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miércoles, 15 de octubre de 2008

Naturalismo y Sobrenaturalismo

El naturalismo es la concepción del mundo que afirma que la realidad está constituida exclusivamente por entidades naturales, y que los procesos que ocurren son naturales y legales. Es decir, afirma que no existen espíritus (dioses, demonios o fantasmas), ni eventos tales como los milagros.
El sobrenaturalismo es, obviamente, la concepción opuesta. Afirma que existen entidades y procesos sobrenaturales, lo cual es compatible con la religión y un montón de creencias populares.
Puesto que naturalismo y sobrenaturalismo son concepciones del ser humano, existen dos grandes clases de individuos en lo que a la concepción del mundo respecta: naturalistas y sobrenaturalistas, y una tercera clase, la de aquellos que no toman partido por ninguna de las posturas citadas, porque simplemente no les interesa. Quien afirma “no creo en las brujas, pero que las hay, las hay”, o “creo en Dios pero no en el milagro de la concepción de su hijo” caen en esta categoría, (mas allá del carácter circunstancial o humorístico que puedan tener estas expresiones). No se detienen a pensar acerca de las incoherencias y contradicciones que estas afirmaciones implican si se toman seriamente. Simplemente no asumen una decisión acerca de estas cuestiones fundamentales acerca del Ser y el Devenir.
Caso distinto es el del naturalista genuino. Éste aspira a adoptar una profunda convicción filosófica acerca de cómo es y funciona el mundo. Toma una decisión. Lo mismo vale para el sobrenaturalista genuino.
Tanto para el naturalista como el sobrenaturalista, (genuinos), no existen medias tintas: se cree o no en la magia, se cree o no en espíritus, se cree o no en milagros, se cree o no, no se cree a medias.
Para el individuo naturalista, las preguntas nunca se agotan, y jamás se encuentran todas las respuestas, (o respuestas definitivas). El proceso de su cuestionamiento es, por así decirlo, infinito, no tiene retorno. Por eso tiene la capacidad de ampliar su conocimiento. Ante un hecho inexplicable, no afirma tener la razón, sino que exige que se busquen explicaciones naturales. Nunca renuncia a esperar que los procesos puedan explicarse en base a la postura ontológica que ha asumido. El naturalista es, por naturaleza, crítico, indagador y aferrado a la razón, y, por supuesto, valora el conocimiento obtenido científicamente.
El sobrenaturalista, si bien puede asociarse en algunos casos a individuos “cultos” y estudiosos, (caso de los teólogos), asume otra actitud. En cierto nivel del análisis de la realidad, renuncia a pensar, afirmando que la capacidad de la razón ha llegado a un límite y aceptando por tanto la existencia de entidades y/o procesos sobrenaturales, (como en el caso de las supuestas “curas milagrosas” o “milagros divinos”). Se sume en el irracionalismo, aún ante las más contundentes evidencias científicas o del sentido común que puedan refutar sus afirmaciones. Paradójicamente, y como lo muestra la historia, puede tratarse del individuo más instruido que podamos imaginarnos, o el que más enciclopedias haya leído, pero esto no cambia su condición: es un conformista intelectual. En efecto, ante lo incomprensible, se limita a afirmar que la razón humana es insuficiente para abordar el conocimiento de ciertos aspectos del ser y el devenir. Y de esto concluye que “hay que creer en algo sobrenatural”. No acepta el reto de esforzarse por intentar comprender el mundo objetivamente, de tratar de averiguar cómo y por qué ocurren las cosas.
Opino que el naturalismo supera al sobrenaturalismo, ¿en qué sentido? Paso a exponer al menos dos razones:
-a) La postura sobrenaturalista conduce a la decadencia intelectual y al irracionalismo. El sobrenaturalismo, siendo muchísimo mas antiguo que el naturalismo, no ha hecho más que frenar el avance del conocimiento humano. En particular, los dogmas religiosos históricamente censuraron el pensamiento crítico, (piénsese solo en Galileo, Kepler o Giordano Bruno). El sobrenaturalismo ha quedado reducido a la creencia ciega (la fe), a la domesticación de cerebros, a la persistencia de fantasías cada vez más difíciles de sostener a la luz de los conocimientos actuales, tal como la supuesta vida eterna, al conformismo de aceptar “misterios” inaccesibles a la razón. Ahora bien, ¿por qué persiste?, he aquí algunas posibles razones (que solo me limitaré a mencionarlas aunque merecen un análisis detallado):
- la aceptación de dogmas e inculcación de los mismos a través de generaciones, caso de las religiones.
- la ignorancia y especialmente el desconocimiento de los fundamentos filosóficos de la ciencia (y la técnica).
- la deficiencia educativa en lo que respecta a la promoción del pensamiento crítico, en oposición al pensamiento mágico y místico.
-b) El sobrenaturalismo, en cuanto cuerpo de ideas que puedan servir para algo, quedó rezagado respecto de la evolución de la cultura humana. En efecto, desde el punto de vista pragmático, no se conoce ningún logro práctico fundado en la creencia en espíritus, almas o fantasmas, ni ningún descubrimiento de alguna pauta de la naturaleza que nos permita dominarla (al menos parcialmente). Por el contrario, el naturalismo estimula y promueve el desarrollo de la Ciencia y la Tecnología, cuyos logros están a la vista.
Terminemos. He expuesto mi opinión. ¿Cuál es la suya amigo lector?
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Artículo escrito por Aldo G. Giuliani de Argatea.

martes, 14 de octubre de 2008

Los Eventos “Sobrenaturales” y su Explicación Natural

Existen muchos acontecimientos en la vida diaria de las personas que pueden resultar sorprendentes e incluso perturbadores; situaciones que aparentemente constituyen eventos sobrenaturales.
Ejemplos de esto son coincidencias asombrosas como: Encontrarse o recibir la llamada de alguna persona momentos después (pueden ser horas o días) de haber pensado en ella o soñado con ella; encajar perfectamente con lo que dice nuestro horóscopo; conocer a una persona especial con la que compartamos la misma fecha de cumpleaños, etc.
Aparentemente no hay explicación racional y natural ante estos eventos, pero en muchas ocasiones nos dejamos llevar por nuestro asombro inicial y hacemos a un lado (quizás inconscientemente o quizás porque pensamos que buscar una explicación natural al asunto le quitaría la gracia) nuestra capacidad de investigación y de pensamiento escéptico. Tan sólo utilizando estadísticas básicas nos daremos con que los eventos que nos parecen sobrenaturales son muy probables de ocurrir por medios naturales. Por ejemplo, el etólogo y biólogo evolucionista Richard Dawkins habla acerca de esto y muestra con ejemplos muy claros y más asombrosos aún que la misma explicación sobrenatural, en un capítulo de su libro Destejiendo el Arcoiris. En uno de sus ejemplos, calcula que en una habitación en la que entren 23 personas al azar, existe una probabilidad de más del 50% (51% para ser más exactos) de que al menos dos personas compartan la misma fecha de cumpleaños. Luego compara este ínfimo número con la población de Inglaterra, por ejemplo, que llega a algunos millones de personas, y muestra que es altamente probable encontrarse con personas que compartan nuestra fecha de cumpleaños. Y así para cada situación y evento de nuestra vida. Mientras más vivimos, más grande se vuelve el acervo de experiencias y, por lo tanto, más posibilidades tenemos de encontrarnos ante una situación aparentemente sobrenatural.
Y sumado a esto, puedo agregar que el ser humano tiende a buscar patrones donde no existe nada y tiende también a resaltar eventos cuya explicación no es tan aparente dentro de un conjunto de experiencias, para convertirlos y etiquetarlos como sobrenaturales.
De todos modos, más maravilla y más satisfacción existe en buscar este tipo de explicaciones naturales antes que apresurarnos a admitir el carácter sobrenatural de cualquier evento que nos pueda ocurrir. Y para ello tenemos una poderosa herramienta: la ciencia y el pensamiento escéptico.

miércoles, 23 de julio de 2008

El Mito del Alma Humana.


Si pensamos acerca de alguna cosa que consideramos real y razonable, y que hemos concebido desde que éramos tiernos infantes, una de las primeras cosas que mencionaríamos sería el alma humana.
Durante años nos hemos detenido al menos un momento a pensar qué es lo que mueve nuestro ser, lo que nos hace ser nosotros mismos, quedándonos muchas veces sin respuestas materialistas y naturales ante tal cuestionamiento. Producto de este asombro y desconcierto inicial, concluimos que nuestra alma o espíritu es lo que nos hace ser seres humanos individuales y únicos, lo que nos hace ser “nosotros mismos”.
Pues, en este artículo explicaré algunas falacias lógicas de esta forma de pensar y algunos argumentos que hacen ver que lo que llamamos alma es una serie de procesos biológicos netamente materiales y naturales, moldeados por el proceso evolutivo.
Primero que nada, debemos analizar la concepción de alma o espíritu, y para ello utilizaré la definición religiosa de ésta palabra que la R.A.E. nos muestra:

Alma: En algunas religiones y culturas, sustancia espiritual e inmortal de los seres humanos.”

Es decir, el alma se considera como una energía. Los problemas de esta afirmación o suposición, han sido explicados en parte en uno de mis artículos anteriores dividido en dos partes: La Imposibilidad de lo Sobrenatural I y La Imposibilidad de lo Sobrenatural II. ¿Pero qué otras implicancias tiene el concepto de alma? Normalmente se considera que los humanos somos los únicos seres vivos poseedores de alma (según lo que las religiones nos dicen). Si este fuera el caso, y realizáramos un simple análisis evolutivo, empezarían a surgir las contradicciones. Veamos cómo es que sucede esto haciendo una regresión en el tiempo geológico. Supongamos que nos remontamos un poco hacia atrás en el pasado hasta llegar a nuestro antecesor más próximo: alguna especie de homínido bípedo muy similar a nosotros en cuanto a sus características generales. Asumimos que este homínido tiene alma también. Ahora retrocedamos mucho más hasta llegar a nuestros antepasados cuadrúpedos; por ejemplo, los insectívoros primitivos. Entonces asumamos que éstos también tienen alma. Ahora llevemos esta regresión hasta límites en los que la posibilidad de un organismo con alma ya se haría más difícil según la concepción que de ésta se tiene. Retrocedamos hasta nuestros ancestros bacterianos. ¿Una bacteria podría tener alma?... Asumamos que sí por el momento. Ahora retrocedamos a los primeros replicadores orgánicos, los precursores del ARN y el ADN. El alma en estas moléculas ya se hace más incompatible desde todo punto de vista. Y si vamos más atrás aún, llegaremos al límite entre el nivel atómico y el molecular. Pues, la pregunta del millón en este punto volvería a ser la misma: ¿una molécula o un átomo pueden tener alma?
Después de este simplificado y breve análisis nos damos cuenta de que para que el ser humano tenga alma, necesariamente ésta tiene que haber sido heredada de sus ancestros, y éstos ancestros tienen que haberla heredado a partir de sus ancestros, y así hasta llegar al origen de la vida. Otra posibilidad sería que ésta alma haya aparecido y evolucionado junto a las demás estructuras biológicas. Si esto último fuera tomado como respuesta, entonces no cabría darle al alma la etiqueta de “divino”, sino de natural. Una última posibilidad sería que el mismo Dios nos da el alma al nacer, pero sería aún más contradictoria, porque tendríamos que analizar primero la existencia de Dios (cuestión que tiene tanta evidencia y lógica como la del alma misma, es decir, nula) y preguntarnos en qué momento de nuestro desarrollo se nos “instala” el alma. Pero el problema de cualquiera de estas explicaciones es que simplemente no hay evidencia alguna de ninguna entidad o energía llamada alma; nada que cumpla las características o se acerque a algo parecido. Por el contrario, la explicación natural y materialista de este fenómeno es mucho más asombrosa y lógica, además de existir numerosas evidencias y estudios que apuntan en ésta dirección.
La complejidad del cerebro humano es realmente elevada. Los sistemas nerviosos en el mundo biológico son extremadamente complejos y aún misteriosos hasta cierto punto. Pero hay una frase que resulta ser muy cierta:

Que no sepamos la explicación de algo, no significa que eso no tenga explicación; sí la hay, simplemente que no la sabemos aún”.

Hoy en día, se conoce bastante acerca del funcionamiento cerebral, de la evolución de la consciencia (distíngase de conciencia) y de las interacciones neuronales y las respuestas que éstas producen ante las diferentes situaciones a las que se ve sometido el individuo. Sin embargo, aún no se conoce todo, por lo que muchas cosas siguen pareciendo asombrosas, y aún son objeto de estudio. Pero, como dije antes, muchos hechos apuntan hacia una sola dirección: el “yo” como producto de millones de complejísimas reacciones producidas en el cerebro humano. Esta capacidad que tenemos de analizar nuestro mundo, autoanalizarnos y filosofar hasta de cuestiones que van más allá de la imaginación común, son lo que nos hace ser humanos. El “yo” construido gracias a estas complejas interrelaciones neuronales es algo quizás difícil de entender para muchos, pero también algo mucho más cimentado en pruebas y experimentos que cualquier otra hipótesis que trate de explicar este fenómeno.
Para muchos, es más fácil pensar en algo relativamente simple como el alma como único candidato para albergar lo que llamamos “yo”; lo que nos hace seres individuales y únicos. La simplificación y las respuestas inmediatas y fáciles son, en muchos casos, las mejores respuestas aceptadas por el común de los seres humanos, y no se trata de criticar a la humanidad en el sentido estricto y negativo de la palabra, sino de entender por qué sucede esto. Quizás este facilismo sea (o haya sido) una ventaja adaptativa, una adaptación darwiniana útil para nuestros antepasados y seleccionada con el paso del tiempo hasta difundirse por toda la población humana. Pero lo que nos hace diferentes, es el hecho de darnos cuenta de que somos más que nuestros genes; es decir, nuestros genes y nuestro comportamiento, evolucionados y modificados durante millones de años, tienen limitaciones como todo sistema natural. Así que depende de nuestra consciencia y nuestra capacidad de razonar y analizar, para desligarnos de éstos impedimentos y estrechez de miras en cuanto a la naturaleza de las cosas. Aplicar la navaja de Occam es válido en muchas ocasiones, pero evidentemente, no siempre lo será. En este caso, la explicación más sencilla, que es la afirmación de la existencia del alma, no es la correcta.
Y para concluir este tema, del que habrían muchas cosas que decir, resumo mis argumentos: Primero están la falta de lógica y de sentido de un alma que evolucione junto con las estructuras biológicas, cuestión de la cual se desprenden preguntas fundamentales como ¿de dónde proviene dicha alma? ¿de qué está conformada dicha alma? ¿dónde se ubica espacialmente el alma? ¿acaso está en cada célula, sólo en el cerebro, o va más allá de nuestro cuerpo material (a manera del famoso fenotipo extendido de Dawkins)? Todas estas preguntas son incontestables bajo el punto de vista científico, y menos desde el religioso y metafísico, ya que estas dos últimas formas de pensar ni siquiera consideran aspectos biológicos ni lógicos.
Como segundo punto está la imposibilidad de tal entidad bajo el punto de vista de la materia y la energía; si no pertenece ni a una ni a otra, ¿entonces qué es? Tendría que ser una sustancia ajena a este mundo natural, pero el problema de ello es que si tiene relación con nuestro cuerpo material y está ligado a él de algún modo, entonces bien podría ser factible estudiarla y medirla; sin embargo tal cosa no ha sucedido jamás ni hay atisbo de que suceda nunca, simplemente porque la sola serie de suposiciones caen en muchas contradicciones.
Y por último, la abrumadora evidencia que suponen los numerosos estudios científicos acerca del cerebro y del comportamiento humano, así como la evolución de este último y la aplicación de los conceptos de la integradora biología evolutiva en este tema.
Se podría decir que el alma existe sólo en las mentes humanas, tal como sucede con el concepto de Dios. A menos que a la complejidad material que genera constantemente el cerebro se le decida llamar alma (como término práctico, más que como concepto literal), no hay justificación alguna para suponer su existencia.

sábado, 17 de mayo de 2008

La Imposibilidad de lo Sobrenatural II

Continuando con el tema de los entes sobrenaturales, existe una profunda incongruencia entre el concepto de lo sobrenatural y las leyes naturales.
Se alega que muchas personas poseen el don de ver fantasmas y otros entes sobrenaturales o divinos, que viene a ser lo mismo.
Pero, ¿cómo es que algunos pueden verlos y otros no? A primera impresión podríamos pensar que algunas de estas personas poseen una mayor sensibilidad a estos fenómenos. Pero, por lo expuesto con anterioridad (en la parte I), no cabe tal posibilidad. Y ahora explicaré por qué razón no es factible.
Volvamos a suponer que estos entes constituyen algún tipo de energía (o materia, quizás). Para que una persona cualquiera pueda verlos, la luz proveniente del Sol o de alguna fuente artificial, debe incidir en dicho ente y reflejar parte del espectro lumínico, de lo contrario, no habría forma de poder verlo.
Pero la pregunta del millón surge aquí: Si la luz incide en dicho ente, llega a nuestra retina, el estímulo a nuestro cerebro, y creamos una imagen, entonces ¿por qué razón sólo algunas personas podrían ser capaces de verlos? ¿Acaso la luz no nos llega por igual a todos los seres humanos? De todas maneras, existen diferencias entre una persona y otra en el grado de captación de la luz. Pero dichas diferencias no son lo suficientemente marcadas entre dos personas normales (es decir, libres de patologías visuales) como para que una sea capaz de ver algo y la otra no.
Lo mismo sucede con los sonidos supuestamente emitidos por entidades sobrenaturales.
Si un cuerpo emite sonidos es mediante ondas acústicas, las cuales van desde las frecuencias muy bajas, hasta las frecuencias muy altas. Los seres humanos percibimos un rango estrecho intermedio. En toda la historia de la ciencia no se han registrado casos de personas que sean capaces de percibir frecuencias muy altas o muy bajas, es decir, las diferencias entre todos los seres humanos no son lo suficientemente significativas como para poder aducir que algunas personas pueden escuchar estos sonidos “sobrenaturales” y otras no.
Por estas dos razones, es evidente que lo sobrenatural no existe. Dicho término es contradictorio en sí mismo y refleja sólo una abstracción concebida por la mente humana.
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