La Guerra de Melilla fue un
conflicto bélico que se desarrolló entre julio y diciembre de 1909 en las
inmediaciones de la ciudad indicada. El motivo que provocó las hostilidades fue
la muerte de cuatro españoles, tiroteados por rifeños, que trabajaban a poco
más de 4 km de Melilla en las obras de construcción del puente sobre el
barranco de Sidi Musa, que venía a unir ferroviariamente el puerto de la actual
ciudad autónoma con el coto minero de Beni-Bu-Ifrur. Este ataque se encuadraba
dentro del hostigamiento que las tribus rifeñas venían infligiendo a los
obreros y mineros que trabajaban en las minas que las empresas españolas explotaban
en el Rif desde 1908.
En el contexto de esta Guerra,
quizás los dos hechos más destacados y conocidos sean el Desastre del Barranco del Lobo, en el que los soldados españoles,
emboscados, sufrieron graves pérdidas debido al intenso fuego enemigo desde las
alturas del barranco y la desorganizada retirada sin el apoyo de la artillería,
y la llamada Semana Trágica en
Barcelona y otras ciudades catalanas, en las cuales se produjeron altercados e
incidentes violentos debido a las protestas de las clases populares, azuzadas
por anarquistas, socialistas y radicales, contra el decreto de movilización que
incluía a los reservistas de los cupos de 1903 a 1907. Este llamamiento a las
armas ascendía a unos 20.000 hombres; la mayor parte de los reservistas
movilizados eran padres de familia de clase humilde que no podían pagar las
1500 pesetas con las que se evitaba ir a la guerra, por lo que su marcha
dejaba a sus familias sin sustento económico.
Sin embargo, en otras ciudades
españolas como Almería, Cádiz o Málaga la llamada a filas y la despedida de los
soldados que partían a la guerra se vivió con júbilo patriótico. En Garrucha
también predominó un espíritu entusiasta y solidario con los vecinos que fueran
llamados al frente, así como con los heridos que se produjeron en la contienda
bélica.
El Alcalde de Garrucha, D. Pedro
Berruezo Gerez, sensible siempre a los problemas de las clases populares y previendo
la problemática que iba a surgir con motivo de la llamada de reservistas para
la Guerra de Melilla, propuso a la Corporación Municipal y aprobó el siguiente
acuerdo:
D. Pedro Berruezo Gerez Alcalde de Garrucha durante la Guerra de Melilla y buena parte de la Guerra del Rif o Segunda Guerra de Marruecos Col. José Berruezo Garía |
(Actas capitulares. Sesión 25 de
julio de 1909. Archivo Municipal de Garrucha)
El propio Alcalde Don Pedro
Berruezo, a título particular, redobló esfuerzos para incrementar aún más, en
estos duros momentos para muchas familias, la cantidad de alimentos de primera
necesidad que siempre tenía a la entrada de su casa destinados al socorro de
las familias más desfavorecidas de Garrucha, que ahora podían quedarse huérfanas
de sustento por la marcha de sus hombres a la guerra.
Asimismo, otros prohombres del
levante almeriense volvieron a dar las muestras de la solidaridad y empatía que
siempre les había caracterizado, tal fue el caso del caritativo comerciante cuevano
D. Antonio Bravo Pascual. A continuación se expone el artículo del ilustre periodista veratense D. Juan Antonio Meca y Jiménez (1876-1929), que recoge la carta que remitió al Alcalde de Vera el citado empresario de Cuevas del Almanzora:
ALMA ESPAÑOLA
¡SURSUM CORDA!
Sr.
Dr. de La Crónica Meridional.
Muy
Sr. Mío: Si en momentos críticos de llanto y de tristeza para nuestra amada
España, existen traidores, que no hijos, que como fieras se vuelven contra
ella, y la insultan y la hieren con mano sacrílega; seres de vergüenza y baldón
de la raza hispana, plantel secular de tantos y tan esclarecidos héroes; si en
esos momentos de desolación para la amada patria, hay algunos seres depravados
que la empujan al abismo; en cambio, en consolador y honroso contraste, surgen
por doquier gritos nutridos de indignación por el ultraje, imborrables anatemas
contra la impiedad, pujantes energías, raramente amortiguadas en el indomable
valor castellano, y frases y actos generosos de adhesión y de consuelo, que
como gigante himno de patriotismo y de amor acendrado, envuelve en filial
respeto a la ultrajada madre, y le rinde pleitesía dulcísima de adhesión y
ternura.
El
pueblo español, siempre noble, no podría ver impávido la injuria con que el
audaz rifeño ha añadido a nuestra historia una página escrita con sangre de
nuestros mártires; por eso, con el ardimiento, con el arrojo, con la abnegación
que le hizo famoso en la historia, ha alzado unánime grito de protestas,
lanzándose a las abrasadoras tierras africanas, ansioso de vengar la sangre de
los hermanos muertos, de mantener enhiesto el glorioso pendón de San Fernando,
ganoso en fin de demostrar al orbe todo que le mira que España es la de
siempre, la que hizo que se inclinara hacia el polvo la orgullosa servil
romana, la de Covadonga, las de las Navas de Tolosa, la de San Marcial y de
Lepanto, la que fundó un reinado floreciente sobre el trono imperial de
Molezme, y dejó gigante y glorioso el pedestal de su independencia sobre los
humeantes escombros de Numancia…
¡Es
la España de siempre!
Por
eso, sus hijos, los que así merecen ser llamados, los buenos, no se fijan para
defenderla en si fue culpable al ser nefanda por sus errores, que como hijos
respetuosos no juzgan la conducta de quien les dio la vida; no miran su
pobreza, porque para un hijo una madre debe ser siempre grande aún en medio de
la mayor miseria; no se detienen a pensar con traidor quietismo, si el pingüe
patrimonio que le legaron sus mayores, se fue desmembrando por propios vicios o
por rapacidades ajenas, y sólo ven la tribulación y el peligro, y andan
solícitos a consolar la primera, y a poner al segundo el dique generoso de sus
pechos…
¡Benditos
mil veces los buenos hijos que defienden y auxilian a la madre patria!
En
ese concierto de sublimes arranques, la hermosa virtud de la caridad marcha en
fraternal unión al lado del patriotismo; y grandes y pequeños, ricos y pobres,
opresores y oprimidos, todos a una, hacen alardes de esos dos amores que tanto
dignifican, que tanto conmueven…
Uno
de esos impulsos de patriotismo y de caridad, ha animado a un honrado e ilustre
hijo de la ciudad de Cuevas, al acaudalado banquero y comerciante D. Antonio
Bravo y Pascual, quien con generosidad digna del mayor encomio, ofrece
noblemente en las aras del patricio sacrificio, los más puros y opimos frutos
de sus alma.
Pedro
dejemos frases a un lado y para narrar su alma reproduzcamos la siguiente
carta, cuya copia nos facilita el Sr. Alcalde de esta ciudad.
Dice
así:
«
Sr. Alcalde de Vera.
Muy
señor mío: Pensando en la situación aflictiva en que pudieran quedar la esposa
e hijos de algún reservista que solamente dependiese del jornal cotidiano,
obtenido por el marido que va a Melilla a defender nuestra gloriosa bandera,
aspiro a llevar algún consuelo a un hogar de cada uno de estos tres pueblos
(Cuevas, Vera y Garrucha) tan queridos, donde radican mis establecimientos,
sostenidos por el elemento obrero, su mejor cliente.
Para
llenar este fin, entiendo que por el cargo popular que V. ocupa, está llamado a
designarme la familia de ese pueblo, que quede completamente desamparada por la
ausencia del esposo, para que desde el día que marche a incorporarse a filas y
hasta su regreso, venga la madre de sus hijos, a esta modesta casa a percibir
dos pesetas diarias, que cobrará semanalmente, y que servirán para que no le
falte el pan a sus pequeños. ¡Así el soldado no irá al campo de batalla con el
corazón oprimido, pensando que mientras él arriesga su vida por la patria, sus
hijos perecen de hambre!
Como
complemento de mi pequeña obra, declaro: que si, por desgracia, falleciese el
reservista en la lucha, o a consecuencia de heridas de la guerra, seguiré
abonando a su viuda las dos pesetas diarias citadas, durante un año, a partir
de la fecha en que se tuvieren noticias de su muerte.
Expuesto
mi deseo a grandes rasgos, aunque de forma desaliñada, pero tal como lo siente
mi alma, espero su necesaria cooperación para llevarlo a la práctica.
Rogándole
me acuse recibo de este escrito, aprovecho gustoso esta ocasión para ofrecerme
a V. atento s. s. q. b. s. m. — Antonio
Bravo Pascual. Vera 27 Julio de 1909. »
Ese
es el corazón español; no el que se ampara cobardemente en pretextos y arterias
para ahondar las heridas de la común madre; esos infelices hijos degenerados,
en cuyos pechos alientan esos corazones tan pequeños, suponen, por fortuna, una
gota de agua, en ese océano de patriotismo, de caridad y de nobleza.
¡Sursum
corda!
Elevemos
los corazones con fe, y que nuestra diestra agite la espada vengadora, con las
energías de lo justo de la causa porque lucha y de lo santo del amor que le
impulsa. Lo justo de la empresa, logrará la victoria.
Pero
elevemos una lágrima a la tierra que guarda las cenizas de los hermanos
nuestros, el esfuerzo de nuestro aplauso y nuestra ayuda a los otros hermanos
que luchan heroicos con las salvajes hordas africanas, y el perdón de las almas
cristianas a los infelices que delinquieron con su apostasía, y el aplauso, la
admiración de cariño y de respeto a los ciudadanos honrados que como el autor
de la carta inserta, con generoso desprendimiento, ofrecen en estos instantes
adictivos los inefables consuelos que emanan de la caridad, la del más aromosa
del sublime vergel cristiano.
Juan A. de Meca y Jiménez
Vera 31 de Julio 1909.
(La Crónica Meridional, Almería,
3 de agosto de 1909)
Una carta similar fue dirigida
también por D. Antonio Bravo al Alcalde de Garrucha, por lo que éste, en nombre
del municipio le profesó un sincero agradecimiento y le asignó la familia del
reservista garruchero del cual iba a hacerse cargo de manera altruista:
Por
el Sr. Alcalde (D. Pedro Berruezo Gerez)
se da lectura a la hermosa carta que le ha dirigido el comerciante y vecino de
Cuevas D. Antonio Bravo Pascual, ofreciendo socorrer con dos pesetas diarias a
la esposa del reservista de esta localidad que sea llamado a filas y que se le
designe por esta Alcaldía, cuyo socorro continuará dando a la familia del dicho
soldado por espacio de un año si tuviere la desgracia de perecer en la guerra,
de cuya carta se ha mandado copia literal al Sr. Gobernador Civil de la
provincia.
El Ayuntamiento
por unanimidad ACUERDA: que se den al Sr. Bravo en nombre de este municipio y
del pueblo en general, las más expresivas gracias por el patriótico y plausible
rasgo que envuelve su generoso ofrecimiento, y como quiere que en el día de hoy
ha salido para incorporarse a banderas el reservista Cleofás Manzanares Ruiz,
el cual deja sin amparo alguno a su esposa y dos hijos de cuatro años y seis
meses de edad, que por la Presidencia se designe a la familia de dicho soldado
para que perciba el socorro que tan digno patricio ha ofrecido.
(Actas
capitulares. Sesión 1 de agosto de 1909. Archivo Municipal de Garrucha)
También el director de la banda
de música de Garrucha, D. Juan Moreno, manifestó en un artículo publicado en la
prensa que “por iniciativa unánime de la
banda de música que dirijo, y llenos todos de los más nobles sentimientos
patrióticos, decidimos en los días 15 y 16 del corriente salir a postular por
las calles de este pueblo; en demanda de socorros para los heridos en la
campaña de Melilla” (La
Independencia, Almería, 19 de agosto de 1909). Las familias patricias de
Garrucha, dando una vez más muestras de generosidad, compasión y solidaridad, colaboraron
con donativos a la causa del consecuente músico para ayudar a los heridos de la
Guerra de Melilla. Muchos de ellos estaban siendo atendidos en el Hospital de
sangre de Almería. En la extensa lista de personalidades del municipio que
auxiliaron económicamente a los malogrados soldados estaban: D. Francisco
Berruezo López, D. Pedro Berruezo Gerez, D. Francisco Berruezo Gerez, D.
Cleofás Berruezo Castaño, D. Simón Fuentes Caparrós, D. José Fuentes Berruezo,
D. Martín Clemente Rodríguez, D. José López Campos, D. Pedro Cervantes Gerez,
D. Antonio Abellán Casanova (II Marqués de Almanzora), D. Federico Moldenhauer,
D. Trinidad Torres, D. José Bueno Cordero, D. Pedro Gea López-Teruel, D.
Gonzalo Plá Oliva… hasta contabilizar un total de más de 160 personas que
reunieron una considerable cantidad para la época.
Un soldado de Administración Militar, encantado y agradecido por el recibimiento y auxilio que le brindó el hospitalario pueblo de Almería, remitió una nota a la prensa sobre este particular:
Carta de un soldado
El soldado de Administración Militar
Isabelo Fausto Álvarez nos ha hecho entrega de la siguiente carta dirigida al
pueblo de Almería, que reproducimos muy gustosos:
Dice así:
« Siento verdadera emoción por el
patriotismo con que habéis recibido a los defensores de la patria, que han
vertido su sangre porque el grito de ¡Viva España! sea realzado y porque se
logre el triunfo de nuestras armas en el territorio marroquí.
Sinceras gracias por el cariño que siente
el pueblo español por sus amados hijos, que tendremos imborrable recuerdo el 20
de septiembre de 1909.
¡Viva España! ¡Viva el Ejército Español!
¡Viva Almería!
Vuestro servidor, Isabelo Fausto Álvarez »
(La Independencia, Almería, 22 de
septiembre de 1909)
La generosidad y solidaridad del pueblo garruchero hacia los soldados españoles que luchaban en África no se ciñó
sólo a la Guerra de Melilla de 1909, también durante la Guerra del Rif o
Segunda Guerra de Marruecos (1911-1927) volvió a dar muestras de ello. En
1921 el Alcalde Don Pedro Berruezo Gerez envió la considerable cifra para la
época de 1000 pesetas para asistir al Batallón nº 71 del Regimiento de La
Corona. Este cuerpo militar, con base en Almería, fue el primero en desembarcar
en Melilla, el 24 de julio de 1921, para protegerla de un posible cerco por
parte de las tropas de Abd-el-Krim.
Nota del periódico La Independencia (Almería, 3/11/1921) |
Asimismo, en diciembre de 1925, el entonces Alcalde de Garrucha D. Pedro
Juaristi Landaida, a petición del Gobernador Civil, abrió una suscripción pública en el municipio con el objetivo de recaudar fondos para enviar el Aguinaldo
de Navidad a los valientes y fatigados españoles que combatían a los rebeldes
rifeños. Como era de esperar, el pueblo de Garrucha respondió.
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