darse.
sueño con que tu cuerpo vive junto a mi cuerpo
y espero la mañana en la que no habrá límites.
miércoles
Nocturno del rojo oscuro
domingo
El azar o Rilke resucitado.
Deseo
de no ser sueño de nadie
bajo tantos
párpados.
miércoles
L'amour ou la guerre
domingo
Ursprung
martes
People are strange when you're a stranger*
miércoles
Coney Island moliendo el suero inalterable de las palabras
And death shall have no dominion
. | Y la muerte no tendrá señorío. Desnudos los muertos se habrán confundido con el hombre del viento y la luna poniente; cuando sus huesos estén roídos y sean polvo los limpios, tendrán estrellas a sus codos y a sus pies; aunque se vuelvan locos serán cuerdos, aunque se hundan en el mar saldrán de nuevo, aunque los amantes se pierdan quedará el amor; y la muerte no tendrá señorío. |
Y la muerte no tendrá señorío. Bajo las ondulaciones del mar los que yacen tendidos no moriran aterrados; retorciéndose en el potro cuando los nervios ceden, amarrados a una rueda, aún no se romperán; la fe en sus manos se partirá en dos, y los penetrarán los daños unicornes; rotos todos los cabos ya no crujirán más; y la muerte no tendrá señorío. | |
Y la muerte no tendrá señorío. Aunque las gaviotas no griten más en su oído ni las olas estallen ruidosas en las costas; aunque no broten flores donde antes brotaron ni levanten ya más la cabeza al golpe de la lluvia; aunque estén locos y muertos como clavos, las cabezas de los cadaveres martillearan margaritas; estallarán al sol hasta que el sol estalle, y la muerte no tendrá señorío. Dylan Thomas Mañana recitaremos a Dylan Thomas en el metro de Ciudad Universitaria a la hora de comer. Puede que seamos locos similares a otros locos que desean salirse del cauce, pero lo necesitamos para sentirnos vivos, para sentir que algo se mueve bajo la tierra. |
sábado
De cómo vislumbrar la luz de la próxima estación desde la nuestra
miércoles
I will write your epitaph
Je vais vers ma mort
y yo amé tu cuerpo en sus frutos nocturnos.Tu inocencia es como un cuchillo delante de mirostro,pero tu pesas en mi corazón y, como una miel oscura,yo te siento en mis labios al ir hacia la muerte.
Antonio Gamoneda
*Clara y yo nos vamos al sur. Elegimos vivir, dejarnos llevar.
sábado
La muerte del elefante
jueves
Quisiera un amor NO FROST
Perforación del músculo vital
martes
Parques poliédricos
La belleza será convulsiva o no será.
Nos citamos en un parque a las afueras de Massachussets. A esa hora sólo permanecían fieles a la noche los borrachos en los bancos y los amantes enraizando sus cuerpos en el suelo fértil. Los secretos temblaban bajo los árboles. También temblaban sus ojos. Tenía miedo y el azul tiritaba. Su boca comenzó a moverse. No me sueltes, la soledad da vértigo- dijo. Pero no dijo eso. Eso sólo era lo que yo quería que él dijese. En su lugar habló de mi belleza y de que la belleza sólo dura lo que dura un orgasmo. Yo no supe qué decir. Me pareció triste ver cómo se alejaba entre los árboles y saber que seguía allí a mi lado, intentando decirme que no habría un lugar de últimas veces. Una mujer que había estado bebiendo en un banco se acercó a pedirme un cigarro. Sólo tengo tabaco de liar y no puedo liarte un cigarro. Me están dejando. Éste debe ser un momento trágico y terrible dentro de mi existencia. La mujer me miró como si no entendiese nada. Ella sólo quería que le liase un cigarro. Está bien, te recitaré una copla nostálgica para que te pudras de dolor tú sola en casa. Y comenzó a cantar Alfonsina y el mar. Yo pensé en la poeta argentina saltando desde una escollera al Mar de Plata, con sus ojos negros clavados en la muerte. Yo no quiero suicidarme. No estoy enamorada- dije. Brindó por ello- me contestó enseguida. Decidí liarle el cigarro en honor a la poesía o a la muerte. Comenzó a contarnos su historia. Vivía en la calle y su mujer iba a morir en una cama blanca de un hospital sin nombre. Ella prefería las noches en los parques, el tabaco ajeno, la textura de los bancos, la luz de las avenidas. Después se llevó la lata de cerveza a la boca y me aseguró que los hombres me harían una esclava y que las mujeres me elevarían hasta séptimo cielo. Lo que le hacía falta a Concha Velasco es probar un coño. Ésta fue su frase final. Dicho esto se levantó de nuestro lado y se dirigió nuevamente hacia su banco. Él y yo nos miramos como si ninguno de los dos fuera ya el mismo después de aquella conversación nocturna. Pero seguíamos allí, mientras el silencio se hacía cada vez más asfixiante y ninguno de los dos encontraba la palabra exacta para despedirse. Un adiós hubiese bastado pero sólo me atreví a pensar en las felices lesbianas, en los finales trágicos, en que ya nada importaba lo suficiente como para no volverse estoico o dejarse llevar por la marea. El amor nos desgarra, nos arrastra hacia el fondo, donde cubre, donde ya no sabemos qué dirección tomar, donde sólo queda el nado y el combate con las olas. El amor nos abandona en los parques, al filo de las latas de cerveza, en la línea oscura de los acantilados. Dicen los románticos que la muerte engulló a Alfonsina mientras ésta se internaba lentamente en el mar. Y tú me hablaste, Alfonsina, porque estabas en las palabras etílicas de aquella mujer ebria. Y murmuraste que me alejase del mar, que huyera lo más lejos posible del mar. Y yo te hice caso, Alfonsina. La belleza será convulsiva o no será.