18 de marzo de 2020

La muerte de Bichat pintada por Louis Hersent

Louis Hersent (1777-1860). La muerte de Bichat (1802) rodeado por sus amigos, los doctores Esparron y Roux.
París. Museo de Historia de la Medicina. Universidad de París V René Descartes

Cuando murió Marie François Xavier Bichat (1771-1802) tenía sólo 31 años de edad. Pero, a pesar de su juventud, era ya una de las principales figuras de le medicina francesa de la Ilustración –la más avanzada de la época-, exponente máximo del pensamiento vitalista en medicina, y creador de la mentalidad anatomoclínica (la que llegaría a España poco tiempo después, a través de Francisco Javier Laso de la Vega y el Periódico de la Sociedad Médico-Quirúrgica de Cádiz); una de las tres mentalidades (junto a la fisiopatológica y la etiológica) sobre las que se sustenta, según Laín Entralgo, la estructura de la patología y de la clínica contemporáneas. La mentalidad anatomoclínica surge en 1801 –como señala José Luis Fresquet- al afirmar Bichat “…que la medicina alcanzaría rigurosidad científica cuando se estableciera una relación cierta entre la observación clínica de los enfermos y las lesiones anatómicas que la autopsia descubre después de la muerte.”[1]

Existen diversas versiones sobre las causas de la muerte de Bichat. Hay quien la vincula con una supuesta punción accidental que habría sufrido mientras realizaba alguna de las innumerables disecciones y vivisecciones que practicó a lo largo de su vida. Cuenta Nicolas Dobo que siendo todavía un niño ya diseccionaba gatos y acompañaba a su padre, que también era médico, cuando debía llevar a cabo una autopsia. Luego, en su ejercicio profesional, ya fuera con su maestro Desault, como cirujano en el Hôtel Dieu, o como docente en la escuela anatómica privada que creó, no paró jamás de hacer disecciones; hasta tal punto que –según apuntan varios autores- sólo en el último invierno de su vida disecó cerca de seiscientos cadáveres. Y eso que dicha actividad llegaría a causarle serios disgustos; al menos, en aquella ocasión en la que fue detenido junto a dos de sus colaboradores tras ser sorprendidos por la policía en posesión de seis cadáveres que se habían llevado del cementerio.[2] Sin embargo, lo más probable es que la temprana muerte de Bichat se debiera a la tuberculosis, “la plaga blanca”, que llegaría a alcanzar durante el siglo XIX sus más elevadas tasas de morbilidad y mortalidad. Una enfermedad para la cual, en tiempos de Bichat, no había tratamiento, ni se conocían con certeza sus mecanismos de transmisión: ni siquiera existía el vocablo “tuberculosis”.

A pesar de su enfermedad, el joven médico no paraba de trabajar día y noche: el hospital, las clases, las autopsias… Entre 1800 y 1802 llegó a publicar parte de sus principales obras: el Traité des membranes en général et diverses membranes en particulier (1800); las Recherches physiologiques sur la vie et la mort (1800); la Anatomie générale, appliquée à la physiologie et à la médecine, en 2 volúmenes (1801); y algunos de los 5 volúmenes de su Traité d’anatomie descriptive (1801-1803). Últimamente se le veía cansado, agotado, consumido por el trabajo y la enfermedad… Todo indica que llegó a padecer una de las complicaciones menos frecuentes de la tuberculosis pulmonar, la meningitis, que un día le hizo perder el conocimiento y caer por las escaleras del hospital. Nunca se recuperó, falleciendo poco tiempo después, el 22 de julio de 1802.

Louis Hersent (1777-1860), un pintor que destacó, sobre todo, en tiempos de la Restauración francesa, representó la muerte de Bichat en el cuadro que ilustra estas páginas, y que se encuentra en el Museo de Historia de la Medicina de la Facultad de Medicina de la Universidad París V, René Descartes. A la tenue luz de una vela situada sobre una mesa auxiliar –en la que también hay una jarra para el agua, algunos paños, un bol para el ligero alimento que se le ha querido dar y un frasco de jarabe, un calmante, quizás, o un antipirético- en el centro de una gran habitación que, más que un dormitorio, parece una biblioteca por las enormes estanterías repletas de libros que aparecen al fondo, vemos a Bichat encendido por la fiebre, sudoroso, demacrado, agonizando en la cama. Bichat no tenía familia, había entregado su vida entera a la medicina. Le acompañan, sólo, dos de sus discípulos, que eran a la vez sus amigos, los doctores Pierre Jean Baptiste Esparron (1776-1818), del que sólo sabemos que, en 1803, publicó un Essai sur les ages de l’homme, y el más conocido Philibert Joseph Roux (1780-1854), considerado como uno de los pioneros de la cirugía plástica. Uno le toma la mano, con afecto, mientras le aplica un lienzo en la frente para enjugar el sudor o aliviar el dolor. El otro le observa apesadumbrado.

Referencias bibliográficas

[1]FRESQUET, José L. (2000): “François Xavier Bichat (1771-1802)”. Historia de la Medicina – Biografías. [Disponible en: https://www.historiadelamedicina.org/bichat.html; consultado el 3 de marzo de 2020].
[2]DOBO, Nicolas (s.f.): “Xavier Bichat (1771-1802). La vie fulgurante d’un génie”. Resumen de: DOBO, Nicolas y ROLE, André (1989): Bichat. La vie fulgurante d’un génie. París, Perrin. 

*Esta publicación puede encontrarse también en mi blog en WordPress Arte y Medicina.





13 de julio de 2015

Pequeñas curiosidades médicas sobre “El Descendimiento” de Van der Weyden, Pergolesi y su “Stabat Mater” y el doctor Coles

Roger van der Weyden (c.1399-1464). El Descendimiento (c.1436). Museo del Prado

Allá por 1436, la Cofradía de Ballesteros de Lovaina encargó al pintor Roger van der Weyden, para su capilla en la Iglesia de Nuestra Señora de Extramuros: El Descendimiento de la Cruz. Un cuadro que hoy podemos contemplar en el Museo del Prado gracias a que María de Hungría lo adquirió en el siglo XVI y luego pasó a ser propiedad de su sobrino Felipe II, que era un entusiasta admirador de la obra.

Raramente se puede ver una manifestación del dolor, de un dolor que va más allá de lo físico, de un dolor del alma que brota del interior en silencio y se expresa en forma de lágrimas, como en el rostro de esa mujer que pintó Van der Weyden sosteniendo a la Virgen María en su desmayo junto al apóstol Juan.

Roger van der Weyden (c.1399-1464). El Descendimiento (c.1436). Museo del Prado. (Detalle)

Pero es ahora la Virgen desmayada el motivo principal de nuestra atención.


El gran maestro de Tournai centra la composición en la Compassio Mariae, la pasión que experimenta la Virgen ante el sufrimiento y la muerte de su Hijo. Para traducirla en imágenes, el pintor escoge el momento en que José de Arimatea, Nicodemo y un ayudante sostienen en el aire el cuerpo de Jesús y María cae desmayada en el suelo sostenida por San Juan y una de las santas mujeres.


Siguiendo la línea sinuosa que conforma el cuerpo de Cristo, se sitúa bajo Él la figura de la Virgen desmayada, que se presenta, al decir de Sigüenza, “perdido el color y aun la compostura y el decoro”, y atendida por San Juan y una de las santas mujeres, consiguiendo plasmar de una manera sublime el dolor y la tristeza de la Madre por la muerte de su Hijo.

Roger van der Weyden (c.1399-1464). El Descendimiento (c.1436). Museo del Prado. Detalle del “desmayo” de la Virgen

El término médico para “desmayo” es síncope. En el síncope no sólo hay pérdida de conocimiento, sino que se pierde también el tono muscular y el color en la cara. Y sus causas -entre otras- pueden ser el estrés emocional, el miedo y el dolor intenso… Van der Weyden retrató magistralmente un síncope en esta imagen de la Virgen.

Roger van der Weyden (c.1399-1464). El Descendimiento (c.1436). Museo del Prado. Detalle del rostro de la Virgen

Mientras preparaba esta entrada me ha acompañado fundamentalmente un himno que, aunque en sentido estricto se refiere a un momento justamente anterior al que muestra el cuadro, tiene como protagonista al dolor de la Madre ante su hijo crucificado… El Stabat Mater de Giovanni Battista Pergolesi, en una reciente versión dirigida por Nathalie Stutzmann, con las maravillosas voces del contratenor Philippe Jaroussky y la soprano Emöke Barath.


El Stabat Mater es una secuencia religiosa, datada en el siglo XIII y atribuida a distintos autores, pero fundamentalmente al papa Inocencio III y al franciscano Jacopone da Todi. Comienza con las palabras Stabat Mater dolorosa (“estaba la Madre sufriendo”) y se trata de una plegaria meditada sobre el sufrimiento de María, la madre de Jesús, durante la crucifixión de su Hijo. Le han puesto música más de doscientos compositores. Una de las versiones más famosas -y la que más me gusta- es ésta que podemos escuchar ahora, la de Giovanni Battista Pergolesi.

Giovanni Battista Pergolesi (1710-1736)

Pergolesi sabía muy bien lo que era el dolor. Se dice que sufrió espina bífida (aunque sería en algunos de sus grados más leves) y que, desde pequeño, padecía una enfermedad respiratoria. Lo cierto es que falleció poco después de cumplir 26 años -acababa de componer el Stabat Mater dolorosa– según se afirma generalmente, a causa de la tuberculosis.

Por casualidad, leyendo sobre la obra de Pergolesi, me encontré con la figura de un médico norteamericano hasta ahora desconocido para mí, el doctor Abraham Coles.

Doctor Abraham Coles (1813-1891)

De pequeño recibió una esmerada educación -en principio, hasta los 12 años- de sus propios padres. A los 17 años ya impartía clases de latín y griego en Nueva York. Empezó a estudiar Leyes; pero lo dejó pronto porque su auténtica vocación era la Medicina. Recibió su formación médica en el College of Physicians and Surgeons de Nueva York y en el Jefferson Medical College, de Filadelfia, donde se graduó en 1835. Estableció su primera consulta privada en Newark (NJ) alcanzando pronto gran fama como cirujano. Se casó y, lamentablemente, enviudó muy joven, a los 32 años,  cuando tenía dos hijos pequeños, un niño y una niña recién nacida. Nunca más contrajo matrimonio. En 1848 -durante uno de sus viajes a Europa, a Londres y París, con objeto de estudiar los hospitales y las facultades de Medicina del viejo continente además de francés- estando en París, le sorprendió la Revolución de aquel año, y Coles actuó como corresponsal de prensa, describiendo lo que ocurría para un periódico de su país. A lo largo de su vida recibió múltiples honores y reconocimientos como médico cirujano. Pero Abraham Coles era un auténtico médico humanista. Posiblemente se le recuerde más por sus actividades culturales (fundó la Biblioteca de su ciudad y la Sociedad Histórica de Nueva Jersey, por ejemplo) y más aún como escritor, poeta y traductor. Él tradujo al inglés, con interesantes comentarios preliminares, numerosas obras literarias escritas en latín, entre ellas, los himnos como el Stabat Mater.


29 de junio de 2015

El Dr. Philip S. Physick y la gaseosa


Muchos saben que Coca-Cola, el refresco más consumido del mundo, es un invento del farmacéutico John Pemberton, y empezó a comercializarse en 1886, en Atlanta, como una medicina que curaba el dolor de cabeza, la dispepsia, la neurastenia e incluso la adicción a la morfina y la impotencia. Con tales indicaciones no es extraño que ese “medicamento” tuviera un éxito inmediato. Sin duda, los efectos de algunos de los componentes que formaban parte de la fórmula original, como la cocaína (en dosis muy pequeñas, según se dice) obtenida del extracto de hojas de coca, pero potenciados por la cafeína de la nuez de cola, contribuyeron a la gran aceptación popular del invento de Pemberton. Aunque, seguramente, algo influyó también el anhídrido carbónico, no sólo por lo agradables que pueden resultar las burbujitas que produce la efervescencia, sino porque entonces se pensaba que las bebidas carbonatadas eran beneficiosas para la salud, y en especial para la buena digestión.

Al hablar del primero a quien se le ocurrió añadir anhídrido carbónico al agua, es decir, fabricar soda, tenemos que referirnos a otro nombre mítico en la industria de las bebidas gaseosas, Schweppes, y más concretamente a su creador, Johann Jacob Schweppe, un empresario alemán que desarrolló un procedimiento para fabricarlas. La empresa inició sus trabajos en Ginebra, en 1783. En 1792 se trasladaría a Londres y, años después, empezaría a producir la famosa tónica; cuyo primer uso, por su contenido en quinina, sería medicinal. Los soldados del Imperio Británico la utilizaron, sola o mezclada con ginebra (cuyo origen ¡cómo no! también se atribuye a un médico, Franciscus Sylvius), para combatir la malaria y otras fiebres.[1] Recientemente, la relación entre la tónica Schweppes y la medicina se reactivó -si se me permite la digresión- al ponerle cara a la publicidad de la compañía el actor Hugh Laurie, conocido internacionalmente por su interpretación del Dr. House.

En los Estados Unidos de América, la fabricación de bebidas carbonatadas comienza a popularizarse en Nueva York, en 1832, cuando John Matthews inventa un aparato para mezclar agua con gas carbónico y, además, agregarle sabor. Un año antes de que Pemberton inventara la Coca-Cola otro farmacéutico, W. B. Morrison, en Texas, empezó a vender la gaseosa más antigua que todavía se comercializa en los Estados Unidos: Dr. Pepper. Pero, antes que todos ellos (según se dice, desde 1807) un médico -y no un médico cualquiera- el doctor Philip Syng Physick, considerado el “Padre de la Cirugía Americana”, utilizaba ya la gaseosa en el tratamiento de las alteraciones digestivas.

Philip Syng Physick (1768-1837). Grabado de Richard W. Dodson, tomado del retrato original realizado por Henry Inman para la Facultad de Medicina de la Universidad de Pensilvania

El doctor Philip Syng Physick nació en Filadelfia, el 7 de julio de 1768, y murió en esa misma ciudad el 15 de diciembre de 1837. Existe abundante información en Internet sobre el Dr. Physick. Sin embargo, desde el punto de vista médico, recomiendo de manera especial un artículo antiguo, ciertamente, pero muy ilustrativo. El autor, Gorge Edwards, redactó su artículo para la revista inglesa Proceedings of the Royal Society of Medicine[2], a finales de 1939, con el título “Philip Syng Physick. 1768-1837“.[3] Por lo que Edwards nos cuenta podemos saber que, en principio, Physic no tenía la intención de ser médico, prefería pasar su tiempo trabajando con su abuelo materno, Philip Syng, que era un reputado platero. Sin embargo, una vez graduado en la Universidad de Pensilvania, en 1785, obedeciendo a su padre, que siempre había deseado que su hijo fuera médico, Philip Syng Physick inició sus estudios de Medicina con el profesor Adam Kuhn, discípulo de Linneo, que impartía Botánica y Materia Médica en la Universidad de Pensilvania. Physick podría haber completado su formación médica en Filadelfia; sin embargo, en noviembre de 1788 se trasladó a Londres para estudiar con el célebre cirujano John Hunter [4], que se convirtió en su tutor académico hasta que, en 1790, Physick recibió su Diploma del Real Colegio de Cirujanos de Londres. Y el joven cirujano podía haberse quedado como ayudante de su maestro; pero, entonces, decidió marcharse a continuar sus estudios en Edimburgo, donde obtuvo el doctorado en Medicina, en 1792, con una tesis sobre la apoplejía, dedicada a Hunter.

Una vez concluídos sus estudios en Gran Bretaña, con 24 años de edad, Physick regresó a Filadelfia. En 1793 fue uno de los médicos que más se distinguió por su actuación en la epidemia de fiebre amarilla que asoló su ciudad, colaborando con Benjamin Rush, uno de los “Padres Fundadores” de los Estados Unidos y el médico que más se destacó en la lucha contra la enfermedad durante aquella epidemia. En 1794 comenzó a ejercer como cirujano en el Hospital de Pensilvania, donde trabajó hasta 1816. Fue profesor de Cirugía y Anatomía en la Universidad de Pensilvania[5]. Desde 1824, hasta su fallecimiento, desempeñó la presidencia de la Sociedad Médica de Filadelfia. En 1825 se le distinguió como miembro de la Real Academia de Medicina de Francia, y en 1836, un año antes de su muerte, fue elegido como miembro honorario de la Real Sociedad Médico-Quirúrgica de Londres.

Entre sus pacientes se citan nombres tan distinguidos como el ya mencionado Benjamin Rush, la hija del presidente John Adams y el presidente Andrew Jackson. Pero, seguramente, su caso más comentado fue el del célebre jurista, presidente de la Corte Suprema americana durante más de tres décadas, John Marshall, que padecía terribles cólicos renales. Se dice que Physic le extrajo alrededor de mil cálculos; lo cual, en aquella época, antes del descubrimiento de la anestesia, es muy meritorio por parte de ambos. El Dr. Physic practicó intervenciones quirúrgicas de todo tipo; y diseñó y construyó instrumental quirúrgico. Algunos dicen que su habilidad manual y para la fabricación de instrumental la adquirió cuando trabajaba con su abuelo, el platero…

Pero, además de sus indiscutibles destrezas quirúrgicas, recientemente, un “tataratataranieto” suyo, J. Del Conner, nos cuenta que Philip Syng Physick fue también uno de los primeros en utilizar el agua carbonatada, la gaseosa, en el tratamiento médico de las alteraciones gástricas. Desde 1807 -dice- el farmacéutico Townsend Speakman, siguiendo las indicaciones de Physick, vendía a sus pacientes un vaso de soda cada día, al precio de 1,50 dólares mensuales. También, según Conner, por consejo del doctor, añadió más tarde sabores para que fuera más agradable, y así nacería la gaseosa en Filadelfia. De todo ello se puede obtener más información en la página de Internet de la nueva soda Dr. Physick, que Conner ha creado en recuerdo de su antepasado, incluyendo esta historia de la soda. Aunque algunos no están muy de acuerdo con esta historia, aduciendo que el mencionado farmacéutico, Speakman, murió en 1793… ¡No puede creerse uno todo lo que lee!


Notas

[1] Aunque, también, se atribuye el invento a un clérigo inglés, Joseph Priestley, en 1767; pero el sabor que obtuvo era tan malo que no pudo comercializarse.
[2] La revista Proceedings of the Royal Society of Medicine se publicó con ese nombre entre los años 1908 y 1977, ambos inclusive. Inicialmente, desde 1809 hasta 1907, se llamó Medico-Chirurgical Transactions, y desde 1978 hasta la actualidad se publica como Journal of the Royal Society of Medicine.
[3] EDWARDS, George (1940): “Philip Syng Physick. 1768-1837″. Proc. R. Soc. Med. 33(3): 145-148. [Disponible en: http://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC1997417/pdf/procrsmed00659-0021.pdf; consultado 29 junio 2015].
[4] Se dice que fue John Hunter quien inspiró a Robert Louis Stevenson a la hora de escribir El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde.
[5] En Filadelfia existen varias universidades. Physick fue alumno y profesor en la más antigua y prestigiosa de ellas, considerada la cuarta en importancia de los Estados Unidos, y conocida habitualmente como Penn University o simplemente Penn.

21 de junio de 2015

La prodigiosa curación del joven Rachmaninov

Sergei Rachmaninov (c.1900) en la época cuando compuso su Concierto para piano nº 2
Sergei Rachmaninov (1873-1943) fue un compositor, pianista y director de orquesta ruso, considerado como uno de los músicos más influyentes del siglo XX. Como pianista, poseía unas cualidades extraordinarias, en parte debidas a sus grandes manos. Unas manos que en un artículo publicado en el British Medical Journal, en 1986, Young atribuía, más que a los casi dos metros de altura de Rachmaninov, a la posibilidad de que sufriera el síndrome de Marfan, un trastorno genético del tejido conectivo que afecta a los sistemas esquelético y cardiovascular, al igual que los ojos y la piel. Veinte años después, en 2006, Ramachandran y Aronson, discutían que lo padeciera en el Journal of the Royal Society of Medicine y proponen el diagnóstico de acromegalia. Pero no seguiremos tratando -de momento- sobre sus posibles trastornos físicos (la historia clínica de Rachmaninov da para varias publicaciones) sino sobre lo que ocurrió con motivo de su temprano fracaso como compositor.

En efecto, el estreno de su Sinfonía nº 1 en Re menor, Op. 13, el 28 de marzo de 1897, fue un clamoroso fracaso. Se culpa de ello, por una parte,  al director de la orquesta, Alexander Glazunov, que hizo cortes en la partitura y varios cambios en la orquestación; y algunos asistentes al concierto sugirieron que Glazunov parecía estar borracho (sin que esto se demostrara nunca). Pero además, al ser una obra escrita en un estilo moderno para la época, no fue del gusto de los asistentes, que la consideraron ofensiva debido al uso progresista de la forma sinfónica y no seguir el estilo académico del círculo de San Petersburgo liderado por Rimski-Kórsakov, el cual debían seguir los compositores noveles si esperaban tener alguna oportunidad en su carrera.

Lo cierto es que tras aquel humillante fracaso, el joven compositor, de 24 años de edad, quedó sumido en un grave estado depresivo, diciendo que no volvería a componer jamás; y de hecho, durante aquel año y los dos siguientes, 1898 y 1899, no compuso absolutamente nada. En enero de 1900, a instancias de sus primos, su tía y su amigo, el doctor Grauermann, acudió a la consulta del médico y psicoterapeuta Nikolai Dahl; quien, en pocos meses, le curó mediante hipnosis. Rachmaninov quedó tan bien que, en el otoño de ese año empezó a componer su maravilloso Concierto para piano y orquesta nº 2 en Do menor, Op. 18. Y tan agradecido que se lo dedicó a su médico: el doctor Dahl. Un concierto que podemos disfrutar aquí con la magnífica interpretación de la pianista ucraniana Anna Fedorova.


Elger Niels, que ha estudiado con detenimiento este episodio de la vida del compositor -aparte de citar la hipótesis de un nieto de Rachmaninov sugiriendo que como su abuelo era un romántico (y no sólo en lo musical) lo que le curó en realidad fue que se había enamorado de la hija de Dahl en sus diarias visitas a la casa del médico- piensa -y yo comparto su opinión- que, tanto o más que la hipnosis pudo influir en la curación de Rachmaninov el que Dahl fuera músico también, un notable violonchelista, y la pasión musical compartida por ambos durante su relación médico-enfermo bien podría haber servido de estímulo para que Rachmaninov volviera a componer.

Años más tarde, la revolución bolchevique hizo que muchos rusos tuvieran que exiliarse del país. Rachmaninov falleció en los Estados Unidos, donde transcurrirían los últimos años de su vida, en 1947. Nikolai Dahl se marchó al Líbano (que entonces era muy diferente a hoy). Allí continuó ejerciendo su profesión y participando como músico en conciertos. Tenemos una foto suya de 1928, en Beirut, en la que se le puede ver (es el músico más mayor, con perilla blanca) a nuestra derecha de la imagen.

El doctor Nikolai Dahl como músico de una orquesta en Beirut (1928)

8 de marzo de 2015

Analgésicos musicales

George Cruikshank (1792-1878). “The Headache” (1819)
“El verdadero dolor, el que nos hace sufrir profundamente, hace a veces serio y constante hasta al hombre irreflexivo; incluso los pobres de espíritu se vuelven más inteligentes después de un gran dolor”, decía Dostoievski. Y Stefan Zweig escribió: “Toda ciencia viene del dolor. El dolor busca siempre la causa de las cosas, mientras que el bienestar se inclina a estar quieto y a no volver la mirada atrás.” Pero, digan lo que digan los sabios, el común de los mortales aborrece y teme al dolor. Una lumbalgia, un dolor de muelas o un dolor de cabeza pueden ser terribles además de incapacitantes…

Con respecto al dolor de cabeza, el NIH (citando como referencia al Instituto Nacional de Trastornos Neurológicos y Accidentes Cerebrovasculares de los Estados Unidos) explica:

“Casi todas las personas han tenido un dolor de cabeza (cefalea) alguna vez. Es la razón más común por la cual la gente se toma días de trabajo o de escuela y acude al médico.
El tipo más común de dolor de cabeza es causado por la tensión que usted hace en los músculos de los hombros, del cuello, del cuero cabelludo y de la mandíbula cuando está nervioso. Suele relacionarse con el estrés, la depresión o la ansiedad. Usted podría tener una tendencia a tener este tipo de dolor de cabeza (también llamado cefalea tensional) si trabaja demasiado, no duerme lo suficiente, saltea comidas o bebe bebidas alcohólicas.
Otros tipos comunes de dolor de cabeza incluyen migrañas, cefaleas en brotes y cefaleas por sinusitis. La mayoría de las personas puede sentirse mucho mejor si hace cambios en su estilo de vida, aprende maneras para relajarse y toma analgésicos.
No todos los dolores de cabeza necesitan atención médica, Pero algunas veces, el dolor de cabeza avisa que puede haber un trastorno más grave. Infórmele a su personal de atención médica si tiene dolores de cabeza repentinos y severos. Consiga ayuda médica de inmediato si tiene dolor de cabeza después de un golpe o si se presenta con rigidez en el cuello, fiebre, confusión, pérdida de la conciencia o dolor en los ojos o los oídos.”

Sin embargo, hay que tener cuidado porque el abuso de analgésicos puede llegar a agravar el problema. Por eso -siguiendo el consejo de numerosos musicoterapeutas- hoy recomiendo un par de analgésicos para su uso y hasta para su abuso… Los analgésicos más románticos que conozco, además.

El primero es el Liebestraum n.º 3: O lieb, so lang du lieben kannst, de Franz Liszt, más conocido en nuestros lares como “Sueño de Amor”, interpretado por Vanessa Benelli Mosell.


Y el segundo: la famosa Serenata (Ständchen) de Schubert, en la versión para violonchelo y piano de Camille Thomas y Beatrice Berrut.



2 de marzo de 2015

Alexander Borodin (1833-1887): el médico, profesor de Química, que escribía música los domingos


Alexander Borodin retratado por Ylia Repin. Museo Estatal Ruso. San Petersburgo
Hace unas cuantas noches volví a escuchar En las Estepas del Asia Central, el poema sinfónico que Alexander Borodin escribió en 1880. La música tiene una inmensa capacidad de evocación, y esta melodía me hizo recordar mis tiempos de estudiante en la Facultad de Medicina, las largas horas de estudio en las madrugadas gaditanas acompañado, tan solo, por los sonidos que salían de un aparado grabador-reproductor de cintas de “cassette“. Normalmente música tranquila, suave, que no dificultara la concentración. Todavía no había descubierto el encanto de la música barroca, que luego se convertiría en mi preferida. Oía música de cine; a Simon & Garfunkel; a Roberto Carlos; a Julio Iglesias (sí, también a Julio)… Algo del rock sinfónico de Pink Floyd. La guitarra de Narciso Yepes interpretando el Concierto de Aranjuez. Escuchaba la música de Joaquín Rodrigo y sus antecesores españoles: Falla, Granados, Tárrega… Entonces descubrí a los rusos: Tchaikovsky, Rimsky-Korsakov, Mussorgski… Y Borodin.


En aquella época no lo sabía, Borodin, el compositor, fue médico. Un médico que ejerció como profesor de Química.

Alexander Porfirievich Borodin nació en San Petersburgo, el 12 de noviembre de 1833.* Era hijo ilegítimo del príncipe Luka Stepanovich Gedevanishvili (algunos autores lo nombran, más fácilmente, como Lucas Gedianov), descendiente de los reyes de Imericia (la Cólquida de los griegos, donde se encontraba el vellocino de oro) un reino independiente de Georgia al sur del Cáucaso, entre los mares Negro y Caspio. Su madre se llamaba Eudoxia Konstantinova Antonova, pero la conocían como Dounia: “una mujer hermosa, culta y con independencia económica” (en algún lugar he leído que era una esclava, pero no lo creo). Cuando Alexander nació, su padre tenía 65 años. Su madre, cuarenta menos. El padre y la madre de Borodin no estaban casados. Para guardar las apariencias el niño fue registrado como hijo de uno de los sirvientes de su padre, Porfirio Borodin, que le dio su apellido, lo cual -al parecer- no era infrecuente en la Rusia de la época. De hecho, el príncipe debía ser un conquistador pertinaz, y a Borodin se le conocen, al menos, dos hermanos de padre con distintas madres, que también llevaban los apellidos de sendos sirvientes del noble conquistador: Dimitri Sergueïevitch Alexandrov y Eugueny Fiodorovitch Fiodorov. El Príncipe murió cuando Alexander era todavía muy niño; pero le dejó a su hijo una sustanciosa herencia que le permitió vivir sin dificultades económicas. Dounia -por su parte- que había contraido matrimonio con un médico militar retirado (aunque, al parecer, nunca dejó de mantener una “íntima amistad” con el padre biológico de Borodin) se ocupó de que el niño recibiera la mejor educación.

Ya de niño, Borodin dio muestras de su gran inteligencia y de estar especialmente dotado para los idiomas (además de su ruso natal, hablaba francés, alemán, inglés e italiano) y para la música. Según Garritz Ruiz: “No sólo aprendió a tocar el piano, sino que también ejecutaba con maestría la flauta y el violonchelo, y aunque no con envidiable disposición también tocaba el oboe y el clarinete, al igual que varios metales.” A la edad de 9 años ya compuso su primera pieza, una polka titulada Helene, y a los 13 había compuesto un concierto para flauta y piano, así como un trío para dos violines y violonchelo. Muy pronto, también, manifestó su interés por la química. A los 13 años montó un laboratorio en su casa donde fabricaba colorantes para acuarelas.

En 1850 ingresó como alumno en la Academia Médico-Quirúrgica, una institución militar, de su ciudad natal. Durante su época de estudiante no dejó de manifestar su especial predilección por la Química (que en aquellos tiempos era materia destacada en las facultades de Medicina) siendo su maestro más importante el profesor Nikolai Zinin (1812-1880), uno de los pioneros de la química orgánica, cuya influencia sería decisiva en la carrera profesional de Borodin. Se graduó como médico en 1856, recibiendo la máxima calificación posible “cum eximia laude“. Inmediatamente fue destinado al 2º Hospital Militar, donde inició su ejercicio profesional como médico-cirujano. Allí conoció a un joven y elegante oficial, de familia noble, llamado Modest Petrovich Mussorgsky (1839-1881), compositor de enorme talento musical, aunque su amistad -que duró hasta la muerte de éste- no empezaría, realmente, hasta algunos años después.

Se sabe que su experiencia como médico cirujano no le resultó agradable, y no por la naturaleza de su trabajo -como cabría suponer- sino por la brutalidad que, allí mismo en el Hospital, utilizaban los jefes y oficiales para imponer disciplina, utilizando el látigo sin justificación posible. Borodin se dedicó a completar su tesis doctoral. La vocación por la Química ya estaba definida y el profesor Zinin lo preparaba para que fuera su ayudante en la Academia Médico-Quirúrgica Militar. En 1858 presentó su tesis doctoral “Sobre la analogía entre los ácidos arsénico y fosfórico”. Posteriormente, entre los años 1859 y 1862, estuvo en Alemania, Francia e Italia ampliando su formación. Primero en la célebre Universidad de Heidelberg, en los laboratorios de Kirchoff, Bunsen, Kekulé y Erlenmeyer. Allí le acompañaron otros estudiantes rusos, entre ellos Dmitri Mendeléiev (1834-1907), el creador de esa famosa “Tabla periódica de los elementos” que tantos tuvimos que memorizar. Luego continuó sus estudios en París y en Pisa.

En 1861 conoció a una pianista rusa de 29 años, Ekaterina Sergeievna Protopopova, que había llegado a Heidelberg en busca de curación para la tuberculosis que padecía. Para el mejor tratamiento de la enfermedad de Ekaterina, le recomendaron que acudiera a Pisa, donde viajó acompañada por su -ya entonces- prometido; el cual, continuó sus estudios en los laboratorios de Luca y Tassinari. Vuelven a San Petersburgo en 1862, Borodin recibe el nombramiento de profesor adjunto de Química; y en abril de 1863 los novios contraen matrimonio que -al decir de quienes le conocieron- resultó muy afortunado a pesar de la enfermedad de Ekaterina y su infertilidad. Al cumplirse el vigésimo aniversario de bodas Borodin estrena el Cuarteto para cuerdas Nº 2, que dedicó a su esposa. Había tardado seis años en componerlo.


Borodin y su esposa tomaron como residencia un apartamento al lado del Laboratorio, en plena Universidad. Rimsky-Korsakoff escribe sobre esta época:

“Me volví un frecuente visitante de Borodin; a menudo quedándome hasta la noche en su casa. Discutíamos sobre música en profundidad y él tocaba sus trabajos en curso y también me mostraba los compases de su sinfonía. Él estaba mejor informado que yo del trabajo práctico de la orquestación, dado que tocaba el chelo, el oboe y la flauta. Borodin era un hombre culto y cordial, era placentero y agudo conversar con él. Al visitarlo, a menudo lo encontraba en su laboratorio, adjunto a su departamento. Cuando ponía una retorta llena con algún líquido incoloro y lo destilaba por medio del fuego de un vaso a otro, yo acostumbraba a decirle que estaba haciendo ‘una transfusión de desolación en vacuidad’.”

Como ejemplos de sus trabajos como químico, algunos de ellos aplicados a la clínica, se puede decir que Borodin descubrió el aldol casi simultáneamente con Wurtz, estudió los aldehidos aromáticos, el uso del peróxido de hidrógeno (el agua oxigenada) como desinfectante e inventó un método para la detección de la urea en los análisis de orina. Llegó a publicar 42 artículos científicos. En 1861, asistió al primer Congreso Internacional de Química, celebrado en Karlsruhe (Alemania) y fue uno de los fundadores de la Sociedad Rusa de Química en 1868.

Borodin resultó ser un profesor con enorme vocación docente, siempre atento a las consultas de sus alumnos. Raras veces mostraba impaciencia. Siempre antepuso la atención a los alumnos a todo lo demás, incluso a la investigación; aunque dedicaba a ésta muchas horas al día. Otro profesor de la Academia, decía de él lo siguiente:

“Trabajaba infatigablemente con los estudiantes todos los días. Durante este tiempo Borodin siempre mantenía una disposición solícita y de buen humor con sus alumnos y colegas, estaba siempre dispuesto a interrumpir cualquiera de sus trabajos sin impaciencia, sin irritación, para responder cualquier pregunta que le hiciesen. Cuando trabajaba en el laboratorio se sentía como si estuviera en su hogar. Lo que más adoraba era la música. Cuando trabajaba, casi siempre estaba canturreando alguna cosa y siempre estaba dispuesto a hablar con otras personas sobre las novedades musicales, las tendencias y sobre composición musical. Cuando estaba en su despacho, frecuentemente oíamos el sonido armonioso de su piano, que se expandía por todo el pasillo del laboratorio. El buen humor y la actitud de Borodin nos afectaba a todos. Cualquiera podía ir a contarle sus ideas, preguntas u opiniones; nunca trataba a nadie con arrogancia o desdén. Raramente alguien conseguía provocar alguna demostración de irritación en Borodin. La actitud sincera y calurosa de Borodin con los estudiantes no se restringía al laboratorio. Casi todos los que trabajábamos con él éramos aceptados en su familia como los amigos más íntimos. Se preocupaba personalmente del destino de cada estudiante que se graduaba en la Academia, destinando todos sus esfuerzos para ayudarlo. Siempre que te lo encontrabas en algún acto social no paraba de preguntar por todo el mundo o intentaba conseguir alguna cosa para alguien.”

Sin embargo, como parte de su labor docente, hay que destacar especialmente (y más por la época y en el lugar donde se produjo) su significativa participación en la creación de una Escuela de Medicina para mujeres. Borodin, en unión de Botkin (el primero en describir la hepatitis A), Sechenov, Roudineff y una aristócrata, Mme. Tarnosky, iniciaron la Escuela como Curso de Obstericia que, en 1872, pasó a ser Escuela de Medicina donde Borodin era, como es natural, el profesor de Química. Dado que el Hospital Militar de San Petersburgo fue la primera sede de la Escuela, en algunas biografías de Borodin se dice que fundó una escuela médico militar de mujeres; aunque no fuera así. La Escuela soportó múltiples dificultades, sobre todo desde que accedió al trono el zar Alejandro III. Borodin consiguió que dejara de depender del Ministerio de la Guerra y pasara al de Educación; pero no pudo impedir que, finalmente, fuese clausurada en 1885.

Fue, precisamente, gracias a su labor como profesor de Química por lo que Borodin conocería a quien sería el mayor difusor de su obra en Europa, el compositor Franz Liszt (1811-1886). Ocurrió en 1877, en el transcurso de un viaje de Borodin a la localidad de Weimar, entre otras de Alemania, para visitar los laboratorios de distintos hospitales. Volvieron a encontrarse en 1881 y 1885, y se cuenta que -en una de esas ocasiones- se desarrolló el siguiente diálogo. “Yo soy un compositor de domingos, señor Lizt” -decía Borodin, refiriéndose a que sólo se dedicaba a componer en su tiempo libre”- y el músico húngaro le contestó: “Pero el domingo siempre es un día festivo, señor Borodin“.

Otro ejemplo de que sólo podía dedicar a la composición el tiempo en que no estaba trabajando en sus clases o en su laboratorio lo encontramos en el siguiente texto, que escribió una vez que tuvo que quedarse en casa enfermo de gripe:

“En el invierno yo no puedo componer, a menos de que esté enfermo y me vea obligado a abandonar mis clases. Así que, mis amigos, contrario a la costumbre, nunca me digan ‘trata de estar bien’ sino más bien ‘trata de enfermarte’. Cuando la cabeza me explota, cuando mis ojos están llenos de lágrimas y tengo que sacar el pañuelo a cada minuto, es entonces cuando compongo.”

Musicalmente, en principio, Borodin fue autodidacta. Sólo a partir de 1862 comenzó a recibir clases de Balákirev. Con él, Rimsky-Korsakoff, Mussorgsky, Cui y -por supuesto- Borodin, se formaría el llamado Grupo de los Cinco, cuyo objetivo era crear un arte musical nacional, que tanta fama le ha dado a la música rusa; aunque, ciertamente, también contó con la oposición de muchos…

Dos años antes de morir, Borodin, se contagió de cólera, y quedó muy debilitado. En 1886 se le diagnosticó angina de pecho. El 27 de febrero de 1887*, mientras se celebraba un baile de disfraces en la Academia de Medicina, del cual había sido uno de sus principales organizadores, sufrió un infarto de miocardio. Nada pudo hacerse por salvar su vida a pesar de los intensos esfuerzos de muchos médicos que se encontraban allí.

Borodin se encuentra enterrado en el cementerio Tikhvin del monasterio Alexander Nevsky, en San Petersburgo, cerca de la tumba de otros grandes músicos y escritores rusos.

Tumba de Alexander Borodin en el cemeterio Tikhvin de San Petersburgo
Una de las revista médicas más importantes del mundo (que aún sigue publicándose), The Lancet, en su editorial del 19 de marzo de 1887 informó sobre su muerte. En los últimos renglones señalaba: “…a pesar de su arduo trabajo profesional y de laboratorio el profesor Borodin encontró tiempo para cultivar el arte y la ciencia de la música a los que fue muy adepto. De él se dice haber prestado un valioso servicio a la causa de la música rusa”.

Sus estudiantes mujeres le dedicaron el párrafo siguiente en el monumento que se le erigió en su tumba: “Al fundador, defensor y guardián de las clases de medicina para mujeres y al amigo de sus alumnos.”

Se ha dicho que Borodin tiene el menor producto musical con el más alto promedio de excelencia para cualquier compositor en la historia. Según Gonzalo Castellón:

“La reducida producción musical de Borodin alcanza su clímax en su ópera Knyas Igor (El príncipe Igor) y, particularmente, en las archifamosas danzas de los pólovtsy o danzas polovtzianas. No existe un episodio de ancestro más nacionalista que esta imborrable mezcla de ritmos, sonidos y sensualidad, que tan pronto llama a la guerra como a la paz. Su desenvolvimiento es literalmente vertiginoso e involucra coro, orquesta y solistas por igual. Borodin amó particularmente esta ópera, que fue su particular legado y a la que dedicó largos veinte años. [De hecho, falleció sin concluirla y fueron Rimsky-Korsakoff y Glazunov quienes tuvieron que terminarla].
El príncipe Igor es el equivalente ruso del Mio Cid o de la Chanson de Roland pues la anónima obra literaria -El canto del príncipe Igor- reúne las características básicas de la canción de gesta. El príncipe Igor es prisionero del Khan Konchack, jefe de la tribu de los Polovtsy, que ha reconocido su rango real. Al propio tiempo, su hijo -el príncipe Vladimir- se ha enamorado de Kontchakovna, hija del jefe tártaro.
Sin embargo, cuando al campamento tártaro llegan las noticias de que Poltiole, su ciudad, ha sido saqueada, el Príncipe no duda ya y se escapa, abandonando a su hijo, quien, mientras tanto, ha decidido casarse con Kontchakovna. Entre grandes manifestaciones de regocijo del pueblo, el príncipe Igor entra en Poltiole y se reúne con su amada princesa Yaroslávna.
El príncipe Igor es tal vez la obra más nacionalista de las producidas por el Moguchaya Kuchka [“El Gran Puñado“, la forma en que el crítico Stasov llamó al “Grupo de los Cinco“]. Si bien su lenguaje musical es dialéctico, Borodin mantiene una línea particularmente propia, de gran riqueza melódica. Para retratar las figuras orientales o tártaras, el compositor echa mano al tradicional recurso del cromatismo (intervalos basados en la escala cromática) que dotan a la melodía de un carácter lejano y enigmático.”


*Cuando nació Borodin, en Rusia seguía vigente el Calendario Juliano que para 1582, cuando Gregorio XIII implantó el nuevo, llevaba un retraso de diez días y para 1833 iba doce días atrás, así que la fecha de nacimiento de Borodin (31 de octubre de 1833) fue en realidad el 12 de noviembre. Lo mismo ocurre respecto a la fecha de la muerte, que algunos apuntan como 14 de febrero, siendo, en realidad, el 27 de febrero de 1887.

Referencias bibliográficas

CASTELLÓN, G. (2009): “Borodin, o la historia de una pasión”. Áncora – nacion.com. [Consultado 2 Marzo 2015]. Disponible en: http://wvw.nacion.com/ancora/2009/agosto/30/ancora2062247.html
GARRITZ RUIZ, A. (2001): “Alexander Borodin: el músico químico”. Educación Química, 12,4:190-192.[Consultado 2 Marzo 2015]. Disponible en: http://es.scribd.com/doc/511794/Borodin-quimico-y-musico
KUMATE, J. (2004): Alexander P. Borodin; compositor musical multifacético. En: MEMORIAS de El Colegio Nacional, México:213-229.
O’NEILL, D. (1988): “…aber Sonntag ist immer ein Feiertag: Alexander Borodin, MD, 1833-1887″. JRSM, 81:591-593.
RAÚL (2009): “El ruso que componía en un laboratorio”. En: “Una noche en la Ópera” [Foro]. [Consultado 2 Marzo 2015]. Disponible en: http://www.unanocheenlaopera.com/viewtopic.php?t=10986
VIK, T. (1998): [“Alexander Borodin – physician, chemist, scientist, teacher and composer”]. [Sólo el abstract]. Tidsskr. Nor. Laegeforen, 118,30:4.693-4.696. [Consultado 2 Marzo 2015]. Disponible en: http://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/9914755


16 de enero de 2015

"Siempre Alice": una película sobre el Alzheimer

Cartel de la película "Siempre Alice" con su protagonista Julianne Moore
Este viernes, 16 de enero, se estrena en los cines españoles la película Siempre Alice (Still Alice es su título original en inglés), que narra como una brillante profesora universitaria de 50 años de edad se enfrenta a las primeras etapas de la enfermedad de Alzheimer y como le afecta la enfermedad a nivel personal, familiar, social y laboral. La película, dirigida por Richard Glatzer y Wash Westmoreland, tiene como protagonista a la actriz Julianne Moore, a la que acompañan en el reparto Alec Baldwin y Kristen Stewart, entre otros.



Aunque la película se vio por primera vez, públicamente, en el Festival Internacional de Cine de Toronto, el 8 de septiembre de 2014, ya ha recibido numerosos premios y nominaciones, sobre todo su protagonista, Julianne Moore, entre los que destacan por ser los más conocidos el premio Globo de Oro 2015 y la nominación para el Oscar a la mejor actriz.

Cabe señalar que esta película está basada en la primera novela -de igual título- publicada por la Dra. Lisa Genova, graduada en Psicología Biológica y Doctora en Neurociencias por la Universidad de Harvard. Lisa Genova se ha convertido en referente de lo que podríamos llamar "novela científica", y me hace recordar al Dr. Oliver Sacks (aunque los estupendos libros de éste no sean precisamente novelas).

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