Aquel ser extraño que mantenía a la altura de su boca ese trasto encargado de ampliar su voz soltó una enorme carcajada. No conseguía entender por qué todo el mundo se reía. Si bien su tono no tuvo todo el temple que hubiese querido, lo cierto era que su profesión elegida era tan válida como otra cualquiera, la permitiría conocer sitios remotos y viajar siempre que quisiese, sin límites.
"Pero por qué se ríen?" Pensaba mientras abría de par en par sus enormes ojos, esos ojos que la miopía aún no había conseguido mermar. Con 6 años si no se entiende algo se espera una explicación, pero aquel payaso mal pintado le daba más susto que confianza y prefirió mantener su duda a preguntar motivos. En cualquier caso, temía que aquello no acabaría allí, y que tendría que pasar por alguna otra escena humillante que incluyese a aquel niño de 8 años que frente a ella acababa de comunicar que sería bombero sin provocar más reacción que aplausos entre vecinos y familiares.
Años después lo entendió, la dichosa P en detrimento de F y esa maldita costumbre española de no corregir a los demás, ya sea porque "es taaaan graciosaaaaaa" o porque no queremos incomodar al que lo dice y parece que prefiramos dejar que siga errado hasta que la casualidad o alguna situación violenta haga que se percate.
Igual fue ahí, en esas fiestas de barrio, cuando desarrolló esa sensación rara que sentía en las ferias. No huía de ellas, de hecho ahí estaba, festejando las fiestas patronales de la localidad que intentaba, sin mucho éxito, adoptarla. En fin, un ratito de viernes con amigos y cerca de casa no parecía un mal plan.
Pero ese olor a frito, la música descontrolada de feriantes y la indecente luz que deja desnuda a la noche seguía provocando una reacción orgánica extraña que conseguía erizar su vello. Así, mientras hacía correr aquel camello, miraba de soslayo a ambos lados por si a aquel jodío payaso le diese por volver micrófono en mano a reírse de su sueño de volar.
Solo sería un rato y si la ocasión lo requería, siempre podría subir al camello y largarse de allí, muy lejos de la estridente música, a un lugar donde la noche siguiese siendo oscura.
Años después lo entendió, la dichosa P en detrimento de F y esa maldita costumbre española de no corregir a los demás, ya sea porque "es taaaan graciosaaaaaa" o porque no queremos incomodar al que lo dice y parece que prefiramos dejar que siga errado hasta que la casualidad o alguna situación violenta haga que se percate.
Igual fue ahí, en esas fiestas de barrio, cuando desarrolló esa sensación rara que sentía en las ferias. No huía de ellas, de hecho ahí estaba, festejando las fiestas patronales de la localidad que intentaba, sin mucho éxito, adoptarla. En fin, un ratito de viernes con amigos y cerca de casa no parecía un mal plan.
Pero ese olor a frito, la música descontrolada de feriantes y la indecente luz que deja desnuda a la noche seguía provocando una reacción orgánica extraña que conseguía erizar su vello. Así, mientras hacía correr aquel camello, miraba de soslayo a ambos lados por si a aquel jodío payaso le diese por volver micrófono en mano a reírse de su sueño de volar.
Solo sería un rato y si la ocasión lo requería, siempre podría subir al camello y largarse de allí, muy lejos de la estridente música, a un lugar donde la noche siguiese siendo oscura.