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miércoles, junio 10, 2009
Escudé tuvo una visión
Parte de lo que habla Escudé hoy es lo que los sociólogos, con Ulrich Beck a la cabeza, denominan sociedad de riesgo. La contaminación y los arsenales nucleares, en combinación con otros factores de riesgo, hacen peligrar toda la existencia humana. Eso sí, si en algo no coincidirían estos sociólogos con Escudé es respeto a todas las referencias místicas. ¿Cómo puede ser que Escudé, quien nos representa a los agnósticos en Creencias, dé entidad alguna al contenido predictivo de las profecías? Traerlas a colación sirve como constatación de que en otras épocas ya existía la idea de la finitud temporal del mundo, del juicio final, etc. La tradición abrahamica siempre habló de apocalipsis (la escatología), pero ¿qué necesidad hay de tomarse en serio sus profecías?. Lo entendería en Carrio, no en Escudé, quien "la va" de racionalista. Cuando estas fueron postuladas, poco o ninguno de los actuales factores de riesgo existían, como Escudé mismo reconoce ("Cuando el hábitat humano parecía infinito e inacabable, había escasas razones para suponer un fin de los día"). La apelación a la escatología religiosa, ¿enriquece su punto o le quita seriedad?.
martes, diciembre 04, 2007
La imprecación de Tincho Lutero
Ojeando Religious Warfare in Europe 1400-1536 del historiador Norman Housley, (una autoridad cuando se trata de guerras religiosas desde las cruzadas hasta la época que cubre este libro), di con una cita de Lutero que me pareció de lo más virulenta. La voy a reproducir, no sin antes aclarar, sin importar sonar reiterativo, que la misma se dio en un contexto de guerra religiosa, y por si hiciera falta, que no me mueve animosidad alguna con los protestantes.
Uno de los debates de la época descripta por Housley era sobre a qué infiel identificar como el enemigo, si a los turcos o a los estados u opositores europeos que obstaculizaban la unidad del esfuerzo cristiano. En realidad, ya identificados como enemigos, a ambos había de combatirse, recayendo el debate, pues, en la asignación de prioridades: ¿A quién debía enfrentarse primero? La realidad geográfica hacía más perentorio afrontar al enemigo más cercano. Asediados, los italianos, austríacos y eslavos se encontraban a menudo con la soga al cuello. Más alejados del antemurale christianitis, los alemanes, franceses e ingleses tenían otras preocupaciones más inmediatas. Así lo demuestra el acercamiento de Francisco I de Francia con los otomanos para combatir a Carlos V, quien por su parte tuvo que aplazar una cruzada por motivo de una revuelta en Lieja.
Los intentos por realizar nuevas cruzadas se hicieron más dificiles que siglos antes, y sólo se llegó a ungir con ese nombre a un puñado de ejércitos eslavos en la defensa de los Balcanes contra la arremetida turca. En la conmoción política y religiosa -potenciada por la imbricación de ambas- de entonces, el turco era señalizado como el enemigo externo, en tanto los rivales internos del momento eran sujetos a una permanente comparación y analogía con aquellos ("el turco interno"). En el imaginario estaba viva la imagen de la crueldad de los turcos con los derrotados en batalla, como la ansiedad que suponía perder plazas fuertes del cristianismo como Constantinopla, Rodas y Chipre. El temor en ocasiones era exagerado, pero no carecía de fundameto. Así llegamos a que llamar a alguien "peor que turco" estaba entre los insultos más ignominiosos. Como veremos, Lutero lo usa para despacharse respecto a los turcos mismos, a la Iglesia, y hasta de rebote a los judíos.
"Ningún turco", escribió en un verborrágico folleto dirigido a la nobleza alemana, "podría haber devastado italia y suprimido el culto a Dios tan efectivamente". Asimismo, acusaba de fraude al Papa cuando éste enarbolaba la bandera de la lucha contra el turco, y en cambio destinaba lo recaudado en indulgencias a una "bolsa sin fondo". En 1520, antes de caer Belgrado y Hungría, propuso lidiar primero con el turco interno. Decía en el Tratado de las buenas obras, que "si queremos librarnos de los turcos, empezemos aquí donde son de lo peor". "Estos son los verdaderos turcos a quienes los reyes, príncipes y nobles deberían atacar primero, no en su propio interés, sino para beneficio de la Cristiandad y desgracia del nombre divino". Aquí viene la parte más virulenta de su invectiva:
If the Turk destroys cities, country, and people, and lays waste the churches, we think a great injury has been done Christendom. Then we start complaining, and urge kings and princes to wage war. But when faith collapses, love grows cold, God’s word is neglected, and all manner of sin takes control, nobody thinks of fighting. In fact, pope, bishop, priests, and clergy, who ought to be the generals, captains, and standard-bearers in this spiritual warfare against Turks of a far deadlier spiritual kind, are themselves the very princes and leaders of such Turks, of a devilish army, just as Judas led the Jews when they took Christ prisoner. It had to be an apostle, a bishop, a priest, one of the best, who began the work of slaying Christ. And in the same way, too, Christendom is being destroyed not by the Turks, but by those who are supposed to defend it. And yet they go on being so senseless that they want to eat the Turk alive, and at the same time they set fire to their own house and sheep stall and let them burn away, sheep and all, and worry more about the wolf in the woods.Lutero restaba relevancia al antagonismo oficial entre el Papa y el Sultán, pues ambos eran agentes del diablo. En Sobre la guerra contra el turco, una reflexión de 1529 contra la amenaza otoamana, va de nuevo: "Just as Herod and the Jews hated each other, though both stood together against Christ, so Turk and papacy hate each other, but stand together against Christ and his kingdom". Días después de publicado, escribió en tono apocalíptico a Wenceslas Link: "Rome falls, kings fall, popes fall, and obviously the world will tumble, just as a big house which is about to collapse begins its decay with little cracks. Only the Turk, the final Gog and Magog, is to glory in his supreme victory and is [then] to perish, together with his companion, the pope." "Just as the pope is the Antichrist, so the Turk is the very devil incarnate."
Con todo, a la pregunta de con quién se debe lidiar primero, Lutero se pronunciaría por los turcos, en la medida que se iban acercando.
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