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lunes, 22 de enero de 2007

Frío

Hoy hace más frío aunque no demasiado, no tanto como para que se te hiele el corazón, ni para que las manos duelan, eso pasa en Madrid y más al norte. Pero la vida es dura y para algunas criaturas más aún. Como para Koistinen, un hombre de mediana edad que trabaja en el puesto más solitario, de guardia de seguridad nocturno en un centro comercial. Lleva allí tres años y el otro tipo le hace decir su nombre siempre, para joderlo. Hay gente que es como si llevara escrito: "puedes insultarme bien a gusto". Él no sólo es un solitario, sino que la soledad lo rodea como una boa constrictor. En una ocasión se le acerca una mujer con rostro de víbora, él se cree en una historia de amor, y hace lo que todos hicimos alguna vez, invitarla al cine, luego a cenar y más tarde a la disco, en donde ponen música demoníaca. Ella le dice que podría enseñarle a bailar. Él en realidad gusta de la ópera, de la música de la radio, la TV está de adorno. Su habitáculo es bastante pequeño, pero es todo lo que necesita. La mujer resulta ser el peor bicho. Suele pasar. El mafioso dirige sus hilos, hasta conseguir la ruina de Koistinen, que pasará dos años en la cárcel, el frío allí es más intenso. Oh pobre de mí. Cuando sales de la cárcel no hay esperanza, sólo supervivencia. El mafioso vuelve a cruzarse en su camino, hasta terminar con las últimas gotas de su vida. Sólo hay una mujer y un perro, ella vende salchichas en la noche, el perro lo lleva un negro. Esto pasa en Helsinki, supuestamente en la Sociedad del Bienestar. Malditos nórdicos viejos acomodados.

jueves, 28 de diciembre de 2006

Lo que queda

La música grande dura más que el cine (...) Hecha de tiempo, la música traspasa intangible los años, salva a las imágenes de una segura decadencia.
(Antonio Muñoz Molina, Artes del tiempo, Scherzo nº 214, diciembre 2006, p. 3).

jueves, 21 de diciembre de 2006

Desencanto

El cine es un arte imperfecto. Mi entusiasmo de los años noventa se ha ido apagando poco a poco, y la verdad es que me duele, me siento un poco vacío. Hace ya un tiempo, unos cuantos años, que voy a la Filmoteca Española, en el cine Doré de Madrid (querida calle Santa Isabel), pero eso no ha conseguido que recupere la anterior fiebre por las películas. Yo creo que, como decía la canción, son cosas de la edad, me hago viejo demasiado pronto, y aquel fuego que necesitaba para el arte que es "casi como un sueño" se ha desvanecido. No por completo, por suerte, pero ahora sólo quedan los rescoldos. Cuando conté en El Perro Cansado el cierre de varios cines en Málaga, entre ellos mi querido cine Victoria, no sólo estaba constatando un hecho puntual, sino la muerte de un tiempo, mi tiempo, el de mi afición por las viejas películas extrañas, desde los tiempos del cine-club universitario. Ahí aprendí a amar este séptimo arte, sin caballerías ni espantos, un cine de imágenes y de pensamientos escurridizos, un cine caótico, como las novelas de Murakami, con esos personajes que no saben bien en qué lado se encuentran, como en las películas malditas de David Lynch, y me acuerdo de aquellos carteles hechos a la vieja usanza, que ponían en el Astoria, otro que ya no está. Murió algo más importante que una sala, falleció esa cosa que nos hacía palpitar, a los viejos y nuevos cinéfilos. Madrid es otra cosa, a la Filmoteca va todo quisque porque es barata la sesión, hay bonos de estudiantes, y adentro se está calentito en invierno. Todas las sesiones están llenas, ya echen una de Welles o un bodrio como Cielo líquido o alguna de SF insufrible, que también me he tragado por puro descuido o inercia.

¿Qué ha sucedido? ¿se cumple lo que dice Peter Greenaway, que el cine es un arte ya cadáver, que lo que empezó como revolucionario, ha devenido academia y de la peor clase, que el cine se limita a ilustrar novelas? Un poco es así. No es que uno guste de los experimentos del inglés, que es posible, lo que no se aguanta ya es la ficción, por eso últimamente me han conmovido sólo documentales, ya sean de Michael Moore, de la crisis argentina o esa joya que es El cielo gira. El documental, como la fotografía realmente sincera, la que no se rinde a la moda o a las manipulaciones políticas, no miente. Asaltar los cielos fue un punto de inflexión. El ciclo documental del Festival de Cine Español Málaga un lugar para reflexionar.

No puedo apenas ver películas que no sea en pantalla grande, por lo que cada vez veo menos (pero las que ví en TV, ¿adónde fueron a parar, que apenas las recuerdo ya, salvo algunas muy raras?). Hay películas que sólo tienen sentido contadas como están, con las imágenes así, sin ningún cambio. Hay todavía películas que me hacen pensar en el mundo, como Munich o El jardinero fiel, o la maravillosa Brokeback Mountain. Pero tengo el sentimiento de que llegará el día en que me quede sólo viendo esas joyas del pasado, en alguna colección, en DVD u otro formato nuevo que salga por entonces. No quiero terminar así, como uno de esos espectadores muertos que se refugian en el pasado, porque todo lo pasado parece brillante, porque el tiempo borró las aristas. Me gustaría seguir descubriendo nuevas maravillas, aunque es muy difícil, tal y como está el panorama de gastado. Frente al despliegue tecnológico, el cine que me sirve es cada vez más artesanal y simple. Frente a los videojuegos y el "cine en corto" de internet, lo que me mueve y me entusiasma es la defensa de la revolución por gente como Godard.



La música es lo que realmente me excita.

Si el cine fuera nuestra música para un momento, y luego morir...