Mostrando entradas con la etiqueta novela juvenil. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta novela juvenil. Mostrar todas las entradas

miércoles, mayo 17, 2017

La partitura, Mónica Rodríguez


Edelvives, Zaragoza, 2017. 224 pp. 9,90 €

Ariadna G. García

En un primer momento, me llamó poderosamente la atención la cubierta del libro: su paisaje blanco, el tren de vapor prometiendo un viaje fabuloso por tierras ignotas. En un segundo instante, me cautivó su título, La partitura. En una época donde parece valorarse poco el tiempo dedicado a las composiciones de las obras, me interesó sumergirme en la ¿autobiografía? del protagonista del relato, en sus motivaciones creativas, en el tormento sentimental que lo llevó no sólo a componer sus sonatas y óperas, sino a modelar en la arcilla de sus manos la figura de la pianista más célebre de la Mongolia soviética: Sayá. La novela, premio Alandar de Literatura Juvenil 2016, aborda unos asuntos que, en principio, parecen alejados de la narrativa destinada al público adolescente. Aborda sin tapujos el complejo de Edipo, la pederastia, el sexo, la infidelidad o la complejidad de las relaciones amorosas. Está claro que si nuestros jóvenes conocen por otros canales (las series de televisión, las películas que consumen a solas en sus móviles o ipads) los sórdidos y atormentados vínculos que empujan a unos cuerpos hacia otros, los escritores deben ofrecerles una visión real, pero adaptada, de ese mundo que tanto les fascina. En ese sentido, La partitura me ha asombrado muchísimo. Hay que temas que parecen tabú en la literatura adolescente, y yo creo que es mejor abordarlos -graduando la temperatura, elaborando una obra de calidad artística, poética, sutil- que ignorarlos y lanzar a nuestros chicos hacia una narrativa de nulo o escaso valor literario.
La novela sigue el patrón de las antiguas colecciones árabes de relatos. Nos encontramos hasta tres historias ensartadas. La primera se ofrece a modo de marco. La narradora escribe un texto a su novio para revelarle un secreto que ha venido guardando y para formularle una pregunta. Al tiempo que recuerda los comienzos de su propia relación, los baches que sortearon hasta estabilizarse, relata una segunda historia: la de Gandalf, uno de los ancianos de la residencia donde trabaja como auxiliar de enfermería. Aquí, a su vez, el viejo pianista se convierte en paranarrador, al transcribir la joven el diario que aquel guardaba para no olvidarse de sí mismo, para justificarse, para que le entendieran, para conservar las emociones que le había suministrado tu agitada existencia, para recordar a su discípula: Sayá.
Quizás lo mejor del libro sea el concienzudo análisis de la psicología de un alma torturada, insatisfecha, que vive a la intemperie de su falta de arraigo, el alma de Gandalf: Daniel Faura Oygon. Nacido en España, de madre rusa a la que pierde siendo adolescente, Daniel tratará de dar un sentido a su vida refugiándose en la composición de partituras y en la tierra natal de su progenitora. Será en Mongolia donde el joven pianista descubra el talento innato para la música de una niña criada entre caballos y estepas nevadas, por la que sentirá un impulso erótico que tratará de frenar. Mónica Rodríguez reflexiona en su libro sobre los límites del amor, sobre la distinción entre amor y obsesión, sobre el anclaje del arte en el dolor humano, sobre la oscuridad de las pasiones, sobre el contraste entre vida y recuerdo, sobre la necesidad –o no– de dar a conocer al mundo obras maestras de las que se desentendieron sus autores, sobre la distinción entre amar a una persona o maltratarla.
Escrito con un prosa cuidada y lírica, La partitura es una novela no ya para un público adolescente, sino para cualquier lector al que le gusten las buenas historias.

miércoles, octubre 26, 2016

Los nombres del fuego, Fernando J. López.


Santillana Loqueleo, Madrid, 2016. 320 pp. 11 €

Ariadna G. García

¿Cuántas novelas españolas, de aventuras, recuerdan que estén protagonizadas por mujeres adultas o adolescentes? Dentro del mundo de la narrativa juvenil no es extraño encontrar historias donde las jóvenes lleven la voz cantante, pero cuando el asunto a tratar supone desafiar al sistema, sacar lustre a la valentía, enrollar el sendero conocido y desplegar un camino ignoto, defender a tu pueblo de una amenaza exterior, usurpar un cargo ajeno a tu destino y hacerlo con esfuerzo, como quien soporta sobre los hombros una lona muy gruesa, o recorrer la cara oscura de la vida, entonces el número de mujeres heroínas desciende de modo escandaloso. La isla de Bowen supone un continente aparte construido por César Mallorquí. Donde los árboles cantan es otra bendita rareza, en este caso de Laura Gallego, un emblema de que los tiempos cambian y de que las mujeres están (nos estamos) reinventando a pasos de gigante. A ese todavía escaso listado de obras sumamos ahora un nuevo título: Los nombres del fuego, del novelista y dramaturgo Fernando J. López. Escritor y docente, Fernando aborda en su novela varios temas de peso, esos que otros prefieren evitar o por ignorancia o por falta de sensibilidad o porque piensan que les restará lectores: el bullying homófobo, la reivindicación de la libertad de la mujer, o la defensa de la igualdad entre sexos. Pocos autores de narrativa juvenil incluyen en sus relatos personajes homosexuales. Javier Ruescas tuvo los arrestos de hacerlo en la trilogía Play. Y basta de contar. Se agradece, pues, que en Los nombres del fuego, novela destinada a lectores adolescentes, aparezca una pareja de chicos y que se visibilicen las dificultades que atraviesan. Dificultades que ponen en jaque la democracia en Europa, en esta Europa que afila los cuchillos en lugar de los lápices. Pero más allá de los temas que trata el libro, su atractivo descansa en la estructura y en la hilvanación de dos mundos diferentes separados por quinientos años. Echando de mano de conceptos matemáticos como la física cuántica, la entropía, o la teoría de las cuerdas, Fernando teje un libro con dos lanas. Una procede del Imperio azteca de Moctezuma, Xalaquia, y la otra de la España de hoy, Abril. Ambas adolescentes se cuestionan su identidad en una batalla asimétrica contra su propio tiempo. Xalaquia es una heroína, una figura legendaria que se duele de su destino adverso. Abril no se enfrenta a la realidad exterior, sino sólo a la íntima. Su mundo civil no se tambalea, si bien es cierto que al final de la obra se barrunta un futuro de sangre que no necesariamente caerá sobre ella, como sí lo hace sobre Xalaquia. Sumamente recomendable, Los nombres del fuego promete acción y entretenimiento, a la vez que facilita un censo de prejuicios a erradicar, un albarán de bolladuras e imperfecciones de un mundo que podrá mejorar cuando los adolescentes lectores de este libro, entre otros lo hereden.

miércoles, julio 06, 2016

Un monstruo viene a verme, Patrick Ness


Trad. Carlos Jiménez Arribas
Nube de Tinta, Barcelona, 2016. 208 pp. 14,95 €

Santiago Pajares

He de reconocer que leí el libro tras ver el trailer de la que será la tercera película de J. A. Bayona, director al que sigo después de sus películas El orfanato y especialmente Lo imposible. Vi el trailer, basado en una novela juvenil, y me pareció que la historia tenía mucha fuerza, así que me lancé a leer la novela, preguntándome qué le habría podido fascinar al cineasta para convertirla en su nueva película. Una vez terminada la lectura, lo comprendí todo. Es una historia para jóvenes que no me atrevo a enseñar a mis sobrinos adolescentes.
Conor es un niño asustado. Mucho. Y es que su situación personal está lejos de ser idónea. Su padre se mudó a otro continente tras el divorcio, la relación con su estricta abuela es más que gélida y su madre sufre una enfermedad terminal. Y por si esto fuera poco, sufre terribles pesadillas, tanto que se levanta en completo estado de shock. Su situación es tan mala, que el monstruo que le visita todas las noches a la misma hora ya no le da miedo, sino que le ayuda a no sentirse tan solo. Combatiendo el fuego con fuego, el tejo del prado cercano a la casa, ahora reconvertido en milenaria criatura de la noche, tratará de buscar la forma de que Conor pueda enfrentarse a su realidad. Y su manera es a través de las historias que le contará. Pero estas historias resultan ser criaturas salvajes, que se sueltan sin saber qué desastres pueden causar.
Bayona nos cuenta en el prólogo que crecer da miedo, casi tanto como cuando abusan de Conor en el colegio, casi tanto como cuando el protagonista, para tratar de huir, se transforma en acosador. Un monstruo viene a verme es una novela con muchas capas, con un protagonista a medio camino entre la infancia y la madurez al que nadie parece saber indicarle cuando comportarse como un niño y cuando como un adulto. Bueno, quizá alguien sí, un tejo milenario convertido en monstruo. Un monstruo tan horrible que quizá pueda ahuyentar el resto de sus pesadillas.
Hay una gran intrahistoria sobre este libro. La autora de la idea original, Siobhan Dowd, había escrito cuatro novelas juveniles, pero falleció por un cáncer de mama con 47 años, cuando sólo tenía esbozada la idea de esta novela. Patrick Ness fue el encargado de recoger la antorcha y convertirla en una novela, no dejando que la idea se apolillase en un cajón. Con mucho miedo de maltratar el legado de la autora, pero con el propósito de hacerla suya, se lanzó a escribir. Y este es el resultado. Cabe añadir que la autora murió de la misma enfermedad que sufre la madre de Conor, el protagonista. A ella dedica Patrick Ness la novela.
La película de J. A. Bayona se estrena el 7 de Octubre. El libro ya lo tienes en las librerías. Pero ya sabes lo que se dicen de las películas basadas en los libros; yo de ti, no me la jugaría y vería los dos.
Aquí dejo el trailer, o quizá podríamos llamarlo booktrailer. En manos de Bayona, un lujo, sin duda.


martes, mayo 19, 2015

Diario del búnker, Kevin Brooks

Trad. Joan Josep Mussarra. Destino, Barcelona, 2015. 304 pp. 15,95 €

Victoria R. Gil

«Esto es todo lo que sé. Que estoy en una vivienda de techo bajo, rectangular, toda ella de hormigón encalado. Debe de medir unos doce metros de ancho y dieciocho de largo (…) No hay ventanas. Ni puertas. Solo se puede entrar y salir en ascensor».
Así da comienzo el diario que Linus, un chico de dieciséis años, decide escribir cuando descubre que se encuentra solo y encerrado en un búnker del que no hay forma alguna de escapar. Ignora quién y por qué lo ha secuestrado, pero servirse de la libreta que encuentra, uno de los pocos objetos a su alcance, quizás sea el único modo de conservar la cordura.
Tras anotar las primeras sensaciones, describir el lugar y recordar el modo en que fue capturado, la soledad de Linus llega a su fin con la llegada de Jenny, una niña de nueve años, secuestrada al igual que él y con la que compartirá encierro hasta que las seis habitaciones dispuestas en el búnker se van llenando una tras otra con otras tantas víctimas del desconocido demiurgo que a partir de entonces decidirá quién vive y quién muere en su reducido universo.
Esta historia bien podría ser el argumento de cualquier moderna película de psicópatas o de alguno de los capítulos de Mentes criminales, esa serie de televisión que reúne el mayor catálogo de los horrores que la mente humana sea capaz de imaginar. Pero no, se trata de una novela juvenil con un tema tan duro e impactante como el cine dirigido a los adolescentes hace tiempo ya que viene ofreciendo, pero al que la literatura se resiste, quizás porque los jóvenes van solos al cine, pero muchas de sus lecturas las eligen sus padres o sus colegios.
A Kevin Brooks le costó varios años publicar Diario del búnker porque a los editores ingleses les costaba aceptar que una novela como ésta fuese adecuada para un público adolescente. Finalmente, no sólo consiguió que la obra viera la luz, sino que el año pasado obtuvo el prestigioso Carnegie Medal, premio británico de literatura juvenil, un reconocimiento que difícilmente recibiría en España, donde la narrativa para estas edades está constreñida por el corsé de los valores.
Personalmente, cuando un libro juvenil se vende con la recomendación de poseer grandes valores, siempre me echo a temblar. Los valores son como Clint Eastwood aseguraba en La lista negra que son las opiniones: «como los culos, todo el mundo tiene alguna». Y no sólo es posible que mis valores no coincidan con los del editor, sino que cuanto más dirigidas sean las intenciones de una novela juvenil, menos le apetece al joven leerla. Recuerda este libro, en cierto modo, a Nada, de Jane Teller, no sólo por su historia tan alejada de los temas clásicos del género y por haberse visto envuelto en la misma polémica sobre las lecturas inadecuadas para nuestros hijos, sino por el éxito que está obteniendo, lo que quizás debería hacernos reflexionar sobre qué asuntos les interesan realmente a los más jóvenes.
En Diario del búnker vamos a observar, al igual que lo hace el propio secuestrador a través de las cámaras que vigilan cada rincón de esa cárcel, cómo seis personas sin nada en común deben compartir un espacio cerrado y pelear por sobrevivir en él un día más. Es en las situaciones extremas cuando sale lo mejor y lo peor de la naturaleza humana, aunque en el apartado de lo peor, la historia nos demuestra que aún no hemos tocado techo. En este caso, lo mejor lo encarnan precisamente los personajes más jóvenes, quienes se muestran siempre solidarios y colaboradores, y nunca renuncian a sus intentos de fuga. Entre Linus y Jenny surge, incluso, un afecto sincero, capaz de unirlos sin importar las circunstancias que los rodean. De los adultos, tan sólo Russell, que sobrepasa los setenta años, se encuentra a su altura. El resto sucumbe a las peores debilidades, al egoísmo y la autodestrucción hasta cumplir la máxima sartriana de que «el infierno son los otros». El interior del búnker se vuelve entonces tan peligroso como el exterior desde donde el desconocido les vigila.
Es una novela dura, ya lo hemos dicho, pero tal vez lo que más nos cueste aceptar sea su falta de respuestas. Los adultos aspiramos a encajarlo todo en un puzle perfecto que ofrecerle a nuestros hijos como la fórmula exacta de la felicidad: Pórtate bien y todos te querrán. Estudia y tendrás un buen trabajo. Esfuérzate y serás recompensado. Pero cuando la fórmula no da los resultados esperados nos quedamos sin repuestas. Y si algo nos recuerda este libro es que las reglas de tres no se aplican a la vida. Y que ésta no suele molestarse en darnos explicaciones por más que nos empeñemos en pedirlas.

viernes, marzo 20, 2015

Solo con invitación: El rastro brillante del caracol, Gemma Lienas

Destino, Barcelona, 2014. 352 pp. 14,96 €

Care Santos

El escritor Emili Teixidor solía decir que "literatura para jóvenes es aquella que también pueden leer los jóvenes". No es éste lugar para enredarse a definir qué cosa es literatura para jóvenes (soy de la opinión de que la etiqueta sólo tiene sentido desde un punto de vista comercial), pero sí lo es para recomendar la lectura de esta novela a cualquiera que tenga más de doce años. Los más jóvenes encontrarán en ella emociones, risas, identificación con los personajes principales, momentos de ternura, momentos de escándalo y de rabia. Los adultos encontrarán todo eso y, además, quedarán seducidos por la manera de narrar de una autora que pone las cosas fáciles a sus lectores a pesar de no elegir temas ni tramas fáciles. 
Gemma Lienas tiene -y se le notan- muchas horas de vuelo. Es capaz de adentrarse con naturalidad en un terreno que parece parcela reservada a los más jóvenes: las comunicaciones virtuales, los juegos de videoconsola, los hackers informáticos, las prácticas de los enfermos de la red. Al mismo tiempo, demuestra conocer muy bien a sus lectores más jóvenes: sabe qué contarles, cómo, con qué lenguaje, con qué ritmo, desde qué punto de vista. No elige asuntos sencillos, ni manidos, no da lecciones, no escatima información. Mantiene una postura beligerante con los aspectos de la sociedad que merecen ese esfuerzo (en el fondo, todo eso es una prolongación de sí misma: cualquiera que la siga en redes sociales se dará cuenta). Trata a sus lectores -a todos, tengan la edad que tengan- como a seres pensantes. Su historia desborda sabiduría vital, pero también emoción. Y, lo más importante, es una novela estupenda, más allá de toda etiqueta. 
Reconozco que una de las cosas que más me gustan de las novelas de Lienas son los personajes. Son complejos como seres humanos, están llenos de recovecos, de dudas, de contradicciones. Tengo a menudo la sensación de que las tramas en las que intervienen están construidas a partir de ellos, y que ésa es una de las razones de su deliciosa complejidad.
Sam, el protagonista adolescente de esta historia, se compara con un caracol porque sus movimientos son lentos, porque en su relación con los demás a menudo va un paso por detrás. Sin embargo, posee una capacidad increíble para las matemáticas, es un experto informático y suele fijarse en detalles que pasan inadvertidos a la mayoría de personas. Todo ello son rasgos que caracterizan el síndrome de Asperger, una patología psicológica y conductual que se enmarca en el espectro autista. Sam también tiene una hermana que le ayuda a interpretar a sus complicados semejantes y un grupo de amigos virtuales. Por su parte, Martina, la otra protagonista, es una gimnasta de 14 años, menuda y de gran personalidad. Tiene un perro, una amiga y una madre con quien no termina de entenderse. Chico conoce chica: sólo esta parte de la historia ya habría justificado su lectura. Los personajes son absolutamente verosímiles y los diálogos entre ambos desbordan ternura y sentido del humor. No exagero al decir que se trata de una de las historias de amor más divertidas y emocionantes que he leído en los últimos años.
Aunque en el reverso de la historia está el tercero en discordia. Un pederasta que trabaja con meticulosidad y cabeza fría, con la vista puesta en un solo objetivo: Martina. Sorprende -y escandaliza- la pormenorizada descripción de sus procedimientos, su método de trabajo. Sabemos poco de él, salvo que existe en realidad y que a menudo está más cerca de lo que pensamos. Esta parte de la trama da un vuelco al argumento: ya no es una historia de amor, sino una novela negra lo que nos traemos entre manos. Muy negra. Habrá investigación, héroe, tensión y momentos de pánico. Todo bien mesurado, bien conducido. Se nos da información que desconocíamos a pesar de que el asunto forma parte de nuestra actualidad con frecuencia. Al terminar la lectura, el asunto continúa martilleando. Este es uno de esos libros que una vez cerrados continúa haciendo su trabajo, que no es otro que el de seducirnos, emocionarnos, invitarnos a pensar. Convertirnos un poquito en alguien diferente a quien éramos antes de comenzarlo.


Gemma Lienas: «No estoy dispuesta a bajarme del mundo»


Sería vulgar comenzar diciendo la edad de Gemma Lienas. Por eso diremos, mejor, que no es una jovencita en su primer vuelo. Todo lo contrario: autora veterana, con una sólida trayectoria literaria a sus espaldas; gran conocedora del mundo editorial, que ha ocupado su actividad profesional durante largas etapas de su vida, su nombre hace décadas que encandila a lectores de todas las generaciones. Sin embargo, leyéndola cualquiera podría pensar que se trata de alguien que acaba de salir de la adolescencia. ¿El secreto? Una aguda capacidad de observación, un dominio absoluto de tratamiento de las emociones, mucho oficio y, según ella reconoce, una dieta en la que no falta el chocolate. 
—Facebook, hackers, series anglosajonas de última generación, Minecraft, whatsapps, lenguajes informáticos, comunidades de geeks... Leyendo esta novela algún desinformado podría pensar que su autora tiene 25 años. ¿Sigue alguna dieta secreta para mantenerse intelectualmente tan joven?
 
—Me encanta comer chocolate, tal vez sea esto ;-)  Ahora en serio, creo que envejeces cuando decides apearte de lo que ocurre en el mundo. Y yo no estoy dispuesta a bajarme. Desde 1987, en que me compré un ordenador con el primer premio que gané, hasta el 2015, en que doy conferencias y cursos por Skype, no he dejado de explorar las nuevas tecnologías. Pero, sobre todo, lo más importante de mi dieta es la lectura: soy una devoradora de libros y eso ayuda a estar en forma.

—¿Por qué el síndrome de Asperger? 
—Me interesa todo lo que tiene que ver con nuestro cerebro, con nuestra mente, la cognición y las emociones. En mi casa hay más de 10.000 libros y una parte de ellas son de psiquiatría y psicología. Que se sepa: cuando vuelva a nacer seré neuropsiquiatra. Así que, a menudo, mis novelas giran en torno a problemas psicológicos. Y el síndrome de Asperger, que es una forma leve de autismo, en la que la inteligencia está conservada pero la interacción social resulta difícil, entra en este tipo de temas que me apasionan. Me acabó de motivar el hecho de que cerca de mi hay una persona con este síndrome.
 Entra AQUÍ para leer la entrevista completa

viernes, enero 03, 2014

El parque prohibido, Andrés Ibáñez

Nube de Tinta, Barcelona, 2013. 320 pp. 15,95 €

José Miguel López-Astilleros

El parque prohibido es una novela de género fantástico y de aventuras, destinada a lectores de diez a doce años, o «entre once y ciento once», como señala el autor. Originalmente se había publicado en 2005, ahora se nos ofrece una reedición a cargo de la editorial Nube de Tinta, que ha tenido el acierto de rescatarla, sobre todo porque es una buena historia que trata temas muy actuales y cercanos, además de presentarlos con una buena dosis de ternura, pero sin ñoñería.
Un buen argumento tiene capital importancia en una novela de este género, pero en esta hay algo más: emoción, conocimiento y un propósito moral edificante. Frido es un niño que vive en la ciudad de Fléroe con su padre, su madre y una hermana más pequeña. Un día descubre que su padre es alcohólico y no trabaja, y que por esta causa habrá de abandonar la familia. La trama central consiste en cómo conseguirá que deje de beber, y por tanto volver a reintegrase en el núcleo familiar y en la vida. Para ello deberá penetrar en el misterioso Parque de las Lilas, cerrado desde hace mucho tiempo y custodiado por militares para que no entre nadie. Frido y cuatro amigos más (Roto, Abbás, Rina y Amapola) se internan en él desde una puerta secreta, y allí se enfrentan a los muchos peligros que encierra tan singular paraje, hasta que encuentran lo que buscaban, el árbol Bo, un manzano mágico al que se le pueden pedir tres deseos o del que se puede comer uno de sus frutos para alcanzar la inmortalidad.
La creación más original es el Parque de las Lilas, cuya característica más sobresaliente consiste en que cambia de aspecto constantemente, de acuerdo con quien lo transite, siendo así que jamás se puede volver por el mismo lugar, y por si fuera poco en él sólo existe el presente, ¿una metáfora de la vida, quizás? Está lleno de animales salvajes y fantásticos, y además crece sin parar hacia dentro. Es un espacio onírico que está sujeto a la imaginación de quien lo pisa. Su origen está, según Ibáñez, en la “zona” de la película Stalker de Tarkovsky y las historias de Carlos Castaneda.
Los cinco niños que penetran en el parque pertenecen a la cultura occidental, hindú y árabe. Poseen una personalidad muy diferente, que irá cambiando conforme vayan cosechando experiencias sobre todo a lo largo de la segunda parte. Nos recuerdan a Los Cinco de Enid Blyton, cuyas aventuras solía leer Andrés Ibáñez de niño. Otro personaje fundamental es Hugo Bonpensat, el padre, representa el fracaso, del que será redimido por su hijo, cuando le hace ver que el oculto motivo por el que comenzó a beber, en realidad no fue un fracaso, sino todo lo contrario, el amor a su familia.
La amistad y la tolerancia son ingredientes básicos, que se convierten en definitivos para sobrevivir dentro del parque hostil, de tal modo que el mensaje transmitido es que la salvación será colectiva o perecerán todos. Algo que se podría entender como una metáfora de la humanidad frente a los problemas como el medio ambiente o la paz mundial. Hay alusiones o guiños indirectos a cuentos como La bella durmiente o libros como Alicia en el país de las maravillas. En el primero cuando Frido despierta a Amapola del sueño de la muerte con un beso, y en el segundo cuando persiguen a un conejo. El amor por los cuentos tradicionales queda patente desde el arranque de la novela: «Había una vez…».
La intriga y el misterio están presentes en todo su desarrollo, bien dosificados, mantienen el interés hasta su conclusión, a pesar de que se pueda sospechar el final feliz obvio. Tampoco hay que olvidar el humor, recordemos la recreación irónica del mito bíblico de Adán y Eva. El lenguaje es sencillo, pero exigente, con descripciones muy enriquecedoras.
El parque prohibido es un libro ameno, imaginativo y sorprendente, que nos sumerge en las procelosas aguas del alma humana, haciendo reflexionar al lector sobre el fracaso, la amistad, el amor, la familia, el miedo o el concepto de realidad y ficción. Todo ello sin renunciar a pasar un buen rato.

lunes, julio 22, 2013

El rey oso, James Oliver Curwood

Trad. Manuel Hortoneda. Ediciones Barataria. Sevilla, 2013. 192 pp. 17 €

Victoria R. Gil

Quién sabe por qué motivo mi hermana decidió pedir como regalo de su quince cumpleaños las obras completas de James Oliver Curwood que la Editorial Juventud publicó entre 1965 y 1974, y que ambas releíamos cada verano como si estuviéramos dispuestas a ingresar en la Policía Montada del Canadá en cuanto alcanzásemos la edad exigida. Y es que si algo poseen las historias de este escritor norteamericano, bisnieto de una india mohawk y sobrino del capitán Frederick Marryat, uno de los primeros autores en novelar la vida marinera, es la capacidad de hacerte sentir el más rudo de los tramperos o el mejor de los cazadores. Aunque no distingas un Mauser de un Winchester.
El cine ha recurrido a él a menudo y al menos una veintena de películas se han inspirado en sus libros, desde la más famosa, El oso, de Jean-Jacques Annaud, a otras menos conocidas, que contaron con la presencia de actores como John Wayne (El largo camino, 1934) o Rock Hudson (Vuelta a la vida, 1953), entre otros. Pero la más apasionante de sus novelas debió ser su propia vida. Periodista, explorador, aventurero, cazador arrepentido… Durante su adolescencia se escapaba de todo colegio al que se empeñaran en mandarle y sólo después de la más prolongada de sus fugas regresó al hogar familiar, en Michigan, con el dinero suficiente para costearse la universidad. Ganado a tiros, literalmente, gracias a su habilidad como cazador. De este pasado nacería, como una penitencia autoimpuesta, una tenaz defensa de la naturaleza y varias obras protagonizadas por animales. En el prólogo que escribió precisamente para El rey oso, reconoce que estos libros «constituyen, en cierto modo, una reparación que me esfuerzo en llevar a cabo, y he procurado hacerlos no solamente interesantes en grado sumo, dotándolos de romántico interés, sino que sean también tan exactos, por lo que se refiere a sus hechos, como ha sido posible. Al igual que en la vida humana, hay en la vida selvática tragedias, comedias y sentimientos; hay en ella hechos que merecen ser descritos y que son tan verídicos que no es necesario recurrir a la fantasía.».
También hay en estas historias otro objetivo evidente: humanizar a los que creemos salvajes y bestializar a quienes demasiadas veces no tienen nada de humano. Gracias a su amplio conocimiento de la naturaleza y de los animales, con los que convivió en los Grandes Lagos, primero, y en el norte de Canadá y Alaska, después, logra Curwood ese propósito desde las primeras páginas de El rey oso, que se afianzará cuando Thor, un enorme ejemplar de oso pardo, y Muskwa, un osezno sin madre, compartan una arriesgada aventura de incierto desenlace.
La novela, basada en un hecho vivido por el propio Curwood, según explica en el prefacio, se centra en la relación que establecen ambos animales cuando son perseguidos por dos cazadores a través de la Columbia Británica, en plenas Rocosas canadienses. El viaje de supervivencia es a la vez de aprendizaje para el pequeño Muskwa, quien se instruirá no sólo sobre las mejores bayas con que alimentarse, la pesca de la trucha, el cortejo y la fuente de medicamentos naturales que son los pinos, sino también sobre cómo vivir en armonía con un entorno donde la muerte se acepta como moneda de cambio únicamente para sobrevivir y nunca por simple diversión. Una lección que aprenderá también el cazador que no les da tregua.
Escrita en 1915, El rey oso fue publicada un año después con el subtítulo de A romance of the wild, una acertada definición para esta novela sobre la naturaleza, cuya lectura quizás sea más necesaria hoy que un siglo atrás, y que describe, al fin y al cabo, un auténtico romance, el que unió a James Oliver Curwood con la vida salvaje que lo convirtió en escritor.