miércoles, 13 de abril de 2011

Los invisibles


Podía sentirlos entre los árboles.
Sin hogar.
Hambrientos.
Silenciosos.
Olvidados por los hombres y los Dioses.
Eran los habitantes de las nieblas y del barro, cuya única fuerza yacía pasada la debilidad, cuyas creencias eran tan desvencijadas como sus techos.
Y la gente de la ciudad... no la gente que vivía en las grandes casas blancas e iba a los bailes en hermosos carruajes. La otra gente. Eran las personas de las que nunca se habla en los cuentos. A los cuentos no les importan en absoluto esos porqueros que siguen siendo pobres, ni los humildes zapateros cuyo destino es morir un poco más pobres y mucho más humildes.
Esa era la gente que hacía funcionar el reino mágico, que cocinaba sus comidas y barría sus suelos, la que se llevaba la basura por la noche, la que aportaba los rostros para la multitud cuyos sueños y deseos, pese a su pequeñez, no tenían la menor importancia.
Eran los invisibles.


Terry Pratchett

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