A veces Lady piensa que en su
naturaleza ha macerado una extraña mezcla de viejos rastros de sensible
humanidad, una férrea fuerza de superación espiritual adquirida a través de los
siglos y una pizca indeleble de
demoníaca perversidad. Todo ello moldeado con los ancestrales valores de ética
y entereza que fue mamando desde pequeña y que sobrevivieron en su interior
pese a las grandes adversidades vividas.
Esa sobrehumana condición a la
que ha arribado sin proponérselo, colocándola un peldaño por encima de los
simples mortales, le ha hecho perder la certeza de saber qué tipo de entidad resulta
ser efectivamente a estas alturas y, por consiguiente, qué clase de destino le
aguarda.
Alguna vez leyó durante sus años
de instrucción con los grandes magos y sabios de la antigüedad, que el destino
de ángeles y demonios suele mezclarse con el de los humanos, llegando incluso a
reproducirse unos con otros, derivando de esa mixtura seres excepcionales,
particularmente complejos, que no responden a las leyes naturales de ninguna especie
sino que constituyen en sí mismos una nueva raza, según sea la característica
predominante.
Pese a no quererlo considerar,
alguna vez la idea de ser una criatura evolucionada a partir de una mezcla no
exclusivamente humana cruza por su cabeza. En momentos de mayor depresión e
incertidumbre ha llegado a suponer que una parte suya quizás sea efectivamente
demoníaca y que esa sea la razón por la que reconoce paladear con placer la
oportunidad de dejar aflorar sus impulsos más despiadados.
El hecho que sea la búsqueda de
justicia la razón por la que llega a desbordarse no la tranquiliza demasiado.
Admite que podría ser algo menos drástica a la hora de ajusticiar a los impíos, pero
después, concluye que es la propia bestialidad humana la que le genera tanta
ira desatada, por lo que despeja su mente de cuestionamientos vanos y al final
retorna, sin culpa ni dudas, a su acostumbrado rol de justiciera solitaria y
silenciosa.
Si es humana en mayor o menor medida, seguramente lo confirmará o desmentirá el propio destino llegado el
punto en que sea conveniente.