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Viernes a medio día. Después de salir de trabajar me voy de tiendas. Yo creía que iba con ánimos, pero no. A medida que iba andando, la jornada de compras se iba convirtiendo en uno de esos días en que todo lo que ves te parece feo... pero no hice caso a las señales y en vez de irme a casa seguí insistiendo, ¡lo que me llevó al desastre (moral ¿eh?, moral)!
Entré en una y otra tienda y de todas fui saliendo sin nada; lo que me gustaba me parecía caro y lo que se ajustaba a mi presupuesto ¡era horroroso!.
Al final llegué a "Sfera"; una vuelta por aqui, una vuelta por allá... una camiseta, dos jerseys ¡y unos pantalones cortos! ¿Por qué? ¿Por qué tuve que probármelos?
Muy contenta con lo que había elegido me fui al probador: la camiseta bien, los jerseys bien... pero cuando llego a los pantalones ¡Aaarrrrggg! ¡Dios! Me dieron ganas de hacerme el harakiri! Yo me imaginaba guapísima con mis botas altas, mis medias y mis pantaloncitos ¡hasta que me los puse! Mi imagen mental se desvaneció en lo que tarde de subirme la cremallera...
He de decir que por "vagancia" y comodidad hice algo que nunca hay que hacer: no me quité mis zapatos Kickers y mis calcetines de colores... ¡Madre mía cuando me miré en el espejo! Entre la luz que tienen alli (que no sé como alguien no les ha dicho que no favorece nada), los zapatos, lo blanca que estoy, las piernas cortitas y rechonchas... Estaba para que me mataran. Me hundí momentaneamente y me cabreé por no hacer caso a mi madre: ¡Qué las modas no son para todo el mundo, coño!...
Maldiciendo a todos los Dioses del Olimpo, a los diseñadores, a las tías altas y estupendas, a las Whoppers, a la moda y a la madre que los parió a todos... volví a vestirme y dejé todo lo que tenía en las manos y no compré nada. ¡Qué os den! ¡Me voy con mis amigas y para calmarme me comeré algo bien calórico que me satisfaga!.
A ver hasta cuando me dura el miedo escénico; seguro que la euforia navideña me hace volver a tropezar en la misma piedra ¡Es tiempo de eso!