El miércoles tocaba acudir a una cita ineludible, ya que son muy contadas las ocasiones en las que hay posibilidades de pescar un salmón en Galicia.
Era mi hermano el que tenía el coto para pescar en el río Lérez, así que Luis y yo lo acompañaríamos para ayudarle en todo lo que se pudiera.
El objetivo se cumplió, así que paso a relataros lo que dio de sí este día.
La mañana se despertó cargada de niebla en todo el valle, lo cual no apresuraba a los pescadores a tomar posiciones a lo largo del río. Mientras mi hermano conversaba con la guardería, yo charlaba con Luis junto a los coches.
Tras un buen rato aguardando, nos fuimos a la búsqueda del salmón, ya que la primera opción pasaba por intentarlo a cebo.
Localizamos un par de salmones en un pozo de aguas remansadas. Ahí se llevaría a cabo el primer intento, así que con todo preparado, mi hermano ejecutó la primera varada. De cebo, quisquilla roja.
Tras unos minutos, uno de los salmones tomó el engaño, pero de manera que la clavada no fue certera. La oportunidad no mermó los ánimos del grupo, así que Luis y yo recorrimos la orilla a la búsqueda de algún otro ejemplar.
Pasado algún tiempo, mi hermano decidió ir hasta unas corrientes a probar suerte con la cuchara. En dichas corrientes, se movió un reo de buen porte, pero que no mostró mayor interés por la cucharilla.
Tocaba volver a utilizar el cebo. Para entonces, los otros pescadores que tenían coto para ese día, se divisaban en otras zonas, con la misma ilusión de capturar al rey del río.
La mañana discurría y los salmones no aparecían, así que decidí cruzar el río y buscar desde la otra orilla. Fue así como localicé a cuatro salmones pululando a la salida de un pequeño arroyo. Tras un tiempo por allí, se fueron desplazando hacia el medio del río.
Volví sobre mis pasos y llegué al lugar donde mi hermano aguardaba su oportunidad. En vista de que la hora de comer se aproximaba, Luis y yo nos fuimos a buscar unas empanadas y algo para beber.
A la salida del río le comenté que sería casualidad que mi hermano capturase el salmón mientras nosotros estábamos lejos, pero ahí se quedó el comentario.
La casualidad quiso que cuando volvíamos para el río, mi hermano nos llamase por teléfono. Supusimos que ya se estaba impacientando por la espera, ya que no llegamos a hablar con él.
Mientras descendíamos por una pista forestal hacia el río, divisamos a mi hermano con un salmón en la mano, a César (ribereño del lugar) y a otro pescador llamado Jose.
Me fastidió no poder grabar la captura, sin embargo me alegré por mi hermano, que repetía con el salmón (ENLACE). Paradójicamente, el año pasado tampoco pude acompañar a Dani, ya que me encontraba a miles de kilómetros jejeje.
El objetivo había sido conseguido, así que tocaba llevarlo a guiar, para poder transportarlo con todo en regla. 4,018 kilos de salmón, el cuarto de esta temporada en el Lérez.
Durante la comida, mi hermano, César y Jose, nos comentaron cómo había sido el lance.
El salmón tomó la quisquilla después de una buena pesentación, y una clavada certera, junto con una buena dosis de templanza, que hicieron el resto.
Mi hermano agradeció mucho los consejos de César, pues este pescador ya es veterano en esta modalidad de pesca. Sin esas indicaciones, quizás el desenlace hubiera sido otro.
La anécdota de la jornada se produjo durante la comida, ya que a escasos metros de donde nos encontrábamos, un jabalí decidió cruzar el río, ignorando nuestra presencia.
Estuve rápido con la cámara, para tomar algunas instantáneas. No es muy frecuente ver a un jabalí, por lo que presenciar esta escena se hace mucho más raro todavía.
Una anécdota que pasa a engrosar la enorme lista que ya tengo en mi haber, con animales salvajes como protagonistas.
Los demás pescadores seguían por allí, intentando conseguir sus respectivos trofeos. No había muchos salmones por las inmediaciones, aunque la esperanza es lo último que se pierde.
Por la tarde, Luis y yo estuvimos un rato más por el río, e incluso pasamos un buen rato charlando con unos pescadores de Carballo. Este es otro punto que me gusta de esta pesca en particular, ya que te permite conocer a gente de otros lugares de nuestra geografía.
Y así concluyó la jornada.
Mi hermano aún volvería a última hora de la tarde, para intentar capturar algún reo.
Aunque era consciente de que los grandes reos de este río no son nada fáciles de engañar.
Era mi hermano el que tenía el coto para pescar en el río Lérez, así que Luis y yo lo acompañaríamos para ayudarle en todo lo que se pudiera.
El objetivo se cumplió, así que paso a relataros lo que dio de sí este día.
La mañana se despertó cargada de niebla en todo el valle, lo cual no apresuraba a los pescadores a tomar posiciones a lo largo del río. Mientras mi hermano conversaba con la guardería, yo charlaba con Luis junto a los coches.
Tras un buen rato aguardando, nos fuimos a la búsqueda del salmón, ya que la primera opción pasaba por intentarlo a cebo.
Localizamos un par de salmones en un pozo de aguas remansadas. Ahí se llevaría a cabo el primer intento, así que con todo preparado, mi hermano ejecutó la primera varada. De cebo, quisquilla roja.
Tras unos minutos, uno de los salmones tomó el engaño, pero de manera que la clavada no fue certera. La oportunidad no mermó los ánimos del grupo, así que Luis y yo recorrimos la orilla a la búsqueda de algún otro ejemplar.
Pasado algún tiempo, mi hermano decidió ir hasta unas corrientes a probar suerte con la cuchara. En dichas corrientes, se movió un reo de buen porte, pero que no mostró mayor interés por la cucharilla.
Tocaba volver a utilizar el cebo. Para entonces, los otros pescadores que tenían coto para ese día, se divisaban en otras zonas, con la misma ilusión de capturar al rey del río.
La mañana discurría y los salmones no aparecían, así que decidí cruzar el río y buscar desde la otra orilla. Fue así como localicé a cuatro salmones pululando a la salida de un pequeño arroyo. Tras un tiempo por allí, se fueron desplazando hacia el medio del río.
Volví sobre mis pasos y llegué al lugar donde mi hermano aguardaba su oportunidad. En vista de que la hora de comer se aproximaba, Luis y yo nos fuimos a buscar unas empanadas y algo para beber.
A la salida del río le comenté que sería casualidad que mi hermano capturase el salmón mientras nosotros estábamos lejos, pero ahí se quedó el comentario.
La casualidad quiso que cuando volvíamos para el río, mi hermano nos llamase por teléfono. Supusimos que ya se estaba impacientando por la espera, ya que no llegamos a hablar con él.
Mientras descendíamos por una pista forestal hacia el río, divisamos a mi hermano con un salmón en la mano, a César (ribereño del lugar) y a otro pescador llamado Jose.
Me fastidió no poder grabar la captura, sin embargo me alegré por mi hermano, que repetía con el salmón (ENLACE). Paradójicamente, el año pasado tampoco pude acompañar a Dani, ya que me encontraba a miles de kilómetros jejeje.
El objetivo había sido conseguido, así que tocaba llevarlo a guiar, para poder transportarlo con todo en regla. 4,018 kilos de salmón, el cuarto de esta temporada en el Lérez.
Durante la comida, mi hermano, César y Jose, nos comentaron cómo había sido el lance.
El salmón tomó la quisquilla después de una buena pesentación, y una clavada certera, junto con una buena dosis de templanza, que hicieron el resto.
Mi hermano agradeció mucho los consejos de César, pues este pescador ya es veterano en esta modalidad de pesca. Sin esas indicaciones, quizás el desenlace hubiera sido otro.
La anécdota de la jornada se produjo durante la comida, ya que a escasos metros de donde nos encontrábamos, un jabalí decidió cruzar el río, ignorando nuestra presencia.
Estuve rápido con la cámara, para tomar algunas instantáneas. No es muy frecuente ver a un jabalí, por lo que presenciar esta escena se hace mucho más raro todavía.
Una anécdota que pasa a engrosar la enorme lista que ya tengo en mi haber, con animales salvajes como protagonistas.
Los demás pescadores seguían por allí, intentando conseguir sus respectivos trofeos. No había muchos salmones por las inmediaciones, aunque la esperanza es lo último que se pierde.
Por la tarde, Luis y yo estuvimos un rato más por el río, e incluso pasamos un buen rato charlando con unos pescadores de Carballo. Este es otro punto que me gusta de esta pesca en particular, ya que te permite conocer a gente de otros lugares de nuestra geografía.
Y así concluyó la jornada.
Mi hermano aún volvería a última hora de la tarde, para intentar capturar algún reo.
Aunque era consciente de que los grandes reos de este río no son nada fáciles de engañar.