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lunes, noviembre 14, 2011

10 PELÍCULAS... que no me gustan de directores que me suelen encantar

Hasta el mejor escribano echa un borrón, asegura el dicho popular. Y es cierto. En cine, es prácticamente imposible encontrar una filmografía inmaculada o desprovista de algún título que no colmara las expectativas de quienes habitualmente disfrutan con sus películas. Hay directores que alternan buenas y malas películas. Hay otros que, en realidad, sólo tiene una que me chirríe especialmente entre tanta genialidad. Una en la que piense que no es posible que sea ese adorado cineasta el que se ha colocado detrás de la cámara. Estas son diez, ordenadas alfabéticamente según el apellido de sus directores.
· Tim Burton: Alicia en el País de las Maravillas (2010)
Adoro a Tim Burton desde siempre. Recuerdo la fascinación que me provocó Bitelchús, su segunda película, y esa es una sensación que ha ido creciendo película tras película, con la construcción de un universo personal y fantástico. Hasta que llegó su visión de Alicia en el País de las Maravillas. Sí, tiene las criaturas y los escenarios que uno podría esperar de Burton, pero le falta su magia, su espíritu, su belleza. Mucho artificio digital, pero nada de lo que encandilaba en Eduardo Manostijeras, en Pesadilla antes de Navidad, en Batman, en Big Fish. Incluso en El planeta de los simios, película que siendo todo lo plana que es al menos se convirtió en un divertido espectáculo pirotécnico. ¿Pero Alicia? No me convenció nada. Menos que nada su protagonista, Mia Waiskowska, pero tampoco me convenció un Johnny Depp más sobreactuado de lo normal. Fue una decepción.
· James Cameron: Titanic (1997)
Cuesta creer que un director que ha dado tantas horas de diversión se esté convirtiendo en uno de los que más me aburren... justo cuando tiene un éxito descomunal e incomparable. Terminator y su secuela, Aliens, Abyss... En los años 80, en los grandes años 80, era uno de los grandes nombres de la fantasía y la ciencia ficción. Pero llegó la película que me rompió el mito. Y no es Avatar, que no es que no me guste, pero me pareció muy sencillita para ser la película con la que iba a cambiar el mundo del cine. Hablo de Titanic. Nada menos que uno de los títulos que más Oscars ha cosechado. Pero no, no aguanto esa película. Y eso que desde niño me fascinó la tragedia del transatlántico insumergible que chocó contra un iceberg. Pero es que la veo aburrida, tópica, incluso repetitiva. No me provoca la misma emoción que a casi el resto de los mortales. Sí, los efectos visuales y el hundimiento del barco son espectaculares... ¿pero 194 minutos para eso? La película dura más que el mismo hundimiento del Titanic a tiempo real. Y recuerdo historias de amor mucho más bonitas en el cine.
· Brian De Palma: La dalia negra (2006)
El precio del poder, El fantasma del paraíso, Atrapado por su pasado, Carrie, Los intocables de Eliot Ness, Misión imposible... Incluso gracias películas menos apreciadas como Ojos de serpiente, La hoguera de las vanidades, Redacted o a sus nada velados homenajes a Hitchcock de sus primeros años de carrera, Brian De Palma siempre me ha parecido un director interesantísimo. Hasta que llegó La dalia negra (incluso un poco antes, cuando estrenó Femme fatale, la verdad). Lo que tendría que haberse convertido en el resurgir del cine negro, adaptando una novela de James Elroy, se quedó en una película aburridísima, farrogosa, imposible de seguir o de entender, con actuaciones de lo más anodinas (¿fue aquí donde Scarlett Johansson me empezó a parecer una belleza cansada de aparecer en el cine?). Habrá quien piense que exagero, pero tengo La dalia negra como una de las más clamorosas oportunidades perdidas para hacer un título que marcara época.
· David Fincher: El club de la lucha (1999)
Probablemente me tope con una legión de fans indignados al decir esto, pero no soporto El club de la lucha. Me pareció una película imposible, que rozaba el absurdo, que sobrepasaba los límites y que, ideológicamente, podía incluso catalogarse como peligrosa (líbreme el poder divino de pedir su censura, pero no por ello voy a comulgar con lo que defiende). Asumo que el libro de Chuck Palahniuk goza de tantos seguidores como el filme, y por eso no creo que me acerque a él, pero tengo este título como una película alejada de la genialidad habitual de David Fincher. Ese que ha revolucionado el policíaco en dos ocasiones (con Seven y, sí, también con la infravalorada Zodiac). Ese que me hizo llorar y emocionarme con El curioso caso de Benjamin Button. Ese que me interesó desde sus inicios con la excesivamente modificada por el productor Alien 3. Ese que me maravilló con La red social. Y entre todo eso, Edward Norton y Brad Pitt liándose a mamporros por pura diversión. No me cuadra, no.
· Alfred Hitchcock: La trama (1976)
El mago del suspense y uno de los directores más universalmente reconocibles de la historia del cine no se merecía un epitafio cinematográfico tan triste como el que dejó. La trama es su última película y es de todo menos una película de Alfred Hitchcock. No hay en ella nada demasiado reconocible. Es muy blanda, es demasiado cómica, es extremadamente convencional. Igual con otro nombre detrás de la cámara sería una peliculita simpática para pasar la tarde. Pero es que la dirigió un tipo que hizo Psicosis, Con la muerte en los talones, Vértigo, Los pájaros. Auténticas palabras mayores del suspense. La trama, sin el carisma que conseguía Hitchcock de sus actores, protagonistas y secundarios, es justo lo contrario: una simple anotación a pie de página, un relato sin demasiado interés que se podría haber quedado en un episodio de una de las muchas series de televisión cómico-policíacas de los años 80. Pero no. Llevaba el nombre de Hitchcock. Su sello no.
· Michael Mann: Corrupción en Miami (2006)
Cuando en 1995 salí de ver Heat fue una de las pocas veces en mi vida que, gracias a la genialidad, no había sido consciente de ver una película tan larga. Su director era Michael Mann, un tipo que después me ha fascinado en unas cuantas ocasiones con sus retratos de conflictos humanos (para mí, su cima es El dilema; ¿algún otro director habría conseguido que Russell Crowe pudiera parecer un hombre tan impotente?). Cuando se anunció que iba a dirigir un remake cinematográfico de Corrupción en Miami, serie que él mismo había creado, lo cierto es que no me pareció mal. Pero creo que ahí falla casi todo Parece un videoclip muy alargado, en el que los actores parecen tener más ganas de poner caras de malo (incluso los buenos, mirad a Jamie Foxx y Colin Farrell) que de construir personajes. La acción, normalita. El guión, convencional. La fotografía es preciosa. Pero es que ya habíamos visto Collateral. El de Corrupción  en Miami no fue, desde luego, el Michael Mann que esperaba.
· Martin Scorsese: Kundun (1997)
Martin Scorsese. Si es que decir su nombre ya provoca una admiración incontenible. El director que mejor ha retratado el Nueva York más sucio y oscuro. El que mejor ha sabido enseñarnos a Robert De Niro. Uno de los mejores en enseñarnos el mundo de la mafia. Y a finales de los años 90 hizo Kundun. Después de haber hecho nada menos que Casino. Probablemente sería ésta una película que significara mucho para el Scorsese persona, para su sentido de la espiritualidad. Pero cinematográficamente se quedó escasísima, aunque es una cinta que tiene cierto prestigio. Yo me quedo con el Scorsese más trascendente, el de Taxi Driver, el de Toro Salvaje. Prefiero el vigor con el que rueda hoy en día aunque El aviador, Gangs of New York o Shutter Island no sean películas tan perfectas. Incluso disfruté con títulos de su filmografía que no parece recordar nadie, como Al límite. ¿Pero Kundun? Si no supiera que es de Scorsese, puede que su nombre fuera el último que diría intentando adivinar su director.
· M. Night Shyamalan: El incidente (2008)
Junto con Tim Burton, pero de una forma muy diferente, M. Night Shyamalan me parece el fabulista más interesante del cine moderno. Sus películas encierran una magia poco convencional y al mismo tiempo perfectamente reconocible. Y no, no es Airbender la película de su filmografía que no me gusta nada, porque esa me parece masacrada con demasiada saña para lo que se merece su entretenimiento. Es El incidente. Con un comienzo brutal, va perdiendo fuerza a cada minuto que pasa. Tiene alguna que otra escena que cae en el ridículo. Y ni sus actores parecen creerse lo que está pasando en la película. ¿Dónde está la tensión dramática de El sexto sentido, Señales, El bosque, La joven del agua o El protegido, para mí sin duda su mejor filme hasta la fecha? No se ven por ningún lado. En su momento pensé que la historia podía dar para un episodio de una serie de televisión, pero nunca para un largometraje, muy alargado y muy mal rematado.
· Steven Spielberg: 1941 (1979)
Incluso el Rey Midas de Hollywood puede cometer deslices. Me duele incluirle en la lista porque siempre he tenido la impresión de que no gusta reconocerle a Spielberg sus inmensos méritos cinematográficos, a pesar de que formo parte de una generación que ha crecido con sus películas. Siento que no se reconoce su madurez, y no hablo de sus dramas (La lista de Schindler a la cabeza, aunque, por ejemplo, se infravaloró Munich), sino de absolutas maravillas como Inteligencia artificial, Minority Report o La guerra de los mundos. Pero hay que reconocer que 1941 no es la película que uno espera ver firmada por Steven Spielberg. Una comedia absurda ubicada en la Segunda Guerra Mundial. Nunca se ha visto el director de las películas de Indiana Jones, E.T. o Encuentros en la tercera fase (ésta ya la había rodado cuando se metió en el lío de 1941) tan fuera de lugar. Si acaso, se pueden salvar algunos actores que viven el papel (John Belushi a la cabeza), pero hay que reconocer que no, que no funciona para nada.
· Ridley Scott: Un buen año (2006)
Este es otro director al que se infravalora con mucha facilidad. Qué fácil se olvida que es el responsable de Alien y Blade Runner. Y qué escaso valor se han dado a pequeñas maravillas como El reino de los cielos (mejor en su montaje del director), Gladiator o American gangster. Incluso a Hannibal, para mí una dignísima secuela de El silencio de los corderos. ¿Pero Un buen año? No me cabe la menor duda de que Scott se lo debió pasar de maravilla en esas pequeñas vacaciones que se concedió para rodar en Francia con su amigo Russell Crowe. Y seguro que presumirá de lo lindo de haber sido el lanzador real de la carrera americana de Marion Cotillard (que no deja de trabajar en Hollywood desde entonces, e incluso ganó un Oscar por una película francesa, La vida en rosa), pero ¿qué cuenta Un buen año? Miro su cartel y veo a Russell Crowe riéndose. Y, sí, me acuerdo otra vez de eso, de que se lo debieron pasar genial rodándola. Yo ya ni me acuerdo de qué iba.

viernes, septiembre 04, 2009

'Enemigos públicos': Michael Mann vuelve


Ver a Michael Mann ofreciendo una película vigorosa, intensa, interesante, entretenida y tan bien realizada como casi siempre en su filmografía, es motivo más que suficiente para pagar una entrada de cine. Enemigos públicos le devuelve a ese terreno, el que viene explorando desde que en 1992 hiciera El último de los mohicanos y, sobre todo, en 1995 dirigiera Heat. Un terreno que abandonó con Corrupción en Miami, un videoclip caro y sin alma que no encajaba para nada en su forma de hacer cine. Mucho plano bonito, sí, pero ni historia, ni actores, ni nada de nada de lo que había enseñado previamente en películas apasionantes como El dilema o Collateral. Enemigos públicos es una gran muestra de cine de gánsgters, de época, donde mejor encajan estas historias, en el Chicago de los años 30. No es una obra redonda, pero sí una buena muestra de lo que puede hacer Michael Mann con un buen guión, una formidable puesta en escena, y un puñado de actores apasionantes.

A la hora de ver Enemigos públicos, es inevitable recordar la cumbre de Michael Mann en el género, Heat. Y seguro que él también la recordó mientras rodaba esta su última película. Después de la brillante secuencia de atraco que rodó en aquella, las escaramuzas de John Dillinger (Johnny Depp), rodadas con corrección y un buen sentido dramático, a veces no satisfacen todo lo que debieran. Heat lo que establecía era una fascinante contraposición entre la vida privada del ladrón y el policía. Enemigos públicos no. Y quizá lo necesitaba. La historia de amor entre Dillinger y Billie (Marion Cotillard) quizá necesitaba de algo parecido en el agente Purvis (Christian Bale). Pero de él no conocemos más que su faceta profesional, la de agente de la Ley, y el personaje se queda algo cojo y escondido como un secundario que tendría que haber dado más de sí. Bale le da un toque de fascinación y elegancia (apasionante cómo pone fin al interrogatorio a Billie) pero le falta material y metraje para convertirlo en un clásico.

Le falta el toque de Heat, las tramas secundarias que tenía Al Pacino en contraposición a la de Robert de Niro. Pero es que Enemigos públicos no es la historia del entrentamiento entre Dillinger y Purvis, aunque en algunos momentos lo parezca. Depp sí consigue bordar su personaje y aprovechar todo lo que se le ofrece en el guión, con toda la brillantez que se le supone. Johnny Depp siempre me ha resultado más atractivo cuando aporta su extravagancia a personas y no a caricaturas más o menos elaboradas, me gusta más su Ed Wood que su Willy Wonka en Charlie y la fábrica de chocolate, por citar dos películas de un director, Tim Burton, que le tiene como actor fetiche. Depp encabeza un reparto fascinante, en el que triunfan por igual los actores más conocidos (Stephen Dorff, Giovanni Ribisi o Billy Crudup) como los más desconocidos para el gran público (con cameo incluído para la cantante Diana Krall... interpretando a una cantante). Todos encajan a la perfeción.

Resulta curioso ver el gran resultado que saca casi siempre de sus actores un director como Michael Mann, en apariencia más centrado en la imagen, en el resultado visual de sus encuadres y sus secuencias. Pero hasta eso se pone aquí al servicio del trabajo interpretativo, porque Mann convierte su película en una inmensa y preciosa colección de primeros planos. El Mann más visual tiene, sobre todo, dos escenas no sólo para el lucimiento, sino casi para la antología. Puede que la llegada de Dillinger a Indiana, su descenso del avión, su traslado a la cárcel (bajo los acordes de un precioso tema musical de un Elliot Goldenthal recuperado para el cine después de años de un silencio casi total), sea la escena más hermosa que haya rodado nunca este realizador. Y el climax final, desde el hermoso homenaje cinéfilo al claro referente de Atrapado por su pasado (una película de Brian de Palma que merece ser reivindicada), es soberbio, emocionante y una dignísima resolución de una película más que interesante.

La película es violenta, como debe serlo una historia de ladrones de bancos de los años 30, pero se mueve con buen criterio en la delgada línea que separa lo que necesita la historia del exceso más morboso. El guión, notable pero con algunos puntos débiles (hay personajes que pedían más desarrollo, no sólo el de Christian Bale, sino también el Edgar J. Hoover de Crudup). No es lo mejor de Michael Mann, pero es que Michael Mann tiene algunas películas realmente sobresalientes. No es quizá la obra maestra que podría haber salido de un material como el que tenía a priori, pero no por eso se puede desdeñar un filme notable y altamente recomendable. Michael Mann ha vuelto y me ha hecho olvidar por completo Corrupción en Miami. Y eso es una espléndida noticia.