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martes, 21 de junio de 2011

FELIZ DÍA, PEDRO

Este es Pedro Marto repartiendo boletos entre los visitantes del museo el último domingo, Día del Padre.


Pedro tiene una hija, Rosa Estela, a quien por esas cosas de la vida conoció recién de grande. Es una historia larga, difícil, que Pedro decidió compartir con nosotros un día, y que juntos transformamos en una de las escenas de Marto Concejal, el “documental en vivo” en el que cuenta su vida.

Durante todo el tiempo que estuvieron separados, Pedro buscó a Rosa Estela en el rostro de cada chica que se cruzaba por la calle. “Cualquiera podía ser”. Para facilitarse esa tarea imposible, un día se fabricó un identikit. Razonó que esa hija a quien casi no había visto debía parecerse a él y la dibujó, tal como la imaginaba, mirándose a sí mismo al espejo.

Cuando Pedro dio finalmente con el paradero de Rosa Estela -ella vivía en el sur, en un pueblo de la cordillera-, le mandó una carta junto con el retrato soñado. Y desde el sur llegó una noche la llamada que le cambió a Pedro la cara y un poco la vida. “Pero vos, papá, ya me conocías -dice él que escuchó por teléfono esa noche- porque me sacaste igualita.”

Durante cada función de Marto Concejal, la obra que realizamos entre 2007 y 2008, Pedro contaba esta historia mientras con una birome reproducía las líneas de ese dibujo profético sobre una hoja A4 de 80 gramos que unos minutos antes habíamos tenido el cuidado de robarnos de alguna de las oficinas del museo, y que al cabo de la obra quedaba pegada a la vista del público en una de las paredes de la sala. Esas hojas se fueron juntando, con el paso de las semanas, una sobre otra. Hasta que una mañana mirándolas todas juntas nos dimos cuenta, perplejos, que ningún dibujo era exáctamente igual al otro, que Pedro se acordaba de su hija y de esta historia siempre distinto.

Fue entonces que se nos ocurrió lo que no terminamos de hacer hasta este domingo: meter todos esos dibujos en la compu y hacer con ellos una secuencia de video. Un dibujo animado brevísimo en el que, si se quiere, aquello que se anima no es tanto el rostro de Rosa Estela como la serie de movimientos que la memoria de Pedro ejectua en el intento de fijar la imagen de su hija. Así que feliz día también para vos, Pedro. Este fue nuestro reporte de fin de semana desde Ferrowhite (museo taller). Cambio y fuera.

jueves, 18 de noviembre de 2010

DESPUES DEL SANTO, ESTE DEMONIO



Este domingo, a las 20 hs., luego de la procesión de San Silverio, en Ferrowhite presentamos "Flying fish", teatro documental y ahora también libro de viajes. Todos invitados.

domingo, 5 de septiembre de 2010

LA VUELTA AL MUNDO


El sábado pasado se presentó en Ferrowhite Flying Fish, Los viajes de Roberto Orzali. Pese a la lluvia, nadie quería perderse al Chapa relatando sus aventuras alrededor del globo terráqueo. Para ayudarlo a levar anclas, aligerar amarras y enderezar la proa estuvieron, entre muchos otros, Luis Leiva, Juan Vitale, Norberto Pertino, Ismael Allende, José Neira, Roberto Rodríguez, Raúl Canales y Enrique Crocetti.

Algunos, marinos mercantes como Roberto; todos, compartieron horas de trabajo en el viejo muelle, en el dragado del puerto, en las bodegas de algún buque o en los tanques de YPF.

En la noche del sábado se repuso en escena, un fragmento de un mundo del trabajo que ya no existe: hoy el tiempo de espera de los buques contenedores, en cualquier puerto del mundo, se cotiza muy alto, por eso, los marineros pasan menos tiempo en tierra. Y en un mundo que tiende a homogeneizar ciertos espacios, al punto de volverlos aburridamente previsibles, los viajes comerciales de “carga general” (trigo, chatarra, naranjas, azúcar) de Roberto implicaban no sólo otros ritmos de trabajo y de descanso, sino que, en cada muelle, lo esperaba una aventura única.

De allí que cada una de ellas tenga su propia banda de sonido. Así se suceden Frank Sinatra, Tom Jones, Santana, Carlitos Gardel, Tony Benet, entre muchos otros.

De Ingeniero White a Ciudad del Cabo, De las islas Filipinas a Japón y del Canal de Panamá a Boston. En la voz de Roberto Orzali dimos la vuelta al mundo en una noche de garúa.

jueves, 26 de agosto de 2010

EL PEZ VOLADOR



Flying Fish. La vuelta al mundo con Roberto Orzali.
Archivo White 2010.
Sábado 28 de agosto, 20:00 hs, en Ferrowhite, Juan B. Justo 3885, Ingeniero White.

miércoles, 14 de abril de 2010

TEATRO DE ALTURA



Este sábado, a las 20 hs., vuelve a escena en Ferrowhite "Con tormenta se duerme mejor", obra de teatro documental, protagonizada por Marcelo Bustos, trabajador de un buque de pesca de altura, con dirección de Natalia Martirena y la producción del equipo del museo. Todos invitados.

miércoles, 18 de noviembre de 2009

UN BUQUE FACTORIA EN EL MUSEO TALLER

 

Un buque factoría.

Una cinta sin fin en la bodega-frigorífico encendida las 24 horas.

Sierras y cuchillos.

12 horas de trabajo por seis de sueño.

Mareas de dos meses.

Marcelo Bustos, marinero-cortador de pescado, vecino del Bulevar, 22 años, protagonista de la obra de teatro documental "Con tormenta se duerme mejor", que se estrena este sábado 21 de noviembre a las 20.30 hs en Ferrowhite.

Un texto y un video (imperdible) de Nicolás Testoni sobre todo esto en ARCHIVO WHITE



jueves, 6 de agosto de 2009

PALABRAS CRUZADAS (Y EN EL MUSEO TALLER EL TRABAJO NO SE DETIENE)



Otra instancia del debate, en Un documental en vivo.
Mientras tanto, en el museo taller, el trabajo no se detiene.

martes, 21 de julio de 2009

OH, BAJA EL DEDO DIDACTICO!

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En un artículo publicado hace poco más de una semana en la revista virtual Planta, Lucía Bianco y Luciano Campetella evalúan tres experiencias culturales en comunidades del sur de la provincia de Buenos Aires. Entre ellas se encuentra Archivo White, el proyecto de teatro documental que desarrollamos en el museo.

Dado que discutir en detalle el texto de Lucía y Luciano excede las dimensiones habituales de un post, preparamos una página especial con nuestras notas de lectura, a la que se puede acceder haciendo click acá.
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viernes, 12 de junio de 2009

miércoles, 10 de junio de 2009

ARCHIVO CABALLERO


Ferroviario del Galpón del Locomotoras Ingeniero White, dj y locutor en la pileta del Club Comercial, Pedro Caballero arma los artefactos de su patio en escena, lista el nombre de presidentes y ministros del ‘55 para acá, y traza, con tuercas y bulones de nuestro depósito, el mapa de su infancia en Puerto Galván. Todo bajo la mirada atenta de Natalia Martirena.

Lo que sigue es un fragmento de "El éxodo inmóvil", texto de Marcelo Díaz publicado en el último número de la revista "Otra parte".

Sobre el final de Archivo Caballero, segunda obra del proyecto Archivo White, Pedro Caballero reconstruye en escena parte de su patio: sobre un pie de ventilador (tres patas con rueditas) acomoda una cubierta de automóvil, luego un caño de ventilación de aproximadamente metro y medio sobre el que calza un fierro oxidado en cruz; en cada brazo de la cruz coloca un par de tapas de cacerolas, una azul, una verde oscura, y en el extremo superior una lata blanca con un estampado de pequeñas manzanitas rojas, rematadas con un casco de seguridad industrial y un gorro azul para protegerse de la lluvia. El artefacto parece de lejos una señal ferroviaria, o, según se lo mire, una especie de autómata. Pero los contornos antropomorfos del objeto se desvanecen cuando Caballero agrega al conjunto un viejo monitor de computadora, que no se apoya sobre su soporte, sino que lo hace sobre la pantalla, que da directamente contra el piso. Luego coloca sobre el monitor un cubre llanta plateado de Fiat Siena y hace salir de uno de los costados una gruesa manguera de aspiradora que se conecta al pie del ventilador y viene a establecer un extraño circuito por el que habría de circular no sabemos bien qué.


En medio de esta instalación Pedro Caballero se sienta sobre una silla también intervenida (el respaldo se encuentra cubierto por un saquito de mujer de lana azul con motivos blancos en puños y bolsillos), y dice: - Todas las tardes me siento a leer algún tomo de la Historia de la Segunda Guerra Mundial, o repaso en mi memoria todos los presidentes argentinos y sus ministros… me siento entre los adornos. Los adornos son Artefactos. Y la definición que se nos da de artefacto es, más o menos: - artefactos que hago yo, en el patio, y me acompañan. Acabamos de asistir al montaje de uno.

Pedro Caballero, jubilado ferroviario, vive en un par de casillas de chapa y madera de las antiguas colonias ferroviarias de Ingeniero White. Su verdadero hábitat, sin embargo, es su patio, que recuerda de algún modo el Merzbau de Kurt Schwitters. A la manera del Merzbau, el patio es una suerte de ensamblado en expansión que, como un organismo, crece desde el interior de la manzana hacia la calle, y llega a reproducirse en Ferrowhite. A golpe de vista es un depósito de chatarra, sin embargo, si se lo mira con detenimiento se descubre que la promesa de un orden vincula a los objetos. Por algún motivo que se nos escapa y a la vez nos interpela, es evidente que el lugar de la cubierta es sobre la pata de ventilador, y el de la tapa de llanta de Fiat Siena sobre el monitor boca abajo, aún cuando la tapa insista en deslizarse una y otra vez interrumpiendo la obra. La instalación es precaria e inestable. Como las performances de los intérpretes del proyecto Archivo White de teatro documental, se encuentra bajo permanente amenaza: la posibilidad del error está presente de principio a fin, es un elemento de tensión continua.

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El próximo sábado 13 de junio, a las 19 hs., se realizará en el museo una nueva función de “Archivo Caballero”, segunda obra del proyecto de teatro documental “Archivo White”, en el que trabajadores del ferrocarril y el puerto llevan sus vidas a escena.

jueves, 11 de diciembre de 2008

UN DOCUMENTAL EN VIVO EN EL MUSEO TALLER

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Como si fuera una locomotora que acabamos de alistar, ya tenemos preparada esta nueva obra de teatro documental.

La bomba de vacío de la locomotora Baldwin Lima Hamilton recuperada.
Los objetos y los artefactos de Pedro Caballero.
Las herramientas que comparte con sus compañeros del galpón de máquinas, Hugo Llera, Manuel Montes y Pietro Morelli.
La experiencia de hacer "documentales" en vivo de Natalia Martirena, Marcelo Díaz y Vivi Tellas, que son quienes dirigen esta obra.
La presencia constante del director de este museo-taller, Reynaldo Merlino, y de todo el equipo de Ferrowhite.

viernes, 27 de julio de 2007

ARCHIVO WHITE 07

Archivo White es un proyecto experimental de hibridación (de cruce, de interrelación) de arte y documento. Se inició en 2006 con Nadie se despide en White, muestra del taller de teatro documental que coordinó la directora teatral Vivi Tellas y que contó con la participación de Jorge Habib, Natalia Martirena, Rodrigo Leiva, Miguel Mendiondo, Raúl Lázaro y Alexis Mondelo, quienes trabajaron con vecinos de Ingeniero White y Bulevar para llevar sus vidas a escena. Así, el 16 de Diciembre de 2006 vimos a Atilio Miglianelli y Luis Firpo, Juan Califano y Rita Aversano, Pedro Marto, Sarita Capelletti, Osvaldo Ceci, Mario Mendiondo, Pietro Morelli y Pedro Caballero, y a los bomberos voluntarios de Ingeniero White, como intérpretes de sus propias biografías en un evento multitudinario.

En julio retomamos el proyecto, profundizando en la propuesta de trabajo interdisciplinario. Pedro Marto, quien fuera estibador, mozo, candidato a concejal, alguero, campeón de tango, extra en una película de Armando Bo, ayudante en un circo, presidente de la sociedad de fomento de Saladero, entre otras muchas actividades, ensaya bajo la dirección de Natalia Martirena, con la colaboración de Alexis Mondelo y Diego Enrique, y el aporte del equipo de Ferrowhite. Paralelamente, comienza a tomar forma el Museo Pedro Marto, primero de una serie de Museos Personales que se incorporan al proyecto Archivo White. Más información de Archivo White en http://www.undocumentalenvivo.blogspot.com/

Pedro Marto con su pañuelo bataraz, como en las épocas en que trabajaba como estibador en el puerto

domingo, 4 de marzo de 2007

EN INGENIERO WHITE HAY CIENTOS DE MUSEOS FERROVIARIOS (II)

Mario Mendiondo y Osvaldo Ceci en un ensayo de "Nadie se despide en White"

Durante los ensayos de "Nadie se despide en White", Osvaldo Ceci, Mario Mendiondo, Pietro Morelli y Pedro Caballero se refieren al ferrocarril como a una “familia”. Hay algo que llama la atención en el uso repetido de esa expresión, algo que tal vez tenga que ver con la manera de estos ferroviarios de “negociar y articular la relación con el pasado” a la que alude Marcelo citando a Huyssen.

La imagen de la "familia ferroviaria" evoca el vínculo de solidaridad que unía a estos hombres en el trabajo pero también las disputas gestadas a lo largo de una historia difícil. Si en Ingeniero White "hay cientos de museos de historia ferroviaria", existen, por otra parte, tantos ferroviarios como versiones, en muchos casos irreconciliables, de esa historia. Al escucharlos, uno empieza a sospechar que en el pasado ferroviario los paraísos perdidos no existen. Hubo, sin duda, épocas mejores, pero ninguna al margen de complejos conflictos que apenas si empezamos a entender. Luchas que enfrentaron a los obreros del riel con los "capitalistas" o con el Estado patrón, pero también, y esto es más difícil de poner sobre la mesa, a los propios trabajadores entre sí. La privatización, tal como se ejecutó en la década del noventa, no cayó del cielo, no tuvo solo que ver con cuestiones macroeconómicas o con decisiones tomadas en las "altas esferas de la política". Sin igualar responsabilidades, algo pasó adentro de la familia ferroviaria para que las cosas terminarán resultando así. 


Dicho esto, si los sobrevivientes de esta estirpe no se conforman sólo con lo que tienen para contar, si se las arreglan, además, para improvisar archivos y museos en roperos y galpones, quizás sea porque, a pesar de los desacuerdos, la mayoría de ellos comparte la percepción nítida de que lo que sigue a la privatización y al desguace es un acto final de aniquilación histórica de la que no sólo ellos, si no todos, somos víctimas. Eso, además de las ganas de pasarla bien, los junta en este lugar.

martes, 20 de febrero de 2007

EN INGENIERO WHITE HAY CIENTOS DE MUSEOS FERROVIARIOS

Ana Miravalles, Marcelo Díaz, Nicolás Testoni



Ferrowhite es un museo que aloja herramientas y útiles recuperados tras la privatización y el desguace de los ferrocarriles en Ingeniero White, Bahía Blanca y su región. Estas piezas, provenientes de distintos talleres y dependencias, conforman una suerte de rompecabezas. Saber cómo y para qué se utilizaban esas herramientas, de qué modo se organizaba el trabajo en el que se empleaban, y por sobre todo, quiénes las utilizaban, depende en gran medida del relato de los propios trabajadores ferroviarios. De allí que una de las actividades básicas del museo sea la realización de entrevistas. Lo que en esas entrevistas aparece, sin embargo, es mucho más que información técnica. Cada voz testimonia una experiencia y va tramando con las otras una compleja red de identidad y disenso, de solidaridades y conflictos. Esa red, podría pensarse, es el retrato vivo que una comunidad hace de sí misma. Hoy, sin embargo, tal comunidad ha dejado de ser un dato, algo que podamos dar por descontado. La reducción del ferrocarril a la medida de los intereses de sus concesionarios privados es una de las principales razones históricas por la que el sentido del término “comunidad ferroviaria” se haya vuelto también una suerte de rompecabezas. Por eso la otra actividad básica y continua del museo es la puesta en circulación de estos testimonios a partir de su cruce con múltiples soportes y lenguajes: cuadernos, volantes, videos, muestras, performances, instalaciones y, últimamente, obras de teatro intentan la apertura de un espacio de aparición de relatos colectivos que permita descubrir, tras las palabras, o por las palabras, un espacio para la acción común.

Una memoria colectiva sería en principio plural. No solo en cuanto a sus contenidos -todos los ferroviarios cuentan historias distintas-, o a sus formas -hay historias que todos cuentan, pero nadie las cuenta igual-, también en términos de los recursos y procedimientos que se ponen en práctica: en Ingeniero White hay cientos de museos ferroviarios. Osvaldo Ceci tiene uno, debajo de su cama. De allí salen cajas con capertas repletas de volantes, boletines y cartas de reclamo acumulados durante más de treinta años de militancia partidaria y sindical. Y allí acude Osvaldo, que era jefe en el galpón de locomotoras de Ingeniero White, cuando tiene que explicarnos el Plan Larkin, las huelgas del ’58 y el ’61. Una sola frase, en su voz potente, vuelve todos esos papeles documentos de candente actualidad: “Aún no está escrito que no se pueda ganar”.

El museo de Mario Mendiondo, soldador, está en otra parte. Todos los domingos después de almorzar, Mario sale de su casa y recorre 20 cuadras a pie hasta llegar al cementerio. Allí visita, puntual, las tumbas de sus amigos y conocidos ferroviarios. Son más de doscientas. La historia del ferrocarril que Mario cuenta varía con el itinerario elegido. Lo que importa, dice, es el propio movimiento, mantener ágiles las piernas y la cabeza. Su museo no es el cementerio sino esa costumbre de recorrer recordando.

El museo de Pietro Morelli, carpintero del galpón, comienza (o termina) con una placa radiográfica: “este es mi corazón”, y continúa con los pedazos de durmiente de quebracho y viraró que conserva en el taller de su casa. La radiografía registra el esfuerzo tremendo de trabajar con esas maderas cuando en el galpón no había sierras eléctricas, y todo tenía que hacerse a serrucho. Aunque el recorrido por el museo Morelli incluye también la madera de una guitarra de sonido dulce -“Yo quise ser carpintero porque quería hacerme una guitarra”-, la de Pietro no es la historia de un cantante frustrado, es la de quien siguió cantando después de que el bocinazo de una locomotora Baldwin le destrozara un tímpano. Los objetos que Pietro guarda están ahí para recordarnos que sin haber sido jamás escrita, esa historia se encuentra ya, en cierta manera, grabada en su cuerpo. Cada memoria supone un modo de conservar o recuperar el pasado y un modo de utilizarlo, de actualizar ese pasado en el presente. La posibilidad de lo común estaría en ligar, no de una sino de mil maneras, el pasado al presente y el futuro.

“3951 Jilguero, 3961 Mirlo, 3952 Tordo, 3962 Cóndor, 3953 Churrinche, 3963 Águila, 3954 Chajá, 3964 Flamenco, 3955 Chorlito, 3965 Martineta, la 3956 Ruiseñor, 3966 Cardenal, 3957 Charrúa, 3967 Calandria, 3958 Picaflor, 3968 Gaviota, 3959 Golondrina 3969 Zorzal, 3960 Ñandú , 3970 Garza.”

Lo anterior no es la cita de un poema experimental, es una lista de nombres de locomotoras a vapor en la voz de Pedro Caballero, ferroviario de memoria prodigiosa. Pedro llega al museo en bicicleta, dona las más variadas revistas, innumerables herramientas del galpón que ha guardado muchos años en el patio de su casa, y habla con nosotros. Horas y horas. Pedro no sólo recita los nombres de las “vaporeras” que dejaron de circular en los ‘70, también el de los ministros desde el primer gobierno de Perón hasta el presente, el de los intendentes de Bahía Blanca desde el ‘45 hasta el presente, y el de los compañeros fallecidos en los últimos años tanto del galpón de locomotoras como del taller Maldonado (“...todos los que se murieron, los voy llevando en un cuadernito”). Pedro cultiva un proliferante “lirismo de archivo” (suponiendo que algo así pueda existir), un placer por enhebrar palabras y objetos en catálogos orales ritmados (¿alguien recuerda el recuento de las naves aqueas en la Ilíada?). Todos admiramos su memoria y su velocidad para engarzar un nombre tras otro sin aparente esfuerzo. A Pedro lo apasiona la historia, y lo demuestra de ese modo, espectacularmente, agregando como en una coda: yo me acuerdo de todo, y hasta él mismo se asombra al decirlo. Pero la memoria de Pedro Caballero luce, más que en esos listados (que si por un lado ordenan y conservan datos, por el otro borran particularidades) en el fechado preciso de acontecimientos de todo tipo (práctica más extravagante, y en principio, inútil).

La costumbre de Pedro de recordar con precisión y no dejar detalle fuera tiene, al parecer, dos movimientos: comienza por fechar lo extraordinario (el choque de una locomotora con un auto que traía dos ministros, día y hora exactos) y continúa en el deseo de volver extraordinario todo lo que fecha (la última vez que viajó a Buenos Aires hace un mes, hora exacta de partida y llegada, temperatura y cantidad aproximada de kilómetros recorridos a pie desde Constitución hasta el Monumental de Nuñez). Desde su pasión desbordante por la historia, alimentada por revistas semanales y enciclopedias, Pedro desemboca en la poesía. Y esa pretensión que parece inocente (recordar todo, y para hacerlo, singularizar todo) es profundamente subversiva, es la voz del que no deja que la historia se vuelva una sucesión de acontecimientos que se encadenan “naturalmente”. ¿Quién es capaz de acarrear cuatro tornillos y una llave inglesa de fabricación industrial y donarlos al museo diciendo “esto es histórico”? Pedro Caballero ¿A quién le importa que no se olvide el nombre de todos los ferroviarios que trabajaron en el galpón de locomotoras? a Pedro Caballero. Porque el reverso de las series que se recitan es la extrema precisión que singulariza. En vez de mil doscientos ferroviarios: Aliaga, Alonso, Marcaccio, Samataro, y así... No es que la memoria de Pedro trabaje desde el absurdo, todo lo contrario, se apoya en algo semejante a lo que Duchamp consideraba lo “infradelgado”, que es aquello que en un mundo que masifica y produce objetos en serie hace de cada cosa algo único e irrepetible. Lo “infradelgado” no es un atributo de las cosas aisladas, es producto de una relación. ¿Y no es acaso necesario contemplar miles de razones económicas, tecnológicas, políticas, climáticas, psicológicas, azarosas, etc, para que se produzca ese acontecimiento único que es su llegada a Buenos Aires y su caminata hasta la cancha de River? ¿No es eso algo digno de asombro? Pedro recorre el ruido de la historia, lo que ya no se escucha, y de ahí trae objetos, nombres, historias. Por eso no debería sorprender que tras el vozarrón épico de Osvaldo Ceci repasando treinta años de lucha ferroviaria, asome la voz de Pedro Caballero contando la vez que en el andén lleno de ferroviarios un gorrión se paró en la cabeza del legendario Samataro, y todos se quedaron un instante inmóviles y en silencio, “a las dos de la tarde”. Tras el haiku ferroviario, el dato preciso. Porque lo que el acontecimiento tiene de irrepetible e irreductible al sentido, también lo tiene de datable: no fue a la mañana, no fue a la noche, no fue en el campo; fue en el andén, a las dos de la tarde, el momento exacto en que tantas variables confluyeron para que suceda lo extraordinario, lo que no estaba en los planes de nadie, y un gorrión suspendiera el movimiento del mundo. Y así como un gorrión pudo parar la respiración de tantos ferroviarios en un andén (ahora imaginamos que es la voz de Ceci la que retoma el relato), también unos cuantos miles de ferroviarios y sus familias, perseguidos, reprimidos y encarcelados por el ejército, pero organizados, pudieron parar el país, y el plan Larkin, y los deseos del Banco Mundial, y del gobierno de los Estados Unidos. Y eso tampoco estaba en los planes de nadie.


Nota
Osvaldo Ceci, Mario Mendiondo, Pietro Morelli y Pedro Caballero trabajaron en el galpón de locomotoras de Ingeniero White. Juntos conformaron uno de los elencos de “Nadie se despide en White”, experiencia realizada en el museo en diciembre de 2006. “Nadie se despide en White” fue “un documental en vivo”, en el que vecinos repartidos por el predio de la ex usina General San Martín, contaron al público sus historias, bajo la coordinación de la dramaturga Vivi Tellas y un grupo de directores teatrales. Este texto retoma algunas de las entradas al blog en el que se narra esta experiencia www.undocumentalenvivo.blogspot.com