MOLESKINE ® LITERARIO

Notas al vuelo en cuaderno Moleskine® .

Abelardo Castillo

9.28.2007
Abelardo Castillo. Foto: Diego Fernández Otero. Fuente: Clarín

Abelardo Castillo es un escritor argentino admirado por muchos compatriotas suyos, pero puesto en discusión por otros que lo consideran un buen escritor de segundo orden. Es un escritor que marca una línea divisoria, digamos, como lo es Fogwill también (¿podrían ser dos extremos?), entre un escritor dostoyevskiano, noctámbulo, complejo y apocalíptico -reemplazando a Sábato en el tremebundismo- y otro completamente lúdico, excéntrico, sin programa. Para los lectores no-argentinos, es cierto que es un escritor que no tiene una obra tan atractiva como la de Aira o la de Piglia, quizá una mucho más conservadora pero sí interesante y con algunas cúspides claramente identificables como El que tiene sed o El evangelio según Van Hutten. Ahora, Castillo ha publicado con Seix Barral un libro titulado Ser escritor, donde reúne ensayos y artículos sobre el oficio. Hoy aparece una entrevista que le hacen en Página12.

Sobre el oficio dice: "A medida que un escritor crece comprende no sólo la verdadera complejidad de su oficio sino sus propios límites. Entonces ciertas ideas candorosas que se tenían en la adolescencia y en la primera juventud, entre ellas la de la inmortalidad, pasan a segundo plano y te das cuenta de que escribir es inventar la literatura cada vez que te sentás a escribir. La literatura no es ni una profesión ni un oficio, es un destino, pero es un destino elegido que hay que enriquecer todos los días, lo que puede ser muy angustioso. Me he pasado la vida corrigiendo cuentos en los talleres, dando cursos o charlas sobre los géneros literarios, pero cada vez que escribo un cuento siento la misma incerteza no acerca de la forma, que se aprende a manejar con el tiempo y viene con la propia anécdota que te es revelada de algún modo, sino de su valor."

También habla sobre su experiencia en los talleres: "A todos los que vienen a mis talleres suelo decirles lo mismo: “Miren que los talleres literarios no sirven para nada”. Le sirven únicamente a aquel que va a ser escritor, vaya o no a un taller literario. Los talleres son útiles para que se encuentre un grupo más o menos de la misma generación; para que discutan, se critiquen y se lean, se intercambien libros y hagan lo mismo que hacíamos de alguna manera en las revistas literarias del ’60. La única diferencia que hay entre las revistas literarias y un taller literario es que en las revistas literarias los textos, fueran cuentos o poemas, que nos parecían buenos se publicaban. Un escritor puede llegar a ser un escritor sin necesidad de un taller literario. El mejor taller literario de un escritor es su propia biblioteca y sus propios textos sobre los que tiene que trabajar. A los que asisten a mis talleres los juzgo como pares, no me interesa que tengan veinte o treinta años y yo setenta. Si no siento que son mis pares, al punto de que pueda poner en discusión un texto mío, no hay posibilidades de que pueda dar un taller."

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