Mostrando entradas con la etiqueta Ronny Paredes. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Ronny Paredes. Mostrar todas las entradas

jueves, 5 de junio de 2014

El remero que canta en el Salado

José Chalén, capitán de navíos y remero en el estero Salado. Fotografía: Noemí Oyola

La única muestra de esfuerzo son las gotas de sudor que bajan por la piel quemada de su rostro y brazos. Fuertes movimientos circulares hacen que los remos se zambullan en el agua del estero Salado de Guayaquil. De allí salen airosos los maderos, mojados y salpicando a los tripulantes del bote que miran hipnotizados los alegres ojos del capitán José Chalén. A sus 57 años canta a voz en cuello:

“Soy pirata y navego en los mares/donde todos respetan mi voz/Soy feliz entre tantos pesares/y no tengo más leyes que Dios/ ¡Viva la mar! ¡Viva la mar!”

La vida de este hombre, bajo, grueso y de canas atrevidas, es una enredada y grande historia ligada al agua, imposible de contar a breves rasgos. Por eso el descolorido velero tatuado en su antebrazo izquierdo. Por eso la cruz que marca norte, este, oeste y sur. Por eso sus 37 años como capitán y más de 40 como marinero.

Chalén navega de 7h00 a 16h00 una lancha para Visolit, empresa que descontamina los ramales del estero desde 2003. Las embarcaciones quedan paradas en el muelle del Malecón del Salado, en medio de los puentes El Velero y 5 de Junio, y allí mismo empieza Chalén su segundo trabajo.

De lunes a domingo, y por USD 2.00 extra, el capitán rema los botes que grupos de amigos, parejas o familias alquilan por USD 3.50 a Ismael Zuloaga, otro salmón de la tradición de los botes de alquiler.

Ismael Zuloaga, administrador de los botes de remo del Malecón del Salado. Foto: Noemí Oyola

“A la luz de la pálida luna/en un barco pirata nací…” continúa cantando el capitán con la misma voz vehemente y acelerada que utiliza para entretejer y mezclar los detalles de su pasado y su presente. Pero la letra de la canción de mar no acierta. La familia de José Chalén viene de Posorja y Playas, pero él nació en Guayaquil, en la Once y Portete, “¡cuando todo eso era pero monte!”.

Ya a los siete años José Chalén aprendía a nadar en el estero Salado. Su padre, cholo fuerte, estibador de la Standard Fruit Company, lo lanzaba desde el puente 5 de Junio y abajo sus tres tíos lo esperaban para reírse de su cara de susto. Eran otros tiempos, días del American Park, de carreras de botes, de arena de playa en el estero y estudiantes cortejando a las colegialas al pie del manglar.

La misma escena de caída libre recordaría Chalén cuando en 2009, para aprobar el curso de Marinero de Bahía en la Capitanía de Puerto de Salinas, el suboficial Barreno, moreno alto y corpulento, instructor de supervivencia en el mar, lo empujó sin piedad desde un buque petrolero hacia el mar sin dejar siquiera que se termine de persignar.

“Chuta, parecía interminable que no llegaba al agua, pues. Y vuelta cuando llegué parecía que nunca iba a salir y yo ¡dale para arriba! Cuando salgo es desesperado, pues, a respirar”.

Actualmente vive en El Recreo y cada mañana toma el bus Panorama 81-3 que lo deja en Padre Solano y José de Antepara. Desde allí coge “la 8” y se baja en el puente que marca el incio del Malecón del Suburbio. El regreso es a pie hasta el centro y de allí, otra vez, la “81-3”.

Es padre de cuatro junto a la misma riobambeña desde hace 30 años. Con los remos, y sobre alguno de los 17 botes hechos de madera o fibra, gana desde USD 13.00 en los días malos hasta USD 70.00 en los mejores. Y aunque no gane mucho, con su ánimo incansable y su conversación afilada se ha convertido en el guía turístico preferido de muchos paseantes del estero.


Niñez truncada, pescador en Galápagos, panificador en la sierra, chofer profesional. Detalles y secretos que se atropellan en la garganta de un personaje que navega y canta mientras el sol se oculta: “¡Viva la mar! ¡Viva la mar!”.

Reinaldo Velasteguí y Ofelia Iturralde aprenden a remar con instrucciones del capitán Chalén. Foto: Noemí Oyola

viernes, 25 de abril de 2014

Brujería y esoterismo forman parte del centro de Guayaquil

"Callejón de los brujos" en el Mercado Central de Guayaquil

Hasta 2.000 y 3.000 dólares de ganancias pueden tener los santeros en fechas específicas como feriados o San Valentín. Sus productos provienen de países asiáticos y suramericanos-

En ambos lados del estrecho pasillo, los equekos y los gatos chinos con su pata alzada y sus ojos enormes, miran a los compradores ir y venir en la agitada rutina del Mercado Central de Guayaquil. Los comerciantes prefieren ser rostros anónimos envueltos en el aroma de inciensos y plantas. Para los que mucho preguntan, hay miradas de desconfianza. Al hablar de su actividad, las voces se convierten en susurros que no sobreviven ante la bulla del burbujeante comercio. Este es el ambiente que se vive en “el callejón de los brujos”.

Allí, las paredes del mercado tienen ojos. Hay quien asegura que famosos de la pantalla chica ecuatoriana acuden a comprar productos para “limpiezas”. Los comentarios traen nombres como Carolina Jaume, David Reinoso, Estrellita Solitaria y Mauricio Ayora. Vienen disfrazados, tras lentes oscuros y gorras, pero esconderse del rumor popular no puede nadie.

Rosa Álvarez, lleva 30 años en el Mercado Central vendiendo elementos para limpiezas y curaciones. Con este negocio, señala, ha logrado pagar los estudios universitarios de sus dos hijos, además de “conseguir todo lo que he querido”. Las coloridas estanterías de su local están llenas de inciensos, esencias aromáticas, rosas, velas, pomadas, y hierbas de todo el Ecuador.

“Lo que más se vende son las esencias aromatizantes para limpiezas y baños, los jabones para despojar de lo negativo. Porque en realidad la brujería, el engaño y la envidia sí existen y con esto se combate”, explica.
Por los productos que ofrece, doña Rosa no ha enfrentado nunca problema. Sin embargo, aclara que dentro del mercado está prohibido realizar cualquier tipo de “trabajo”. Tal vez a eso se deba que el ambiente no trae la sensación de misterio que, en otras circunstancias, la brujería evoca.

En la esquina de Diez de Agosto y Chile, el almacén A. Saman pasaría desapercibido como una tienda más de ropa. Sin embargo, a través de su ventanal en la calle Chile, los artículos esotéricos saltan a la vista y llenan de curiosidad al transeúnte. Perfumes para atraer el amor y el dinero, figuras de divinidades y hasta productos para baldear que atraen energías, se encuentra en esas estanterías.

En la esquina de Diez de Agosto y Chimborazo, al pie de la Catedral de Guayaquil, los pequeños quioscos verdes también cumplen con su parte. Las dueñas comparten la idea de que las energías negativas provocan males en las personas y, por ello, es común encontrar que entre los crucifijos, las imágenes religiosas y los rosarios, también se vendan velas de colores, esencias y la famosa agua de rosas. Solo basta ver en los cajones inferiores, dentro de fundas, detrás de las figuras para darse cuenta. Porque, dicen, “mejor evitar que se enoje el cura”.

Esquina de Chimborazo y Diez de Agosto, frente a la Catedral de Guayaquil.

Estas imágenes se repiten fuera de la iglesia de San José, situada al pie de la avenida Eloy Alfaro, y a pocas cuadras sobre la misma calle, en la iglesia San Alejo. Aunque no quieren dar sus nombres, las vendedoras afirman enérgicamente que ese tipo de ventas “no tiene nada malo” y aclaran que “siempre se debería usar esto para limpiarse de las malas energías”.

Jonás Dante es uno de los santeros del centro de la urbe. Su local, “Secretos Ocultos,” está ubicado en García Aviléz 819 y Sucre. Durante sus 25 años de actividad, Jonás siempre ha utilizado su verdadero nombre y dice no necesitar más publicidad que la que sus clientes le dan.

Mientras el santero añade que su especialidad es la cartomancia y el medio espiritual, la fotografía de una mujer con velo y ojos misteriosos grita “oriente” desde una pared. Al fondo, una cortina entre abierta deja ver un cuarto a media luz y una silla. Un gordo Buda y una rígida Ganesha vigilan celosos esa entrada. Lo que allí pasa está reservado para los que confían.

Interior de la tienda esotérica “Secretos Ocultos” en García Aviléz 819 y Sucre.

Jonás es sólo uno de los muchos santeros del centro de la ciudad. Una rápida búsqueda en internet basta para confirmarlo. Allí abundan anuncios como el de Moisés, “El gran jefe y presidente de los curanderos”, o Axel, “el mejor y más reconocido espiritista de los últimos años”. Junto a su número de contacto, se puede encontrar una larga lista de servicios, desde lectura del tarot, amarres amorosos eternos, hasta oraciones para mejorar la economía y conseguir empleo.


Así, las tiendas esotéricas coexisten en medio de la conservadora y supersticiosa sociedad guayaquileña. Sin importar género o condición social, cientos de guayaquileños limpian sus auras y buscan en los rituales otro camino a la felicidad. Como diría doña Rosa mientras atiende a su clientela, “todo es cosa de fe”.

- Ronny Paredes E. -

Publicada en la revista digital Breik