El domingo Diego y yo nos acercamos hasta la costa para intentar capturar alguna lubina con la técnica del surfcasting.
La bajada hasta el pesquero es un tanto mala, pero la subida es lo que realmente preocupa al pescador, ya que una
pescata en un lugar así, puede ser un suplicio a la hora de ascender.
Una vez abajo, comprobamos que el mar estaba bastante pasado. Aún así decidimos probar suerte, pues a eso habíamos ido.
A lo lejos observamos tremendas olas rompiendo contra la costa granítica, pero en nuestra posición las olas eran algo menores.
¡¡¡Manda cojones!!!Tras unas cuantas horas intentándolo, tuve un par de picadas, si bien ninguna quedó prendida. En ese momento observamos a tres surfistas bajando por las rocas. Comenzaron a hacer sus preparativos a escasos metros de nuestra posición. Diego y yo intuímos que tendrían la desfachatez de ponerse a surfear delante nuestra.
¡¡¡ Bingo !!!
Los tres individuos tomaron posiciones frente a nosotros y comenzaron a divertirse. Y nosotros, ni cortos ni perezosos, seguimos pescando.
Si se enganchaban en alguno de nuestros anzuelos o se golpeaban contra el monofilamento de generoso diámetro, pues ... ¿qué se le iba a hacer? Sólo tuvimos algo de precaución en los lances, pues un plomazo en la cabeza podía mardarlos directamente al reino de Morfeo o peor aún, al tanatorio.
Luego llegaron otros dos y se sumaron a la fiesta.Lo que más me molestó de esta gente es que habiendo llegado antes, actuaron como si nosotros no estuviéramos. !!!Y eso que nosotros pagamos una licencia¡¡¡Aunque los
surfistas se habían ido, decidimos cambiar de zona, en vista de que la marea ya dejaba pescar desde la arena.
Durante un buen rato lo intentamos, pero aquí no hubo respuesta alguna.
Con la marea bajando, las olas aumentaron de intensidad.
Neptuno nos estaba mandando una indirecta y tras aguantar un poco más en el lugar, decidimos marcharnos a otro sitio.
Después de un ascenso de los que ponen a prueba la condición física del pescador, llegamos arriba. Una vez allí, nos acercamos a un bar para tomar algo, antes de partir a un nuevo pesquero.
Pedimos un par de cervezas y el camarero se fue a la cocina.
¿Y qué trajo?
Ni cacahuetes, ni
patatillas, ni aceitunas rellenas de anchoa, ...
!!! Nos puso un par de nécoras por cabeza ¡¡¡Tras "encargarnos" de tan suculentos crustáceos, pusimos rumbo a una nueva playa.
Unos minutos en el coche y llegamos al lugar. Resulta que con el buen tiempo que reinaba, la playa tenía bastantes bañistas.
Por desgracia, el mar aquí era escaso, así que volvimos a los coches.
CoincidenciaDiego y yo estábamos sentados en unas barandillas de madera, junto a los coches, cuando sendas parejas se encaminaban hacia la playa. Uno de los hombres se dirigió hacia nosotros.
Yo pensé: -Un guiri que quiere saber algo.
Entonces nos preguntó si éramos pescadores, a lo que respondimos afirmativamente. Tras un intercambio de palabras, él hombre me dijo: -Yo soy Julio. Inmediatamente le comenté algunos datos, referentes a los comentarios en este y en otros blogs. A partir de ahí surgió una conversación sobre pesca y sobre lo magnífico del entorno en el que nos encontrábamos. Unos minutos muy amenos sin duda, que finalizaron cuando Julio recordó que había tres personas aguardando por él.- Encantado de haberte conocido Julio -Por la tarde me fui al aeropuerto a despedirme de Walter, que se marchaba de vacaciones y a continuación me fui hasta un bar en el que Antonio y Ángel (dos pescadores) me esperaban. Horas y horas de charla sobre pesca, para olvidar el incidente de la mañana.Al día siguiente ...El lunes también nos acercamos a la playa a por las lubinas. En esta ocasión fuimos Diego,
Rubén y yo.
Si en el interior el tiempo era estupendo, en la costa había una espesa niebla que invitaba a quedarse en casa.
La niebla fue en aumento mientras
efectuábamos los primeros lances.
La visibilidad era bastante escasa, pero la suficiente para estar pendientes de las evoluciones de los compañeros y de las cañas.
El mar se había venido a menos, pero había que aprovechar el cebo que llevábamos.
Con un poco de suerte podríamos poner en seco alguna lubina.
Las cañas aguardaban pacientes a que algún pez diese la señal inequívoca de una picada.
Algunas veces los cebos venían comidos en parte, cosa que se la atribuía a pequeños peces.
Tras varias horas aguardando por la picada, el sol quería disipar la niebla.
La temperatura se volvía más agradable y la luminosidad iba en aumento, alejándose el día de las condiciones iniciales.
Observé algunos agujeros en la arena, que presumiblemente serían obra de algún anélido.
Cerca de nuestra posición, otro pescador lo intentaba con distintos gusanos marinos.
En vista de que las picadas no llegaban, decidí coger el equipo de mosca que Manuel me había dejado días atrás.
Sería todo un reto, pero intentarlo ya merecía la pena.
Me fui hacia un lateral de la playa y busqué una zona cómoda en la que lanzar con ciertas garantías.
Al principio me costó bastante, pero luego ya cogí la forma que me proporcionó lances más largos.
Cualquiera que me mirase, quedaría
embelasado por la plasticidad de esta disciplina, pero sacar una lubina ya era otro cantar.
Lo intenté en las zonas en las que las buscaría a
spinning y lo cierto es que el lugar era muy apto, salvo por pequeños restos de algas en el agua.
A la vuelta me encontré con que Diego había capturado una lubina.
Su paciencia le proporcionó la ansiada captura y por lo menos miramos de qué color eran
jejeje.
Poco antes de terminar la jornada, Marcos nos hizo una breve visita. Intercambiamos impresiones sobre la jornada y con todo decidido, nos fuimos para casa.