Excálibur sigue oxidada en la roca esperando a que alguien se decida a sacarla, pero la gente pasa de largo...
12/24/2012
12/19/2012
INTERNACIONAL MICROCUENTISTA
Vamos a echar una mano a Inter, porque se lo merecen. Porque se ha convertido en muy poco tiempo en una revista digital de referencia en el mundo del microrrelato. La Internacional Microcuentista ha presentado su candidatura al concurso de blogs de la revista "20 minutos" en la categoría de Cultura y Tendencias y nos piden su voto. No lleva nada de tiempo, tan solo se debe acceder a este enlace y luego, en la parte superior derecha, hay que registrarse. El registro no lleva más de un minuto. Una vez registrados, podéis votar por la revista. Actualmente ocupan el 5º lugar, pero con vuestra ayuda pueden poner el nombre del microrrelato en el primer puesto de la lista. Estaría bien, ¿verdad? Pues venga, no seáis vaguetes, que os llevará menos tiempo meteros en la página del póker on line.
12/16/2012
HERRAMIENTAS DEL MICRORRELATO: LA METAFICCIÓN
La metaficción en realidad es un género, pero aquí
hablaremos de la metaficción como herramienta. La metaficción es toda obra de
ficción que tiene contacto con la realidad de un modo u otro, ya sea
tangencialmente o hasta el punto de confundirse realidad y ficción. La
metaficción se puede practicar en cualquier arte literario o plástico que
juegue con la ficción. Un ejemplo que nada tiene que ver con la Literatura son
Las Meninas de Velázquez, en las que el autor refleja una escena, que si bien
es real al tratarse de un retrato, aparece un juego de espejos en el que el
mismo pintor está en el cuadro a través de esa ventana abierta a la realidad,
esa ventana que es el espejo, un espejo que refleja su imagen pintando lo que
solo él y el espectador están viendo. Se puede practicar la metaficción en la
pintura, la literatura, los cómics, el cine, el teatro, la televisión, la
escultura, la fotografía, o incluso los vídeojuegos. Pero hablemos de
microrrelato. Y de herramientas. Hay varias formas de practicar la
metaliteratura, un género que siempre tiene dos planos. Es la herramienta de
los planos, de tal manera que un autor que juegue con ella debe manejar el
plano de la realidad y el de la ficción. En el plano de la ficción colocaremos
a un personaje A que es ficticio, y dentro de esa misma historia de ficción
aparece un personaje B real, o viceversa. Imaginemos que hay una puerta que
conecta ambos planos, y el personaje A o el personaje B la cruzan, metiéndose
en el mundo del otro, o incluso se juntan en el quicio de la puerta,
confundiéndose los dos mundos. Un ejemplo muy sencillo es coger al personaje A,
que está dentro de una película, y sacarlo del plano de la realidad al de la ficción, donde se encontrará con el personaje B, que es de carne y hueso, como
hizo Woody Allen en “La rosa púrpura de El Cairo” (Ver enlace de youtube). Otra
opción igualmente válida es la contraria, y meter a un personaje A que es real,
en un mundo de ficción, en el que habita el personaje B. El ejemplo más
conocido de la Historia de la microliteratura es este texto de Cortázar, su
relato más breve, que lleva por título “Continuidad de los parques”:
CONTINUIDAD DE LOS PARQUES
Había empezado a leer la novela unos días antes. La abandonó por
negocios urgentes, volvió a abrirla cuando regresaba en tren a la finca; se
dejaba interesar lentamente por la trama, por el dibujo de los personajes. Esa
tarde, después de escribir una carta a su apoderado y discutir con el mayordomo
una cuestión de aparcerías volvió al libro en la tranquilidad del estudio que
miraba hacia el parque de los robles. Arrellanado en su sillón favorito de
espaldas a la puerta que lo hubiera molestado como una irritante posibilidad de
intrusiones, dejó que su mano izquierda acariciara una y otra vez el terciopelo
verde y se puso a leer los últimos capítulos. Su memoria retenía sin esfuerzo
los nombres y las imágenes de los protagonistas; la ilusión novelesca lo ganó
casi en seguida. Gozaba del placer casi perverso de irse desgajando línea a
línea de lo que lo rodeaba, y sentir a la vez que su cabeza descansaba
cómodamente en el terciopelo del alto respaldo, que los cigarrillos seguían al
alcance de la mano, que más allá de los ventanales danzaba el aire del
atardecer bajo los robles. Palabra a palabra, absorbido por la sórdida
disyuntiva de los héroes, dejándose ir hacia las imágenes que se concertaban y
adquirían color y movimiento, fue testigo del último encuentro en la cabaña del
monte. Primero entraba la mujer, recelosa; ahora llegaba el amante, lastimada
la cara por el chicotazo de una rama. Admirablemente restallaba ella la sangre
con sus besos, pero él rechazaba las caricias, no había venido para repetir las
ceremonias de una pasión secreta, protegida por un mundo de hojas secas y
senderos furtivos. El puñal se entibiaba contra su pecho, y debajo latía la
libertad agazapada. Un diálogo anhelante corría por las páginas como un arroyo
de serpientes, y se sentía que todo estaba decidido desde siempre. Hasta esas
caricias que enredaban el cuerpo del amante como queriendo retenerlo y
disuadirlo, dibujaban abominablemente la figura de otro cuerpo que era
necesario destruir. Nada había sido olvidado: coartadas, azares, posibles
errores. A partir de esa hora cada instante tenía su empleo minuciosamente
atribuido. El doble repaso despiadado se interrumpía apenas para que una mano
acariciara una mejilla. Empezaba a anochecer. Sin mirarse ya, atados
rígidamente a la tarea que los esperaba, se separaron en la puerta de la
cabaña. Ella debía seguir por la senda que iba al norte. Desde la senda opuesta
él se volvió un instante para verla correr con el pelo suelto. Corrió a su vez,
parapetándose en los árboles y los setos, hasta distinguir en la bruma malva
del crepúsculo la alameda que llevaba a la casa. Los perros no debían ladrar, y
no ladraron. El mayordomo no estaría a esa hora, y no estaba. Subió los tres
peldaños del porche y entró. Desde la sangre galopando en sus oídos le llegaban
las palabras de la mujer: primero una sala azul, después una galería, una
escalera alfombrada. En lo alto, dos puertas. Nadie en la primera habitación,
nadie en la segunda. La puerta del salón, y entonces el puñal en la mano. La
luz de los ventanales, el alto respaldo de un sillón de terciopelo verde, la
cabeza del hombre en el sillón leyendo una novela.
(Aquí tenéis un completo comentario de texto sobre
este relato: http://www.sjuannavarro.com/files/continuidad.pdf)
Como podemos comprobar, en este texto el lector
acaba asesinado por uno de los personajes que está leyendo porque el personaje
B (imaginario) irrumpe en el plano de A (personaje real).
El esquema de este tipo de microrrelato sería el
siguiente:
PLANO A (real) PLANO B (imaginario)
PERSONAJE A (real) PERSONAJE B (imaginario)
PUERTA (obra de
ficción)
AUTOR (el
mismo que escribe el texto o uno ficticio)
LECTOR (ficticio o real)
Con este esquema tan sencillo solo tendríamos que
inventarnos dos escenarios, el real y el imaginario, y dos personajes, el de
carne y hueso y el ficticio. Una vez que tengamos los personajes y los
escenarios, la combinaciones son múltiples. Podemos introducir el personaje A
en el plano B, el personaje B en el plano A, intercambiarnos de escenario o
incluso intercambiar los planos, de manera que jugamos con estos cuatro
elementos como si se tratara de piezas móviles, una especie de puzzle con piezas
intercambiables en todas direcciones. Pero siempre tiene que haber una puerta
que sea la llave de acceso entre ambos mundos, y esa puerta suele ser una obra
de ficción (un libro, un cuento, un cuadro, una película, una canción, un
cuento infantil, una fábula, etc.). De modo que también tenemos que elegir la
“puerta” que nos apetece abrir y en qué dirección ir, hacia dentro, o hacia
afuera, dependiendo de la dirección que tomemos, el resultado será distinto. Pero
hay una opción más en la metaficción, y es cuando a esas cuatro piezas (dos
escenarios y dos personajes), se añade la figura que observa la escena desde lo
más arriba, el autor (puede ser el autor de verdad o un autor ficticio).
También se puede introducir como personaje al mismo lector. Una vez que nos
introducimos a nosotros mismos como autores en una historia pasamos a ser un
personaje más. Dos ejemplos:
MADRID INSÓLITO
Paseaba por Vallecas cuando una fuerza
desconocida me hizo entrar en un pequeño piso de planta baja que tenía la
puerta abierta. Sobre una mesa camilla había un libro: Una guía de Madrid. No
había nadie, así que movido por la curiosidad, robé la guía y salí a la calle.
En la página cinco aseguraba que en un local de Luchana unos centauros tiraban
cañas como nadie. Me acerqué hasta allí y un hombre con patas de caballo me
puso una cerveza. Boquiabierto, la bebí de un trago y fui a otra dirección: un
zoo de Atocha. La guía decía que tenían cíclopes salvajes, pero además pude ver
trolls y hadas. Consulté la guía de nuevo y me dirigí a un museo en Gran Vía Nº
9. Unas vitrinas mostraban fósiles de gnomos y esqueletos de unicornios.
Atónito ante este Madrid desconocido, fui a un restaurante de Sol atendido por
ogros y almorcé carne de dragón. En la última página de la guía de Madrid
aparecía mi nombre completo y la dirección del piso en el que había robado el
libro. El texto decía que en esa casa vivía el único personaje de ficción de
carne y hueso que existe en el mundo. Desconcertado, me dirigí de nuevo
Vallecas. Llamé a la puerta, un hombre alto abrió, me tendió la mano y me dijo:
—Hola, soy tu autor, pasa. Te estaba esperando.
En este caso que acabamos de ver, el personaje A, el
real, es el propio autor, y su casa es el plano A, el real, mientras que ese
Madrid insólito es el plano B, el irreal, y el personaje que recorre sus calles
es el personaje B, el imaginario. La “Puerta” entre ambos mundos sería la guía
turística. Podemos complicar los textos con más personajes, pero dada la
naturaleza y extensión de los microrrelatos no es recomendable, ya que es un
formato en el que tanto el número de personajes como de escenarios debe ser muy
limitado porque no tenemos espacio para desarrollar tramas complicadas.
Otro ejemplo de Rosana Alonso:
THE
END
Abro y cierro los ojos un par de veces: ella sigue
ahí, sentada en el sofá del salón. Me mira y sonríe regañándome por mi retraso
con un mohín encantador. Es más guapa de lo que imaginé y más mentirosa, porque
me pregunta si me encuentro bien con una preocupación realmente conmovedora.
Entonces pienso que es una broma de mi editor y sé que es imposible, aún no ha
podido leer el manuscrito que le entregué esta mañana. Entro en mi cuarto y me
digo que es una alucinación por estrés. Sin embargo, ella se acerca y me
abraza. Aunque sé lo que me espera, la beso y me resigno. Tenía que haber
cambiado el desenlace, pero siempre he odiado los finales felices.
Una puerta muy sencilla de utilizar entre ambos
mundos es coger algún elemento que aparezca en la obra de ficción y hacer de
ese elemento como si fuera real para asomarnos directamente. Por ejemplo, un
número de teléfono, aunque también puede ser una dirección, como en el caso
anterior, un mensaje grabado en un árbol, un grafitti en una pared, etc.
CONEXIÓN
“Clara, con su cuerpo
enredado entre las sábanas, exhala el humo del cigarrillo. El aroma a tabaco
inunda la habitación”, leí en una página de aquella novela que me había llevado
a la cama. “'Toma nota de mi teléfono:6076784539, dijo Clara”. No sé por qué lo hice, pero marqué el
número. Me sentí estúpido. ¿Qué hacía llamando a un personaje de ficción? “Soy
Clara, esperaba tu llamada”, dijo una voz rasgada. “Acabo de leer el cuento en
el que marcas mi número”, añadió despacio. Una bocanada de Malboro apareció en
el lado derecho de mi cama, anegándolo todo.
En este caso hay que tener cuidado de no poner
números reales, a no ser que realmente quieras molestar a alguien a quien no
soportes y cuyo teléfono no dejará de sonar jamás. También puede ser un
personaje de ficción al que odies, claro.
Por otro lado, la metaficción utiliza a su vez como
herramienta la “intertextualidad”, de la que se nutre muy a menudo. Aunque en
otra ocasión hablaremos de la intertextualidad como herramienta y le
dedicaremos un post, sería casi imposible entender hoy en día la metaficción
sin la intertextualidad, ya que en muchas ocasiones realizan una simbiosis
perfecta. Es decir, textos universalmente conocidos que se mezclan con la
realidad, personajes del siglo de oro que pasean por nuestras calles en pleno
siglo XXI y se codean en los bares mano a mano con personajes contemporáneos o
borrachos de Lavapiés, o incluso figurantes destinados a morir en una película
de Godzilla, como este texto de David Mena.
FICCIÓN
B
Era enorme y caminaba por las avenidas derribando
los edificios a su paso como si fueran de cartón. El ejército poco podía hacer
frente a aquella amenaza que resistía holgadamente cualquier tipo de impacto.
Se movía con torpeza y si lo mirabas fijamente y comprobabas lo enorme que era,
no podía evitar sentirte dentro de la ciudad como en una de esas maquetas que
se exhiben en las oficinas de las empresas constructoras. El alumbrado
estallaba contra sus mandíbulas en planos cortos. Si algo había claro en aquel
momento en el mundo es que todos estábamos perdidos. Alguien dijo que aún había
esperanza aunque no le creímos. Puede que saliéramos de esa, es cierto, ya que
se encontraría alguna solución para acabar con la criatura, probablemente todo
era cuestión de ganar tiempo. Pero entonces era demasiado tarde, porque lo
cierto es que ya sabíamos que todos nosotros no éramos más que carne de
ficción.
Otra de las muchas
posibilidades de la metaficción es involucrar al lector y meterlo en la
historia, como si fuera un personaje más, de la misma manera que se hace con el
autor. Víctor Lorenzo Cinca nos deja amablemente el siguiente ejemplo:
EL MUNDO AL REVÉS
En la calle, una
banda de gatos persigue a un par de perros asustados. Los peatones, como siempre,
pasean por la calzada y los vehículos circulan por las aceras. Los conductores,
menores de edad, dan el alto a los policías y les multan. Los ateos, rosario en
mano, llenan la iglesia con sus rezos todos los jueves. Los políticos, cada
cuatro años, eligen democráticamente a sus ciudadanos. Los comensales, en las
cocinas de los restaurantes, preparan suculentos platos para satisfacer a los
desganados cocineros. Para evadirme de ese caos, leo estas siete líneas que tú
has escrito.
Por último, nos despedimos
con un fragmento de “Niebla”, de Don Miguel de Unamuno. Aunque se trata de una
novela, Unamuno manejó la Literatura de manera magistral en esta obra, con lo
que despedimos este post a modo de homenaje con su texto.
NIEBLA (Fragmento)
"–¿Conque
no, eh? ––me dijo––, ¿conque no? No quiere usted dejarme ser yo, salir de la
niebla, vivir, vivir, vivir, verme, oírme, tocarme, sentirme, dolerme, serme:
¿conque no lo quiere?, ¿conque he de morir ente de ficción? Pues bien, mi señor
creador don Miguel, ¡también usted se morirá, también usted, y se volverá a la
nada de que salió...! ¡Dios dejará de soñarle! ¡Se morirá usted, sí, se morirá,
aunque no lo quiera; se morirá usted y se morirán todos los que lean mi
historia, todos, todos, todos sin quedar uno! ¡Entes de ficción como yo; lo
mismo que yo! Se morirán todos, todos, todos. Os lo digo yo, Augusto Pérez,
ente ficticio como vosotros, nivolesco lo mismo que vosotros. Porque usted, mi
creador, mi don Miguel, no es usted más que otro ente nivolesco, y entes nivolescos
sus lectores, lo mismo que yo, que Augusto Pérez, que su víctima…
12/13/2012
PIRAÑAS EN LA TORMENTA
Las pirañas continuamos nadando en aguas turbulentas de la mano de Menoscuarto, y en esta ocasión, lo hacemos nada menos que en un vaso en el que se desencadena una inmensa tormenta. Podéis nadar junto a nosotros en este enlace.
12/11/2012
EL LIBRO DE AZNAR
A veces, el sacrificado trabajo de periodista requiere leer libros de todo tipo. En lo que va de año he tenido que leer varias autobiografías de políticos de 200.000 páginas cada tomo, entre los que destacan las memorias de Mariano Rajoy, José Bono y ahora, José María Aznar. Creo que por eso me dedico al relato y al microrrelato, porque me podría volver loco si solo me alimentase de estas lecturas. Pues bien, una vez acabado el libro de Aznar, uno llega varias conclusiones:
- El Rey le cae como el culo porque no fue a verle cuando tuvo el atentado, pero cuando llegó al poder lo ninguneó en plan “venganzaaaaa…”
- De pequeño ya tenía un esbozo de bigote, lo que comúnmente se conoce como “pelusilla”
- Está orgulloso de su cita más célebre y le dedica un capítulo entero, esa reflexión socráticocartesiana que versaba: “Váyase, señor González”.
- Aunque cree que tiene el cociente intelectual de un híbrido entre Stephen Hawking y Jessica Flecher, piensa que un cuaderno azul que contiene el nombre de su sustituto sobreviviría a un accidente aéreo, pese a estar hecho de celulosa, y no ser el típico cuaderno de teflón de toda la vida.
- No es de Valladolid.
- Nombró a Rajoy porque pensaba que iba a ser blandito con los nacionalistas y a veces se arrepiente de no haber seguido él otros cuatro años.
- La guerra de Irak no existió (ah, no, que eso es para el próximo libro).
- Son las memorias de un amnésico, no se acuerda de Correa ni del Bigotes el pobre, y eso que fueron a la boda de su hija.
- Está rencoroso con Rato (como con el rey) porque no le llama por teléfono.
- Le han escrito el libro.
- El Rey le cae como el culo porque no fue a verle cuando tuvo el atentado, pero cuando llegó al poder lo ninguneó en plan “venganzaaaaa…”
- De pequeño ya tenía un esbozo de bigote, lo que comúnmente se conoce como “pelusilla”
- Está orgulloso de su cita más célebre y le dedica un capítulo entero, esa reflexión socráticocartesiana que versaba: “Váyase, señor González”.
- Aunque cree que tiene el cociente intelectual de un híbrido entre Stephen Hawking y Jessica Flecher, piensa que un cuaderno azul que contiene el nombre de su sustituto sobreviviría a un accidente aéreo, pese a estar hecho de celulosa, y no ser el típico cuaderno de teflón de toda la vida.
- No es de Valladolid.
- Nombró a Rajoy porque pensaba que iba a ser blandito con los nacionalistas y a veces se arrepiente de no haber seguido él otros cuatro años.
- La guerra de Irak no existió (ah, no, que eso es para el próximo libro).
- Son las memorias de un amnésico, no se acuerda de Correa ni del Bigotes el pobre, y eso que fueron a la boda de su hija.
- Está rencoroso con Rato (como con el rey) porque no le llama por teléfono.
- Le han escrito el libro.
11/27/2012
HERRAMIENTAS DEL MICRORRELATO: EL CAMBIO DE CONTEXTO
Una de las herramientas del microrrelato que suele
dar resultados más espectaculares es coger una realidad y colocarla en un
contexto que no es el suyo. Tan solo hay que pensar en la realidad A y
colocarla en el escenario B. Normalmente el resultado es un microrrelato
fantástico, al poner una realidad en un contexto imposible, pero aquí no
hablaremos tanto de géneros, sino de herramientas. Para momentos de bloqueo es
una gran herramienta, ya que podemos hacer una lista con dos columnas. En la
columna A anotaremos unos acontecimientos o unos personajes (reales o
fantásticos) y en la columna B podemos situar lugares o escenarios, que pueden
ser reales a fantásticos. Por ejemplo:
COLUMNA A
COLUMNA B
Un temporal
Un
zoo
Un unicornio Una
habitación
Una guerra de conquista Una alcantarilla
Un aterrizaje Un tiesto
Ahora, debemos imaginar la acción o el personaje de
la columna A en alguno de los escenarios de la columna B. Esta elección puede
ser al azar o escogiendo el escenario que más nos guste. Podemos imaginar un
unicornio en un zoo o en una alcantarilla y comenzar a escribir la historia a
partir de esa idea o el aterrizaje de un avión en un tiesto, o un temporal en
una habitación, como ocurre en el siguiente microrrelato de José María Merino.
Tan solo hay que imaginarse qué ocurriría si los fenómenos climáticos se dieran
en nuestra propia habitación, o incluso en toda nuestra casa. Una imaginación
muy gráfica que vaya visualizando cada estancia, cada lugar de nuestro hogar y
la reacción de nubes, rayos o toda una lista de fenómenos meteorológicos en una
estancia cerrada. Y para ello, utilizar un lenguaje de “hombre del tiempo”.
PARTE
METEOROLÓGICO
Hay muchas nubes en
el recibidor, que ocultan la lámpara del techo y se infiltran progresivamente
en la cocina y en el pasillo. Continuarán descendiendo las temperaturas, y es
previsible que granice en el cuarto de baño y que llueva en la sala. Las precipitaciones
serán de nieve en lo alto del aparador y en el borde superior de los cuadros.
En las habitaciones del fondo, el tiempo continuará siendo seco y soleado.
Además del “truco” de
las dos columnas, podemos recurrir a la clásica pregunta del “¿Y si…?” Y empezar a escribir el relato a partir de la
misma técnica, pero concretando, acotando el terreno, preguntándonos cómo sería
la realidad si en lugar de ser la realidad tal y como es,la trasladásemos a
otro sitio. “¿Y si hablásemos con subtítulos, como en las películas?”. “¿Y si
los animales mitológicos vivieran entre nosotros como mascotas domésticas?” “¿Y
si un personaje de ficción se sentase a tu lado en el autobús?” “¿Y si la vida
fuera un musical?” Un ejemplo de mi libro “Zoom”, que precisamente lleva por
título la herramienta utilizada en este post.
FUERA
DE CONTEXTO
Al entrar en la panadería, el tendero
me recibió entonando un “buenos días” con voz de tenor. Le pedí unos colines y
se acercó hasta ellos moviendo el esqueleto al ritmo de la melodía que salía de
sus labios. Cuando salí de allí, mis vecinos y sus dos niños, me saludaron con
varios pasos de claqué y un estribillo que hacía referencia a la derrama que
aún no había pagado. Abrumado, entré al bar y pedí una caña. El camarero, Pepe,
amigo de toda la vida, me miró fijamente y empezó a mover sus hombros hacia arriba
con lentos movimientos. Luego hizo un paso de break dance y acabó haciendo el
“gusano” sobre la barra, acompañando sus espasmos con pedorretas de hip hop. Al
acabar el número, un nutrido número de clientes pidió su consumición al unísono
mientras levantaban sus piernas hasta la cabeza de manera alternativa, como si
fuera un cancán francés. Repetían cantando: “Una de rabas y un vermú, una de
bravas y un raguttttt…” Los clientes me agarraron para que siguiera el ritmo, y
pese a que intenté hacer el espagat, mis piernas apenas consiguieron abrirse y
un chasquido sonó a la altura de mi pelvis. Mi vida se ha convertido en un
asqueroso musical. Mis comidas familiares parecen “Sonrisas y lágrimas”. Mis
padres me echan broncas en falsete, y en las discotecas todos ligan imitando a
los imbéciles de “Siete novias para siete hermanos”. Este mundo en el que todos
se hablan cantando y bailando no me parece real y no acabo de aceptar que mi
novia haya cortado conmigo entonando una melodía triste mirando al suelo, como si
fuera una versión gilipollesca de Olivia Newton John en Grease. Todos me miran
implorándome a coro, pero yo he decidido tirarme del tejado, como si fuera un
violista desesperado, yadi dadi dadi didu didu didu didu dum.
Vamos a poner otro ejemplo más práctico: las adicciones. Hay adicciones al alcohol, al
juego, al sexo, a las drogas, etc. Se trata de coger los síntomas clásicos de
la adicción y trasladarlo a alguna faceta de la vida en la que no suelan darse
adicciones, como coleccionar trenes, comprar farolas, o simplemente, ser adicto
a la lectura. ¿Cómo se escribiría un relato sobre un adicto a la lectura, pero
desde el punto de vista trágico de un adicto a las drogas, y no desde la típica
situación de la broma o el chiste grueso? Sustituyendo, cambiando de contexto,
tomándonos en serio esa adicción aparentemente inofensiva, e incluso “beneficiosa”
que puede ser la adicción a la lectura. Tal y como lo hace Ernesto Ortega en el
siguiente microrrelato.
DESINTOXICACIÓN
El
médico me prohibió leer. Cogió un bolígrafo y anotó algo sobre el cuaderno. Le
hubiese quitado el boli allí mismo. Apreté los puños por debajo de la mesa y
mentí: quiero dejarlo. De momento, no iban a internarme, pero debía olvidarme
de los libros. Si no lograba vencer la enfermedad tendrían que meterme en esa
clínica tan prestigiosa para escritores. Me hicieron pasar a una sala mientras
el médico hablaba con mis padres. Al llegar a casa, tiraron los libros que
tenía escondidos debajo de la cama y dieron mi nombre en las pocas librerías y
bibliotecas que quedaban abiertas para que me prohibiesen la entrada. Nunca me
dejaban solo. Les engañaba. Me encerraba en el baño y leía la composición de
los champúes o les acompañaba al supermercado y me paraba en la sección de
congelados a repasar los ingredientes. Pero me sabía a poco. Empecé a robar. En
el metro miraba de reojo al viajero de al lado y me hacía con nombres y
adjetivos del periódico que estaba leyendo. Pillé un verbo transitivo de una
carta del banco que sustraje del buzón del vecino. Conseguí dos preposiciones
en un carnet de identidad y algunos adverbios, aunque terminados en mente, en
un folleto que me dieron en la calle. Cuando asalté una biblioteca, me
internaron. El día que entré en la clínica, vi salir a Juan Manuel de Prada.
Había adelgazado y no llevaba esas gafas de pasta que le caracterizan. Tenía mejor
aspecto. En mi grupo de terapia, reconocí a Lorenzo Silva, aunque la mayoría
éramos gente anónima. Pronto descubrí el mercado negro. Al apagar las luces de
las habitaciones, nos reuníamos en los baños y traficábamos con palabras.
Cambiábamos adverbios por preposiciones y dábamos nuestra alma por encontrar a
quien tuviese el adjetivo perfecto. Por la noche componíamos historias, las
memorizábamos y al día siguiente, a la hora del paseo, lejos de los ojos de los
enfermeros que se distraían con la televisión, nos las contábamos. Cuando salí,
todos pensaban que me había curado.
Otro ejemplo magistral es el relato de Ginés S.
Cutillas, que debió preguntarse en su momento cómo sería la vida de su
personaje si un bien día se encontrara un koala viviendo en su armario, un hábitat
muy poco habitual para este tipo de marsupial procedente de Australia.
EL
KOALA DE MI ARMARIO
Un koala vive en mi armario. Sé que
suena extraño pero una noche, a las cinco de la mañana, un ruido me despertó.
Cuando abrí los ojos no di crédito a lo que veía: un koala se dirigía haciendo
eses hacia mi armario. Lo abrió, se acurrucó entre la ropa plegada y cerró la
puerta.
En un principio pensé que soñaba pero, tras levantarme a comprobarlo, me di cuenta de que tenía al animal viviendo en el armario desde vete a saber cuándo. Como dormía plácidamente, me dio pena despertarlo. Así que cerré la puerta y me acosté pensando en qué le diría al día siguiente. Pero cuando amaneció no se me ocurrió qué decirle (¿qué se le dice a un koala que vive en tu armario?) y así fueron pasando los días. Poco a poco le fui haciendo espacio para que estuviera más cómodo. Nunca le dije nada. Incluso alguna noche, cuando tardaba en llegar, me preocupaba y no apagaba la luz hasta que lo veía aparecer mientras me hacía el dormido. Si llegaba muy borracho hasta le ayudaba a subir con la seguridad de que al día siguiente no se acordaría.
Él sabe que yo sé que existe, pero hemos llegado a un trato no oral (ni escrito) de ignorarnos.
Escribo esto en un papel mientras como en la mesa. Él está sentando enfrente de mí, masticando hojas, justo delante de la tele. Yo hago como que no le veo.
En un principio pensé que soñaba pero, tras levantarme a comprobarlo, me di cuenta de que tenía al animal viviendo en el armario desde vete a saber cuándo. Como dormía plácidamente, me dio pena despertarlo. Así que cerré la puerta y me acosté pensando en qué le diría al día siguiente. Pero cuando amaneció no se me ocurrió qué decirle (¿qué se le dice a un koala que vive en tu armario?) y así fueron pasando los días. Poco a poco le fui haciendo espacio para que estuviera más cómodo. Nunca le dije nada. Incluso alguna noche, cuando tardaba en llegar, me preocupaba y no apagaba la luz hasta que lo veía aparecer mientras me hacía el dormido. Si llegaba muy borracho hasta le ayudaba a subir con la seguridad de que al día siguiente no se acordaría.
Él sabe que yo sé que existe, pero hemos llegado a un trato no oral (ni escrito) de ignorarnos.
Escribo esto en un papel mientras como en la mesa. Él está sentando enfrente de mí, masticando hojas, justo delante de la tele. Yo hago como que no le veo.
Situar animales exóticos, extinguidos,
o mitológicos en situaciones y contextos totalmente cotidianos es una práctica
muy extendida y que funciona muy bien por ese concepto que en narrativa se
denomina “extrañamiento”, y que consiste precisamente en pegar un “punch” en la
mandíbula del lector situando un elemento sumamente extraño en un contexto lo
más cotidiano posible, muy propio del relato fantástico. En este registro
suelen funcionar muy bien lugares muy comunes como casas con decoración
clásica, situaciones familiares muy tradicionales, o tiendas de ultramarinos y
panaderías, por poner algunos ejemplos. En este tipo de cambio de contexto
también funciona el “truco” de las dos columnas, es decir, colocar en la
columna A cosas o seres muy poco comunes y en la columna B sitios o situaciones
cotidianas. Siempre sale algo con esta técnica. Pondremos un ejemplo de Ana
María Shua en la que sale un dinosaurio y un dormitorio, pero también podría haber usado un tigre de bengala y un baño o un personaje de Cervantes y una joyería de barrio.
IMAGÍNESE
En la
oscuridad, un montón de ropa sobre una silla puede parecer, por ejemplo, un
pequeño dinosaurio en celo. Imagínese, entonces, por deducción y analogía, lo
que puede parecer en la oscuridad el pequeño dinosaurio en celo que duerme en
mi habitación.
Hasta la
próxima a todos y gracias por la visita.
11/20/2012
RESEÑA DE "SENTIDO SIN ALGUNO"
Tras las fotos de la presentación, la reseña del libro. Como
dije en la presentación, en su día dividí los microrrelatos de “Sentido Sin
Alguno” en las siguientes categorías:
1. Los narrativos. Este tipo de
relatos tienen tramas claras, diáfanas, aunque incluso aunque utilicen una base
fantástica, hay una historia que empieza y acaba desde un punto de vista
clásico. Son las más fáciles de entender, cierto, pero Agustín las desarrolla
con maestría, con un estilo propio de Rafael Azcona, en el que la aparente
indiferencia ante la muerte, que está siempre presente, poniendo el dedo en la
llaga ante la mezquindad y el egoísmo humano. Sin duda, entre los relatos
narrativos destacaría “Carne rebozada” (con el que ganó Relatos en Cadena, de
la SER), uno de los mejores microrrelatos que he leído. También destacaría en
este sentido “El hombre elefante” o “Pretérito imperfecto de subjuntivo, por citar
algunos. Por otra parte, dentro de los llamados textos experimentales, también
hay algunos que no prescinden de esa narratividad, pero se ponen un “vestido”, ofreciendo un plus atractivo, una
especie de traje que realza el contenido. En este sentido pondría como ejemplo
“Feliz coincidencia”.
2. Los surrealistas. Los relatos
surrealistas del libro son los más difíciles de entender para un lector medio,
porque tienen códigos y subcódigos internos que no se sustentan en la narrativa
clásica aristotélica (planteamiento, nudo y desenlace), pero no quiere decir
que no estén pensados o no tengan mensaje. El punto fuerte de estos textos en
LA VOZ tan potente que tiene Agustín a la hora de afrontar estos retos en forma
de microrrelato, la perplejidad en la que se puede quedar absorto el lector. La
voz de Agustín es tan personal y potente a la hora de elaborar estos
microrrelatos que precisamente es lo que le hacen diferente. No hay nadie en el
panorama literario actual que escriba como él lo hace. Hay autores que buscan
su voz toda la vida, sin embargo, cuando lees una de estos textos de Agustín,
sabes que ha salido de su privilegiada cabeza, aunque para un editor podría suponer
un riesgo publicar este tipo de textos tan arriesgados, y afortunadamente
Talentura ha tenido el valor de hacerlo. Sin duda un libro de textos narrativos
es apostar a caballo seguro, por la amabilidad de su estructura interna, la
fácil comprensión y lo atractivo de seguir el hilo conductor, pero Agustín en
este sentido es valiente y va más allá de donde ha ido cualquiera en el terreno
del microrrelato, tan dado a repetir códigos. Estos textos ofrecen un producto
diferente en una estantería que está llena de alcayatas iguales. Es un riesgo,
pero merece la pena asumirlo. En este sentido pondría como ejemplo de todo lo
indicado anteriormente el título “Movimiento vertical de zapato”. “Alzheimer”
también va en este sentido, y muchos otros textos. Prueba a leerlos en voz
alta. Enérgicamente. Por otro lado, igual que en los relatos narrativos,
Agustín también pone de vez en cuando un “traje” experimental a los relatos
surrealistas que hace que luzcan muy bien. Un plus que le da la forma al
contenido, pero la forma siempre en función del contenido, como tiene que ser
para que no se quede en la mera ocurrencia.
3. Los paradójicos. Estos textos
utilizan como principal herramienta la paradoja, una estructura al estilo “un
blanco que es negro”, o “un enano de metro noventa”, o “un tonto superdotado”.
Estos textos no pierden la fuerza que tiene la potente voz de Agus. Como
ejemplo pondré “Acúfenos”. Este texto es una declaración de intenciones
respecto a la paradoja (El mismo banco distinto/ Juan, que en realidad no se
llama Juan/ su mujer que también murió hace algún tiempo / el sol que nunca
llegó a salir se pone / idénticas direcciones opuestas…) En cualquier caso, el
libro prescinde el universo Winnappú, un micromundo que se asienta casi por
completo en la paradoja. Quizá el autor esté pensando en un volumen propio.
Quién sabe.
4. Los reflexivos. Son pocos
textos. Están desarrollados desde los recursos literarios, pero con una base
reflexiva en la que se nota la formación filosófica del autor. Hacernos pensar
un poco a los lectores no está nada mal. Un ejemplo de este tipo de textos
“reflexivos” sería “Diez segundos y sesenta metros”.
5. Los líricos. El lenguaje de
Agustín está muy cuidado. De vez en cuando suelta un exabrupto como “mierda” o
“cojón” en mitad de una parrafada lírica con el fin de sacarte de la lectura
ensimismada con un puñetazo en la mandíbula, como una bofetada. En cuanto a
relatos líricos destacaría “Otoño en Narhwick” (o invierno).
6. Los visuales. Son relatos que no
renuncian a su narratividad, pero que juegan con la forma como un plus añadida.
Desde textos en vertical a textos boca abajo o letras al revés. Todo un
despliegue.
CONEXIONES:
Me parece un acierto que se establezcan
conexiones entre los textos del libro, creo honestamente que es el futuro de
los libros de microrrelatos en papel. Antes se rellenaban los libros de microrrelatos
con textos deslavazados que se iban acumulando en el disco duro del ordenador
procedentes de deshechos en concursos, cadáveres de textos cuyo comienzo por
una frase obligatoria acaban por quitar el alma de ese texto por los peajes que
debe pagar un autor a la hora de concursar bajo ciertas condiciones. Los
editores están realmente hastiados de recibir textos con la misma frase de
comienzo de los cientos de concursos que pueblan la red, que si bien incentivan la escritura, condicionan y convierte al microrrelato en una especie de juego
que muchas veces nada tiene que ver con la Literatura en el amplio sentido de
la libertad creativa (El año pasado ganó el concurso del Museo de la Palabra un texto que comenzaba con una frase de Relatos en Cadena, algo que no va contra las bases, pero que desnaturaliza un premio que pasa por ser el mejor dotado del mundo, incluso sale en el Guinness al ser el concurso mejor dotado por palabra, algo irrelevante para la Literatura). Ahora hay que ir más allá, el libro debe ser un todo
temáticamente y además tener esos hilillos de conexión que tienen los textos de
“Sentido sin alguno”. Es el caso de “Narhwick”, la temática del suicidio o
determinados personajes para que el lector se lea el libro como un todo, igual
que una novela. También le da unidad al libro la constante de la muerte, del
humor negro, de las reiteraciones, del viento, de las alturas (edificios), o
del vacío. Además, los números del índice están descolocados, igual que el
título, un juego intertextual que convierte
a estos números de la paginación en un personaje más. Como resumen, diría que “Sentido
Sin Alguno” es un libro desestructurado como un manjar exquisito, como hace
Ferrán Adrià con la tortilla de patata. Agustín Martínez Valderrama es el
Ferrán Adrià del microrrelato.
11/19/2012
CONCURSO MEJOR NOTA SUICIDA
El sábado, durante la presentación de "Sentido Sin Alguno", de Agustín Martínez Valderrama, hicimos un concurso improvisado sobre la mejor nota de suicidio de alguien que decide acabar con su vida mediante un plátano. El jurado estuvo compuesto por Lola Sanabria y Rosana Alonso, y estos fueron los textos seleccionados. El ganador, en la tercera foto, se llevó un completo kit de los chinos para cortarse las venas.
TERCER PUESTO
Con los tiempos que corren, nada como meterle un plátano por el culo a un antidisturbios para suicidarte.
Autor: Sirenia de los Montes.
SEGUNDO PUESTO
Para suicidarte con un plátano basta con intentar pelarlo con una guadaña bien afilada al borde de un
pre
ci
pi
ci
o.
Autor: Adrián Sanjuán.
GANADOR
A quien lo lea: Cuando lea esto, estaré muerto. Si no fuera así, ruego tenga la decencia, recato y mesura de rematarme.
P.S. Adjunto el arma.
Autor: Jesús R.
Agus publicará una crónica de la presentación de "Sentido Sin Alguno" en su blog. Mañana martes, publicaré una reseña del libro. Gracias por pasaros y gracias a todos los que vinísteis el sábado.
11/15/2012
11/14/2012
MIS RAZONES PARA HACER HUELGA
Junto a la farola se agolpan nueve hombres. Cuatro de ellos tienen las corbatas raídas y los pantalones remendados. Los otros cinco van en mangas de camisa. Rotas. En la farola de al lado hay otra decena de hombres. Fuman un cigarrillo. El mismo cigarrillo. Se lo van pasando. La plaza está llena de farolas apagadas. Cientos de hombres se apoyan en ellas. En círculos concéntricos. Apenas hablan. Fuman y esperan. Al amanecer aparecen diez camiones con la pintura desconchada. Los hombres se ponen de pie y corren hacia ellos. Se empujan. Algunos caen al suelo. Se pisan. Los más fuertes llegan los primeros. Del primer camión se baja un individuo.
— ¡Silencio! —grita mientras saca un Ipad de su chaqueta. La multitud intenta abrirse paso.
— ¡Dos ingenieros nucleares! —vocea mientras decenas de personas levantan la mano.
— ¡Tú y tú! —señala a dos individuos. Se suben al camión y prosigue con la selección.
— ¡Catorce licenciados en Química! ¡Nueve astrofísicos! ¡Doce doctores en Filología Alemana! ¡Cuatro actores de reparto! ¡Quince informáticos! —acaba de leer la lista y se la guarda en el bolsillo.
— ¡Y un filósofo! —dice para finalizar. Nadie levanta la mano. Entonces, los seleccionados se suben al vehículo, que arranca y se va a toda prisa. A continuación, un hombre sale del segundo camión con un NetBook. La masa se abre paso hasta él a empujones.
— ¡Silencio! —grita mientras saca un Ipad de su chaqueta. La multitud intenta abrirse paso.
— ¡Dos ingenieros nucleares! —vocea mientras decenas de personas levantan la mano.
— ¡Tú y tú! —señala a dos individuos. Se suben al camión y prosigue con la selección.
— ¡Catorce licenciados en Química! ¡Nueve astrofísicos! ¡Doce doctores en Filología Alemana! ¡Cuatro actores de reparto! ¡Quince informáticos! —acaba de leer la lista y se la guarda en el bolsillo.
— ¡Y un filósofo! —dice para finalizar. Nadie levanta la mano. Entonces, los seleccionados se suben al vehículo, que arranca y se va a toda prisa. A continuación, un hombre sale del segundo camión con un NetBook. La masa se abre paso hasta él a empujones.
11/13/2012
PRESENTACIÓN "SENTIDO SIN ALGUNO"
El sábado presentamos el primer libro de microrrelatos de un autor al que todos conocéis: Agustín Martínez Valderrama, que vendrá a Lavapiés desde Gavá para impartirnos unas clases intensivas sobre suicidio colectivo patafísico, muy propio de las sectas microrrelatistas de la altiplanicie groenlandensa. "Sentido Sin Alguno" es la nueva apuesta de Talentura en su afán por descubrir nuevos talentos y por convertirse en una editorial de referencia por su impulso del género del microrrelato. Nos vemos.
11/05/2012
HERRAMIENTAS DEL MICRORRELATO: EL MICRO VISUAL
Repasando estos días numerosos libros de
microrrelatos para ilustrar el tema de los microrrelatos visuales, apenas he
encontrado un puñado de ejemplos, lo que demuestra que al género aún le queda
mucho recorrido por explorar y un hueco importante por explotar: la forma. En
el caso de la poesía, son numerosos los ejemplos de poesías visuales, incluso
de libros temáticos que recogen poemas visuales. Os dejo dos ejemplos de poema
visual y este enlace, en el que podéis leer unas cuantas poesías visuales y
caligramas.+
TEXTO
QUE SE ENCOGE (Guillermo
Cabrera Infante)
Y el dueño se achicó, y es que podía hacerlo todavía
y
fue el hombre increíblemente encogido, pulgarcito
o meñique, el genio de la botella al revés y
se fue haciendo más y más chico,
pequeño, pequeñito, chiquirritico
hasta que desapareció por
un agujero de ratones al
fondo-fondo-fondo
un hoyo que
empezaba
con
o
TRIÁNGULO
ARMÓNICO (Vicente
Huidobro)
Thesa
La
bella
Gentil
princesa
Es una blanca estrella
Es una estrella japonesa
Thesa es la más divina Flor de Kioto
Y cuando pasa triunfante en su palanquín
Parece un tierno lirio, parece un pálido loto
Arrancado una tarde de estío del imperial
jardín.
Todos la adoran como a una diosa, todos hasta
el Mikado
Pero
ella cruza por
entre todos indiferente
De nadie se sabe que haya su amor logrado
Y simpre está risueña, está sonriente.
Es
una Ofelia japonesa
Que a los flores amantes
Loca y traviesa
Triunfante
Besa.
En cambio, el primo lejano de la poesía, el
microrrelato, apenas ha sacado provecho a la forma del texto. En libros de
papel apenas se encuentra nada, sin embargo, en los blogs hay algún ejemplo
más, aprovechando que se puede aunar el texto a la imagen sin demasiadas
limitaciones. Sin embargo, me gustaría diferenciar el microrrelato visual del
caligrama y similares, textos en los que las letras forman un dibujo. No
estamos hablando de eso. Un microrrelato visual es aquel micro que tiene una
narración sólida por sí misma, pero que lleva un “traje” que le da una vuelta
de tuerca al argumento o lo consolida. Un buen microrrelato visual debe
funcionar sin el “adorno” de ese componente visual, si no, estamos jugando al
mero ingenio. Es decir, debe contar una historia, tener un argumento, y esa
forma debe ser un complemento, como un vestido hecho a medida. Por eso prefiero
siempre escribir primero el texto y luego buscarle una forma adecuada, para que
la historia no esté al servicio de la forma, sino la forma al servicio del
contenido. Pero vamos con ejemplos ilustrativos, y para ello vamos a dividir
los microrrelatos visuales en dos grupos: Los que necesitan edición de imagen y
los que no.
1. Microrrelatos
visuales que no necesitan edición. En este grupo
entrarían todos aquellos textos que no necesitan un programa de edición, por lo
que su “visualidad” radica básicamente en jugar con los caracteres, la
tipografía, el color, el tamaño, o la forma de las letras, las palabras y las
frases, además de los huecos y las ausencias. También podrían entrar en la
categoría de microrrelato experimental. Es decir, podemos escribir un texto en
el que todas las letras tengan un cuerpo determinado menos una, que es más grande
o más pequeña que el resto, o incluso de otro color. También se pueden dejar
huecos o espacios en blanco. Vamos con varios ejemplos. El primero, titulado “El
Fantasma”, es el microrrelato más corto de la Historia, ya que solo tiene
título, y el cuerpo del texto está en blanco. La misma técnica utiliza el autor
aolombiano Esteban Dublín en su micro “Vampiro en el espejo”.
EL
FANTASMA (Guillermo
Samperio)
VAMPIRO
EN EL ESPEJO (Esteban
Dublín)
En cambio, os dejo el ejemplo contrario, el título
más largo de la Historia en comparación con el cuerpo del relato. 2 palabras de
cuerpo frente a 35 palabras de título. Muy visual el microrrelato de Luisa
Valenzuela.
EL
SABOR DE UNA MEDIALUNA A LAS NUEVE DE LA MAÑANA EN UN VIEJO CAFÉ DE BARRIO
DONDE A LOS 97 AÑOS RODOLFO MONDOLFO TODAVÍA SE REÚNE CON SUS AMIGOS LOS
MIÉRCOLES POR LA TARDE
-Qué bueno.
A continuación, os dejo varios ejemplos que juegan
con las letras o su ausencia, pero no desde un punto de vista estético, como en
la poesía o el caligrama, sino que aportan al significado y la intrahistoria
del argumento.
HUYAMOS (Ana María Shua)
¡Huyamos, los cazadores de letras est´n aqu´!
HUYAMOS (Ana María Shua)
¡Huyamos, los cazadores de letras est´n aqu´!
LS
CNSNNTS (Rafael
García Z)
Ls cnsnnts, cgds
pr s mbcn d cnvrtrs n un
rz pr y sn
mzcls, nnc dmnsnrn l mgntd dl
rrr q stbn cmtnd
cnd dcdrn mscrr, un
n, ls vcls dl lfbt.
EL
TRASPLANTE (Manu
Espada)
- Os presento a mi hijo. Cariño, dile algo a los
nuevos enfermeros.
- ¡Q ´ cjns st´s
mrnd, hjs d pt!
- Perdonad a mi niño, tiene mal humor; ya les habrá
dicho el doctor que nació sin cuerdas vocales.
Además de jugar a poner o quitar letras se puede
jugar con la disposición de las frases para dar fuerza al relato, o encoger o
aumentar el tamaño. Aquí dejo dos ejemplos.
FELIZ
COINCIDENCIA (Agustín
Martínez Valderrama)
L
a
m
u
j
e
r
r
e
s
b
a
l
ó
y
s
e
p
r
e
c
i
p
i
t
ó
l
v
a
c
í
o
d
e
s
d
e
u
n
n
o
v
e
n
o
p
i
s
o.
Felizmente, por debajo, pasaba un suicida.
LAVADO
EN CALIENTE (Manu
Espada)
Siempre me habías lavado la ropa, pero desde que me
abandonaste tuve que aprender a hacerme la colada. Utilizaba un programa de
agua caliente, y mis pantalones y jerseys encogían tanto que parecían de bebé.
Un día me olvidé un billete de cincuenta euros. Después del centrifugado se
convirtió en uno de cinco. El día que me dejé el móvil recogí un celular
diminuto, del tamaño de un pulgar. En otra ocasión la lavadora convirtió un
balón de reglamento en una canica insignificante. Decidí meter una novela. Cogí
una al azar de la estantería: “Parque Jurásico” de Michael Crichton. Tras el
programa de lavado salió el cuento del dinosaurio de Monterroso. Hoy me metido
yo dentro de la lavadora. Te escribo esta nota con el corazón encogido. Al
menos ya he superado lo nuestro.
Son multitud la cantidad de cosas que se puede hacer
con la tipografía, tamaños y colores sin usar nada más que las letras del
teclado y el espaciador, pero ahora, vamos un paso más allá.
2. Microrrelatos
visuales que necesitan edición. Este tipo de
microrrelatos es un mundo aún por explorar que tiene unas posibilidades
infinitas. Con un programa tan sencillo como el Paint o más elaborado, como
puede ser el Photoshop, podemos poder textos en espejo, del revés, estirar
letras, difuminarlas como si escribiéramos con el dedo en el vapor de la
mampara de una ducha, podemos mover, encajar, romper, etc. Pero siempre con una
historia sólida detrás, o mejor dicho, una buena historia por delante. Si en el
caso anterior apenas he encontrado ejemplos, en este caso, y tras revisar una
gran pila de libros de microrrelato, apenas he encontrado nada, por lo que me
vais a personar, que con todo el pudor del mundo, ponga algunos ejemplos
propios acompañados de otros micros del autor Rafael García Z que me ha hecho llegar
amablemente José Manuel Ortiz Soto. También quiero agradecer a Gadea, de Nanoediciones,
que me haya hecho llegar algunos ejemplos extraordinarios escritos por Julio,
su compañero de editorial. Si queréis experimentar con el Paint, sólo tenéis
que abrir una caja de texto y escribir dentro. Una vez que hayáis hecho las
modificaciones deseadas en el microrrelato, lo mejor es guardarlo en formato
JPG., que es un formato de imagen muy adecuado para colgar en el blog, como si
fuese una fotografía. A continuación os dejo varios enlaces con algunos
ejemplos.
Ejemplo microrrelato reversible.
Ejemplo microrrelato chubascos.
Ejemplo microrrelato con imágenes.
Ejemplo microrrelato notas musicales. (Se escribe el relato a mano y se escanea)
Ejemplo microrrelato subrayado a mano.
Ejemplo microrrelato en forma cruz.
Ejemplo microrrelato en paralelo.
Ejemplo de microrrelato con emoticonos.
Ejemplo de reiteración visual, de Julio de Nanoediciones.
En círculo, de Rafael García Z.
En espejo, de Rafael García Z.
En laberinto, de Rafael García Z.
Si
conoces algún microrrelato visual o has escrito uno, puedes dejar un enlace en
los comentarios y comentarnos tu técnica. Hoy publico tres ejemplos más. A continuación, un estupendo microrrelato de Susana Camps.
SOPA DE LETRAS (No Comments)
LA VUELTA (Ernesto Ortega)
Como podéis comprobar he cambiado el título a estas entradas y he sustituido “Teoría del microrrelato” por “Herramientas del microrrelato”, ya que se trata de proporcionar herramientas para escribir, y no teorizar sobre el género, con lo que las entradas tienen un carácter mucho más pragmático que teórico.
GA
LERA
DA
A treinta
de julio de 1526,
ante la
adversidad confirmada
bajo los
augurios de la Cruz del Sur,
cabe la
costa do naufragó la Santi Spiritu,
con veinte
hombres a bordo luchando
contra el
hambre y la sed, huimos
de tierra
inhóspita y enferma:
desde Once Mil Vírgenes,
durante una
expedición sin anales,
en pocos
días alcanzamos Laguna Blanca.
Entre
guanacos y onas vivimos, mas
hacia su
invernal mes de agosto,
hasta los
indígenas morían.
Mediante la
oración,
para
y
por la
Fe,
según la
inquebrantable lección y elección del agustino Diego
Feijoo,
sin dolor
entregamos el cuerpo para que Dios nos santificara,
so
pretexto de evitar que futuros navegantes pereciesen; y
sobre las
eternas olas, convertidos en almas errantes,
tras la voz
de la brisa ahuyentamos las naves
mediante un
lúgubre, fantasmal ulular.
Versus la
tentación del infierno, Dios modifique vuestra trayectoria y os
salve
vía oración
y devoción a nuestra misericordiosa Señora de los Mares del Sur.
SOPA DE LETRAS (No Comments)
LA VUELTA (Ernesto Ortega)
Como podéis comprobar he cambiado el título a estas entradas y he sustituido “Teoría del microrrelato” por “Herramientas del microrrelato”, ya que se trata de proporcionar herramientas para escribir, y no teorizar sobre el género, con lo que las entradas tienen un carácter mucho más pragmático que teórico.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)