A lo largo de nuestra vida, van surgiendo oportunidades de asistir a eventos y acontecimientos relacionados con nuestras aficiones. Visitas a exposiciones, jornadas o convenciones que nos permiten aprender y compartir nuestras experiencias con otras personas. Muchos de estos sucesos son cíclicos, es decir, se celebran cada año; y si nos gustan acudimos al siguiente y nos convertimos en habituales.
Aunque esto es lo que a todos los que asistimos a JESTA nos sucede, yo
quisiera lanzar una reflexión añadida; y es el valor del presente. Cuando he
vuelto este año (mi segundo año) de Quart, tras pasar unos días inolvidables,
lo hago con la sensación de que soy un privilegiado por estar disfrutando de
unas jornadas que yo creo que son efímeras. Y lo digo en el mejor sentido de la
palabra. Efímeras en el sentido de que todo cambia ya que, como ellos mismos
decían en la entrevista de Días de Juego, organizar algo tan masivo requiere un
gran nivel de compromiso y sacrificio, una capacidad de trabajo enorme. Y esto
pasa factura. En algún momento, sea por agotamiento o por el relevo
generacional lógico, estas personas que hoy organizan JESTA le darán el relevo
a otras. Y aunque todo es posible,
porque cantera la hay más que suficiente (sólo hay que fijarse en la cantidad
de voluntarios que colaboran) yo dudo que se pueda reunir un equipo
organizativo mejor que el que encabeza Miguel Ángel Pedrajas. Y por eso creo
que la actual JESTA es como un perfecto y frágil universo de duración limitada
y pienso en ella como algo que debe disfrutarse ahora, que es perfecto, antes
de que algo cambie. Me da miedo tratar de calcular cuánto tiempo puede durar la
perfección, la absoluta brillantez del trabajo que realizan día a día, minuto a
minuto. Quisiera dar nombres, pero me dejaría otros y sería injusto simplemente
olvidar mencionar una sola de las personas que, con su impresionante nivel de
compromiso, convierten tres magníficos edificios municipales en un hogar para
jugones y un paraíso para autores y creadores. Porque en JESTA, no importa lo
grande: Importa lo pequeño. El "¿qué tal estáis pasándolo?" sincero
que te preguntan con insistencia, el donnuts que te ofrecen al verte recién
salido de la cama, como por casualidad. La conversación de 5 minutos mientras
vigilan, atentos, la sala que atienden. La llave que siempre está disponible.
La manta para que no pases frío, que te traen a oscuras. El trabajo invisible de recogerlo todo cuando nos vamos.
Tu nombre en un cartel, la fotografía divertida que se hacen contigo, el
interés en lo que haces y lo que harás. JESTA no es sólamente el magnífico
entorno, las mesas llenas de juegos, el auditorio abarrotado, la sala
enteramente dedicada a prototipos, que ya se va quedando pequeña. Es mucho más,
es un conjunto de pequeños detalles, de atención exquisita, de modestia tan
extrema y de cordialidad tan abrumadora, que ya no sabe uno qué decir y qué
escribir para tratar de agradecer con un puñado de palabras lo que nos hacen
vivir allí.
Esta no es la reflexión individual de alguien que se lo ha pasado bien;
Creo que hablo por todos y cada uno de los que asistimos a las jornadas cuando
digo que JESTA hay que disfrutarla ahora que están ellos, que es como es, hay
que vivirlas y exprimirlas, porque algo tan absolutamente redondo como es
ahora, hay que aprovecharlo antes de que un vaivén político, o una situación
diferente pudiera cambiarlo. Y yo me siento muy orgulloso y afortunado de poder
estar ahí, en el centro de ese diente de león lúdico que se mantiene entero,
intacto, en mitad de una llanura poblada de jornadas donde se consigue la calidad
pero a veces se olvida el calor.