Microrrelatos inolvidables
Isla desierta
El Tesoro
- ¿No ves allá delante?, el enemigo se eleva tan alto que roza el cielo
- Yo sólo veo molinos mi señor
- ¿Estás ciego? ¡Nos rodean para arrebatarnos nuestro tesoro!
- ¿Nuestro tesoro?
- No alces la voz y acércate que te cuento: anoche en la bodega, mientras nos explicaban las delicias del vino de la Mancha, no pude resistir la tentación y metí en el zurrón cuatro botellas. Y doy fe que este vino es espectacular, su color tiñe la vida de pasión, su aroma enamora locamente, su sabor afrutado es gloria para los sentidos y su frescura al entrar en contacto con el paladar te eleva al Paraíso…
- ¡Don Quijote! ¡Ahí veo una botella casi vacía! ¿y el resto?
- Calla Rocinante, digo Sancho Panza, si hay que morir será sedados con esta maravilla…
Vidas cruzadas
Cinco Señales de Humo
El jefe indio Pequeño Cuervo soñó una noche que las balas de los fusiles del Séptimo de Caballería se convertirían en nubes de granos de maíz. Lástima que sólo fuera un sueño.
-Valor nativo-
Oso Furioso fue un guerrero fornido y valeroso, temido por sus enemigos y el más admirado entre su tribu. Cuentan que ya anciano, tras haber superado mil y una batallas, en una escaramuza frente a los rostros pálidos una bala acertó en su corazón. Lejos de lamentarse, tuvo arrojo de gritar a la vez que empuñaba hacia el cielo su tomahawk: ¡Hoka hey, hoy es un buen día para morir!
-Alma equina-
Potro Veloz creció a la grupa de un caballo. Ya con cinco años tenía su propio pony y antes de cumplir los diez, galopaba por la pradera, sujetándose al caballo sólo con las rodillas. Y a los quince su alma relinchaba para asombro de su tribu.
-El joven y su flauta-
El joven “Siempre con flauta encima” nada más amanecer, salía corriendo de su tipi hacia la montaña. Quiénes le veían aseguraban que siempre portaba consigo una flauta, de ahí su nombre. Regresaba cuando el sol alcanzaba lo más alto del cielo. Y aunque en alguna ocasión le oyeron tocar, siempre decía que había estado hablando con la Madre Tierra.
-Tatankas-
Con la oreja derecha a ras de suelo, asintió. Ya llegan. Cuando el sol alcanzó la vertical del cielo, unos mil búfalos aparecieron en el horizonte. La partida de cazadores aguardó paciente el momento justo para emprender la emboscada. Minutos después comenzó una intensa persecución. Hakadad galopando a lomos de su caballo, se aproximó a uno de los búfalos rezagados y tensó la cuerda de su arco apuntando la flecha hacia su presa. Ésta siendo consciente de su inminente final, ladeó la cabeza y miró directamente a los ojos del cazador quien vio su alma reflejada en ellos. Tanto se asustó que sus dedos soltaron el arco cayendo al suelo. Desde entonces Hakadad supo que no volvería a cazar.
Desengaño
El truco final
Complicaciones
¿Venganza?
Micros criminales
La noche de Reyes
Del lejano Oriente llegó la fatal noticia de que este año los niños se quedarían sin regalos: los camellos de los Reyes habían enfermado y no había tiempo para buscarles sustitutos. Millones de niños se fueron a dormir tristes aquella noche. Todas sus ilusiones plasmadas en millones de cartas irían a la basura. Ni cuencos de leche, ni galletas, ni zapatos junto al árbol de Navidad. Este año nadie llegaría en medio de la noche. Sin embargo al despertar, millones de sonrisas brotaron de esos niños al ver mágicamente millones de juguetes esperándoles. Y en la lejanía, Artabán*, descanso más feliz que nunca.
*Artabán: es un personaje ficticio protagonista del cuento navideño The Other Wise Man (El otro rey mago), escrito en 1896 por Henry van Dyke (1852 – 1933), teólogo presbiteriano estadounidense. Cuenta el relato que Artabán era el cuarto Rey Mago que encaminó sus pasos hacia Occidente, siempre guiado por el fulgurante mapa celestial, en busca del niño Jesús.