martes, 24 de marzo de 2015

Huelga en la enseñanza

Hoy, en un día inundado por la lluvia y “mordido” por el terrible accidente de aviación, estaba anunciada una huelga en el mundo de la enseñanza.
Apenas alguna noticia en la tele. Pero, una vez más ese “casi macabro” baile de cifras: según los convocantes un 80% de los implicados (desde la ESO hasta la Universidad) han seguido las directrices y han parado. Según el ministro Wert la asistencia a clases ha sido la normal.
Quizás Wert piense que todos los días faltan a clase el 80% de los profesores o los alumnos. Pero no es éste un tema para hacer bromas. No creo.
Los que directamente participan todos los días en este asunto de la educación son incapaces, siquiera, de ponerse de acuerdo en la parte más fácil de los diagnósticos: cuántos están de acuerdo o en desacuerdo con la medidas que se están tomando (y que fácilmente durarán lo que dure este gobierno en el poder. Poco, espero).
¿Cómo ir un poco más lejos y hablar sobre lo que cada parte piensa, lo que cada parte pide, quiere, busca,…? Si ni siquiera en las “matemáticas” es posible un acuerdo. Y eso que contar es una de las primeras cosas que se aprenden en la Escuela.
¿No pasaron éstos por la Escuela o lo han olvidado ya?

Que siga la lucha.

lunes, 16 de marzo de 2015

Más sobre mi ignorancia

Hoy hace un mes que pedía que salvarais mi ignorancia. Pero, debe ser una ignorancia muy compartida, porque prácticamente nadie me ha dado una respuesta.
Decía yo que en mi lector de libros tengo tres que no encuentro por ninguna parte, pero que están ahí porque puedo leerlos y puedo hacerlo sin ninguna conexión a otro “mundo”.
Bien. Alguien me indicó la posibilidad de que estuvieran en una partición de la memoria a la que no llega un análisis de mi navegador. Me puse a buscar. Y esto es lo que hallado.
Nada me indica que en él exista una partición oculta. Pero el folleto explicativo dice que mi e-reader tiene una capacidad de 8 Gb, y a mí sólo me deja ver 5´42Gb. Algo debe haber oculto.
Y aquí llega mi reflexión, más allá de mi ignorancia, ¿quién les ha dado permiso? ¿por qué no me lo han contado? ¿Qué más hay en esa “partición” oculta? ¿De qué va todo esto? Y, si no llega a ser por mi curiosidad, ¿hubiera sospechado algo? O, lo que es lo mismo, allá donde no sospecho nada ¿me la están jugando?
Sé, porque lo había leído, que en los móviles una buena parte de la memoria viene ocupada por programas “de fábrica” que yo no puedo borrar y que disminuyen la capacidad que necesito para mis aplicaciones. Pero, ¿habrá más?, ¿habrá mucho más?

No acostumbro a ver fantasmas, pero tampoco se trata de que sea un perfecto ingenuo. Aquí, cuando menos, hay trampa y fraude.

jueves, 12 de marzo de 2015

Padura en Bilbao (dos)

Leo en ELDIARIO.ES una noticia que titulan “Busco asistenta del hogar. Solo españolas”. Es la otra cara de la moneda de aquel cartel que yo presentaba la semana pasada en el que una señora nacional se ofrecía para realizar trabajos del hogar.
La noticia apunta a un rebrote de xenofobia, que se atribuye, fundamentalmente, a la crisis económica.
“Estamos en una etapa cabrona de la historia”, decía ayer Leonardo Padura durante la presentación de su último libro en Bilbao. ¡Qué bonita manera de decirlo! Dijo muchas más cosas, pero ésta fue la única que recogí textualmente, en el momento de decirla.
Durante buena parte de su intervención, y al final de manera explícita ante la pregunta de uno del público, rondó el problema de las relaciones entre el intelectual y el poder político. Problema largo en la historia, que sólo existe cuando el poder político se convierte (¿o lo es, por definición?) en autoritario, antidemocrático, absolutista,… y el intelectual de veras usa el intelecto para ser libertario (amante de la libertad), hereje.
La solución, intelectual y, parece, vital, de Padura no es importante. Es la suya. A mí me gustan sus novelas negras. Y no soy tan tonto como para no adivinar que no vive en connivencia con el poder cubano (ni con ningún otro).
Lo importante es que no se planteó la otra relación. Igual de interesante, de determinante. La relación entre el intelectual y la gente normal, el resto del pueblo, los que ponemos en el poder al PP o al PNV o a…

Ya me hubiera gustado. Pero la noche estaba para disfrutar de L. Padura, de su palabra fácil, suelta e interesante. Y, más que ninguna otra cosa, estaba para conocer de primera mano que en un par de años tendremos nueva novela de Mario Conde.

viernes, 6 de marzo de 2015

Leonardo Padura en Bilbao


El próximo miércoles estará en Bilbao Leonardo Padura y, como es muy posible que no  os enteréis a tiempo, os lo cuento desde aquí.
Parece que viene a presentar “Aquello estaba deseando ocurrir”, un conjunto de cuentos que yo acabo de leer y que me ha resultado muy pobretón. Alguno de los cuentos merece la pena, pero el conjunto me ha resultado decepcionante. Nada que ver con el Leonardo Padura de “Herejes”, “El hombre que amaba a los perros”, “La neblina del ayer”,… Nada que ver con el Padura de Mario Conde.
Sabéis todos de mi devoción por la novela negra de Padura. Nunca la he ocultado. Así que me hará ilusión estar en la presentación de este libro de cuentos que no me ha gustado. Padura no viene todos los años a Bilbao.
Aprovechando: tampoco Henning Mankell es el mismo cuando deja la novela negra, que tanto me hizo disfrutar hace unos años con Walllander. Así que no he podido llegar más allá de la página 100 (hasta aquí he aguantado porque “algo tiene que pasar”) de su “Un ángel impuro”.

Por fin, hoy brilla el sol.

miércoles, 4 de marzo de 2015

Carteles

Antiguos tics de sociología urbana y de lector empedernido hacen que, todavía ahora, la vista se me vaya a los carteles, miles de carteles, que se cruzan en mi camino a diario y que los lea.
Algunos tienen tal grado de “comicidad”, “mala baba”, aprovechamiento de las deficiencias de la realidad o de los sentimientos inconfesables del personal, tanta ignorancia, chulería, etc. que o les hago una foto (ventajas de los móviles) o los escribo al llegar a casa.
Hoy os ofrezco cuatro de ellos. Jugosos, supongo, aunque alguno sea muy conocido por repetido.
Esto se podía leer no hace mucho (ignoro si sigue allí o no) en el “escaparate” de una clínica de Bilbao:
“Descuentos especiales para pacientes en lista de espera de la seguridad social”
Sin comentarios.
En una pared cualquiera del barrio alguien había colgado un folio con esta leyenda:
“Chica nacional de 40 años de edad se ofrece para labores de casa”
Luego, por supuesto, daba un número de teléfono. Cualquiera de nosotros sabe que una chica nacional (el subrayado es mío) limpia mucho mejor que una no nacional, que, por definición, es siempre una guarra. Además es mucho más de fiar, porque no roba, trabaja sin parar y no rompe ni maltrata nada. Por cierto, nacional… ¿de qué nación?. Estaba escrito en castellano, que eso ya da una pista.
En el portal de un edificio se podía leer:
“Esta comunidad no admite publicidad”
No hace falta -deberían haber añadido. No es preciso que nadie ande por ahí pregonando las bondades de nuestra comunidad, A ver si vamos a tener cola para comprar el tercero derecha.
Y  la entrada de un bar:
“Televisamos todos los partidos del Athletic”.
Ni poco chulos ellos. No aclaran si televisan en abierto o en cerrado, ni, en este último caso, a través de qué canal, pero no necesitan que nadie instale sus cámaras en el campo de fútbol; ellos tienen las suyas y van allí donde haga falta. Que son de Bilbao.

Un poco de humor de vez en cuando no hace daño. Que sigue lloviendo sin parar.

sábado, 28 de febrero de 2015

Dicen que ha dicho

Invierno. Largo y duro, este invierno. Lluvia, hasta la inundación, frío, hasta la congelación, y nieve, nieve hasta decir basta. Y, acompañando,  ralentización del ritmo, ya pobre de por sí, de las obras de la casa, una espalda y una pierna doloridas y molestas, y el alejamiento de Laura y Mikel hacia otras tierras, hacia otras oportunidades.
Que llegue ya la primavera; que se calienten las tierras, el aire y mis huesos, que se empiecen a ver los frutos de la partida y se hagan patentes los frutos de las promesas. Que se vislumbren pronto nuevas formas de la cercanía.



- Dicen que ha dicho…
- Pero, usted ¿se lo ha oído decir?
- No, yo no. Pero dicen que ha dicho…
- Igual no es verdad. Yo precisamente le he oído decir algo bien distinto, casi lo contrario
- Ya, ya. Si yo no digo nada. Sólo que dicen que ha dicho. A lo mejor no es verdad.
Esta parodia de diálogo la he repetido varias veces en poco tiempo. “El que ha dicho” nunca resulta ser un dirigente de los partidos aún mayoritarios, ni un jefe de estado, ni el director de un banco, ni el mandamás de una iglesia, ni nadie con poder.
Siempre es alguien que parece molestar.
Yo no oculto mis simpatías por Podemos. Simpatías, que no ingenuidades. He vivido ya lo suficiente como para haber aprendido que del dicho al hecho… He tenido a lo largo de la vida suficientes salvadores como para no creer a nadie que venga a liberarme, como para no creer más allá de lo que entre tú y yo podemos hacer.
Pero, es tal la antipatía ante lo conocido en política (en la real, no en la de las declaraciones), que mi simpatía sólo puede inclinarse hacia quien la critica.
Y no va más allá de la simpatía porque aún no he visto desarrollar los elementos que permitirían cortar de raíz cualquier deslealtad con lo prometido, cualquier corrupción, enriquecimiento, poder,…


El invierno me tiene muy comidas las ganas de escribir.
La realidad cotidiana me empuja a hacerlo.

Así que hoy paréntesis a la desgana y unas líneas apoyadas en algunas conversaciones favorecidas por el calor de una sala desde la que se ve la nieve, pero no se siente el frío.

lunes, 16 de febrero de 2015

Salvad mi ignorancia

Estoy seguro de que alguno(s) de vosotros puede paliar mi ignorancia a poco que se esfuerce en mandar un comentario a esta entrada. Por eso me animo a hacerla.
Las pasadas navidades me regalaron un estupendo lector de libros electrónicos. Yo ya tenía uno, pero era muy pobrecito en prestaciones. Y quería uno que fuera táctil. El que me han regalado lo es (una maravilla) y, además, tiene luz propia, wifi y un montón de adelantos que aún no he explotado, ni casi conozco. Como casi todo el mundo, a medida que se me ocurre que me vendría bien una “aplicación”, busco a ver lo que encuentro. Porque lo de leerse un manual…
A lo que iba, en el pack del regalo venía la posibilidad de acudir gratuitamente a una biblioteca durante unos meses y coger de allí lo que me interesara. Sólo el “aburrimiento” me llevó ayer hasta esa página, seguro como estaba de que allí no encontraría nada de mi interés.
Pero, oh sorpresa, hete aquí que me encuentro con un libro de relatos nada menos que de Leonardo Padura. Un libro del que yo no tenía ni noticia. Así que me lo baje a mi aparato. Y aquí viene mi ignorancia. La que podéis paliar.

Leo perfectamente el libro. Pero, ¿dónde está? He recorrido mi lector un par de veces y ni rastro. Me he dicho: claro, como tiene wifi, el libro está en “la nube”. Así que he desconectado el wifi… y he seguido leyendo como si tal cosa. O sea, ¿dónde está?
Qué listos son: me dejan leer (porque lo he pagado), pero no puedo hacer nada más con él. No sé durante cuánto tiempo lo tendré a mi disposición. No me he enterado. Pero, ¿lo tendré para siempre? Y si le llego a decir que quería leerlo en mi ordenador, ¿lo tendría aquí disponible?
Por favor. Pido sopitas: ¿dónde está el libro de L. Padura?
En todo este proceso he aprendido-recordado tres cosas: Padura escribe maravillosamente bien; sería bueno hacer un poco más de caso a los manuales y no enchufar y ¡hala! a por él; y tres: siempre nos venden aparatos que hacen más cosas que las que queremos, pedimos, o necesitamos. Es la traducción tecnológica de aquel:
- ¿Cuánto quiere?
- Póngame 200 gramos.
- Me he pasado un poco. ¿Se lo dejo así?

- Bueno, bueno, déjelo.