Nunchacos un relato de Felipe Zapico, iluminado por Cisco Bellabestia para Vinalia Trippers Spanish Quinqui. El fanzine se puede conseguir por aquí.
Nunchacos.
Felipe
Zapico Alonso
El día que
Pulgarcito salió cantando en Pop-Grama el tema de Qué demasiao, dedicado a El
Jaro, recuerdo que me impactó tanto que antes de salir de casa pillé un
destornillador de los gordos y me lo metí en el forro de la cazadora.
La noche
empezaba entonces a eso de las siete de la tarde por el Húmedo entre bares de
toda la vida y los modernos, El Rosales y El Cafetín.
Tomando birras y
más birras y esquivando alguno de los canutos que se fumaban a la americana,
fuimos dando tumbos hasta que las pelas empezaron a decaer. Las posturas de
hachís no llegaban ni a china chicharrera.
Hernán se sacó
los nunchacos que llevaba en la espalda, metidos entre el pantalón y la
cazadora, y realizó su exhibición, dándose dos buenas hostias en la
cabeza.
Quedábamos ya
cuatro apoyados contra una pared sin saber si silbar o dar patadas a un bote y
de pronto saqué el destornillador y les dije: “¿Sabéis para que es esto? Esto
abre todos los triángulos de los coches.”
Un golpe seco en
el plástico amarillo del destornillador y ya estaba el triángulo de la
ventanilla delantera desencajado. Girarlo rápidamente y quitar el seguro. Abrir
las puertas y subir los colegas. Un volantazo fuerte y el clausor a la mierda,
tirar de los cables por atrás y allí estaban todos esperando la descarga
eléctrica.
Rojo con
amarillo y motor en marcha, luces y a toda hostia por la avenida.
Los 1430 siempre
fueron como un trueno, pena de no haber encontrado un F1 por ningún lado.
Los 1430
torpedean que dan gusto al reducir a toda hostia y chirrían las ruedas en las
curvas.
Un, dos, tres, a
toda hostia, risas de chavales en el interior, un, dos, tres, peligro, peligro
en el exterior.
“¡A la
gasolinera de La Copona, venga, dale, dale!” En la gasolinera de la Copona
están los picoletos tomando algo, será la patrulla del amanecer. Freno de mano,
trompo, inestabilidad, izquierda, derecha, fuertes cabeceos. A todo gas, para
abajo, corre, corre que te van a echar el guante.
“¡Por el camino,
por el camino!”, grita uno a mi lado. Allá me voy, a todo gas, ¡zas!, ramas, ¡zas!,
barro, se me va el coche y caemos a una reguera, donde queda el coche varado. Salimos
como podemos y corremos, corremos, mientras nos reímos, nos descojonamos de la
risa, corremos no sabemos por dónde y mucho menos hacia dónde.
Clarea el día y
entramos en la ciudad. En la churrería París el churrero y la churrera están en
plena discusión, con lanzamiento de objetos incluidos.
Mañana será otro
día. Otro más.