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martes, 21 de septiembre de 2010

EL MÉXICO DE AYER


La ciudad de México reitera los estereotipos, fue -ya no es- una ciudad fundada sobre el agua, una nueva Venecia, una Venecia inundada, de cuya muestra queda un dudoso botón , Xochimilco y sus chinampas; a la cristalina calidad del agua se añadía la extraordinaria transparencia del aire:una transparencia que como la vista de los volcanes y las noches estrelladas ya no es, solamente fue. Los magueyes, los mezquites, la grana cochinilla, los telares, los judas, el pulque y las pulquerías, los monstruos de Ocumicho, las mariposas monarca,las peras gamboa, las rosas balme.
La ciudad de México crecía por entonces, a ella habían llegado muchas familias provincianas ahuyentadas por la Revolución, como bien puede verse en las novelas que Mariano Azuela escribió cuando ya vivía en la capital.
En 1925 el centro estaba lleno de señoras elegantes con piel de zorro al cuello, con sombreros de fino velillo que caía coquetamente sobre el rostro, zapatos y bolsa haciendo juego, cejas depiladas y labios muy rojos y cuando cantaban las mujeres tenían la voz aguda y clarita, la voz de las mujeres abnegadas y dulces, Esmeralda y la argentina Libertad Lamarque; desentonaba Lucha Reyes, aguardentosa y dispuesta siempre a la revancha, más tarde, Chabela Vargas, sensual y trágica, cantaba en los años sesenta, cerca de donde estaría más tarde el metro Insurgentes, y luego Chabela volvió a cantar, era la década del 90, en «El Hábito», invitada por Jesusa Rodríguez; los muchachos de antes iban trajeados y ensombrerados, de Sonora a Yucatán se usaban sombreros Tardán y se bebía cerveza Corona.
En las calles de la Merced los indios usaban calzón de manta blanca y sombrero de palma y a su lado iban las mujeres con rebozo de bolita, trenzas y enaguas o vestidas con vestidos brillosos color rosa mexicano, no se veía el color, pero sabemos que era rosa mexicano, abundaban los niños callejeros, los mendigos, los perros sarnosos y los tamemes que cargaban sus enormes bultos o que en épocas de lluvia transportaban sobre su lomo a los niños o a las mujeres de clase media — cuando la ciudad se inundaba, sus calles enlodadas; por Corregidora o Jesús María, junto a los cajones de ropa, había puestos de fruta o de verduras frescas colocadas en perfecto equilibrio.
En expendios que aún existían en la década de los cuarenta se vendían las famosas gelatinas Rosita, amarillas y temblorosas y unas natillas líquidas avainilladas que se asocian en mi mente con el tepache, una bebida ahora poco frecuente, vendida en los puestos callejeros de san Cosme, al lado de Al final de la semana Santa, el Sábado, la ciudad se llenaba de Judas y del sonido atronador de las matracas que con su estruendo creían poder abrir las puertas de la Gloria, mientras se abrían de par en par los enormes portones de las iglesias, la del convento de Jesús María o la de la iglesia de Popotla, al lado del árbol de la Noche Triste, en el antiguo Reino aliado de Tacuba, por donde Cortés salió para recuperar sus fuerzas rumbo a Tlaxcala. En la iglesia de Regina, lóbrega y brillante, los sanguinolentos cristos de caña me miraban con sus ojos de cristal, cuando acompañaba a misa a mi nana. Las hileras de enormes judas colgados en los hilos del telégrafo empezaban a estallar, algunos curas daban su mano a besar y los niños los miraban asustados.
Destruido en el primer tercio del siglo XIX, el mercado del Parián estaba en lo que sería después el Zócalo. El México de los años treinta del siglo XX era quizá a la vez muy semejante al México decimonónico y hasta a la ciudad colonial. Guillermo Prieto, en Memorias de mis tiempos, describe esa zona de la capital.
Por aquel tiempo se ordenó y llevó a cabo la demolición del Parián, grande cuadrado que ocupaba toda la extensión que hoy ocupa el Zócalo, con cuatro grandes puertas, una a cada uno de los vientos, y en las caras exteriores, puertas de casas o tiendas de comercio. En el interior había callejuelas y cajones como en el exterior y alacenas de calzados, avíos de sastre, peletería, etc.
En un tiempo los parianistas constituían la flor y la nata de la sociedad mercantil de México, y amos y dependientes daban el tono de la riqueza, de la influencia y de las finas maneras de la gente culta.
La parte del edificio que veía al palacio la ocupaban cajones de fierros, en que se vendían chapas y llaves, coas y rejas de arado, parrillas y tubos, sin que dejaran de exponerse balas y municiones de todos calibres, y campanas de todos tamaños. Al frente de la catedral había grandes relojerías..., la contraesquina de la 1.ª calle de Plateros y frente del portal la ocupaba la gran sedería del Sr. Rico, en que se encontraban los encajes de Flandes, los rasos de china, los canelones y terciopelos, y lo más rico en telas y primores que traía la nao de china... En el interior, principalmente, los cajones de ropa eran de españoles...
Mi ciudad es sobre todo una ciudad asociada a los zapatos, zapatos de mi infancia que estaban en venta en las distintas zapaterías que mis padres tuvieron en el pueblo de Tacuba donde viví en diferentes épocas de mi vida.
Con mi padre solía ir al barrio de Tepito a comprar zapatos de glacé, choclos y botines (unisex) que ostentaban en el forro y en la caja de cartón corriente la marca Elizalde, escrita en cuidadosa caligrafía tipo Palmer.

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domingo, 29 de agosto de 2010

CAMPO FLORIDO


En 1889, Francisco Lascuráin solicitó al Ayuntamiento que se le permitiera formar una colonia en el terreno de su propiedad denominado La Indianilla (en la Memoria de 1850 se llama “Indianillas”), ubicado al sur de la Garita de Belén.
Una gran porción de terreno fue adquirida por la Compañía de Tranvías para depósito de sus carros. Habiéndose suspendido la gestión de Lascuráin, el expediente correspondiente se extravió.
Según una cronista, “una india llamada María Clara, quien tenía varias propiedades, vendió algunas al padre Domingo Pérez Barcia, quien alrededor de 1675 construyó una pequeña capellanía en el rumbo hoy conocido como Indianilla. Lo mismo hicieron las indias María Concepción y María Paula, por esta razón con el tiempo le llamaron Indianillas al lugar”.

En 1895, C. M. Stewart, en nombre de la The Mexican City Propiety Sindicate Limited, presentó una propuesta al Ayuntamiento para fraccionar el referido terreno de la Indianilla. El 26 de diciembre de 1889 se aceptaron las condiciones propuestas.
Oficialmente se le llamó Colonia Hidalgo (antes de la Testamentaría de Escandón y de la Indianilla), pero se le conoce como Doctores en virtud de que sus avenidas y calles están dedicadas a médicos.
Las primeras casas al norte de esta colonia se construyeron en tiempos del virreinato, aunque en la actualidad ninguna de ellas existe. El Panteón del Campo Florido se encontraba hasta lo que hoy es la Avenida Dr. Leopoldo Río de la Loza en su esquina con Dr. José María Vértiz, llamado así en razón de las flores que ahí crecían sobre lo que pocos antes fuese un área pantanosa cegada. El cementerio, cerrado al culto en 1878, fue fundado en 1846 por el sacerdote Pedro Rangel.
A partir de 1880, Ramón Guzmán, impulsor del transporte citadino de trenes tirados por mulas, estableció sus patios de reparación de trenes en los terrenos que se conocen con el nombre de Indianilla, y donde hoy tienen sede la Procuraduría de Justicia del D.F. y el Tribunal Superior de Justicia del Distrito Federal.

En 1898 la Mexican Electric Tansway inició el cambió de líneas para la introducción del sistema de tranvías eléctricos denominado troley, servicio que inició el 15 de enero de 1900. Los terrenos de Indianilla continuaron sirviendo de patio y talleres durante 60 años, al cabo de los cuales se desmantelaron.

En 1889, Pedro Serrano inició el fraccionamiento formal de un predio que se iniciaba en Niño Perdido y terminaba poco antes de la Calzada de la Piedad (hoy Avenida Cuauhtémoc). Esta avenida ocupa el trazo de la antigua calzada construida por el virrey Juan de Mendoza y Luna en la primera década del siglo XVII para unir a la Ciudad de México con el pueblo de la Piedad, que ocupó un área que corresponde hoy a donde se encuentran el Centro Médico Nacional, el Parque del Béisbol del IMSS (antiguo parque Delta) y la 8ª. Delegación de Policía.
Un tramo de esta avenida se llamó antiguamente Paseo de la Azanza y comenzaba en la Garita de Belén, a la altura de la hoy Avenida de Chapultepec, siguiendo sobre algunas calles hacia el sur. Se denominó así en memoria del Virrey Miguel de Azanza, quien gobernó Nueva España de 1798 a 1800. Era prolongación del Paseo de Bucareli, antes Paseo Nuevo.
En 1904, Francisco Lascuráin vendió a G. M. Stewart el predio de Indianilla para su lotificación. La colonia de los Doctores se consolidó a partir de la construcción del Hospital General de México inaugurado el 5 de febrero de 1905.
La construcción de este inmueble fue coronación de esfuerzos del Dr. Eduardo Liceaga quien pugnó por sustituir el viejo Hospital de San Andrés, que cerró sus puertas en 1903 y que poco después fue demolido para construir en su lugar el Palacio de Comunicaciones (hoy Museo Nacional de Arte) en las calles de Tacaba
A principios del siglo XX el Hospital Francés inició sus funciones, después de larga vida, cerró sus puertas en 1975, demoliéndose poco más tarde. Hasta los años sesentas, el barrio de la Indianilla fue famoso entre los noctámbulo por los caldos (de pollo) que ahí se vendían hasta entrada la madrugada. Estos caldos forman parte de la fisonomía histórica de la colonia.
Con objeto de dar servicio a los conductores de tranvías que a media noche llevaban su armatoste a guardar al depósito situado en el barrio de Indianilla, y para que los conductores que acudían en la madrugada a ese mismo lugar antes de iniciar la primera corrida, se fueron estableciendo los típicos puestos de consomé de pollo, que imprimieron a esa barriada un peculiar aspecto.
Tales cenadurías estaban en plena calle, construidas toscamente con paredes de tablas y techo de tejamanil. Fueron haciéndose famosas a partir de los años 20 y más adelante las visitaban no sólo tranviarios sino gente de todos los rumbos de la ciudad y de muy diversas condiciones sociales y económicas. Se volvió costumbre ir a los “caldos de Indianilla” después de pasar varias horas en algún cabaret o en una fiesta.
Estos eran servidos en despostillados platos de peltre por un hombre sonriente con delantal que había sido blanco en lejanos . Un mostrador a guisa de mesa bancos sin respaldo en los cuales turnaban asiento elegantes y emperifolladas damas de pieles y vestidos largos, y graves caballeros con atuendo de etiqueta, al lado de humildes obreros o borrachines desvelados; cancioneros ofreciendo sus servicios frente a las grades ollas humeantes... Todo esto era el escenario de los populares “Caldos de Indianilla”.

martes, 24 de agosto de 2010

BOSQUE DE CHAPULTEPEC


Historia: En una monografía de Rubén M. Campos, publicada en el año de 1922 y cuyo título es “Chapultepec”, aparecen datos y noticias referentes al legendario bosque de ese mismo nombre, que pueden dar idea bastante clara de su historia desde los tiempos precortesianos.

Parece ser que el Bosque de Chapultepec fue, desde tiempos inmemoriales, lugar de esparcimiento y de recreo, debido esto sin duda, a las naturales bellezas del paraje. Dícede, que Netzahualcoyotl, el Rey Poeta, fue el primero que ideó construir al pie del cerro en el cual se levanta actualmente el Castillo, un palacio en el que moró algunos años. También otros reyes aztecas posteriores tuvieron su morada allá, habiendo encontrado los conquistadores no solo los edificios de los reales aposentos, sino también un adoratorio indígena en la cumbre del cerro, en el cual se celebraban los ritos sangrientos peculiares de la raza conquistada.

Consumada la conquista, el Bosque de Chapultepec fue asignado al conquistador don Hernando Cortés por merced del Emperador Carlos V.; pero el 25 de Junio de 1530, el Rey Felipe II mandó, por Real Cédula, que de las posesiones que Carlos V concediera al conquistador, fuese segregado el sitio de Chapultepec y entregado a perpetuidad a la ciudad de México, para que nadie impidiera en tiempo alguno, el libre uso de aquel lugar de privilegiada belleza ni de sus fuentes y albercas; orden esta que fue debidamente cumplida por la Audiencia de la Colonia. Entonces los Virreyes, siguiendo el ejemplo de los antiguos Monarcas Aztecas, designaron el ameno sitio como lugar de recreo y de descanso para ellos mismos y construyeron en el mismo lugar que antaño ocupó el Palacio del Rey Netzahualcoyotl, la residencia veraniega Virreynal, en tanto que los Frailes Franciscanos edificaban en el lugar en que se levantó antes el adoratorio azteca, una Ermita dedicada a San Francisco Javier.

En 1785, el Virrey don Bernardo Gálvez mandó demoler la vieja Ermita que se alzaba en la cumbre del cerro y en su lugar, mandó construir el histórico Alcázar, que fue terminado algunos años más tarde, después de no pocas dificultades de carácter económico.

Desde entonces aquel fue el lugar veraniego de los Virreyes Coloniales y, después de consumada la Independencia y anexada la finca al Gobierno Federal, en virtud de la Ley de 4 de Agosto de 1824, sirvió de albergue a distintos mandatarios que tuvo la Nación, algunos de los cuales se preocuparon por embellecer y mejorar tanto el Castillo como el Bosque hasta llegar a ser ambos lugares, como lo son en la actualidad, algo de lo mas hermoso que existe en la República.

No siempre fue el Bosque de Chapultepec de la misma extensión que actualmente tiene; en diversas ocasiones se le anexaron diferentes terrenos a fin de ampliarlo convenientemente.

domingo, 15 de agosto de 2010

EL CHARRO


El Charro Mexicano

Dentro del variado mosaíco de indumentarias no faltaba el hombre que montaba a caballo, ya fuera el vaquero o el arriero. Estos vestían camisa y calzón blanco, a veces con chaleco de gamuza o pana, otros con una "cotona" - chaqueta cerrada - que con el tiempo llego a ser mada más que una tira angosta; los pantolones eran anchos, con vistosa botonadura en los costados; añadían la faja, el sombrero y las botas, y sobre un hombro llevaban un magnífico sarape. Los ricos hacendados, dueños de amplias extenciones de tierra, usaban además, una especie de polainas abiertas, llamadas "mitazas", con bordados de hilos de seda, amarradas debajo de las rodillas, y sustituían el sarape con la manga, que era una prenda de pana de bordes redondeados, adornada con bordados y galones de hilos de seda o de oro.
El caballo impresiono profundamente a los indígenas en el siglo XVI cuando contemplaron el espectáculo, inusitado para ellos, de los españoles que cabalgaban sobre sus lomos. Desde entonces el caballo siempre a tenido un papel importante en la vida del mexicano, tanto para las faenas del campo, como para el manejo del ganado y arriería, así como también en todas las guerras que ha librado el país. De estos antecedentes surgió a fines del siglo pasado, la charrería profesional, en forma de asociaciones de deportistas que organizan espectáculos y competencias, en las que se lucen suertes muy peculiares, únicas en el mundo. La charrería es un deporte elegante, costoso por los lujosos atavíos del charro y los caballos finos.
La indumentaria usada por los charros se deriva, por una parte, de las prendas de los aldeanos españoles de varias provincias, las cuales evolucionaron a través de los siglos, y por otra de las necesidades peculiares del vestir del campesino mexicano, por lo cual constituye un estilo muy particular, en el que dificilmente se reconocen sus orígenes. Ya en el siglo pasado la indumentaria del charro era muy singular y actualmente hay no uno sino varios estilos, cuyas diferencias se constituyen estilos regionales. Cada modalidad local posee, a su vez, el traje de faena, de media gala y de gala. El uso de estos trajes se encuentra reglamentado, según el tipo de trabajo que va a desempeñar el charro en cada ocasión. Además existe el traje de etiqueta, o ceremonia, que no se usa para montar a caballo, es muy sobrio, de color negro y tiene botonadura de plata. Se dice que fue introducido por el archiduque Maximiliano, quien fue un gran admirador de la charrería.
La indumentaria del charro profesional de nuestros días consta, en términos generales, de una camisa blanca y una corbata de mariposa, hecha de seda; chaqueta de cuero o pana; la de la faena se usa lisa; las de otras categorías van adornadas con bordados de hilos metálicos, hilos de seda o aplicaciones de gamuza. En ocasiones, además de la chaqueta, se usa un chaleco que hace juego. Los pantalones son ajustados, hechos de gamuza, jerga o paño; para el traje de gala se adornan profusamente con botonaduras de plata o bordados. Encima de los pantalones se emplean chaparreras de cuero, las cuales se abrochan con botones de variados materiales. Las chaparreras se llaman "chivarras" cuando son de piel que conserva el pelo del animal. El charro lleva un sombrero especial de copa alta y ala ancha, echo de fieltro, paja o palma y profusamente adornado para el traje de gala. El traje se acompleta con botas o zapatos, espuelas de hierro pavonado y plata, y un sarape de Saltillo o, más frecuentemente, de Santa Ana Chiautempan. El equipo del charro está formado por una silla de montar, los herrajes y otros accesorios, y cuesta una verdadera fortuna por la profusión de piezas de plata martilada, el cuero piteado - bordado con fibra de pita - chimitiado - adornado con cordones de lana y cerda - o, adornado en otras forma. En cada presentación que hace el charro, los adornos del traje deben hacer juego con los de la silla, y, además, deben de estar de acuerdo con la ocasión y el tipo de suerte que vaya a ejercitar.
La Federación Nacional de Charros vigila por la autenticidad de la indumentaria y los accesorios. A eso se debe que la generación del traje de los charros cantores y los sombreros que se hacen para los turistas no afecten al charro aristocrático.

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viernes, 13 de agosto de 2010

EL PARIÁN - MEXICO


MERCADO” EL PARIÁN “

Destruido en el primer tercio del siglo XIX, el mercado del Parián estaba en lo que sería después el Zócalo. El México de los años treinta del siglo XX era quizá a la vez muy semejante al México decimonónico y hasta a la ciudad colonial. Guillermo Prieto, en Memorias de mis tiempos, describe esa zona de la capital:
Por aquel tiempo se ordenó y llevó a cabo la demolición del Parián, grande cuadrado que ocupaba toda la extensión que hoy ocupa el Zócalo, con cuatro grandes puertas, una a cada uno de los vientos, y en las caras exteriores, puertas de casas o tiendas de comercio. En el interior había callejuelas y cajones como en el exterior y alacenas de calzados, avíos de sastre, peletería, etc.
En un tiempo los parianistas constituían la flor y la nata de la sociedad mercantil de México, y amos y dependientes daban el tono de la riqueza, de la influencia y de las finas maneras de la gente culta.
La parte del edificio que veía al palacio la ocupaban cajones de fierros, en que se vendían chapas y llaves, coas y rejas de arado, parrillas y tubos, sin que dejaran de exponerse balas y municiones de todos calibres, y campanas de todos tamaños. Al frente de la catedral había grandes relojerías..., la contraesquina de la 1.ª calle de Plateros y frente del portal la ocupaba la gran sedería del Sr. Rico, en que se encontraban los encajes de Flandes, los rasos de china, los canelones y terciopelos, y lo más rico en telas y primores que traía la nao de china...

sábado, 17 de julio de 2010

CANTINAS MEXICANAS

Cantinas mexicanas-
Hay lugares que se ven deteriorados por el avance del tiempo y la modernidad. Son símbolos del apogeo del pasado que se van debilitando, vaciando, oscureciendo, hasta desaparecer.
En México, las cantinas son un símbolo ciudadano tradicional que está en peligro. Por ello, las secretarías de turismo han tomado el guante y se encargan de incluir en los itinerarios de los viajeros, la visita a las cantinas más antiguas e importantes del país – más específicamente las ubicadas en el casco histórico de la ciudad-.
En su época de esplendor eran considerados terrenos cercados para la platea femenina. Tierra de propiedad masculina, las cantinas se caracterizaron, siempre, por sus puertas de ingreso vaivén.















sábado, 10 de julio de 2010

PANTEON DE DOLORES


Existen lugares que además de sorprender, tienen tantas historias en su haber, que uno no lo creería; hoy déjenme platicarles sobre el Panteón de Dolores.
Este bello cementerio tiene casi cien años y la administración del mismo ha estado desde un inicio, en una sola familia; los Jaurrieta. Es uno de los panteones más grandes de la república Mexicana y también, de Latinoamérica, con un poco más de 200 hectáreas dentro de una de las ciudades más grandes del mundo –la ciudad de México–.
Claro, en un inicio estaba a las afueras de la misma, pero conforme ha avanzado el crecimiento de la mancha urbana, se fue aproximando y hoy, queda dentro a un lado de la segunda sección de Chapultepec.
Sobre la avenida Constituyentes, el Panteón de Dolores tiene autenticas joyas en su haber, y no hablo de uno de los 23 lotes particulares –la Rotonda de los Hombres Ilustres, el lote de las Águilas Caídas del Escuadrón 201, que muy poca gente sabe, pero si murieron algunos soldados, pilotos en aquel contingente que se envió a la guerra del pacifico durante la segunda guerra mundial; el lote alemán, italiano, de los tramoyistas, panaderos, maestros jubilados, etc.– que existen dentro de sus bardas, sino de autenticas bellezas esculpidas en piedra y mármol que datan de décadas anteriores.
Se calcula que hay mas gente muerta en los panteones de la ciudad de México, que vivos en la misma, según el último censo del INEGI, no más de 8 millones de personas viven en el Distrito Federal; se calcula solamente que el Panteón de Dolores tenga albergados cerca de 6 millones de personas muertas en sus tumba y osarios, aunque usted no lo crea.
Es chistoso, pero ir a este lugar, mas que una practica necrofilica, puede ser un paseo diferente en la ciudad, no hay mas que llegar desde Constituyentes y caminar cerca de un kilómetro hasta la entrada del panteón, mas lo que adentro se desee caminar, otra ruta es llegar a Juanacatlan y de Si desea comprar un lote o nicho, en este afamado panteón, se llevaría un chasco verdaderamente ya que no hay disponibles por parte de la autoridad, pero hay gente que en los periódicos venden su propiedad en tan distinguido lugar, cediendo la perpetuidad a través de un contrato privado de compra – venta.Así, podrá esperar a que le llamen a cuentas el día del juicio final, en compañía de distinguidos personajes como Mariano Azuela (escritor), Francisco González Bocanegra (autor de la letra del Himno Nacional), David Alfaro Sequeiros o Diego Rivera, pintores; Dolores del Río una de las actrices mas bellas del Mundo, Octavio Paz, escritor diplomático y premio Nóbel de literatura, único que ha dado México, etc.
Darse una vuelta por el panteón de dolores, es un paseo nada macabro que puede uno disfrutar.


lunes, 5 de julio de 2010

EL CHARRO

Dentro del variado mosaíco de indumentarias no faltaba el hombre que montaba a caballo, ya fuera el vaquero o el arriero. Estos vestían camisa y calzón blanco, a veces con chaleco de gamuza o pana, otros con una "cotona" - chaqueta cerrada - que con el tiempo llego a ser mada más que una tira angosta; los pantolones eran anchos, con vistosa botonadura en los costados; añadían la faja, el sombrero y las botas, y sobre un hombro llevaban un magnífico sarape. Los ricos hacendados, dueños de amplias extenciones de tierra, usaban además, una especie de polainas abiertas, llamadas "mitazas", con bordados de hilos de seda, amarradas debajo de las rodillas, y sustituían el sarape con la manga, que era una prenda de pana de bordes redondeados, adornada con bordados y galones de hilos de seda o de oro.
El caballo impresiono profundamente a los indígenas en el siglo XVI cuando contemplaron el espectáculo, inusitado para ellos, de los españoles que cabalgaban sobre sus lomos. Desde entonces el caballo siempre a tenido un papel importante en la vida del mexicano, tanto para las faenas del campo, como para el manejo del ganado y arriería, así como también en todas las guerras que ha librado el país. De estos antecedentes surgió a fines del siglo pasado, la charrería profesional, en forma de asociaciones de deportistas que organizan espectáculos y competencias, en las que se lucen suertes muy peculiares, únicas en el mundo. La charrería es un deporte elegante, costoso por los lujosos atavíos del charro y los caballos finos.
La indumentaria usada por los charros se deriva, por una parte, de las prendas de los aldeanos españoles de varias provincias, las cuales evolucionaron a través de los siglos, y por otra de las necesidades peculiares del vestir del campesino mexicano, por lo cual constituye un estilo muy particular, en el que dificilmente se reconocen sus orígenes. Ya en el siglo pasado la indumentaria del charro era muy singular y actualmente hay no uno sino varios estilos, cullas diferencias se constituyen estilos regionales. Cada modalidad local posee, a su vez, el traje de faena, de media gala y de gala. El uso de estos trajes se encuentra reglamentado, según el tipo de trabajo que va a desempeñar el charro en cada ocasión. Además existe el traje de etiqueta, o ceremonia, que no se usa para montar a caballo, es muy sobrio, de color negro y tiene botonadura de plata. Se dice que fue introducido por el archiduque Maximiliano, quien fue un gran admirador de la charrería.
La indumentaria del charro profesional de nuestros días consta, en términos generales, de una camisa blanca y una corbata de mariposa, hecha de seda; chaqueta de cuero o pana; la de la faena se usa lisa; las de otras categorías van adornadas con bordados de hilos metálicos, hilos de seda o aplicaciones de gamuza. En ocasiones, además de la chaqueta, se usa un chaleco que hace juego. Los pantalones son ajustados, hechos de gamuza, jerga o paño; para el traje de gala se adornan profusamente con botonaduras de plata o bordados. Encima de los pantalones se emplean chaparreras de cuero, las cuales se abrochan con botones de variados materiales. Las chaparreras se llaman "chivarras" cuando son de piel que conserva el pelo del animal. El charro lleva un sombrero especial de copa alta y ala ancha, echo de fieltro, paja o palma y profusamente adornado para el traje de gala. El traje se acompleta con botas o zapatos, espuelas de hierro pavonado y plata, y un sarape de Saltillo o, más frecuentemente, de Santa Ana Chiautempan. El equipo del charro está formado por una silla de montar, los herrajes y otros accesorios, y cuesta una verdadera fortuna por la profusión de piezas de plata martilada, el cuero piteado - bordado con fibra de pita - chimitiado - adornado con cordones de lana y cerda - o, adornado en otras forma. En cada presentación que hace el charro, los adornos del traje deben hacer juego con los de la silla, y, además, deben de estar de acuerdo con la ocasión y el tipo de suerte que vaya a ejercitar.
La Federación Nacional de Charros vigila por la autenticidad de la indumentaria y los accesorios. A eso se debe que la generación del traje de los charros cantores y los sombreros que se hacen para los turistas no afecten al charro aristocrático.

miércoles, 23 de junio de 2010

XOCHIMILCO


Sus hijos Alfredo y Luis (mi padre) Hacen su comunión en la ciudad de México. Siempre guardará el grato recuerdo de aquél día, que finalizaría llendo a comer a Xochimilco en una barcaza.

HISTORIA DE CANOAS Y TRAJINERAS-
Las tribus nahuatlacas en su medio lacustre construyeron un medio para navegar por los lagos y canales de Gran Tenochtitlan, llamado "acallis".

Con la llegada de los españoles a Tenochtitlan, el nombre de acalli desapareció y se introdujo el nombre de canoa, cuyo nombre proviene del antillano.

La construcción de estas embarcaciones dependía de la capacidad y el uso para el que eran empleadas; se construyeron de diferentes tamaños, ejemplo de ello es:

Jumbillos o tulillos. Estas canoas medían 1.50 metros de largo por 40 centímetros de ancho; se construían en la zona cerril de Xochimilco, específicamente en Malacatepec, hoy Momozco, Milpa Alta.

La chalupa o chalupita. Estas eran construidas en tiras de maderas o tablones traídos de la montaña, medían 4 metros por 50 centímetros. Estas embarcaciones eran construidas en el barrio "de los carpinteros", hoy barrio de San Cristóbal.

Chalupón o canoa mayor. Era elaborada por tablones de cedro blanco traído de la montaña; sus medidas eran de 5 por 1.20 metros. Estas embarcaciones eran fabricadas en el Barrio de San Cristóbal y la Asunción.

La pequeña canoa (de porte) cayuco. Esta embarcación era parecida al kayac.

Canoa esquimal. Se hacia de un tablón con refuerzos de hierro forjado que medía 5 metros por 1.30 metros.

Canoa mediana. Era construida de tablón de cedro blanco y encino, reforzada en sus esquinas con hierro forjado. Su capacidad era de 8 a 12 personas, su extensión de 7 por 1.80 metros. Su fabricación se realizaba en el barrio de Santa Crucita.

Canoa ¾ de porte. Hecha para 20 personas, construida de tablón de cedro blanco, con refuerzo en las cabeceras de encino con hierro forjado y clavos del mismo metal. Su medida era de 8.50 metros por 2.10 metros.

Canoa de aporte. Con capacidad de 25 a 30 personas. Elaborada con tablones de cedro blanco y encino con refuerzos de hierro forjado y clavos del mismo metal. Estas canoas durante la colonia se les llamó de 10 ½ varas. Eran usadas para el transporte de personas y carga pasada para navegar por los canales de Xochimilco.

Estas canoas ya han desaparecido por la falta de grandes árboles de donde se obtenía la madera para construirlas. La falta de madera, ha hecho que paulatinamente desaparezcan, la chalupita, el chalupón, el cayuco (cayuquito); solo quedan en el lago de Xochimilco la canoa chica y grande, aunque de vez encunado podemos observar navegar algún ejemplar que antes existía.

Las canoas chicas y grandes son usadas para el transporte doméstico y el turístico. La trajinera aparece en el porfiriato, por necesidad de agradar a los catrines que comenzaron a visitar los canales de Xochimilco.

Las primeras trajineras eran adornadas con arcos de florales y con ramas de ahuejote, con collares de flores amarrados con tule o chacaltule, que eran colocadas en la parte de enfrenten de la trajinera.

Como los catrines, en ese tiempo, se quejaban del sol, se adaptó un techo de manta y unas sillas medianas de madera tejidas de tule para disfrutar del bello paisaje de esa época.

Con el tiempo, las trajineras sufrieron transformaciones en su decoración, el arco fue cambiado por una portada hecha por un colchón de zacate, el cual se coloca en un bastidor de madera.

En esa época, Xochimilco era nombrado "lugar de Jardines Flotantes" porque sus chinampas siempre estaban llenas de flores, por lo tanto las portadas eran enfloradas cada dos o tercer día a la semana.

Los nombres de Lupita, Margarita o Juanita fueron colocados a petición de los catrines para festejar alguien con ese nombre o simplemente para engalanar el nombre de alguna de sus prometidas o novias.

Otro de los cambios que sufrieron las trajineras fue el techo de manta por uno de lámina, que actualmente conocemos. Se instalaron mesa y sillas de madera tejidas de tule. Las portadas actuales son hechas con la misma técnica, solo que la flores, por economía, se sustituyeron por flores pintadas sobre papel mache y pasta.

Actualmente existen astilleros que construyen canoas y trajineras en los barrios de Caltongo, Xaltocan, la Santísima y la Asunción, donde también son reparadas.

(Profesor Sebastián Flores Farfán
Cronista de la Delegación de Xochimilco.)