Según mi gurú, si la ira me posee debo sacar del bolsillo un
papel que diga “calma”; pero he sacado la factura con sus honorarios.
Desde que se separó, sentía a veces unas ganas terribles de gritar. Coincidía cuando su ex mujer le clavaba los alfileres al muñeco.
El boxeador
más rabioso de todos los tiempos se relajaba haciendo puzles. Su mánager lo
sabía, por eso le escondía la última pieza.
Aquel
ingeniero romano era conocido por su mal carácter. Dicen que logró canalizar su ira construyendo un acueducto.
Yo gritaba y él abría la boca, mudo de rabia. Entonces
embestía mi frente sobre su rostro agrietado y mi puño contra el suyo, hecho
añicos.