Tal vez, pensando en la inmensa necesidad que tenía de volver a escribir, he llegado a la conclusión de que te debo algo. Y mira que lo odio, yo que siempre había creído que no le debía nada a nadie...Pero, realmente, todo el mundo debe mucho más de lo que se imagina, supongo.
Para empezar, le debo un bombón a mi madre, de la caja que me regalaste justo después de confesarte que me encantaban los Lindort. Porque cuando le conté toda nuestra historia, lo primero que me preguntó fue: "¿Y por qué no me invitaste a uno?"
A Leti, le debo un libro, y ella también a mí. Pero desde hace ya varios años. Ambas lo sabemos, y sin embargo, ninguna de las dos ha decidido devolvérselo a la otra. Supongo, que a fin de cuentas, las dos lo hemos considerado como un auténtico regalo.
Le debo un beso y un abrazo a una amiga especial, que se fue para no volver nunca más. Y en los momentos más fríos, la extraño tanto...que incluso duelen más.
Le debo una tarde de cervezas frías a mi amiga Tamara, una sesión de desahogos y cotilleos, sobre todo, cotilleos.
Le debo los libros del curso pasado a Raquel. O, realmente, no se los debo, pero se los he ofrecido. Lo que realmente le debo es una despedida. Desearle todo lo mejor para el curso siguiente en el instituto, y que ella me desee suerte para empezar la Facultad.
Pero a ti...a ti te debo todos esos besos que me guardo para cuando te tenga enfrente, que al final siempre te doy menos de los que te mereces. Y esos abrazos, que tanto necesito cuando tengo frío, todos y cada uno de ellos, te los debo. Te debo un montón de mensajes no respondidos, la mayoría de ellos por no tener saldo (ya he perdido la cuenta de los anticipos que me haces pedir, lástima que siempre se acaben gastando), y llamadas perdidas, de las de por la mañana, cuando me pillas durmiendo. Te debo un brindis con tequila, porque desde el 1 de Enero has sido el único que se ha esforzado por cumplir mis deseos de Nochevieja, y sobre todo, porque lo has conseguido. Te debo tardes, miles de tardes, sentados a la orilla de mil besos, sin movernos de ese banco. Te debo un viaje al fin del mundo, y fotos para recordarlo, viajes en avión o en tu almohada, ¡qué importa! Te debo un paseo, horas y horas caminando sin rumbo, o tantos paseos como direcciones posibles haya en el espacio, confesándome lo mucho que te gustan las oreo, o lo mucho que te gusto yo. Te debo un chocolate con churros, y miles de desayunos en la cama. Te debo un beso en París. Te debo una canción, muchas canciones, y tardes tocando la guitarra. Y te debo versos, palabras con cada una de sus letras, poesía, libros enteros. Te debo muchas cosas, y todas ellas te las iré devolviendo con paciencia, calma e ilusión.
Pero afortunadamente, tengo toda la vida para devolvértelas. Porque te he encontrado.