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viernes, 29 de abril de 2011

PERDIDA

Si tengo que elegir, me inclinó por los programas de humor. Esos que son ejemplares para pasar el rato, en momentos de ocio, cuando no se esta dispuesto a pensar mucho. Aquellos que no tienen linealidad, que si se nos traspapela un capítulo (imposible hoy en día, gracias al milagro al que me gusta llamar  “mi Jesús personal”: Internet) podemos ver el que le sigue sin perdernos ningún detalle importante. En mi lista se encuentran productos televisivos tales como: Saturday nigth live, Kids in the hall, Mad TV, Seinfeld, 30 rock, Scrubs, Friends. Lejos de la manufactura foránea, programas como Magazine For Fai, Cha cha cha y Todo por dos pesos encabezan el ranking.
            Llegó un momento de mi vida, en el año dos mil siete, donde las personas no dejaban de mirarme desconcertadas cuando afirmaba, cargada de convicción, que no miraba Lost. Aquellos fanáticos de la serie televisiva, no lograban concebir mi decreto de no afiliarme a su tendencia, de preferir, ante todo, algo que me fecunde una sonrisa antes que una incertidumbre. Cual evangélico obstinado, que distribuye volantes y predicados fuera de la famosa empresa cristiana, que te invita a que pares de sufrir, mis amigos y conocidos procuraban fascinarme con los argumentos de dicha serie. Que la historia sucede en una isla mágica, que hay muertos-vivos, que hay un monstruo con cuerpo de humo negro. Miles fueron las justificaciones para acarrearme a su vicio. Ferviente seguidora del género del terror, sus alegatos me indujeron a rentar la primer temporada (no lo digo para quedar bien, no tenía internet, recién me mudaba y los malaventurados operarios de Arnet aparecieron un mes y medio después de haber solicitado el servicio). En menos de cuarenta días me zampé tres temporadas del afamado “Perdidos”,  sin incomodarme las súplicas de mis retinas y de mi abrumado cerebro. Mi nuevo apéndice y yo nos convertimos en íntimos. Cada hecho de la vida real, instantáneamente, lo asociaba con algún personaje o capítulo de Lost, cuándo antes lo vinculaba a los Simpsons. La espera por un nuevo episodio inhibía a mis parpados a cerrarse por las noches y si lo hacían, soñaba con posibles desenlaces del misterio inconcluso que concedía el argumento. No voy a emular las perversas manipulaciones que ejercieron mis amistades conmigo, no voy a enumerar los fabulosos sucesos que hicieron que desampare mi antigua rutina televisiva. No voy a intentar persuadir al lector que se encuentra ojeando estas líneas. Solo diré que este proyecto, para la pantalla chica, es adictivo.
            Llegó el año dos mil diez y, luego de seis temporadas, Lost terminó. Parte de mi murió ese día. Bueno, no fue para tanto, pero debo admitir que sembró dudas que voy a llevar conmigo hasta la sepultura (|m|). Ahora, en serio, el programa era muy-muy bueno pero lo mío seguía siendo la comedia. Un buen día, mi cónyuge, con el fin de apaciguar el síndrome de abstinencia Lostiano, me mostró vía youtube algo que se llamaba Post.


Esta es una sátira de Lost hecha por los avispados miembros de Farsa Producciones. La historia también transcurre en una isla pero de edición, donde un elenco insensato, notable para quienes son adeptos a los frutos de la productora, logra crear un ambiente con el punto preciso de intriga y gracia. Breve resumen conciso corto: Un joven editor chileno encuentra trabajo en una productora. Los nervios propios de debutar en un nuevo ámbito se mezclan con el temor que causan sus exóticos compañeros. Jornadas laborales esclavas, la obsesión con los tiempos, el fino filamento con la muerte y la lucha por el control de la oficina consiguen bambolear la cordura del protagonista. Enigmas constantes, mixturados con la humorada idiosincrásica de Farsa Producciones, hacen de esta elaboración un exquisito recreo para la vista. Elevadamente recomendado.
Esta serie web, debido a su rating, reencarnó en largometraje y el pasado 20 de abril, en el bar de FM La Tribu, fue presentada en sociedad. Actualmente es posible adquirir el DVD original, para el disfrute personal, en veinte puntos comerciales estratégicos o se puede encargar a domicilio (Yo sabía que el delivery cinematográfico iba a ser un boom!).
Además de esta obra, estos fabricantes audiovisuales cuentan con un sinfín de cortos y largometrajes sobre zombies (en su mayoría), aliens y músicos de otro planeta. También realizaron un montón de videoclips. Entre los afortunados, podemos citar, sin soplar ni repetir, bandas como Kapanga, Pez, Árbol, Miranda, Pimpinela, Carajo, Los Pericos,  The Tormentos, Catupecu Machu, Attaque 77, etcétera.
 Para musicalizar la despedida les dejo una joya invaluable, figurita repetida en mi lista de reproducción de videos: