Del otro lado de la reja está la realidad,
de este lado de la reja también está
la realidad; la única irreal
es la reja; la libertad es real aunque no se sabe bien
si pertenece al mundo de los vivos, al
mundo de los muertos, al mundo de las
fantasías o al mundo de la vigilia, al de la explotación o
de la producción.
Los sueños, sueños son: los recuerdos, aquel
cuerpo, ese vaso de vino, el amor y
las flaquezas del amor, por supuesto, forman
parte de la realidad; un disparo en
la noche, en la frente de estos hermanos, de estos hijos,
aquellos gritos irreales de dolor real de los torturados en
el ángelus eterno y siniestro en una brigada de policía
cualquiera
son parte de la memoria, no suponen necesariamente
el presente, pero pertenecen a la realidad. La única
aparente
es la reja cuadriculando el cielo, el canto
perdido de un preso, ladrón o combatiente, la voz
fusilada, resucitada al tercer día en un vuelo inmenso
cubriendo la Patagonia
porque las
masacres, las redenciones, pertenecen a la realidad,
como la esperanza rescatada de la pólvora, de la
inocencia estival: son la realidad, como el coraje y
la convalecencia del miedo, ese aire que se resiste
a volver después del peligro
como los designios de todo un pueblo que marcha
hacia la victoria
o hacia la muerte, que tropieza, que aprende a
defenderse, a rescatar lo suyo, su realidad.
Aunque parezca a veces una mentira, la única
mentira no es siquiera la traición, es
simplemente una reja que no pertenece a la realidad.
FRANCISCO URONDO
Argentina-1930
De "Cuentos de batalla"
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